D
espertó por la mañana con el primer alborear de luz. Tenía el brazo izquierdo en torno a la caña del timón a pesar de haberla atado con un alambre. Lo primero que comprobó fue el rumbo. Se había desviado un poco y se incorporó para corregirlo, descubriendo entonces que tenía el brazo izquierdo acalambrado. Lo sacudió. Dado que no se distendía, le dio unos cuantos minutos para que se restableciera la circulación mientras desataba la caña del timón y giraba en la dirección correcta. Muy seguro estaba de conocer el rumbo aun cuando podía apreciar que la corriente había cambiado. La balsa atajaba mejor las olas en este nuevo ángulo. La espuma rompía sobre la cubierta, el oleaje era más profundo y la tablazón crujía, pero la controló.
El brazo izquierdo no se desentumecía. Ello se debía al frío de la noche y a dormir sobre él. Esperaba que el calor aflojara los músculos más adelante, aunque entendía que probablemente era a causa de que su cuerpo no estaba recibiendo suficientes alimentos o los adecuados. El brazo tendría que distenderse por sí mismo. Lo masajeó. Los músculos vibraron bajo su mano derecha y al cabo de un rato pudo sentir un cosquilleo por todo el brazo aunque, a su parecer, era consecuencia de que la sal se estaba introduciendo con la frotación.
No había nada en los sedales. Extrajo el cebo, pero se lo habían comido. Se mantuvo ocupado recogiendo algas a sabiendas de que no servirían de mucho y de que estaba procurando mantener la sed apartada de su mente. Mal le había ido desde que despertó y estaba empeorando con el ascender del sol. Buscó el Gancho del Cielo para olvidarse de la garganta y de la acre sensación tumefacta que tenía en la boca, mas no llegó a avistarlo. Verificaba el rumbo cuando se acordaba de ello, pero en su cabeza se había alojado un zumbido que le hacía difícil estimar cuánto tiempo había transcurrido. Fantaseó con los Pululantes y con cuánto ansiaba uno. Los Espumeantes eran distintos, aunque ahora le habían abandonado aquí y no estaba seguro de hasta cuándo podría mantener el rumbo ni de recordar cuál era este siquiera. El regular golpeteo hueco de las olas contra el envés de la balsa le apaciguó y cerró los ojos ante el sol.
No sabía cuánto tiempo había dormido, pero al despenar le ardía la cara y tenía el brazo izquierdo libre. Permaneció allí tendido sintiéndolo y se apercibió de un nuevo tipo de zumbido. Miró en torno en busca de un insecto —a pesar de no haber visto ninguno durante muchos días—, luego alzó la cabeza y percibió que el sonido venía del cielo. A kilómetros de distancia una mancha atravesaba una nube. El aeroplano era pequeño y funcionaba con hélice, no a chorro. Warren se puso en pie con esfuerzo y agitó los brazos. Estaba convencido de que le verían porque no había nada más en el mar y de que destacaría con tal de que lograra mantenerse erguido. Hizo señas, el aeroplano continuó yendo en línea recta y creyó acertar a ver bajo él algo brincando en el agua después que hubo pasado su sombra. Luego el aeroplano fue una mota, perdió su sonido y, finalmente, dejó de agitar los brazos aunque realmente no se había hecho a la idea de que no le hubieran visto. Se sentó desmayadamente. Estaba jadeando de tanto hacer señas y entonces, sin percatarse de ello durante un tiempo, comenzó a llorar.
Al cabo de un rato volvió a comprobar el curso, entrecerrando los ojos ante el sol, considerando la corriente. Se sentó, observó y se abstuvo de pensar.
El chapoteo y los golpes le arrancaron de un sueño febril.
El Espumeante se alejó raudo, zambulléndose en una ola y emergiendo del otro lado con una sacudida de sus aletas posteriores.
Un cilindro parecido a los demás rodó por la cubierta. Lo cogió con denuedo. La hoja enrollada del interior era desigual y estaba rasgada.
WAKTPL OGO SHIMA
WSW WSW CIRCLE ALAPMTO GUNJO
GEHEN WSW WSW
SCHLECT SCHLECT YOUTH UNSSTOP
NONGO LUCK LOTS
Ahora en vez de NONGO aparecía OGO. ¿Pensaban que esto era lo contrario? De nuevo WSW y de nuevo CIRCLE. ¿Otra isla? El mal deletreado SCHLECT, si es que de eso se trataba, y repetido. ¿Una advertencia? ¿Qué objeto podía haber en ello cuando no había visto a un Pululante hacía días? Si UNS correspondía al nosotros germano, entonces UNSSTOP podía ser nosotros stop, detener. El renglón podía significar: nosotros detenemos jóvenes malos no ir. Y podía no significarlo. Si bien GEHEN WSW WSW significaba ir oeste suroeste, o de lo contrario todo lo demás carecía de sentido, y venía incurriendo en un error desde la isla. Había también algo en japonés, pero nunca se había enrolado en un barco en el que se hablara y lo desconocía por completo. SHIMA. Le vino a la memoria la ciudad, Hiroshima, y se preguntó si shima aludía a «localidad» o a «río», o a algo geográfico. Sacudió la cabeza. El último renglón le hizo sonreír. Los Espumeantes debían haber estado en contacto lo bastante estrecho con algo para saber que un saludo al final era un gesto humano. ¿O era a eso a lo que se referían? Se le ocurrió la idea fatídica de que esto podía significar adiós. O, mirándolo de otra forma, le estaban diciendo que necesitaría lots of luck, muchísima suerte. Volvió a sacudir la cabeza.
