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ARENAS DE LUTECIA

De allí donde estamos sentados más alto que las gradas

os veo entrar por el lado de la Rue des Arènes,

dudar, mirar al aire, luego pesadamente

venir hacia nosotros a través de la arena sombría,

cada vez más feos, tanto como los otros,

pero mudos. Un pequeño perro verde

entra corriendo por el lado de la Rue Monge,

ella se detiene, lo sigue con los ojos,

el perro atraviesa la arena y desaparece

tras el pedestal del Sabio Gabriel de Mortillet.

Ella se vuelve, yo ya me he ido, trepo a solas

los escalones rústicos, toco con mi mano izquierda

la rampa rústica, es de hormigón. Ella duda,

inicia el paso hacia la salida de la Rue Monge, luego me sigue.

Me estremezco, soy yo quien conmigo se reúne,

son otros los ojos con los que ahora miro

la arena, los charcos de agua bajo la llovizna,

una joven que arrastra tras ella un aro,

una pareja, quién sabe si unos enamorados, cogidos de la mano,

las gradas vacías, las casas altas, el cielo

que demasiado tarde nos alumbra.

Me vuelvo, me sorprende

encontrarme allí su triste rostro.