N
igel contemplaba a Nikka arreglándose meticulosamente el kimono. Tenía brocados en marrón y azul y, como dictaba la tradición, era diez centímetros demasiado largo. Nikka se lo subió hasta que el dobladillo estuvo justo a la altura de los tobillos, una, dos veces… al quinto intento él dejó de contar y la observó afectuosamente volverse de un lado a otro delante del espejo de acero bruñido. Se puso un cordón de seda roja en la cadera y redujo la anchura del kimono, alisándolo. Luego vino el obi: una faja ancha, rígida, con sus buenos cinco metros de longitud. Se lo ciñó en torno a la altura del pecho, frunció el entrecejo y se la volvió a ceñir. Cada vez que contemplaba esta ceremonia le parecía más sutil, revelaba algo más de la voluble mente de ella. Murmuró un elaborado cumplido y en ella se deshizo un nudo de indecisión; anudó firmemente los dos cordoncitos que sujetaban el obi. Colocado este y puntualmente alisado, se prendió una hebilla de latón. Hizo un mohín. La cambió por un alfiler de ónice. Se dio la vuelta y examinó el efecto. Prendió una peineta de marfil en el moño. Después una peineta cerúlea y pálida. A continuación, una de un amarillo brillante. Luego de vuelta al marfil. Él apreciaba estos momentos absortos e indecisos, en los que ella revelaba el núcleo luminoso y pueril de sí misma. El Lancer tendía a eliminar estos interludios gráciles y momentáneos, pensó él, y a reemplazarlos por certezas categóricas, claras y rotundas.
—Debes tener el mayor guardarropa de a bordo.
—Algunas cosas son dignas de tomarse la molestia —repuso ella, retocando un zori de tallos tejidos y mustios. Y sonrió, sabiendo que también él estimaba cuan importantes eran para ella tales momentos en atención a la edad.
Un golpecito en la puerta. Se dirigió a ella, sabiendo que Bob Millard y Carlotta Nava estarían allí, aunque aún fuera pronto. El multifase del escenario de la nave comenzaba dentro de diez minutos: una comunidad apuntalada en el tiempo.
El Lancer estaba organizado según el esquema actualmente aceptado. Siempre que era posible, las decisiones referentes al trabajo se tomaban desde abajo, involucrando a la mayor cantidad posible de trabajadores. La onda intrincadamente estructurada de fuerzas sociales y políticas era una sofisticada descendiente de un viejo grito, ¡la propiedad de los medios de producción para los trabajadores!, sin las autoritarias inflexiones que Marx dejó en el modelo original. Era flexible; permitía a Nigel trabajar en cualquier fragmento extraño de dato astronómico que captase su ojo, siempre y cuando se aviniera igualmente a ingratas labores generales cuando se le presentaran. Los detalles eran resueltos por pequeñas células de trabajo.
Para eliminar las rigideces de la jerarquía que permanentemente se formaban, el Trueque Social Multifacetado de la Nave amalgamaba a todos los trabajadores, los mezclaba en un conjunto sin clases. Se daban un mínimo de distinciones relativas a la clase. Los oficiales al mando de la nave comían del mismo abastecimiento, la misma comida insulsa y se quejaban de ella del mismo modo amargo y desesperanzado. Vestían los mismos trajes azules que la marinería y carecían de privilegio alguno. Nigel disfrutaba de algunas concesiones debido a su edad, no a su rango; dentro de los límites de la eficiencia, no había ningún rango. Ted encabezaba la asamblea de la nave, mas su voto tenía el mismo peso que el de un oscuro técnico.
A Nigel le agradaba: un socialismo de autoservicio, sin un auténtico motivo de provecho, pues el Lancer únicamente había de regresar a la Tierra para ser un éxito. El análisis sociométrico simplificado y las comunidades consensuadas, al decir de la jerga, eran notablemente estables. Nigel ignoraba la mayoría de los ruegos fervientes para que participase más. Le gustaba bastante la comunidad, en tanto que le disgustaba su blanda superficie y su solícita receptividad. Pero la exuberancia ampulosa del multifase lograba cautivarle y menoscabar su reserva. La gente joven y brillante tenía una pujanza innegable.
