Jacob Noncelo, con las venas azul verdoso palpitándole en su docta cabeza, aguardaba a la orilla del estanque de las Lágrimas con dos maspíritus maneados a su lado. No le había resultado fácil llegar hasta allí. Desde que se había enterado del regreso de Somber Logan, Roja actuaba de forma más tiránica que nunca y le exigía que se pasara horas al día reescribiendo In Regnum Speramus, sin dejar de mirar por encima de su hombro para asegurarse de que transcribiese sus ponzoñosas palabras tal y como ella se las escupía. Lo había obligado a tachar páginas enteras del antiguo texto para sustituirlas por consignas favorables al nuevo régimen, como si Su Malignidad Imperial creyera que, al suprimir pasajes que habían infundido fuerza y ánimos a la reina Genevieve en otro tiempo, estaba eliminando a la propia princesa Alyss.
—¿Que no te encuentras bien? —bramó Roja tras oír su excusa para desatender sus deberes ese día—. ¿Y a mí qué me importa que no te encuentres bien? ¡Te enseñaré lo que es no encontrarse bien!
—Pero es que tengo la mano terriblemente agarrotada, y me vendría bien descansar un poco del esfuerzo diario —alegó Jacob—. Con el debido respeto, os sugiero… ¿No podría Su Malignidad Imperial crear las páginas nuevas con la imaginación de forma que no tenga que escribirlas yo?
Roja soltó una carcajada, mostrando sus dientes negros y puntiagudos.
—Jacob Noncelo, no eres tan cobarde como yo creía. Si no te dejara seguir vivo por la posibilidad de que me sean útiles todos esos conocimientos que has acumulado en esa cabeza paliducha y calva que tienes, casi me daría pena verte morir. Antes de que salga la Luna de Roja deberás reunirte conmigo en la cúpula de observación.
De modo que Jacob se había dirigido rápidamente al estanque de las Lágrimas, consciente del riesgo que corría: si a Roja se le ocurría visualizarlo con el ojo de la imaginación, sería su fin. Pero el asunto que se traía entre manos era demasiado importante; tenía que acudir.
Se formaron ondas en la superficie del estanque; algo se agitaba en el fondo.
—Por el bien de la Imaginación Blanca, esperemos que Dodge haya tenido éxito —murmuró el sabio preceptor, y uno de los maspíritus le respondió con un gruñido.
Las ondas del estanque, que se propagaban a partir de un centro burbujeante, se hicieron más grandes y numerosas. Dodge emergió de golpe y aspiró una gran bocanada de aire. Al percatarse de que estaba solo, miró en derredor, desesperado.
—¿Está ella aquí?
—No. Yo creía…
Algo asomó a la superficie y se quedó flotando: el cuerpo de la princesa Alyss, laxo e inerte. El preceptor corrió hasta el borde del agua y ayudó a Dodge a llevar a la Princesa a la orilla y depositarla en el suelo.
—¿Qué le ocurre? —preguntó Dodge.
Jacob acercó una de sus orejas grandes y sensibles a la boca flácida de Alyss.
—Ha tragado agua. La oigo moverse dentro de ella.
Como buen preceptor real, Jacob llevaba diversos instrumentos educativos ocultos en los pliegues de su toga. Sacó de un bolsillo interior un tubo blando y flexible, introdujo un extremo por la boca de Alyss hasta poco más allá de la garganta y succionó con fuerza por el otro extremo. Llenó cuatro veces el tubo de agua que escupió sobre el suelo. Alyss se convulsionó ligeramente, respiró, vomitó agua y tosió hasta recuperar la conciencia por completo. Al ver que había abierto los ojos, un amate de lilas entonó una jubilosa canción de bienvenida. Aturdida y desconcertada, Alyss se incorporó con los músculos del pecho doloridos a causa de la tos que le sacudía toda la caja torácica.
—Jacob Noncelo —susurró.
Las orejas del preceptor le temblaron de gusto.
—A tus órdenes, Princesa.
Ella se volvió hacia su amigo de la infancia, y una sonrisa lánguida y vacilante asomó a sus ojos y sus labios.
—Dodge Anders.
Dodge se puso rígido. Oír a Alyss decir su nombre… fue como acordarse de una herida olvidada.
—¿De dónde viene esa música? —preguntó ella. Las lilas subieron el volumen de voz y ella las vio balancearse alegremente con sus tallos, abriendo y cerrando los pétalos al cantar—. Pero si las flores no tienen laringe…
—¿Qué es la laringe? —preguntaron las flores y rompieron a reír.
Alice tuvo la sensación de estar viviendo en un sueño reconfortante y por unos momentos se deleitó con él, pero entonces su semblante se endureció en un gesto de determinación y ella intentó no dejarse embelesar por los colores vivos, casi palpables que la rodeaban.
—Esto no es real —afirmó—. No debería recordar tan vívidamente algo que en teoría no existe. En cuanto a vosotros… a todo esto… es imposible que exista.
Jacob frunció el entrecejo, preocupado.
—¿Por qué no?
—Porque no. —No era una respuesta muy buena, era consciente de ello—. Nadie puede entend…
—Debemos darnos prisa —la cortó Dodge.
Alguien se aproximaba; se habían formado nuevas ondas en la superficie del estanque.
Dodge y Jacob ayudaron rápidamente a Alyss a ponerse en pie y a montar en un maspíritu, demasiado rápidamente, tal vez, pues a punto estuvo de caerse por el otro costado del animal.
Recuperó el equilibrio y se sentó firmemente, pero de cara a la grupa del maspíritu.
Dodge y Jacob intercambiaron una mirada. ¿Se suponía que aquélla iba a ser su reina guerrera?