Esa noche soñó con los ojos, la sangre y el fluido de las aletas de los Pululantes, soñó con nadar en él y empapar en él la cabeza, y con el agua que era clara y fresca. Cuando despertó, el sol estaba ya en lo alto y abrasaba, la vela ondeaba al oeste. Ajustó el rumbo tanto como le era dado recordar y luego se arrastró hasta la sombra de la vela, tal como había hecho días antes.
Se había dejado la ropa puesta durante todo el tiempo que llevaba en la balsa y ahora eran andrajos. Seguían evitándole el sol pero estaba apelmazada por la sal y le rozaba las heridas, provocándole escozor al moverse. Tenía manchas negras en el cuello y en las manos, donde la piel se había despellejado y había vuelto a quemarse. Antes se había cubierto con una especie de sombrero que hiciera con piel y huesos de Pululante, y le había dado una buena sombra, pero se fue por la borda durante la tormenta.
Warren meditó sobre el mensaje sin conseguir extraerle ningún sentido. Se rascó la barba y descubrió que había en ella una costra de sal parecida a escarcha. También había sal en sus pestañas, se inclinó sobre el costado boca abajo en el agua y se la sacudió. Escudriñó las briznas descendentes de luz verde y la sombra oscura de la balsa ahusándose como una pronunciada pirámide en la lóbrega oscuridad semoviente.
Creyó ver algo que se desplazaba allí abajo, mas no podía estar seguro.
La debilidad le atenazaba ahora. Cogió unas cuantas algas más y las utilizó como cebo en los sedales. El esfuerzo le dejó tembloroso. Fijó el curso y se sentó a la sombra.
Se despertó sobresaltado y percibió chapoteos cerca de la balsa. Espumeantes. Saltaban a la luz del mediodía y más allá de ellos se veía una calígine amarronada. Parpadeó y resultó ser una isla. Se había levantado viento y la lona, plenamente hinchada, impelía hacia la isla.
Se sentó aturdido y exhausto junto a la caña del timón y enfiló la balsa en dirección a la isla, corriendo veloz delante del viento, cortando las olas y lanzando espuma sobre la cubierta. Había una laguna. El oleaje rompía en los arrecifes de coral que circundaban la isla. La tierra parecía estar como a un kilómetro del otro lado, con colinas boscosas y playas de blanco resplandor. Los Espumeantes se marcharon por la izquierda, y Warren vio un espacio despejado en la laguna que se asemejaba a un pasaje.
Giró la caña del timón hasta el tope, la balsa guiñó y se escoró contra las olas que ahora venían con más fuerza. La cubierta crujió y la lona se orzó, pero la balsa entró en la cavidad del espacio despejado y, entonces, las olas la hicieron cruzar impetuosa y velozmente. Sobrepasado el batir de las olas en los corales, bogó ciñéndose al viento para mantenerse alejado de las manchas oscuras de las aguas poco profundas, y luego viró hacia la orilla. Los Espumeantes se habían ido, aunque no se percató hasta que la balsa topó con un banco de arena y miró en derredor, calculando la distancia hasta la playa. Se encontraba débil y sería una estupidez correr ningún riesgo estando tan cerca. Se irguió con un gruñido y saltó pesadamente sobre el lado libre de la balsa. Se escoró, zafándose a continuación del banco de arena, y el viento la arrastró otros cincuenta metros. Cogió sus utensilios y permaneció de pie en la balsa, titubeando como si el abandonarla después de todo este tiempo fuese difícil de imaginar. Luego se increpó a sí mismo y descendió.
Nadó despacio hasta que sus pies tocaron arena, encaminándose entonces con andar pausado hasta la playa, manteniendo el equilibrio cuidadosamente, por lo que no vio al hombre salir de entre las palmeras. Warren se arrojó hacia adelante sobre la arena y trató de levantarse. Sintió contra sí la arena dura y caliente. Volvió a levantarse con punzadas en las piernas. El hombre se hallaba cerca. Chino o quizá filipino. Le dijo algo a Warren, este le formuló una pregunta y se miraron mutuamente. Warren aguardó una respuesta y, al ver que no iba a producirse, extendió la mano derecha con la palma hacia arriba.
En el silencio, se estrecharon las manos.