—Hola. Carlotta le besó.
—Veo que te has hecho otro planchado facial.
—No, decidí prescindir de eso e ir directamente a embalsamarme. ¿Qué aspecto tengo?
—Eres tú, querido. ¿Eso son arrugas de reír o un proyecto de irrigación?
Bob les estrechó la mano en el papel de «bravo, buen chico».
—¿Te figuras que hay mucho en ella esta noche? Nigel trajo bebidas.
—El sexo de estilo libre es por el pasillo, la segunda a la izquierda.
—No le busques a él allí —repuso Carlotta—. Nigel se agota con sólo luchar contra la tentación.
Nigel le alargó a ella una copa.
—Niña de sangre caliente. Supongo que esta noche te la pasarás jugando a la rayuela con escocés auténtico.
—Sí. Me resultas mucho más ingenioso después de haberme tomado unos cuantos tragos.
—¡Vosotros dos! —Nikka sacudió la cabeza—. Una nunca se figuraría que habéis pasado la noche juntos.
—Rituales de apareamiento de los primates superiores —dijo Carlotta, empinando el vaso. Acarició el kimono de Nikka—. ¡Madre! Te queda tan atractivo.
Nigel se preguntó por qué hablaban de ese modo las mujeres cuando presumiblemente eran los hombres quienes estaban mejor cualificados para juzgar el atractivo; sin embargo, los hombres raramente utilizaban el término. Curioso. Aunque desde luego en este caso su generalización le repercutía. En su trato personal reestablecieron una indolente sensualidad familiar.
Observó cómo Carlotta se aproximaba a Nikka, hablando rápida y aprobadoramente, se apartaba y regresaba, en un ir-y-venir inconsciente para tirarle de la lengua a Nikka. Él cabello profuso y vaporoso de Carlotta flotaba con estos movimientos. En acentuado contraste, sus grandes ojos marrones no participaban de este juego social. Le gustaba el rigor de aquellos ojos y la manera desvergonzada en la que se clavaban en cualquier cosa de su interés, dándoles fijeza para concitar la atención.
Su intensidad era excesiva para el humor de Nikka, ensimismada aún en su reflexivo ataviarse con el kimono. Nikka escapó a la cocina a por unos aperitivos. Carlotta alargó una mano como para detenerla y después la retiró, viendo que sin proponérselo había revuelto alguna corriente. Se dio la vuelta, con un revoloteo de su larga falda escarlata, y examinó un tríptico sunsomi próximo. Nigel contempló cómo entrecerraba los ojos por algún esfuerzo interno. Ella estaba sacando recursos de una reserva emocional extraña para él. Algo profundo, otro apoyo para su personalidad. Lo cual demostraba que el mero hecho de dormir con una mujer no te daba pleno acceso a ella, sin importar cuánto empeño pusieras en ello.
Bob la emprendió con la política laboral de a bordo y Nigel se le unió, regocijado por la diversión. Sonaba un tema musical: el multifase.
—¡Humm! —murmuró Carlotta y se volvió hacia Nikka para intentarlo de nuevo—. ¿Qué estás haciendo con la nueva rotación de tareas?
Un tema relativamente neutral.
—Trabajos raros aquí y allá. —Nikka se replegó tras una afabilidad inexpresiva. Él reconoció esto como un viejo hábito, común a los japoneses, aunque Nikka lo había retomado únicamente en los últimos años, como una coraza cotidiana a bordo del Lancer. En este caso, estaba incómoda porque se hallaba implicada una pequeña mentira. Nikka y él habían convenido en colaborar, sin que pareciera que lo hacían, en las áreas débiles del otro. Esto sería de ayuda para mantener sus promedios laborales por encima del mínimo. Parecía ser una táctica prudente para los miembros más viejos de la tripulación—. ¿Y tú?
