EL POZO DE SAN PATRICIO

Tractatus de Purgatorio sancti Patricii, IX, 54-56 (c. 1190)

Vio ante sí un gran muro que se elevaba a gran altura. Aquel muro era además maravilloso, y construido con incomparable belleza, y en él veía una puerta cerrada, que resplandecía con admirable fulgor, adornada de diversos metales y piedras preciosas. Mientras se iba acercando, aunque todavía se hallaba a una distancia de media milla, aquella puerta se abrió hacia él, y a través de la abertura le embargó un perfume de tanta dulzura que le pareció que, si todo el mundo se hubiese transformado en aromas, no habría podido superar la grandeza de tanta suavidad, y de ella recibió tantas fuerzas que creyó poder soportar sin daño todos los tormentos que ya había superado.

Observando a través de la puerta, vio una tierra iluminada por una enorme luz, que superaba al resplandor del Sol, y deseó ardientemente entrar. […]

Aquella tierra estaba iluminada en verdad por una luz de tan gran claridad que, así como la luz de una lámpara es anulada por el resplandor del Sol, así también parecería que la luz meridiana del Sol podía ser superada por el admirable fulgor de la luz de aquella tierra. Además, debido al enorme tamaño no pude ver un confín de aquella tierra, sino solo de la parte por donde había cruzado la puerta. Aquella tierra estaba adornada además de prados amenos y colmados de diversas especies de flores y de árboles frutales, de hierbas multiformes y de plantas arbóreas de cuyo aroma, como dije, habría podido vivir por toda la eternidad.