Los descubrimientos de Taylor tuvieron gran influencia, hacia 1865, en un astrónomo escocés, Charles Piazzi Smyth, que dedicó a Taylor su obra Our Inheritance in the Great Pyramid. Smyth calculó, no se sabe muy bien sobre qué base, que el codo sagrado egipcio (unos 63 cm) estaba compuesto de 25 «pulgadas piramidales», pulgadas piramidales que se correspondían admirablemente con la pulgada inglesa. De hecho, Piazzi Smyth dedica un capítulo de su libro a criticar la artificiosidad republicana y anticristiana del sistema métrico decimal francés y a celebrar la naturalidad, según las leyes divinas, del sistema inglés.
El perímetro, en pulgadas piramidales, correspondía a una longitud total de 36.506. Insertando una coma decimal, Dios sabe por qué, se obtiene el número exacto de los días del año solar (365,06). Un seguidor de Piazzi, Flinders Petrie (aunque al parecer insinuó luego que había visto un día al maestro limando las piedras angulares de una galería para que le saliesen las cuentas), confirmó el cálculo del pi griego descubriendo que también la cámara real contiene un pi griego en la relación entre la longitud y el perímetro. Multiplicando por 3,14 la longitud de la cámara del rey (medida en pulgadas piramidales) se obtiene también 365,242, aproximadamente los días del año.
Como muestra un mapa de Piazzi (23), el meridiano y el paralelo que se intersecan en la pirámide (30° de latitud norte y 31° de longitud este) cruzarían más tierra firme que cualquier otro, como si los egipcios quisieran situar la pirámide en el centro del mundo habitado.
Entre los resultados de Piazzi y los de los piramidólogos posteriores se pudo sostener que la altura piramidal, multiplicada por 1.000.000, representa la distancia mínima entre la Tierra y el Sol (esto es, 146 millones en vez de 147 millones de kilómetros). El peso piramidal, multiplicado por 1.000.000.000, representa una buena aproximación del peso terrestre. Si duplicamos la longitud de los cuatro lados de la pirámide obtenemos casi exactamente la medida equivalente en un sexagésimo de grado a la latitud del ecuador. La altura media de los continentes sobre el mar es casi con exactitud la altura de la pirámide. Por último, la curvatura de las paredes (imperceptible a simple vista) es idéntica a la de la Tierra. En conclusión, la pirámide de Keops, o Gran Pirámide, es la escala 1:43.200 de la Tierra.
Obsérvese que, pese a no tener una precisa idea matemática de la sección áurea, los arquitectos medievales diseñaban por instinto artesano estructuras en las que luego se descubrieron ejemplos de divina proporción. Por otra parte, un psicólogo del siglo XIX, Fechner, demostró que si se presentan a personas que no saben nada de matemática tarjetas de visita de diverso formato, la mayoría elige de manera instintiva aquellas cuya relación entre los lados sigue la sección áurea. Por tanto, si la mente humana está hecha de modo que aprecia ciertas proporciones, es posible que los egipcios tuvieran cierta capacidad de ajustarse a ciertas relaciones, aunque sus conocimientos matemáticos eran menos avanzados que los de los asirios y de los babilonios, y su geometría solo servía para determinar las superficies cultivables en relación con las crecidas del Nilo, y las operaciones de sus arquitectos probablemente se basaban en estos procedimientos. Es cierto que el pi griego, o bien una medida muy aproximada (esto es, 3,1605), aparece en el papiro de Rhind del siglo XX a. C., pero quizá los constructores de pirámides medían empíricamente con cañas, y esto explicaría que sus resultados fuesen inevitablemente aproximados. Por último se ha planteado la hipótesis de que las medidas se efectuaran como múltiplos de una rueda y por tanto la relación entre diámetro y circunferencia (pi griego) se produciría de manera automática. Dejemos por tanto el pi griego. El hecho es que los piramidólogos pretenden que los egipcios querían transmitirnos a través de la pirámide toda una enciclopedia de datos científicos que no podían conocer.
Piazzi Smyth era un astrónomo y no un egiptólogo, y tampoco tenía suficientes nociones de historia de la ciencia. A decir verdad, carecía incluso de sentido común. Piénsese en la tesis de la posición central de la pirámide entre la tierra firme: había que presumir que los egipcios dispusieran de nuestros mapas geográficos y supieran exactamente dónde estaban Estados Unidos y Siberia, y esto excluyendo Groenlandia y Australia, y en todo caso no se desprende de ningún hallazgo que los egipcios hubiesen trazado algún mapa fiable. Tampoco podían conocer la altura media de los continentes sobre el nivel del mar. Si bien desde el tiempo de los presocráticos (aunque en todo caso siglos y siglos después de la construcción de las pirámides) se estaba insinuando la idea de que la Tierra era esférica, es dudoso que los egipcios tuvieran ideas precisas sobre la curvatura real de la Tierra y sobre la circunferencia terrestre, puesto que hasta el siglo III a. C. no calculó Eratóstenes con una buena aproximación la longitud del meridiano terrestre.