—Bueno, sistemas de análisis del inventario de microbios, por supuesto, provenientes de la primera sonda con vuelo de retorno.
Nigel dijo:
—¿No bajaremos hasta que hayáis acabado? Carlotta rio, moviendo ahora sus ojos despreocupadamente.
—Bob nos ha estado atosigando durante una semana, pidiendo luz verde a gritos. Tenemos cantidad de resultados…
—Más que muchos —masculló Bob. Carlotta frunció el ceño. ¿Fricción entre departamentos por fijar una fecha para el aterrizaje?
—De cualquier forma, tenemos tanta bioquímica que interrelacionar que no veo cómo vamos a poder entenderlo todo en términos de relaciones con procesos terrestres, cuando sólo disponemos de unas semanas para…
Otra llamada. Nigel fue a contestar. Sí, debería dejar la puerta dilatada ahora. Todavía se le antojaba extraño, pero precisamente la mayoría de las decisiones políticas, como la fecha de aterrizaje, podían ser tratadas y alcanzar un consenso en medio de un multifase. Y todo con una despreocupación que desarmaba. El análisis había revelado que la mayor parte de los asuntos eran zanjados de este modo. El aparato formal simplemente confirmaba lo que ya se había resuelto. Una noción que desarmaba a aquellos que se habían criado en los tiempos de las pirámides directivas.
He aquí en el umbral a tres personas a las que apenas conocía, rebosantes de buen humor y dispuestos a sumarse al murmullo constantemente en aumento que podía oír elevándose en el corredor, el eterno parlotear y gañir del primate, las voces de la nave…
—Hablando de esto: Rojo Nebraska, cosas de alto momento angular…
—Nunca han visto nada semejante a esos microbios. Ceñidores del polvo. Bichejos no más grandes que un paramecio.
—Él dijo que si no le gustaba, ¡qué demonios!, podía cambiarse toda la línea de la mandíbula, que a él le daba igual. Ella la perdió cuando se rompió aquella lengüeta de perno, ¿te acuerdas de aquel descalabro en Bahía C? Acabó con Jake Sutherland y con ella, le voló limpiamente el hueso hasta cerca del ojo y le extrajeron los pedazos de la córnea…
—… son las mismas pautas químicas repetidas miles de veces por toda la biosfera de Isis, al igual que nuestros azúcares con giro a izquierda y derecha y las cadenas largas, ya sabes. Me refiero a que de cualquier forma en el universo entero tienes tan pocos átomos con los que trabajar, ¿no es cierto? Por tanto no debería ser una sorpresa muy grande el que las agrupaciones químicas básicas de Isis, un azúcar de cinco carbonos, con un fosfato más en el mensajero, mientras que nosotros nos las apañamos con sólo tres en ATP, sean similares. Nada muy asombroso. También posee una base añadida. Es una simple alteración de nuestro esquema, muy cercano al terrestre, pero puedes distinguir las diferencias.
—Cristo, creí que ella se mearía cuando el porcentaje A4 no apareció procedente de la célula. Se puso hecha una energúmena en la siguiente charla, pero no estábamos sacando ninguno, joder, no se nos puede tomar el pelo, así que ha vuelto a los autotornos. Los odia. Ruby ha logrado el A4 y me parece bien, porque esa zorra era…
—… esa bazofia se aferra al polvo del aire como si se tratase de un almuerzo gratis. Ceñidores del polvo. La espina dorsal de la ecología. Los flagelos cavan y, ¡zas!, toman los sulfatos directamente del estado mineral. ¡No se precisa ninguna solución de fluidos!
—Bravo por esa patraña de que la vida necesita agua.
—Sí, ¿por qué debería conseguirlo yo cuando un martini no lo hace?