—Más vale que te sientes mirando hacia delante —señaló Dodge.
Las ondas en el estanque se habían hecho más pronunciadas y hacían espuma. Dodge y Jacob le echaron una mano a Alyss para que se sentara como era debido sobre el maspíritu. Dodge montó de un salto delante de ella y tomó las riendas mientras Jacob subía sobre el otro animal. Justo cuando se oyeron chapoteos en la superficie del agua, los tres se adentraron en el bosque a galope. Alyss volvió la vista atrás y vio que el Gato y lo que quedaba de su cuerpo de sicarios los perseguían. Quizá todavía le quedaba una oportunidad de regresar a Londres para casarse con Leopoldo, seguir siendo la afectuosa hija del decano Liddell y su esposa, y abandonarse a aquella vida ordenada y tranquila que tanto se había esforzado por forjarse. No tenía idea de cómo serían las cosas en este otro mundo. Tenía gracia que lo que tanto había anhelado cuando era más joven —regresar a Marvilia— ahora le produjese tal desasosiego. Pero ¿a quién pretendía convencer? La idea de que podía volver a su existencia relativamente inocente en Inglaterra era pura fantasía. El estanque de las Lágrimas, Roja y el Gato… Le darían caza estuviera donde estuviese.
Los susurros de los árboles y arbustos circundantes se atenuaron, el crujido de ramas que se rompían y de pisadas sobre hojas secas sonó más intenso, más cercano, y se oía incluso por encima del martilleo de las pesadas patas de los maspíritus. No conseguirían dejar atrás al Gato. Alyss, convencida de ello, se aferró con fuerza a la cintura de Dodge.
—Son más rápidos que nosotros —dijo.
—¡Bien! ¡Entonces tendremos que luchar! —Dodge hizo girar al animal en redondo y apenas tuvo tiempo de alzar la espada antes de entablar combate con dos de los naipes sicario.
Alyss perdió el equilibrio y cayó al suelo.
—¡Alyss! —gritó Jacob.
Pero ella tenía al Gato prácticamente encima, sonriendo con su boca dentuda.
—Cómo has crecido —siseó el asesino—. La última vez que te vi eras sólo así de alta. —Alzó la zarpa a la altura de la cintura y se rió.
Ella intentó correr, pero de un empujón la derribó de nuevo ante sí. Se le erizó la cola y él soltó un escupitajo. Ella trató de huir otra vez, y él volvió a tumbarla de espaldas, jugueteando con ella como un gatito con una cucaracha antes de rematarla. Alyss sabía lo que debía hacer: imaginar algo, invocar una defensa, pero hacía tanto tiempo que no ejercitaba su imaginación que… Tenía que intentarlo de todas maneras. Y así lo hizo, temblando y con el ceño fruncido por el esfuerzo. Pero fue inútil. Nada sucedió.
El Gato alzó la zarpa para asestar el golpe. Alyss grabó en su retina la que creía que sería la última imagen que vería: Dodge atravesando con su espada a un naipe sicario, que se dobló en dos y se desplomó en el suelo, muerto; los demás asesinos, atacándolo con furia redoblada; Jacob Noncelo, corriendo hacia ella, diciendo «soy un académico, no un guerrero. En una batalla de ingenio quizá podría…», mientras se interponía entre el Gato y ella.
—A Roja no le parecerá bien este comportamiento por parte de su secretario —siseó el Gato, y sus garras centellearon.
Jacob apretó mucho los ojos.
—Una nanosfera en reposo tiende a permanecer en reposo, y una nanosfera en movimiento tiende a permanecer en movimiento mientras no actúe sobre ellas una fuerza externa —farfulló, como si de verdad pretendiese combatir la fuerza física del Gato con la fuerza superior de su intelecto. A continuación pasó a recitar una retahíla de enseñanzas eruditas, sorprendido de que le diera tiempo de expresar tantas, dadas la eficacia y la velocidad con que el Gato solía masacrar a sus infortunadas víctimas.
Alyss estaba tan asombrada como Jacob, aunque por otras razones. Tenía los ojos abiertos de par en par y, justo cuando el Gato se preparaba para descargar un zarpazo sobre el preceptor, cinco peones blancos saltaron de los árboles, y dos de ellos recibieron el golpe destinado a Jacob. Una unidad de milicianos del Ajedrez surgió de la espesura, y una baraja camuflada de soldados del Corte de Roja se repartieron con el chasquido de unas tijeras que se abren y se cierran rápidamente. Estaba a punto de librarse una escaramuza en el bosque Susurrante.
Alyss tiró de la manga de Jacob.
—Ah —dijo él después de abrir los ojos y hacerse cargo de lo que estaba ocurriendo.
—¡Marchaos! —les gritó un miliciano torre—. ¡Nosotros los mantendremos a raya! ¡Pero marchaos! ¡Ahora! —Aunque estaba enzarzado en combate mortal con un naipe número Tres, se las arregló para dedicarle una reverencia a Alyss—. Princesa —dijo.
Dodge se acercó galopando en un maspíritu y aupó a Alyss a la silla, detrás de él. Jacob se encaramó con dificultad a la grupa del animal y los tres se alejaron a toda velocidad. El entrechocar de aceros, los gruñidos guturales y los roncos gritos de batalla se apagaron en la distancia. Alyss se volvió para echar un último vistazo al enfurecido Gato y a los valientes milicianos que estaban jugándose la vida por ella.
—La mayoría de ellos no sobrevivirá —dijo Dodge, espoleando al maspíritu en dirección a Marvilópolis, que cruzarían evitando las arterias principales para llegar al bosque Eterno—. Pero tú estás a salvo. Por el momento.