Para calcular la distancia entre el Sol y la Tierra habría que esperar a disponer de instrumentos de medición adecuados. No digo que los egipcios pensasen como Epicuro que el Sol no era más grande de lo que aparentaba, esto es, con un diámetro de unos treinta centímetros, pero en cualquier caso no disponían de esos instrumentos adecuados y se habrían equivocado en al menos un millón de kilómetros.
Finalmente, los cálculos que asimilan el peso de la pirámide al de la Tierra son imposibles, puesto que ni siquiera hoy sabemos con exactitud si la construcción de la pirámide está realmente llena en todas sus partes. […]
Piazzi escribe en un momento determinado «desde la cima a la base, las medidas de la Gran Pirámide son 161.000.000.000 pulgadas egipcias. ¿Cuántos seres humanos han vivido sobre la Tierra desde Adán hasta nuestros días? Una buena aproximación sería entre 153.000.000.000 y 171.000.000.000» (Our Inheritance, Londres, 1880, p. 583). Obsérvese que si la pirámide debía prever el número de habitantes de la Tierra en los siglos venideros, ¿por qué tendría que detenerse en la época en que vivía Piazzi Smyth y no calcular, siendo moderados, un milenio más allá?
Siguiendo estos principios científicos, Piazzi Smyth descubría correspondencias lineales y volumétricas entre el sarcófago hallado en la cámara real, el Arca de Noé y el Arca de la Alianza (que, por lo que sé, solo la ha visto Indiana Jones), porque daba por buenas las medidas bíblicas y traducía codos hebreos a codos egipcios sin ningún problema.
Hay más: las relaciones entre las longitudes de los pasillos de la pirámide revelaban incluso algunas fechas fatídicas como la fecha del futuro éxodo (1553 a. C.) y, puesto que la distancia temporal entre el éxodo y la crucifixión habría sido de 1.485 años, revelaba también la fecha de la muerte de Jesús. Otros cálculos hechos por los descendientes de Piazzi Smyth revelan que la suma de las longitudes de los dos pasillos que desembocan en la cámara real equivaldría al número de peces pescados por los discípulos de Jesús. Además, como a la palabra griega que designa el pez (iktys) se le asigna el valor numérico 1.224, es fácil deducir que 1.224 es 153 por 8. ¿Por qué por 8? Naturalmente porque es el número dividendo 1.224 por el que se obtiene 153 (tras haber probado la división pollos 7 números anteriores). ¿Y si 1.224 no hubiese sido divisible por ningún número capaz de dar 153? En este caso sin duda no se hubiera tomado en consideración este ejemplo y no se habría citado. Del mismo modo calcularon los piramidólogos que el número exacto de días que vivió Jesús sobre la Tierra fue de 12.240, y este número es el resultado de 10*8*153. Bastaba multiplicar 1.224 por diez y dividirlo luego por ochenta; la solución consistía tan solo en establecer que 12.240 era el número de días que vivió Jesús, cómputo que ningún texto bíblico sugiere ni remotamente, porque además si Jesucristo vivió treinta y tres años, multiplicando 33 por 365 se obtiene 12.045, e incluso suponiendo que el año de nacimiento de Jesús fuese bisiesto, en treinta y tres años habríamos tenido nueve años bisiestos, y la cifra llegaría a lo sumo a 12.054 (aunque como el último año de vida se detiene en Pascua, la cifra total sería inferior).
El hecho es que con los números se puede hacer todo lo que uno quiera. Precisamente discutiendo los descubrimientos de los piramidólogos, un arquitecto, Jean-Pierre Adam, hizo un experimento con un quiosco cercano a su casa donde se vendían billetes de lotería. La longitud de la plataforma era de 149 centímetros, es decir, una cienmilmillonésima parte de la distancia entre la Tierra y el Sol. La altura posterior dividida por la anchura de la ventana daba 176/56 = 3,14. La altura anterior era de 19 decímetros, esto es, igual al número de años del ciclo lunar griego. La suma de las alturas de las dos esquinas anteriores y de las dos esquinas posteriores daba 190 x 2 + 176 x 2 = 732, que es la fecha de la batalla de Poitiers. El grosor de la plataforma era de 3,10 centímetros y la anchura del marco de la ventana, 8,8 centímetros. Sustituyendo los números enteros por la correspondiente letra alfabética, tendremos C10 H8, que es la fórmula de la naftalina.