—Así que esos tíos se tiran toda su vida sin beber. Hay agua, claro, pero no cerca del Ojo. Así pues, la biosfera generó esta forma de extraer energía de los sulfatos. Pobres bastardos, viviendo en el polvo…
—Los pequeños ceñidores tienen que currar como desgraciados para producir un ergio.
… en la vorágine de la perorata técnica, él retrocede y estudia a Carlotta.
Ve apretadas arrugas en sus ojos y desea poder hacerlas desaparecer.
Fácil, mucho más fácil sería si los tres pudieran entregarse a una vida cómoda de viejos camaradas, cada uno satisfecho con un eco menguante de la pasión que todos habían sentido.
Ella se vuelve, haciendo visiblemente acopio de palabras para entablar una charla —las cejas fruncidas, crispada la boca, la chata punta de su nariz se hunde un milímetro— y Nikka se aproxima. Cambios nerviosos recorren en ondas el rostro de Carlotta, se rozan casualmente, y Nigel rememora cómo han estado unidas instintivamente desde el principio compartiendo quehaceres, viviendo juntas, mientras Nigel estaba en las Cámaras de Sueño.
Intercambian una palabra, Carlotta le mira, hace el familiar ademán de desperezarse, el que le enseñó a él para soltar los músculos agarrotados, y Nigel comprende porque ha restringido, con el paso de los años, su capacidad de ver en los demás.
Ahora es simplemente demasiado espinoso, demasiado comprometedor.
Con Nikka y Carlotta, sí. Pero la idea de acceder de esta manera a Ted, o a Alex, o a los demás, resulta excesivamente enrevesado y fatigoso. Lo había obtenido del naufragio de Marginis y lo había utilizado para abrirse camino por el Bizancio de la AIE: para dar coba a quienes detentaban el poder, estimando lo que expresaban los ingenieros del Lancer como opuesto a lo que decían, dándoles la apariencia de avezado astronauta que deseaban.
Y le había complacido, lo había disfrutado.
En años sucesivos se había acordado de la flagrante necedad de cada inspector. Pero ahora, siente que menguan las reservas para esto; no puede invocarlas para un multifase o un seminario siquiera. La revelación aflora en destellos de cualquier modo ahora, y la receptividad es dolorosa cuando entra en contacto con los abrasivos misterios que la gente lleva en su interior. Carlotta le da una palmadita a Nikka en el brazo abstraídamente, su atención de nuevo es atraída por un aluvión de jerga en curso, y Nikka viene hacia él…
—La cuestión es que están dando un largo rodeo en términos bioquímicos, utilizando lo que pueden coger después de que la luz del sol se disemine en todo ese polvo. Ninguna UV digna de mención se filtra en la superficie. Esa pobre biosfera, de alguna forma amontonan fotones, uno encima de otro, para obtener suficiente energía, luego se aferran al agua cerca del océano, escinden el oxígeno, ¡Dios!, qué cantidad de trabajo.
—Petrowski calcula que la biosfera es más vieja que nuestro sistema solar. Es realmente vieja, en una existencia de más de cinco millones de años, piensa en eso, lo extrajo por la abundancia de elementos pesados.
—… el polvo transfiere la energía a las formas de vida más grandes, utiliza sobre todo los sulfuros como donantes de electrones, una auténtica artimaña cuando consideras…
—… surcando esos vientos, comiendo condenado polvo, pequeños microbios roedores dirigiéndose desde el Ojo hasta el mar…
—… sigo pensando que tienes el culo más hermoso, cariño, de todos los que llevan esos monos de mantenimiento…
—Me parece que vosotros habéis obtenido de la biosfera una información deleznablemente buena, no entiendo por qué no dais vía libre a la opción del aterrizaje y nos dejáis proseguir con ella.
—Bob, no es tan sencillo.
—Escucha, dejando que los especialistas desmenucen el asunto a perpetuidad nos van a salir canas aquí, antes de bajar y empezar a movernos.
—Exprímelo un poco y verás lo que obtienes.
