AGRADECIMIENTOS

El proceso de elaboración de un libro nunca ha sido un camino llano.

Como novelista incapaz de reconocer un camino llano aunque lo tuviera delante de sus propios ojos, creo que muchas veces, cuando te das con el pie contra una piedra, debajo de ella encuentras una olla de oro que jamás habrías descubierto de haber seguido el camino con menor número de obstáculos, tal como habías planeado de antemano. En estas páginas dedico mi gratitud a casi todas aquellas ollas de oro que me han proporcionado más pasión por su trabajo, sorpresas y conocimientos fascinantes de los que haya podido esperar incluir jamás en una de mis novelas.

Aparecen en orden alfabético por temas.

AJEDREZ: Doy las gracias al doctor Nathan Divinsky, antiguo presidente de FIDE, Canadá, por encontrar la partida de ajedrez en la que está basada este libro (jugada por un ruso de catorce años, campeón mundial de ajedrez con posterioridad) y también por haber encontrado esa partida anterior (fiel a período) que juego Rothschild en mi libro Un riesgo calculado; a Marilyn Yalom, por sus conversaciones sobre su libro Birth of the Chess Queen; A Dan Heisman, por ser un gran apoyo a la hora de relacionarme con los acontecimientos recientes dentro del mundo del ajedrez —y cuando la Amaurosis Scriptio (la ceguera del escritor) me tenía a oscuras con respecto a uno de mis personajes—, por presentarme a Alisa Melekhina (de doce años a la sazón), que me ayudó a conseguir una visión excepcional sobre la perspectiva de un contrincante infantil de ajedrez ante lo que se siente al participar en competiciones internacionales.

ALBANIA: Mi agradecimiento a Auron Tare, director del Albanian National Trust, por nuestra labor de discusión e investigación durante cinco años sobre Alí Bajá, Vasiliki, Haidée, Haci Bektaş Veli, y la orden de sufíes bektasíes, el arma secreta que Byron procuró para el bajá; a su colega el profesor Irakli Kocollari, por una sinopsis de última hora y traducción de su obra emblemática The Secret Police of Ali Pascha, basada en fuentes de archivos originales: a Doug Wicklund, conservador sénior del National Firearms Museum de la NRA, por dar con el rifle de repeción Kentucky, el candidato más probable para el «arma secreta» que Byron envió a Alí.

AVIACIÓN, ALEUTIANAS: Doy las gracias a Barbara Fey, mi amiga desde hace treinta años, miembro del Explorers Club y de la Silver Wings Fraternity (aquellos que llevan volando más de cincuenta años), quien ha sobrevolado en solitario el Atlántico Norte, África, Centroamérica y Oriente Próximo y ha viajado en heliesquí al Himalaya, por lo relacionado con el Bonanza y toda la información técnica de primera mano, fascinante, sobre áreas a través de las que he volado pero que en realidad nunca he visto, y por presentarme a Drew Chitiea, extraordinario piloto de avionetas-hidroavión e instructor en la National Outdoor Leadership School (cuya madre, Joan, corrió la Iditerod a la edad de sesenta y seia años), quien me convenció de que tenía que ser Becky Beaver y no Ophelia Otter, y me proporcionó toda la magnífica información técnica, sobre combustible y repostaje, y también sobre el vuelo en general y el aterrizaje en particular, que Key tan bien domina; a Cooper Wright, que trabaja en Attu, por los detallados mapas y descripciones de los vuelis en el entorno de las Aleutianas y por el estupendo libro de Brian Garfield The Thousand-Mile War, que describe las condiciones meteorológicas en la Segunda Guerra Mundial.

BAGDAD: Estoy en deuda de manera especial con Jim Wilkinson, jefe de gabinete del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, por haber mencionado por casualidad durante un almuerzo (justo cuando estaba en la recta final de la elaboración de este libro) que había aprendido a jugar al ajedrez en Bagdad, mientras servía en el ejército como miembro del grupo de avanzada en Irak en marzo de 2003. Lo que para otras personas no son más que casualidades, nosotros, los que trabajamos con la ficción, lo consideramos carteles luminosos para llamar nuestra atención en la investigación para la novela. Las valiosas aportaciones de Jim fueron una intervención decisiva tanto para mi heroína como para su autora. ¡Gracias también por esas direcciones de e-mail!

