Treinta y dos horas después de escapar del Palais de Justice, Somber Logan estaba fuera de París, rastreando la campiña con la intención de encontrar a Alyss. Al cabo de unas semanas de búsqueda infructuosa, llegó a la ciudad de Cannes, en la Riviera francesa. Corría el mes de agosto, y el verano estaba en su apogeo. Somber no había visitado aún una sola tienda de sombreros cuando iba caminando por una calle próxima a la playa y oyó que un caballero que pasaba por allí le comentaba a su acompañante: «Ah, regardes cela! Pauvre petit chapeau haut-de-forme!».
Somber había aprendido el suficiente francés para saber que «chapeau» significaba «sombrero». Mientras los dos hombres proseguían su camino, él se volvió para echar una ojeada al sombrero en cuestión y vio una chistera que flotaba en el centro de un charco. En un milisegundo cayó en la cuenta de que era su sombrero. ¿Cómo había llegado hasta allí? Somber examinó el charco. El agua debía de estar evaporándose por el calor, pero al fijarse en el borde descubrió que no era así. Un charco en evaporación estaría rodeado por un cerco de humedad que indicaría el tamaño que tenía antes de sufrir los efectos del sol.
Somber había estudiado unos cuantos charcos desde que había llegado a este mundo, preguntándose si alguno de ellos lo llevaría de vuelta a Marvilia una vez que se reencontrara con la princesa Alyss. No había percibido ningún detalle revelador en ellos, nada que señalara su posible uso como portal de retorno.
En cambio, éste… Con cuidado de no meter el pie en él, se agachó y recogió el sombrero. Estaba empapado, pero, a juzgar por su aspecto, en buenas condiciones. Hizo un movimiento rápido con la muñeca. Las cuchillas en forma de S aparecieron al instante. De modo que la chistera aún funcionaba. Con otro giro de la muñeca, las cuchillas se transformaron de nuevo en una prenda chorreante que Somber se puso en la cabeza. Dio unos golpecitos a la copa del sombrero como un dandi que añade el toque final a su atuendo antes de salir a pasar una noche de juerga y diversión. Como experimento, Somber cogió una piedra y la dejó caer en el charco.
Con un sonido de succión, el agua la arrastró velozmente hacia abajo hasta que no quedó rastro de ella.
Seguramente era un portal de retorno. Somber supuso que, si bien el estanque de las Lágrimas era la única vía para salir de Marvilia, había muchos portales para regresar, como aquél, lo que parecía indicar que había varios caminos conectados al estanque de las Lágrimas como tentáculos a la cabeza de un pulpo. En adelante se mantendría alerta por si topaba con otros charcos o masas de agua en sitios donde no podían existir de manera natural.
Tres días después, en Mónaco, se encontró con otro, en el borde de un paseo marítimo blanqueado por el sol. Entonces lo asaltó una duda: ¿y si Alyss había descubierto un portal de retorno y había viajado de vuelta a Marvilia? No era probable, pues nadie que se hubiese zambullido en el estanque de las Lágrimas había regresado jamás. Por otro lado, Alyss no era como los otros que habían caído en el estanque de las Lágrimas. No era como los demás en nada. Si había vuelto, no sobreviviría durante mucho tiempo. No había recibido la formación necesaria, no había ejercitado su músculo imaginativo lo suficiente, y Roja no tendría contemplaciones con ella. Para poner a prueba el portal que tenía delante, extrajo una de las dagas que llevaba en la mochila y la dejó caer en el agua.
Desapareció en el acto, con el mismo sonido de succión.
Somber aplanó su chistera y apiló las cuchillas de la forma más compacta posible. Se guardó el arma en la chaqueta, en un bolsillo seguro, revestido de una tela gruesa; no tenía la menor intención de perderla de nuevo.
¿Y si su teoría estaba equivocada? ¿Y si ese charco no era un portal que conducía a Marvilia, sino a un destino desconocido? Entrar en él implicaba un riesgo importante. Por el bien de Alyss y del reino, debía asumirlo.