—Una ardua ecología, hombre, quiero decir ardua. Este lugar estaría muerto como Marte con sólo un poco menos de luz solar y atmósfera. Los de biología se están rompiendo la cabeza para ver qué más hay debajo de ese polvo.
—Demasiado pronto para decirlo, no podemos ver lo bastante bien para estimar la amplitud de la pirámide vital.
—¡Mierda!, si esto es todo lo que hay para beber, tendría que estar yéndose por el sumidero de Nguyen.
—Verle te hace preguntarte cómo puede funcionar un multifase con gente que se está dejando llevar por el entusiasmo, la bebida e incluso las drogas en una nave, ¡nada menos!
—¿Él? Se están autoeliminando, ¿no lo ves? Dejan correr las cosas, pero cuando la hora de la votación es inminente están demasiado embarullados para preocuparse…
—Considera los paramecios o tus propias células de esperma, incluso ellas padecen este pequeño latiguillo.
—No, gracias, no es mi estilo.
—Los flagelos de ahí abajo son tus cojones merecidamente famosos, mi buen amigo.
—… retorciéndome comente arriba como un salmón. Es la historia de mi vida.
—Y si este botarate me deja terminar. Hay nueve fibras en el exterior de ese latiguillo por cada fibra del interior.
—… es estupenda, ya sabes, maravillosa, aunque también es formidable para quitarle lo que tiene de viejo romance.
—… y la proporción, ese nueve a uno, es la misma en los miles de organismos que hay por toda la Tierra y nadie tiene ni la menor idea…
—… un Dios nada original es la mejor explicación. Simplemente se cansó.
—¿No puedes hablar un poco más bajo? Todavía puedo oír lo que estás diciendo.
—… Vale, vale, con que nos haces saber que nueve a uno.
—No alcanzamos a ver ninguna ventaja obvia para la supervivencia selectiva en el promedio de nueve a uno, pero ¿quién sabe? La salida más fácil sigue siendo que, remontándonos al principio, cuando se inició el sexo, los nueve a uno fueron afortunados, eso es todo, y ese promedio quedó incorporado pronto.
—… bésame deprisa, estoy nueve a uno.
—… ya has esnifado demasiado, ¿eh?
—… ámame, ama mi promedio.
—Bueno, tú sigue sosteniendo esa compuerta, parece una labor difícil, mientras los adultos hablan.
—Escucha, ha hablado la reina.
—Así pues lo primero que busqué en los trepas del polvo de Isis fueron los flagelos, y por descontado… ¡Oh!, gracias, estoy tomando esa especie de ron… Por descontado eché un vistazo al microscopio electrónico y allí estaban los minúsculos latiguillos agitándose como locos, sólo que cuando empalmé unos cuantos se da un siete a uno, no nuestro nueve a uno. Por tanto la cuestión es, ¿qué hay de mágico en los promedios extraños?
—Sólo dos casos, demonios, querida, no es estadísticamente significativo.
—Me sigue sonando sospechoso.
—¿Podría ser que un promedio extraño les otorgue márgenes a los que aferrarse?
—Así pues, ¿cuál es la ventaja comparativa?
—¿Mayor predominio con un promedio extraño?, quizá de ese modo te sea más fácil hacer valer tu criterio aun cuando la dama no esté interesada.
—Hablando de antropocentrismo.
—Debe ser que necesitan tener bien sujeto a Nigel.
—Jamás especulo sobre pornografía extraterrestre.
—Bueno, usan algo para aferrarse a esas motas de polvo mientras están surcando los vientos que salen del Ojo, ascienden esas montañas y bajan al mar, cebándose de esos sulfuros donantes de electrones.
—Entonces, cuando los vientos del Ojo hacen virar a la gran pauta ciclónica es cuando cae el polvo…
—Es notable la celeridad con la que se despeja su cabeza, casi pude seguirlo…
—¿Pero necesitamos dilucidar mecanismos básicos como ese antes de un aterrizaje tripulado?