COCINA: Doy las gracias a la desaparecida Kim Young, quien se ganó el derecho a ser chef en la cocina de Talleyrand en una subasta benéfica (aparece como «la joven Kimberly») y que se convirtió en una amiga de por vida, enviándome montones de notas sobre cocinas históricas que había visitado, desde Brighton a Curaçao; a Ian Kelly, por las conversaciones sobre su libro Cooking for Kings y su fascinante monólogo sobre el chef de Talleyrand, Carême; a William Rubel, por su excelente presentación en la embajada francesa de Washington, sus consejos sobre cocina a la lumbre y su maravilloso libro, The Magic of Fire, el mejor tratado que conozco en inglés sobre el tema; y a mi amigo Anthony Lanier por renovar el Cady’s Alley de Georgetown, y abrir un magnífico restaurante y un club que (por casualidad) se parece mucho al sótano secreto de Sutaldea.

INDIOS (nativos norteamericanos): Doy las gracias al antiguo presidente del Inter-Tribal Council y a mi amigo desde hace casi veinte años Adam Fortunate Eagle, por introducirme por primera vez en la realidad indígena; a Rick West, director fundador del National Museum of the America Indian (NMAI) y a su esposa, Mary Beth, por ponerme en contacto con las tribus del área de Washington; a Karenne Wood, director del Virginia Indian Heritage Trail, por ayudarme a refrescar diez mil años de historia preeuropea aquí en Virginia; y a Gabrielle Tayac (hija de Red Flame, nieta de Turkey Tayac), por pasear conmigo por los osarios de Piscataway y por presentarme a través de sus escritos y nuestras conversaciones a Mathew King, «Noble Red Man», y también las instrucciones originales.

ISLAM, ORIENTE PRÓXIMO, EXTREMO ORIENTE: Doy las gracias al profesor Fathali Moghaddam de la Universidad de Georgetown por nuestras numerosas charlas, sus valiosas opiniones y sus artículos en fase de preparación y libros sobre psicología terrorista pre y post 11-S en dichas zonas del mundo; al director de la Sección de Oriente Próximo y África de la Biblioteca del Congreso, a Mary Jane Deeb (también mi colega novelista y amiga), por conseguirme mi primer carnet de dicha biblioteca y ayudarme a localizar la recopilación de toda la correspondencia de Byron y toneladas de otras cosas extraordinarias; y a Subhash Kak, por su ayuda a lo largo de todos estos años sobre todo lo relacionado con Cachemira y, sobre todo, por The Astronomical Code in the Rig Veda, su relación entre la cosmología india y los altares de fuego.

MATEMÁTICAS, MITOLOGÍA Y ARQUETIPOS: Doy las gracias a Michael Schneider, por The Beginner’s Guide to Construct the Universe y sus obras posteriores (si las hubiese leído de niña, hoy sería matemática) y muy especialmente por encontrar para mí los fénix islámicos que caben en los azulejos del «Aliento de Dios»; a Magda Kerenyi, por proporcionarme tantísima «ayuda mitológica» durante estos años y por sus consideraciones acerca del pensamiento de su difunto marido, el gran mitógrafo Cari Kerenyi; a Stephen Karcher, famoso por su Eranos I-Ching, por proporcionarme información sobre las profundas conexiones Oriente-Occidente y la adivinación; a Vicki Noble, por facilitarme los detalles de tres años de extensos viajes y de sus investigaciones acerca del chamanismo femenino, sobre todo en el este de Rusia; al profesor Bruce MacLennan, de la Universidad de Tennessee, quien siempre ha conseguido convertir, a lo largo de estos veinte años, todos y cada uno de los puzzles matemáticos que se me ocurren, no importa lo obtusos o esotéricos que sean, en algo que funciona de forma creíble en el contexto de una novela; y en especial, debo mi gratitud a mi amigo David Fideler, autor de Jesus Christ Sun of God, por haberme dicho, hace ya muchos años, que el 888 (mi número favorito) es el gematria griego (código numérico secreto) para el nombre de Jesús, al igual que el 666 es el gematria para «humanidad»; y a mi amigo Ernest McClain, por The Pythagoream Plato y The Myth of Invariance al analizar la armonía de dichos números en los nombres de los antiguos dioses de Egipto y Grecia.

MEMORIA Y PERCEPCIÓN: En primer lugar, debo dar las gracias al doctor Beulah McNab de los Países Bajos, por enviarme, en 1996, la obra de Groot & Gobet Perception and Memory in Chess, que sigue siendo el tratado definitivo, que abrió mi mente acerca de cómo los jugadores de ajedrez piensan de forma distinta a como lo hacemos los simples mortales; doy las gracias también a Galen Rowell, hijo, gran alpinista y fotógrafo, por sus reflexiones, en una carta privada (agosto de 1999), sobre un proceso intuitivo similar en la escalada en roca; y vaya mi gratitud especial para mi colega, el doctor Karl Pribram, por explicarme (a menudo bajo coacción) lo que sabemos sobre la memoria y la percepción a través de los estudios sobre el cerebro y cómo el pasado y el futuro están interrelacionados en nuestros procesos de pensamiento.

