27

Dodge se encontraba al borde del precipicio, contemplando el estanque de las Lágrimas. La brisa agitaba y rizaba ligeramente la superficie. Él jamás habría reconocido que la lágrima que resbaló por su mejilla, se precipitó en el vacío y cayó al agua no fue efecto del viento. Echaba mucho de menos a su padre. Deseaba con toda el alma poder seguir creyendo en el reino gobernado por Genevieve, aquél en que Dodge había vivido hacía una eternidad, cuando Alyss y él utilizaban el palacio como patio de juegos. Pero aquellos años de inocencia y de alegría pertenecían a otra persona, a otro Dodge, y no al hombre que estaba allí.

Se disponía a dar media vuelta para marcharse cuando avistó algo en la superficie del estanque: una persona nadaba con dificultad hacia la cerca de cristal de la orilla. Los árboles, arbustos y flores se pusieron a parlotear y Dodge bajó a toda prisa por un sendero abrupto y pedregoso que conducía al borde del estanque, dando traspiés, sin importarle el riesgo de caerse. El hombre nadaba sólo con un brazo; no era de extrañar que le costase tanto esfuerzo. A pesar de todos los años que habían pasado, Dodge lo reconoció.

—Eres Somber Logan.

—Sí.

Ayudó a Somber a salir del agua y advirtió que estaba herido. Tenía la camisa desgarrada y el hombro derecho bañado en sangre. A través de un orificio irregular en la piel y el músculo, Dodge alcanzaba a ver trozos de hueso. Se quitó la chaqueta e improvisó un torniquete con ella, para frenar la pérdida de sangre de Somber.

—Soy Dodge, hijo del juez Anders, que fue jefe de la guardia real.

—Me acuerdo de ti.

—Se nos dijo que habías muerto, que el Gato…

—Poco importa si estoy vivo o muerto excepto por lo que concierne a la Princesa. Podré cumplir al menos parte de la promesa que le hice a la reina Genevieve. La princesa Alyss de Corazones vive. Ha crecido y es una mujer de edad suficiente para volver y reclamar el trono como Reina legítima.

Hacía tiempo que a Dodge habían dejado de sorprenderle los golpes de la vida.

Pero que Somber Logan hubiese regresado a Marvilia a través del estanque de Lágrimas, que la princesa Alyss estuviese viva…

—Hacía mucho tiempo que no ocurría algo bueno —comentó, con la vista fija en Somber hasta que cayó en la cuenta de que tenía que llevarse al hombre de allí, a un lugar donde estuvieran a salvo y pudiesen examinarle el hombro.

Dodge decidió no emprender una carrera interportal. El capitán de la Bonetería se apoyaba en él para desplazarse por el método más arcaico de Marvilia: caminar a través del bosque Susurrante y después por los suburbios de Marvilópolis.

—No reconocerás este lugar —lo previno Dodge.

Somber reconoció algunos de los edificios pese a su estado ruinoso, pero no se encontraba en condiciones de apenarse por los cambios que había sufrido la ciudad capital desde el golpe de Roja. Estaba agotado, quería dormir. Tuvo que detenerse en varias ocasiones a descansar. Había perdido la sensibilidad en el brazo derecho.

—Ya falta poco —dijo Dodge cuando se adentraron en el bosque Eterno.

Llegaron ante unos guardias alysianos que patrullaban lo que a Somber le pareció una zona de bosque, indistinguible del resto. Los guardias se quedaron parados, sin dar crédito a sus ojos, alternando la mirada entre el rostro de Somber y sus brazaletes. Hicieron una reverencia y se apartaron para dejarlos pasar.

—Os habéis convertido en leyenda —le explicó Dodge—. Tú y la princesa Alyss.

Entraron en el campamento alysiano por una abertura entre dos espejos. Los soldados alysianos enmudecieron al ver a Somber. La noticia de que el capitán de la Bonetería había regresado se propagó rápidamente por el campamento, entre susurros. Los dos hombres pasaron al interior de la tienda, donde los milicianos caballero y torre, junto con el general Gänger, observaban al general Doppel, que sujetaba una silla mientras el Valet de Diamantes intentaba desprenderse de ella de un tirón.

—¡Ah! ¡Humf!

Al reparar en la presencia de Somber, una mezcla de asombro, incredulidad, júbilo y confusión asomó a los rostros de los milicianos y del general Gänger.