—Hay tanta bioquímica por estudiar que fácilmente podríamos pasarnos un año…
—No, yo…
—Vamos, llevamos ya meses en órbita, es tiempo más que suficiente.
—Por mucho que todos queramos bien al viejo muchacho, prefiero confiar en la opinión de Nigel.
—Gracias, ¿pero no es de eso de lo que trata este multifase?
—Condenado polvo, si alcanzáramos a ver más. Esa tercera sonda de retorno halló montones de ceñidores del polvo desparramándose cerca de los mares, pero sabes que continúo pensando…
—Sí, al parecer todos esos bichejos constituyen un sistema alimenticio planetario para las formas de vida mayores, por lo que hemos de mirar a quién beneficia…
—Quieres decir que su función es transportar energía química, ¿eso es todo?
—Claro, han absorbido fotones en el Ojo y elaborado los compuestos de carbono y oxígeno indicados.
… el cual es vertido en los valles montañosos donde están esos EM…
—Correcto.
—Un tipo inusitado de vector energético, extrayendo la energía bioquímica del Ojo. Es difícil entender cómo toda una biosfera como esa pudo evolucionar.
—Esto no es Nueva Jersey, mi amor.
—Me he dado cuenta.
—No obstante es un proceso con una inclinación condenadamente baja, con ese presupuesto energético tan escaso la cubierta está apilada contra toda esa biosfera.
—Dios es ingenioso.
—Bueno, tuvo más tiempo para trabajar en este.
—Una biosfera de cinco billones de años de antigüedad te hace preguntarte qué pudo ocurrir.
—Vosotros dos podríais hablar con Bob acerca de la exploración, si tenéis tiempo…
—Claro, vamos, mi alma gemela.
—¡Maldita sea! Ese esnifo es una porquería, ¿verdad? ¿Qué os dije?
—Déjame hablar a mí.
—Nigel, Nigel, deja que te cuente, supongo que puedes hacer algo. Amigo, estaba tan desquiciado, me sentía como corriendo por encima de un sapo con una cortadora de césped…
—Más bien es a Ted a quien has de quejarte, muy poco es lo que yo puedo hacer.
—Claro, pero con las palabras apropiadas, ya sabes.
—No puedo prometerte nada pero si lo que buscas es alguien que te escuche…
—Vamos, podrías tener ese trabajo cuando quisieras, todos votaremos por ti.
—Es absurdo, por aquí el ruido es espantoso, bien, ¿de que…?
—Él valora la avalancha de impresiones más que a ninguna otra cosa. Vaga por los corredores tallados en la roca, entra y sale de las estancias, sin demorarse nunca, lo…
—… sí, le conozco, es del GHQ, trabaja con Ted. Más o menos agradable pero igualmente un mamarracho…
—… ja, ja, semejante fealdad es el anticonceptivo de la naturaleza, imagino. Olvídalo. No obstante tendrás a algún otro en la cabeza, la noche es joven incluso si yo…
—Ella vino hacia mí y me lo susurró de un tirón, lo cual parece una especie de tributo cuando te paras a pensarlo, viniendo de una mujer que obviamente no ha encontrado mucho en el mundo que requiera ser dicho en un susurro…
—La evolución sigue todo tipo de caminos, por tal motivo no creo que vayamos a desentrañar las fuentes de radio escudriñando la bioquímica básica. No, dado que la resolución que obtenemos con todo ese polvo es deplorable. Me refiero a que los seres de toda especie están seleccionados, ¿no es cierto? Tú y yo somos miopes porque los machos cortos de vista no podían cazar igual de bien, por lo que se quedaban en casa mientras que los aguerridos salían tras la carne. Puramente holgazaneando por las cavernas y pintando las paredes a cubierto de los rigores de la jornada. No eches cuenta de toda esa mayestática patraña sobre el vínculo de la pareja que siempre te cuentan. Lo cierto es que nunca sabes quién es el padre y es por eso que tiene éxito la estrategia del macho de esparcirlo tanto como sea posible. Así resulta seleccionado. Demonios, suena bien. Esa es la evidencia fidedigna; la evolución no lee nuestras normas, tiene su propio…
—¿… crees que has tenido bastante? Ese ron no es ron, es espuma de mar y tú estás empezando a parecerte a una langosta…
—… necesitamos hacer un mayor reconocimiento de lo de ahí abajo para soslayar esos disparates bioquímicos…
—… sí, de acuerdo, a mi modo de ver contamos con un excedente de genios, y faltan redaños por aquí…
—… un ciclo de reducción y oxidación, eso es lo que es. En ese polvo de abajo están jugando al mismo viejo juego que nosotros, sólo que no es tan provechoso. Remontándonos en la cadena de esos ceñidores del polvo ha de haber una producción de fécula que utiliza esa pésima luz solar de reducidas calorías. Deja oxígeno residual, y eso es lo que deben respirar los EM, pero ¡qué me cuelguen si sé cómo puede vivir nada de ese…!