RUSIA: Gracias a Elina Igaunis por ayudarnos a todos los estadounidenses a escapar de los monjes de Zagorsk (y por prestarnos unos suéteres en el «veranillo de San Martín» a bajo cero); y también estoy en (relativa) deuda con Richard Pritzker por escoger aquel restaurante de Moscú donde, mientras nos tomábamos unos margaritas, presenciamos un apuñalamiento entre miembros de los bajos fondos mafiosos. Mi agradecimiento al artista Yuri Gorbachev, por mi mágico cuadro del «Ave del Cielo», y a su marchante, Dennis Easter, por el icono ruso y el libro de David Coomler Russian Icon. Y debo una gratitud especial al desaparecido Alexandr Romanovich Luria y al profesor Eugene Sokolov, por llevar juntos a Karl Pribram a la primera Exposición de Arte Palej Soviético en Moscú en 1955 y por regalarle la caja de grabados del arte lacado que inspiró la primera escena de este libro.

VASCOS: Doy las gracias a esa persona maravillosa que es Patxi del Campo, ex presidente del Congreso Mundial de Musicoterapia, por familiarizarme con los Pirineos vascos y con un pueblo al que ya creía conocer; a Agustín Ibarrola, por pintar todos esos árboles en el bosque de Orna; a Aitziber Legarza, por darnos techo y comida; a mi desaparecida gran amiga Carmen Varela, por hacerme pasar tanto tiempo en el norte de España.

VOLCANES Y GÉISERES: Doy las gracias a la Yellowstone Society y a todos los rangers de los parques y a los historiadores por la información sobre absolutamente todo, desde barrizales a volcanes en mis viejos parajes de siempre; a la Geyser Observation and Study Association (GOSA) y a Frith Maier por su investigación y la película de los géiseres de Kamchatka; y sobre todo a Stephen J. Pyne por su maravillosa y definitiva serie de libros sobre la historia del fuego que ha sido una constante fuente de inspiración para este libro, y a mi amigo desde hace veinte años Scott Rice de la Universidad Estatal de San José por presentarnos.

EL RESTO: Tal como diría Nokomis Key, «no se puede tener todo en esta vida». La mayor parte de la fascinante información que, haciendo gala de una extraordinaria generosidad, me ha ido proporcionando la gente a lo largo de estos años, ha quedado, por desgracia y por exigencias del guión, relegada a permanecer en el cajón, al menos en lo que respecta a este libro.

La Alameda de Thomas Jefferson: al director Lynne Beebe, a los arqueólogos Travis MacDonald y Barbara Heath por décadas de ayuda en la documentación.

El hogar de Thomas Jefferson en Monticello: al presidente de la Fundación Daniel P. Jordan; a William L. Beiswanger, Robert H. Smith director de Restauración; a Peter J. Hatch, director de Parques y Jardines; a Andrew J. O’Shaughnessy, director Saunders del Robert H. Smith International Center for Jefferson Studies; a Gabriele Rausse, directora adjunta de Parques y Jardines; a Jack S. Robertson, Biblioteca de la Fundación; a Mary Scott-Fleming, directora de Programas de Adultos; a Leni Sorenson, Historia y Estudios Afroamericanos; a Susan R. Stein y a Richard Gilder conservador sénior y vicepresidente del museo; y en especial, a Lucia «Cinder» Stanton, Shannon Senior Research Historian, por sus muchos años de ayuda e investigación.

United States Capitol Historie Society: doy las gracias a todas las personas de la fundación por su ayuda a lo largo de los años, y en especial a Steven Livengood por la extensa información histórica y una visita extraordinaria del Capitolio.

Virginia Foundation for the Humanities: mi agradecimiento al presidente Robert Vaughan; a Susan Coleman, directora, VA Center of the Book; y a Nancy Coble Damon y Kevin McFadden de VA Book.

Arquitectura esotérica, astrología, francmasonería y diseño de Washington: doy las gracias por la ayuda proporcionada a lo largo de muchos años a los autores Robert Lomas y Christopher Knight; a los astrólogos Steve Nelson, Kelley Hunter y Caroline Casey; y a los expertos en arquitectura esotérica Alvin Holm y Rachel Fletcher.

Dumbarton Oaks: doy las gracias a Stephen Zwirn, conservador adjunto, Byzantine Collection; y a Paul Friedlander por Documents of a Dying Paganism sobre el tapiz de Hestia.

Mi agradecimiento a Edward Lawler júnior, historiador de la Independence Hall Association, por sus denodados esfuerzos en la President’s House de Filadelfia, que consiguieron salvar de la oscuridad y la extinción las dependencias de los esclavos donde el chef de Washington, Hercules, Oney Judge, y otros vivieron.