Escena II

DOÑA FRANCISCA, RITA, DON DIEGO, SIMÓN

RITA.— Con tiento, señorita.

DOÑA FRANCISCA.— Siguiendo la pared, ¿no voy bien? (Vuelven a puntear el instrumento).

RITA.— Sí, señora… Pero vuelven a tocar… Silencio…

DOÑA FRANCISCA.— No te muevas… Deja… Sepamos primero si es él.

RITA.— ¿Pues no ha de ser?… La seña no puede mentir.

DOÑA FRANCISCA.— Calla… Sí, él es… ¡Dios mío! (Acércase RITA a la ventana, abre la vidriera y da tres palmadas. Cesa la música). Ve, responde… Albricias, corazón. Él es.

SIMÓN.— ¿Ha oído usted?

DON DIEGO.— Sí.

SIMÓN.— ¿Qué querrá decir esto?

DON DIEGO.— Calla.

DOÑA FRANCISCA (Se asoma a la ventana. RITA se queda detrás de ella. Los puntos suspensivos indican las interrupciones más o menos largas.).— Yo soy… Y ¿qué había de pensar viendo lo que usted acaba de hacer?… ¿Qué fuga es ésta?… Rita (Apartándose de la ventana, y vuelve después a asomarse.) amiga, por Dios, ten cuidado, y si oyeres algún rumor, al instante avísame… ¿Para siempre? ¡Triste de mí!… Bien está, tírela usted… Pero yo no acabo de entender… ¡Ay, Don Félix! Nunca le he visto a usted tan tímido… (Tiran desde adentro una carta que cae por la ventana del teatro. DOÑA FRANCISCA la busca, y no hallándola vuelve a asomarse). No, no la he cogido; pero aquí está sin duda… ¿Y no he de saber yo hasta que llegue el día los motivos que tiene usted para dejarme muriendo?… Sí, yo quiero saberlo de boca de usted. Su Paquita de usted se lo manda… Y ¿cómo le parece a usted que estará el mío?… No me cabe en el pecho… Diga usted. (SIMÓN se adelanta un poco, tropieza con la jaula y la deja caer).

RITA.— Señorita, vamos de aquí… Presto, que hay gente.

DOÑA FRANCISCA.— ¡Infeliz de mí!… Guíame.

RITA.— Vamos. (Al retirarse tropieza con SIMÓN. Las dos se van al cuarto de DOÑA FRANCISCA). ¡Ay!

DOÑA FRANCISCA.— ¡Muerta voy!