—… no entiendo por qué tiene ella que echarme una bronca sólo por haber derramado un contenedor de muestras…
Nos has contaminado con esporas de Isis. Te voy a poner al vacío tan deprisa…
—… bueno, no lo hice, ¿por qué habría de hacerlo? Mira, no creo que puedas decir eso porque sí…
—Podría estar equivocado pero alguien quitó los cierres.
—… entonces no me mires cuando…
—… llamas a esto un multifase, bueno, esto puede que mejore tu imagen en una votación, pero nadie está hablando de lo que yo quiero.
—… en parte se trata de descubrir qué condenado tejido es, si me escucharas por una sola…
—… estaba diciendo que cuando los animales más pequeños respiran disponen de este saquito, una especie de trampilla de aire, y este filtra el polvo del aire, antes de que inspiren para absorber una bocanada…
—… realmente lento, unas dos respiraciones por minuto, lo he visto.
—… no mayores que tu dedo, minúsculos seres complejos con un diseño magnífico para zamparse a los que se adhieren al polvo. Seguidamente los que son gruesos, como tu mano, se atiborran de los del tamaño de un dedo.
—… Vamos, Elinor, ninguna mujer civilizada se lamenta nunca de un placer, y esto va a ser…
—… ¿Él? Algo pasajero, aquello del «mete-y-saca», eso es todo…
—… así que mientras vosotros os lo estáis montando con el reconocimiento a lo grande, alguien está recogiendo la basura, haciendo la comida; agrónomos y comparsas, todo chapuzas. Así que al menos nos gustaría tomar parte en lo que está ocurriendo en vez de verlo de pasada en los semanarios que enviáis a la Tierra.
—… continúo diciendo que estropeas tu historial de navegación, puedes almohadillarte el rabo como hizo él, sólo tienes que dar el toque usual a Dexter, del montaje médico, te incluirán, no será más que una cicatriz del grosor de un pelo, en la que nadie se fijará a oscuras.
Se sumó al grupo que había en torno a Ted Landon y aguardó hasta que hubo una pausa. Aún le llegaba todo en forma de voces yuxtapuestas, de modo que incluso la suya propia sonaba como involuntaria, parte de una corriente.
—Ted, tenemos que descender y echar un vistazo.
—No te precipites, ¡diantres!, este no es el mejor sitio para analizar los detalles técnicos, Nigel; si vinieras a las reuniones informativas estarías más al tanto para correr…
—Son demasiado largas, nunca he entendido por qué los llamáis «breviarios» pero hojeo las cintas.
—Me alegra oír eso, y por supuesto estamos haciendo un estudio de todas las ramificaciones, buscando un medio seguro de hacerlo.
—Me parece algo obvio, realmente.
—Bueno, algunos están abogando por una fase de reconocimiento activo, ya sabes, el uso de sensores remotos de radar para indagar la bioquímica interna de los EM por…
—Eso me suena horriblemente mal.
