P
arpadeó y se despertó. Tenía los pies y las manos fríos. Su mejilla se apretaba contra un mugriento suelo de polímero.
Killeen rodó sobre sí mismo con la mente hecha un batiburrillo de pensamientos inconexos. Había intentado alcanzar a Toby con la mano…
Toby.
Pero tuvo que recordarse a sí mismo que aquello había sucedido cuando se encontraba dentro del aparato sensorial del Mantis. Las imágenes le habían parecido absolutamente reales, palpables y completas. Mucho más profundas que la desapasionada imaginería del aparato sensorial humano.
Ilusión. Todo había sido una ilusión.
Ya estaba de vuelta al mundo de las percepciones atrofiadas, normales en los humanos. Miraba hacia arriba, hacia las crudas lámparas que arrojaban una luz azulada desde el techo, que tenía una altura inconmensurable. Respiraba, no el húmedo abrazo del complejo sensorial del Mantis sino el aire seco, impregnado de aromas acres.
Se sentó. Llevaba su ropa, la que vestía cuando el Mantis les había sorprendido. De forma automática dio unos golpes sobre los bolsillos. Todo seguía allí.
A su alrededor, Hatchet, Toby y el resto de la partida revivían poco a poco, agitaban las cabezas y parpadeaban mientras se estaban recuperando.
Toby. Killeen se puso en pie y anduvo con inseguridad hasta donde estaba sentado su hijo. Toby, con la cabeza colgando entre las rodillas, jadeaba para conseguir respirar.
—¿Estás bien?
—Yo… supongo que sí. Aquel lugar…
—¿Las islas? Aquel océano con las…
—Nada de eso. Estaba en una especie de cueva. Había cosas que se arrastraban por las paredes. Realmente tétrico… —De repente, Toby irguió la cabeza, alerta—. No es que yo tuviera miedo.
Killeen sonrió.
—Claro que no, estoy seguro. Aquello no era más que una pequeña demostración del Mantis. —En realidad las palabras le sonaban falsas incluso a él, su corazón todavía andaba acelerado, pero no serviría de nada que siguieran preocupados por ello.
—Aquello me preguntó la tira de cosas. No entendí nada.
—Olvídate de todo.
—Marchémonos de aquí —pidió Toby, levantándose. Hatchet se acercó a ellos, parecía desorientado.
—Sea lo que fuere aquel ser, creo que debemos…
Un sonido de tijeras les hizo detenerse y volverse. El Mantis apareció por una esquina, cerca de ellos. Killeen lo miró ya sin un miedo real. Estaban bajo el completo control de la máquina y Killeen sabía lo suficiente para comprender que la única salida era intentar ganar tiempo.
El Mantis se acercó a ellos lentamente, alto y anguloso, avanzaba sobre la punta de los pies por entre las esculturas. La obra más cercana a ellos era una inmensa mano humana, acopada hacia arriba de forma que sostenía a Shibo. Ella descendió de allí, sujetándose a una enorme uña esmaltada, y se dejó caer después de columpiarse en ella.
A juzgar por las reacciones de los demás, Killeen comprendió que todo el grupo oía también el mensaje por los sistemas sensoriales. El Mantis ya había aprendido a introducirse por completo en la red de comunicaciones de los humanos.
—¡Deja que nos vayamos! —gritó Cermo el Lento con amarga angustia.
Killeen se preguntaba qué habría visto Cermo en su visita privada al laberinto interior del Mantis. Suponía que cada viaje había sido proyectado a medida del individuo a quien se destinaba. El Mantis había sabido disparar las más profundas emociones de Killeen, pero ¿con qué oscuro propósito?
Alrededor de los humanos, las oscuras esculturas empezaron a agitarse con una vida grávida. Cerca de Killeen se abrió un ojo enorme con unas largas pestañas parecidas a un abanico. Unas venas amarillas trazaban intrincados dibujos en el iris azul y blanco. Los conductos lacrimales exudaban glóbulos de un fluido gris reluciente.
