LA SEPULTURA DE ADÁN EN CEILÁN

ARTURO GRAF

«Il mito del Paradiso terrestre», III, en Miti, leggende e superstizioni del Medio Evo (1892-1893)

Según otra opinión, que fue muy divulgada tanto en Oriente como en Occidente, y que sigue viva todavía en Oriente, Adán y Eva vivieron los años de su exilio en la isla de Serendib, o Ceilán. Esta creencia es sin duda de origen musulmán o, mejor dicho, es una creencia budista transformada por los musulmanes; y de este modo creían, y siguen creyendo todavía los budistas, que Buda pasó algún tiempo sobre un monte de la isla de Ceilán, llamado Langka por los brahmanes del continente; que allí se dedicó a la vida contemplativa; y que, elevándose luego a los cielos, dejó en la roca la huella de su pie, visible a todos. Los musulmanes, utilizando un procedimiento bastante frecuente en la historia de las leyendas, atribuyeron a Adán lo que se contaba de Buda, y las dos tradiciones pervivieron una junto a otra. De eso nos ofrece un curioso testimonio Marco Polo en la relación de sus viajes. Dice Polo que en la isla de Ceilán, en la cima de un alto monte al que no se puede subir si no es con ayuda de cadenas, hay una sepultura que los musulmanes dicen que es de Adán, y los idólatras (entiéndase los budistas) de Sergamon Borcam. La continuación del relato muestra que este Sergamon no es otro sino Buda, que fue sometido, como se sabe, a otra transformación similar, convirtiéndose en el santo Josafat de la leyenda cristiana. Los árabes llamaron Rahud al monte, y el primer escritor que mencionó la leyenda parece que fue al-Idrisi, que escribió su tratado geográfico en la corte de Roger II de Sicilia, en 1154. Al-Idrisi, que afirma, entre otras muchas cosas, haber visitado la cueva de los Siete Durmientes en Éfeso, y haber visto sus cuerpos envueltos en aloe, mirra y alcanfor, no se sabe bien si muertos o adormecidos de nuevo, cuenta la leyenda del monte al que llama el-Rahuk. Según él, cuentan los brahmanes que en la cima del monte se encuentra la huella del pie de Adán, de una longitud de setenta codos y luminosa. Desde este punto, y dando un solo paso, Adán llegó hasta el mar, que dista dos o tres jornadas. Dicen además los musulmanes que Adán, expulsado del Paraíso, cayó en la isla de Serendib, y allí murió, tras haber realizado un peregrinaje al lugar donde luego surgiría La Meca. También aparece una descripción del monte en los viajes de Ibn-Battuta. La leyenda pasó de Oriente a Occidente, y de los musulmanes a los cristianos, y el monte de Ceilán, llamado luego por los portugueses pico de Adán, se hizo célebre. Eutiquio, patriarca de Alejandría (m. 940) solo dice que Adán fue expulsado a un monte de la India, pero el monte siempre es el de Ceilán. Odorico de Pordenone lo describe con brevedad, y cuenta que en la cumbre de ese monte había un lago que los isleños decían que se había formado con las lágrimas de Adán y de Eva por la muerte de Abel. Giovanni de’ Marignolli nos ofrece un relato más detallado y más explícito. El ángel del Señor cogió a Adán y lo depositó sobre el monte de Ceilán, y la huella del pie de Adán quedó impresa de manera milagrosa en el mármol, de un tamaño de dos palmos y medio. Sobre otro monte, distante del primero cuatro pequeñas jornadas, el ángel depositó a Eva, y los dos pecadores estuvieron separados, sumidos en el duelo, durante cuarenta días, transcurridos los cuales, el ángel condujo a Eva junto a Adán, que ya estaba desesperado. En el primer monte había, además de la huella del pie, una estatua sedente, con la diestra orientada hacia Occidente, la casa de Adán, una fuente de aguas purísimas, que se creía procedían del Paraíso, y en la que había gemas, formadas, al decir de los habitantes, por las lágrimas de Adán, y una huerta llena de árboles que ofrecían excelentes frutos. Muchos peregrinos acudían a visitar el santo lugar. A finales del siglo XVII, Vincenzo Coronelli todavía decía que en la cima del monte estaba enterrado Adán, y que se veía un lago formado por las lágrimas que derramó Eva por la muerte de Abel. Esta última afirmación contradecía otra creencia, que por otra parte no parece que haya tenido una gran difusión. El ya recordado Burcardo de Monte Sión dice que en la ladera de un monte, en el valle de Hebrón, se hallaba la cueva donde Adán y Eva lloraron durante cien años la muerte de Abel, y que todavía podían verse los lechos donde durmieron y la fuente de cuyas aguas bebieron. Si bien la sepultura de Adán fue ubicada en la cima del monte de Ceilán, también fue situada en muchos otros lugares.