—¡Ah! Hay otra alternativa, una pasiva que, incidentalmente, yo apoyo. Consiste en estacionar ojos servoasistidos en lugares bien protegidos, y observar a los EM si pasan cerca. Hemos tenido una buena acogida del personal a esa propuesta.
—¿Sólo ojos? Utilizad andadores. Necesitaremos movilidad.
—A largo plazo, seguramente. Contamos con andadores en el equipo disponible. ¡Señor!, estamos preparados para todo lo que la Tierra pudo anticipar. Hay almacenados incluso sumergibles, para el caso de que Isis fuera un planeta lleno de océanos.
Bob apareció junto a Ted y asintió vigorosamente.
—¿Andadores? Eso me parece mejor que quedarnos quietos.
—Ted, me da la impresión de que es técnicamente factible hacer un manto reflector de radio. Uno que pudiéramos desplegar sobre un andador estándar.
—¿Qué te parece, Bob?
—Claro. ¿Estás pensando en calibrarlos hasta que reflejen de vuelta las señales de los EM?
—Exacto. Pero esparciendo sus impulsos a un lado, tal como lo hacen las rocas normales.
—Es mejor que quedarse al acecho, esperando a que los EM pasen cerca.
—Tal vez podríamos programar el manto de alguna manera, de modo que su reflectividad cambie con el tiempo. Así los EM no registrarán un objeto de forma similar que les sigue a todas partes.
—Quizá sea posible. He de echar un vistazo a los rendimientos.
—Magnífico. Pondré en ello toda mi pericia.
—¿Quiénes están allí, Nigel? Esa es la sección de Bob. No puedo…
—Estupendo pues. Bob, estoy listo para la primera salida.
—Espera un momento…
—Ha sido idea mía, chicos. Debería corresponderme alguna parte de la acción, según dice el argot.
—Yo no sé nada sobre equipos de tierra. Es decir, suponiendo que la aproximación funcione. No sé si cumples los rendimientos físicos, Nigel.
—Sin lugar a dudas. Pero la mayoría de esos andadores están servoasistidos, ¿no es cierto?
—Claro. Así ha de ser. No podemos permitirnos llevar un equipo grande a tierra. El estudio de operaciones de Ted demostró…
—Ya vale, Bob, no necesitas molestar a Nigel con los detalles.
—Tenemos que mantener una vigilancia máxima, Ted. Quedó demostrado en tu propio estudio.
—¿Cómo es que has leído esa parte? Su divulgación no estaba prevista hasta…
—Sólo rumores, te lo aseguro.
—¡Ja! Se me antoja que tenemos una buena filtración en algún sitio, Bob. Bien, puesto que has revelado lo confidencial… Llevaremos a tierra a bastante gente para que se ocupe del equipo. Después colocaremos grupos que, desde aquí, darán servoasistencia al hardware. Salvo problemas logísticos. Se harán turnos de cinco horas.
—Vale. Pero allí habrá inevitablemente muchas horas muertas. Nadie puede estar mucho tiempo acoplado a las máquinas, no en ese circuito tan extenso, de nave a superficie. Arreglad un turno corto para gente como yo. Podemos reforzar la guardia, vigilar cualquier cosa rara. Patrullar.
—Bueno, no sé si me parece…
—No le falta razón, Ted. Mientras esté únicamente reforzando la guardia, nada especial…
—Muchas gracias, Bob. Te lo agradezco.
—¡Eh! Oye, no he afirmado rotundamente que pudieras.
—Terriblemente amable por tu parte.
—Nigel, estamos ya curdas por el ron y…
—No es ron, amor, es espuma de mar.
—¡Eh! Vamos…
—Bueno, de cualquier modo estamos curdas y si pudieras…
—Ciertamente. Una brillante interrupción. Tu aspecto es el de quien tiene la copa deplorablemente vacía, Bob, voy a escurrirme y te traeré…
—Pero, escucha…
—Realmente no es ninguna molestia. Ted, deberías venir para tomar un poco de…
—¡Eh!…