Era como si el conjunto de órganos humanos, separados allí de forma grotesca, estuviera respondiendo a alguna orden. El monstruoso ojo batía las pestañas con la rapidez de un látigo al restallar. La pupila se contraía y expandía como un pulsante corazón esférico.
El Mantis había atomizado la experiencia humana y quería integrarla a través de ellos.
Y cuando hubiera acabado con ello…
Killeen agarró a Toby por el brazo.
—Vamos.
Empezaron a alejarse de allí, abriéndose paso por entre aquellos enormes órganos. Deliberadamente, procuraban no mirarlos. Las lámparas estaban colocadas tan altas que proporcionaban muy poca luz. Las partes móviles quedaban veladas a causa de la escasa iluminación. Pero despedían unos fétidos olores que cortaban el aire.
—¿Cómo podemos fiarnos? —preguntó Killeen.
No aminoraron la marcha. Miró hacia atrás y vio que los otros permanecían quietos, con las cabezas vueltas como si escucharan. El King que había perdido el uso de los brazos recuperó el dominio sobre ellos. Los levantó temblando hacia la cara. Para cada miembro del grupo había algún mensaje especial e insospechable.
Killeen desechó todo esto y siguió alejándose. Luego, delante de él, algo salió de entre las veladas sombras. Había permanecido allí, al acecho.
Había creído que las cosas que había visto en el vítreo mar verde sólo eran ilusiones. Ahora deseaba fervientemente que también ellos lo fueran, porque la realidad era peor.
La cosa-Fanny se estiró, con los músculos temblando como resortes. Sus ojos lanzaban rápidos destellos. Unos círculos de corrupción escamosa bordeaban el tallo que sustituía a la boca. Unas mucosidades taponaban los agujeros para la respiración que tenía debajo de cada pecho tembloroso.
—Por fin lo hiciste —dijo Killeen con callado desespero.
En realidad contiene elementos que no se encuentran en ninguna construcción sintética.
—Esto… No…
Toby se echó hacia atrás, con la boca abierta por la incredulidad.
Algunas categorías de la experiencia humana, al parecer, no se almacenan en la memoria con el suficiente detalle como para cosecharlas. Por eso quiero que te aparees con ella. Mediante tu íntima conexión con esta hembra humana podré obtener una función de respuesta muy elevada.
Killeen permaneció inmóvil.
—Tú no vas a… no puedes…
Tu reacción ante la prueba resultó sorprendente. También gratificante.
—¿Prueba? Entonces, la ilusión del océano, las islas, Fanny, todo ha sido una preparación para… esto.
Quedan todavía muchos aspectos de la respuesta humana sin poder ser analizados y expresados artísticamente. Sin embargo, tengo la impresión de que las emociones de miedo y lujuria son paralelas. Con frecuencia, el miedo induce a la lujuria poco después. Esto puede interpretarse como una función de disparo debida a la evolución. El miedo os hace recordar vuestra mortalidad, y en consecuencia, la lujuria asegura de forma fragmentaria la inmortalidad, aunque desde luego, hay una pálida sombra de la verdadera permanencia que podemos encontrar en las grabaciones de vuestras personalidades. Ahora quiero profundizar en el estudio de la dimensión miedo-lujuria.
Killeen consiguió dominarse. La cosa-Fanny avanzó arrastrando los pies de forma patética.
Había matado una construcción sensorial de aquella cosa. En cierta manera, a modo de venganza, el Mantis había hecho trizas la imagen sensorial de Toby. ¿Sería aquello una amenaza?
Killeen hizo rechinar los dientes. Era imposible adivinar sus intenciones. El Mantis había utilizado el incidente como simple fuente de información, como un frío dato más. Los humanos sólo representaban esto para el Mantis: conjuntos de números y geometrías, curvados por los sucesos fragmentarios que los humanos llaman vidas, y que el Mantis sólo consideraba como intersecciones de trayectorias.
