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COMO que no quieres postergar tu misión y correr el riesgo de no llegar a tiempo a Saturno, decides despertar al hombre que duerme en el fondo del vagón.

Debido a que estás sujeto al asiento, no puedes acercarte y despertarlo suavemente. Podrías gritar, pero dudas de que llegue a oírte, dados sus estrepitosos ronquidos.

¡Tal vez puedas lanzarle algo! Logras coger el almohadón que está sobre tu asiento y lo arrojas hacia el hombre dormido.

Cae sobre su cara y le golpea la punta de la nariz.

—¿Qué…? ¿Quién ha hecho eso? —mira a su alrededor con ojos parecidos a dos gotas brillantes—. ¡Tú!

La acusación va dirigida a ti, ya que no hay nadie más en el vagón.

El hombre se aproxima a ti colérico, pero se detiene al ver las tiras metálicas que rodean tus tobillos.

—¿Y esto qué significa? —pregunta al revisor—. ¡Libere inmediatamente a esta persona!

LO SIENTO MUCHO SEÑOR, PERO ES IMPOSIBLE. ESTE DETENIDO ES UN ESPÍA.

—¡Qué espía! ¡Quítele las tiras! ¡Es una orden!

—¿TENDRÍA LA AMABILIDAD DE DECIRME SEÑOR, QUIÉN ES USTED?

—Soy el coronel Anson Mac Donald. —Exclama.

—¡CORONEL MAC DONALD! ¡VAYA, SEÑOR, ENCANTADO DE VERLO!

—Bien, ahora ponga en libertad al detenido.

—¡AHORA MISMO, SEÑOR!

Las tiras que rodean tus tobillos vuelven a introducirse en el asiento.

—Se lo agradezco, señor —dices mientras te pones de pie y estrechas la mano del coronel—. Le agradezco la oportunidad que me da. ¡Creo poder demostrar que no soy un espía!

El coronel sonríe.

—Hace un rato, recibí una comunicación telepática de mi amigo Paul Linebarger, en la que me comunicaba que esperaba la llegada de alguien a quien mi ayuda no le vendría nada mal. Pero vamos al grano. ¿Quién eres y qué haces aquí? Dicho sea de paso, llámame Anson simplemente.

Le explicas los motivos por los cuales debes llegar a Saturno.

—Estás de suerte —comenta el coronel—. Soy el comandante de la Academia Espacial. Puedo hacer que te matriculen enseguida pero, a partir de ahí, tendrás que arreglarte por ti mismo. No hay favoritismos en el espacio.

—Lo comprendo, señor —respondes algo distraído por las instalaciones subterráneas que pasan como un rayo al otro lado de las ventanillas.

—Una vez graduado, el viaje a Saturno estará en tus manos. Aunque el planeta aún es una zona fronteriza, podrán encomendarte una tarea allí siempre que obres correctamente… ¡y que seas apto para ello!

—¡Sí, señor!

Vas a la Academia. Pasa a la sección 14.