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Rápido como una bala, Dodge atravesaba a toda velocidad el brillo caleidoscópico del Continuo de Cristal lanzando gritos de júbilo.

Los marvilianos que se apresuraban a apartarse de su camino acababan succionados por las vías del cristal y expelidos a través de espejos en casas de desconocidos o en restaurantes de mala muerte; espejos por los que nunca habían planeado salir, pues se dirigían hacia otros destinos.

—¡Sí, sí, sí! —gritaba Dodge—. ¡Vamos!

Cuatro vitróculos lo perseguían. Su aspecto era el de marvilianos comunes y corrientes salvo por los implantes de cristal incoloro y reflectante que tenían en las cuencas de los ojos. Los vitróculos, una raza artificial con visión, fuerza y velocidad sobrehumanas, estaban diseñados para el combate cuerpo a cuerpo y patrullaban el Continuo de Cristal con la orden de aniquilar a todos los sospechosos de ser alysianos. Su vigilancia había conseguido limitar la movilidad de los rebeldes y prácticamente había bloqueado un canal de comunicación importante utilizado por la resistencia. Los comunicadores especulares portátiles nunca habían sido prácticos más que para remitir mensajes breves y crípticos, pues éstos podían ser interceptados en cualquier momento. Para los alysianos, la forma más eficaz de enviar y recibir información delicada era por medio de mensajeros interportales que se desplazaran por el Continuo de Cristal. Ahora bien, ser un mensajero interportal significaba exponerse a una muerte prematura. Las carreras interportales estaban a un paso de ser consideradas misiones suicidas. Dodge Anders había llevado a cabo más carreras interportales que cualquier alysiano y siempre se ofrecía voluntario para transmitir los mensajes, las advertencias y las noticias más importantes. El motivo de esta carrera era que se había registrado actividad entre las tropas de Roja, y el general Doppelgänger sospechaba que atacarían pronto un puesto de los alysianos situado en las estribaciones de la montaña Snark. Había que ponerlos sobre aviso.

Zuuuuuuuuum.

Dodge volaba a través del Continuo, con los vitróculos pisándole los talones, cada vez más cerca. Los momentos como éste, que ponían a prueba sus habilidades de navegación y su fuerza, eran los únicos en que experimentaba algo remotamente parecido a la felicidad. El grave peligro de muerte que corría le era indiferente. Hacía algo útil y sentía que la consumación de la venganza estaba mucho más cerca.

Ante él, el Continuo se dividía en varías direcciones. Lanzó el peso de su cuerpo hacia la izquierda y ejecutó un viraje cerrado en el último segundo. Volvió la vista atrás: uno de los vitróculos no había girado a tiempo. Quedaban tres, y debía burlarlos de inmediato, antes de que otros se sumaran a la persecución.

Girando para esquivar los disparos de los vitróculos, Dodge desenfundó su espada y la sujetó firmemente con ambas manos. Haciendo un gran esfuerzo de voluntad, se paró en seco. Los vitróculos, que no se lo esperaban, se precipitaron hacia él, y el que iba delante quedó ensartado por la espada de Dodge. Antes de que los dos vitróculos que quedaban recuperasen el equilibrio, Dodge se relajó y se dejó arrastrar por la fuerza de atracción del espejo más cercano. Salió del Continuo al vestíbulo de un bloque de apartamentos. En menos de lo que un maspíritu al galope daba un solo paso, se pegó todo lo que pudo a la pared, junto al espejo. Los vitróculos salieron disparados de él y se alejaron corriendo. Dodge hizo añicos el espejo con la empuñadura de la espada: mientras los fragmentos de vidrio caían y se desparramaban, Dodge regresó al Continuo a través de una esquirla reflectante no más grande que el espolón de un galimatazo, una técnica que los vitróculos no habían logrado dominar, pues, cuando lo intentaban, no conseguían introducir todo su cuerpo en el Continuo, sino sólo las partes reflejadas en el fragmento. Recorriendo como un bólido la vía cristalina del espejo, que desaparecía rápidamente, con el vacío ganando terreno a su espalda, Dodge volvió la mirada hacia atrás por última vez y vio a uno de los vitróculos con media cara, un hombro y poca cosa más, y al otro con la cabeza y el torso pero sin brazos. No le quedaban fuerzas, y el vacío se lo tragó enseguida. Dodge también habría pasado a formar parte de la nada si no hubiese enfilado la arteria principal del Continuo en el momento justo.

Prosiguió su camino, en dirección a un espejo concreto que no estaba muy lejos de la montaña Snark. Emergió del Continuo y cubrió el resto del trayecto a pie. La euforia que lo había invadido durante la persecución se desvaneció antes de que él llegara a su destino. Para cuando avisó al comandante del puesto de los alysianos de que Roja posiblemente planeaba un ataque, ya volvía a ser el Dodge extremadamente contenido de siempre.

Misión cumplida. ¿Y ahora qué? Podía encaminarse de vuelta al bosque Eterno, pero seguramente no encontraría ahí más que al general Doppelgänger y a los demás, discutiendo estrategias. Cualquier cosa era preferible a quedarse sentado, de brazos cruzados.

De modo que decidió emprender otra carrera interportal. Emergió cerca del bosque Susurrante y lo atravesó hasta llegar al estanque de las Lágrimas. De cuando en cuando iba allí y se quedaba de pie al borde del precipicio, contemplando el estanque, pensando en la vida que le había tocado en suerte. Al igual que su padre, había creído alguna vez en los principios de la Imaginación Blanca: el amor, la justicia y la voluntad de servir al prójimo. Pero ahora se daba cuenta de lo ingenuo que había sido: la adhesión a principios elevados no llevaba a ningún sitio en este mundo. Esta observancia no era una recompensa en sí misma, como predicaba su padre. ¿Qué clase de recompensa permitía que otros subyugaran, asesinaran e hicieran desaparecer a nuestros seres más queridos?

Había sido una temeridad ir al estanque. No habría debido correr ese riesgo innecesario. Tenía que permanecer con vida. Su sed de venganza así lo exigía. Y satisfaría esa sed.