—No puedes imaginar lo equivocado que estás —soltó Killeen desafiante.
Le llegó la voz de Toby, con una ondulante nota de incredulidad y de horror.
—Papá… papá… esto es realmente… ella… ¿verdad?
—En realidad, no.
A medida que aquella criatura patética se acercaba por los retales de sombras, Killeen descubrió que se trataba de una construcción muy deficiente. En lugar de la piel de Fanny, curtida por el sol y el viento, aquel ser tenía un pellejo policromo rojizo en su mayor parte. Unos obscenos hongos surgían por las abiertas fosas de debajo de sus senos, y una espuma verde fluía desde el costado izquierdo hasta las rotundas caderas. Los extremos de cada mano no terminaban en carne, sino en una pústula oscura y brillante que supuraba sin cesar.
—Este ser está enfermo.
En esa ocasión, el Mantis habló directamente, mediante la voz de Arthur.
Es difícil construir un organismo entero contando sólo con la información mental. Si se combina con otras formas de vida, se alcanza la máxima cota de las fronteras artísticas. He de admitir que he cometido muchos errores, incontables errores, en algunos detalles.
—Eres muy honesto al reconocerlo.
Algunos son al mismo tiempo unas elecciones de estilo. Pero creo que descubrirás que la producción es casi humana por completo. Sólo te pido unos breves momentos de acoplamiento para ver si las poderosas emociones desatadas…
—No.
Toby tiraba de Killeen, sin poder hablar y completamente aterrorizado. Ambos retrocedieron cuando la cosa-Fanny avanzó hacia ellos.
Los ojos de la criatura parecían implorar, parecían llamarle. Killeen sintió un dolor que se extendía desde el diafragma hasta el tenso pecho.
Luego Hatchet dijo junto a él:
—¡Atiende, hombre, debes hacerlo!
Killeen se volvió, confuso.
—¿Qué… no vas a pretender que…?
Hatchet surgió de las sombras mientras le hablaba. Hizo un ademán en dirección a la figura que se acercaba.
—Si no lo haces, no podemos conseguir un buen trato.
La voz de Hatchet era suave y objetiva. Pero los ojos le ardían con una intensidad febril.
—¿Y tú? ¿Qué has tenido que hacer para complacer a esta cosa? —preguntó Toby.
Hatchet se rio.
—No te preocupes por eso, muchacho. Me pidió algo y lo hice. No me llevó más de un minuto. Y ahora me encuentro con que te pide una cosita de nada y tú le dices que no. Por esto he venido hasta aquí. Me parece que estás en dificultades.
Killeen comprendió en el acto que aquel hombre estaba totalmente convencido de lo que decía. Killeen nunca averiguaría qué le había acaecido a Hatchet en su propio tiempo en el aparato sensorial del Mantis, ni qué demonios de las profundidades de su alma habían quedado sueltos. Pero podía ver el efecto que habían causado con sólo mirar a Hatchet, a sus ojos que bailoteaban. La cara de aquel hombre estaba abierta, había desaparecido de ella todo disimulo. Hatchet ya no podía ocultar las expresiones maníacas que le deformaban la cara, retorciendo su boca roja y convirtiendo la barbilla en una pelota apretada de carne endurecida.
—Vete, Hatchet —pidió Killeen en voz baja.
—Escucha, debes hacerlo. —Puso la mano sobre el hombro de Killeen como un gesto amistoso, demostrando que se había equivocado por completo al interpretar los sentimientos de Killeen. Una sonrisa juerguista asomaba a sus labios.
—Esta cosa no es humana, Hatchet.
—Humana del todo, no —reconoció el hombre con una voz que sonaba sorprendentemente razonable.
—No puedes.
—Mira, el Especialista está muerto. La única manera que tenemos de proteger Metrópolis es estar en buenas relaciones con el Mantis.
—No —susurró Toby.