El general Doppel lo vio justo en el momento en que…

—¡Fuuuaaah! —El Valet de Diamantes se levantó de la silla tambaleándose y se frotó los maltrechos glúteos, maldiciendo aquel mueble detestable que lo había aprisionado entre sus brazos—. ¡Sólo alguien del tamaño de un güinuco cabría en esa cosa!

Y entonces él también posó la vista en el hombre mítico.

—Somber Logan —dijeron a la vez los generales Doppel y Gänger.

—Llamad a la cirujana —dijo Dodge.

El caballero salió a toda prisa de la tienda y volvió al cabo de unos segundos con la cirujana. Aunque el retorno de Somber la había sobrecogido tanto como a los demás, hizo un esfuerzo encomiable por disimularlo y concentrarse en su tarea. Dio varios toques a la herida de Somber con una varilla candente para limpiársela y detener la hemorragia. Luego le colocó una manga en forma de U con nodos de energía interconectados y núcleos fundidos sobre el hombro, y esperó durante un rato a que sanara el hueso roto, así como los ligamentos, músculos, venas y tendones desgarrados. Retiró la manga y cauterizó una porción de piel cultivada en el laboratorio sobre la herida abierta.

Somber puso a prueba su hombro haciendo girar el brazo en círculos. Mientras recuperaba las fuerzas poco a poco, explicó lo que había ocurrido después de que se zambullera con Alyss en el estanque de las Lágrimas.

—¿O sea que Alyss de Corazones vive? —preguntaron los generales Doppel y Gänger boquiabiertos.

—Eso es ridículo —farfulló el Valet de Diamantes, que había escuchado el relato de Somber con preocupación creciente—. Señor Logan, soy el Valet de Diamantes, sin duda me recuerda. Yo era un muchacho cuando usted se marchó intempestivamente de Marvilia. Espero no ofender a nadie si digo que, aunque lamento la pérdida de la princesa Alyss tanto como el que más, aquí las cosas están en un momento crítico. No tenemos tiempo de ir a perseguir fantasmas.

—A mí me daban por muerto, y sin embargo, aquí estoy —repuso Somber—. Os digo que Alyss de Corazones sigue con vida y que tiene edad suficiente para regresar y ejercer la dignidad de Reina, que le corresponde por derecho. —Se puso en pie—. Volveré allí y la traeré de vuelta.

—No, deja que vaya yo —dijo Dodge.

—Es mi deber proteger a la Princesa.

—Para garantizar que Marvilia tenga un futuro que valga la pena, si mal no recuerdo. Pero ¿tú te has visto? No estás precisamente en plena forma.

Somber, sin abrir la boca, se limitó a hacer girar el brazo en torno a su nueva articulación.

—Dadas tus habilidades y tu experiencia, eres más valioso para los alysianos que yo —señaló Dodge—. Quédate y ayuda a los generales. Hay preparativos por hacer. Alyss necesitará un ejército que la respalde.

—¿No estáis todos olvidando algo? —dijo el Valet de Diamantes en tono quejumbroso—. Hemos acordado que cesará toda actividad por parte de los alysianos.

—Si contamos con Alyss, puede haber otras opciones —contestaron los generales Doppel y Gänger.

Somber recapacitó: aunque la cirujana había hecho un buen trabajo, su hombro tardaría al menos un día o dos en volver a la normalidad. Quizá, por su propio bien y, sobre todo, por el del reino, le convenía dedicar un tiempo a planear estrategias y a meditar un poco. Le alargó a Dodge el periódico empapado en que se anunciaba la fiesta de compromiso de Alyss.

—Para encontrar un portal de retorno, busca agua donde no debería haberla. Dodge asintió con la cabeza y se detuvo cuando se disponía a salir de la tienda.

—Por aquí se han producido muchos cambios, ninguno de ellos bueno. Hay cosas que deberías saber. Pide a los generales que te pongan al día.

Había, en efecto, cosas que Somber tenía que saber: la disolución de la Bonetería, la ilegalización de sus clases. La Bonetería siempre había sido una defensora a ultranza de la Imaginación Blanca, por lo que representaba un peligro demasiado grande como para que Roja permitiera que siguiese existiendo. Todos los alumnos y titulados del centro —Gorros, Alas, Zapateros y Corseteros— habían caído una noche en una emboscada que les tendieron los vitróculos, y habían sido masacrados sin ceremonias. Entre ellos se encontraba una plebeya que, aunque no formaba parte de la Bonetería, se encargaba de las labores administrativas de la institución, y que había significado para Somber más que ninguna otra.