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En teoría, los viajeros poco experimentados del Continuo podían descubrir el portal de emergencia de los rebeldes, al verse accidentalmente proyectados al exterior a través de él. No obstante, el portal estaba conectado al Continuo por medio de una serie tan insólita de vías de cristal (fruto de varios espejos colocados estratégicamente) que ningún viajero que no fuese alysiano había establecido su posición o estaba enterado siquiera de su existencia.

Somber Logan y Jacob Noncelo corrieron a desbrozar la entrada del portal, un espejo grueso y de aspecto antiguo con bordes biselados que estaba instalado en una zona del bosque poco frecuentada por los marvilianos. Somber hundió el rostro en el cristal, echó un vistazo al interior del Continuo y retiró la cabeza al tiempo que el general Doppelgänger, Dodge y Alyss llegaban galopando en sus maspíritus.

—El campo está libre —les informó Somber.

—Yo iré primero —dijo Dodge y, sin una palabra más, se zambulló en el espejo.

—Hay que darse prisa —apremió Jacob, con las orejas trémulas—. Oigo acercarse a nuestros enemigos.

El preceptor guió a Alyss a través de la superficie de cristal líquido y al interior del Continuo. Los siguió el general Doppelgänger, y Somber cerraba la marcha. Era sólo la segunda vez que Alyss entraba en el Continuo. Por un momento, con los ojos desorbitados y embelesada por la belleza de las superficies luminosas que la rodeaban, navegó por el Continuo con tanta facilidad como cualquiera, avanzando como una flecha a lo largo de aquella cuerda de salvamento caleidoscópica al mismo ritmo que Dodge y los demás. Sin embargo, en cuanto recordó que sólo había estado una vez allí antes… ¡Uf!… Perdió el control, flotó hacia arriba y hacia atrás y chocó con el general Doppelgänger.

—¡Focaliza tu voluntad y concéntrate en pensamientos pesados —le gritó el general—, o saldrás despedida por algún espejo!

«¿Pensamientos pesados? ¿Qué son los…?». El general la soltó.

«Oh, oh».

Alyss perdió velocidad de nuevo, y se habría visto succionada hacia el exterior del Continuo si Somber no la hubiese atrapado en el aire. Tirando de la Princesa, el hombre de la Bonetería dirigió su cuerpo hacia Jacob.

—Sujétate a él —le indicó a Alyss.

Ella obedeció y viajó a través del Continuo a caballito.

—¡Vitróculos a la vista!

Sin reducir la marcha, Somber agitó su chistera, que se transformó en letales cuchillas giratorias, y lanzó el arma contra los vitróculos que los seguían como bólidos. Las cuchillas rebotaron entre ellos, hiriendo a uno detrás de otro, antes de volver a la mano de Somber.

Aun así, los otros vitróculos empezaban a ganar terreno.

Dispararon esferas generadoras. Somber las desvió hacia otras vías de cristal haciendo girar las cuchillas de su chistera tan deprisa que la fuerza del viento que generaban se las llevó lejos. De haber estado solo, habría dado media vuelta para atacar a los vitróculos, pero su deber le exigía que permaneciera junto a Alyss. Tendría que combatirlos más cerca de ella de lo que habría querido. Aminoró la velocidad. Las hojas de sable de su cinturón se desplegaron de golpe y, dando vueltas, Somber dejó que los vitróculos se aproximaran. Tajados y castigados por los sables, se desorientaron. Incapaces de mantener el equilibrio dentro del Continuo, se vieron arrastrados lejos de la arteria principal y expulsados a través de espejos a sitios desconocidos.

—¡Vienen más! —gritó Dodge. Esta vez los tenían delante.

—¡Apartaos! —advirtió el general Doppelgänger.

Dodge se impulsó hacia la orilla del Continuo, y el general disparó una araña obús a los vitróculos que se les venían encima. En mitad de su trayectoria, el proyectil eclosionó, y la araña que salió de él inmovilizó al grupo entero, asiendo a cada uno de ellos con una pata pegajosa mientras los picoteaba con las tenazas que tenía por mandíbulas hasta dejarlos reducidos a carcasas sin vida. ¡Fiuuu! Se vieron expelidos del Continuo.

Dodge se lanzó sobre la araña obús para evitar que atacara a Alyss. El animal se aferró a los brazos y las piernas de Dodge, y aunque no estaba programada para ser longeva —pronto se encogería sobre sí misma y moriría—, disponía de tiempo suficiente para acabar con la vida de Dodge. Abrió las tenazas y embistió el abdomen de Dodge.

«Concéntrate, piensa, imagina».

De la nada apareció un bozal: un artilugio herrumbroso que cubrió las tenazas de la araña de manera que los extremos puntiagudos quedaron redondeados.

—¡Ja! —gritó Alyss, eufórica. Había hecho aparecer la mordaza de la nada. Enloquecida, la araña intentó sacudirse aquel extraño objeto de las fauces. Dodge consiguió liberar uno de sus brazos y, con un solo movimiento amplio y circular de la espada, le cortó las patas a la araña. Acto seguido, clavó su acero en los órganos vitales de la bestia.

—¿Lo has visto? —exclamó Alyss, a caballo sobre Jacob agarrándose con fuerza a su toga—. ¡Lo he imaginado yo!

—Lo he visto —dijo Jacob Noncelo—. Muy impresionante.

Pero más impresionante aún habría sido, pensó el preceptor, si Alyss hubiera imaginado un final feliz para aquella pesadilla. Se aproximaban más vitróculos, por delante y por detrás, y al general Doppelgänger se le habían acabado las arañas obús.