La cosa-Fanny se detuvo, observándolos desde el resplandor lleno de zonas de sombra con sus relucientes ojos. La rosa floreció llamativa desde los agrietados huesos de la cara. Tenía unos pechos arrugados y de pezones rosados. Por debajo de ellos, silbaba una respiración profunda que desprendía un extraño olor.
—Vamos. Sólo tienes que tirártela.
Killeen se apartó de Hatchet con un nudo en la garganta, incapaz de responder.
—¡Maldita sea! No vas a tardar ni un minuto. De acuerdo con que se trata de una vieja, pero arréglatelas como puedas.
Killeen sabía que la mente de Hatchet sólo comprendía que estaba explicando al otro los simples hechos, queriéndole convencer de que aquel ser repugnante sólo era un momentáneo obstáculo para asegurar el trabajo de toda la vida de Hatchet, su Metrópolis. Aquello era lo único que importaba en el mundo de Hatchet, y jamás habría otra cosa por encima. Nada personal, ni siquiera humano, podía interponerse entre los planes de Hatchet y su destino.
—Una vieja con una flor. Mírale los pezones. Vas a probar cómo sabe esta fruta, ¿verdad?
La alegría forzada hizo brotar una fina película de sudor en la cara de Hatchet, y Killeen pudo ver cómo florecía en ella una idea y rebotaba en sus ardientes ojos.
La cabeza de Hatchet se inclinó hacia un lado para escuchar. Unas olas de cansancio pasaron por su cara. Luego asintió.
—Claro que sí. Una preciosa fruta madura.
Hatchet se dirigió a la figura que les llamaba. Los ojos de esta, húmedos y vivaces, le estudiaron mientras se aproximaba.
—Este trabajo requiere un hombre.
La voz de Hatchet sonaba a hueco, como si viniera de muy lejos, desde una nebulosa locura. Alcanzó a la cosa-Fanny. Se bajó los pantalones.
—Se necesitaba un hombre para hacer esto.
Killeen no conseguía moverse. Había matado la cosa-Fanny en el sistema sensorial del Mantis, quien había estudiado cómo Killeen llegaba a aquella decisión, mientras le hablaba durante todo el tiempo. Y luego había hecho pedazos a su hijo ante sus ojos.
Todo planeado, ahora lo comprendía, para preparar aquel momento.
Se abrazó a Toby, y se colocó junto a su hijo. Ninguno de los dos podía articular palabra. Observaban a la cosa-Fanny, que lentamente había logrado sostenerse sobre un solo pie. Pasó el otro alrededor de la cintura de Hatchet, quien permanecía rígido, preparado. Los ojos miraban a lo lejos, al espacio de los sueños, pero sus manos se aferraban a los hombros de la cosa-Fanny. Ella levantó todavía más la pierna libre para apoyarla en la prominente cadera de Hatchet. Mientras se movía, Killeen vislumbró que entre las piernas de ella había algo herrumbroso que temblaba de impaciencia. En el centro de la grieta sombreada se abrieron dos arrugas. Los bordes pulsaron, se cerraron y pulsaron de nuevo. La pequeña y alargada boca tenía pelos que se movían lánguidamente en la quietud del aire.
Los ojos de la cosa-Fanny describían círculos. La rosa creció y se hizo más roja.
Las rodillas de Hatchet se doblaron buscando el ángulo. La criatura se abrazó a él con sus manos romas terminadas en capullos.
Todo sucedía en silencio, a oscuras.
—Ahhhh —suspiró Hatchet al efectuar la penetración.
Killeen les pegó un tiro a cada uno. Usó la pistola de calibre pequeño. Las balas entraron por las sienes y los mataron al instante.
Bajó la pistola y apretó con fuerza el hombro de Toby. Si el Mantis quería vengarse en esta ocasión, tendría que acercarse a ellos y así tendrían quizás una pequeñísima oportunidad. Sólo durante un instante.
Miró a Toby y los dos asintieron en silencio.
Los cuerpos se estaban enfriando en la blanda lobreguez, y los dos humanos seguían esperando.
Pero el Mantis no apareció.