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E

l Especialista encontró muy rápidamente lo que buscaba en los fríos silencios del colosal complejo. Un cajón con compartimientos separados ocupaba casi toda la pared más apartada de la vastísima sala. El vapor salía por los frentes de las compuertas esmaltadas. Cuando se aproximaron a la pared se desprendieron unas ráfagas de niebla nacarada que cayeron sobre ellos.

Una llovizna caía como una catarata de marfil a cámara lenta, dejando helado a Killeen y haciendo castañetear los dientes de Toby. El muchacho estaba cansado a causa del enorme esfuerzo que había sostenido. Tenía una tos seca. Una gran palidez se extendía por su rostro.

El brazo bueno de Killeen latía continuamente en señal de protesta. Se sintió agradecido por haber podido dejar a Toby al pie de aquella alta e interminable pared, donde aparecían una serie de compuertas de cámaras, regularmente espaciadas, que se extendían hasta lo más alto, perdiéndose de vista en la capa de nubes que se arremolinaban allí.

Se preguntaba cómo se las arreglaba un mec para abrir los compartimientos más altos.

  1. Utilizan mecs que tienen ganchos trepadores.
  2. Trepan como las arañas.
  3. Pero no vamos a necesitar trepadores.
  4. Las piezas que el Especialista quiere están en la parte baja de la pared.

Killeen transmitió la información a Hatchet, tal como había hecho a lo largo de toda la misión. Hatchet le escuchó e hizo un gesto afirmativo. Todo el grupo estaba nervioso, con los ojos a punto de saltárseles a cada ruido inesperado. La menor sorpresa les hacía dirigir las manos a las empuñaduras de las armas.

Killeen compartía aquella sobresaltada alerta, a pesar del cansancio. El hecho de haber llegado hasta allí revelaba su confianza en el Especialista. Aquella máquina sabía cómo funcionaban los mecs. Pero entre las máquinas, aquella actitud era algo criminal, y no iba a poder salvarles si las cosas se ponían verdaderamente feas.

Hatchet empezó a organizar el trabajo. Killeen transmitía las órdenes del Especialista de modo maquinal. Bud hablaba con una argentina vocecilla de tenor en su mente, entre un variado aluvión de emociones. Se sentía como una mota revoloteando empujada por la repugnancia y el temor que le embargaban, sin poder encontrar una voz adecuada para expresarse. Articulaba con dificultad. Hatchet asintió, y hasta parecía complacido de que Killeen hablara como un robot al transmitirle los mensajes de Bud.

Killeen notó que el frío procedente de la helada pared refrigerada se le introducía en el pecho, como una mano de afilados dedos que saliera de los esmaltados depósitos y le atravesara el corazón de parte a parte. Trabajaba rígido, tratando de mantener la mente aislada y de evitar su caída, dando giros interminables sobre un negro abismo. Se dio cuenta de que estaba observando sus propias piernas mientras andaba y se sorprendió al comprobar la facilidad con que trabajaban; pensaba que él mismo era una máquina sin ser consciente de ello.

Sacudió la cabeza, pero no encontró ningún alivio.

—Primero destapa esta. ¿La ves? ¡Sí, sí, esta! —Eran órdenes que Hatchet daba a Cermo el Lento.

Los hombres estaban sacando los biocomponentes de repuesto para el Especialista. Cada uno de los nichos contenía fragmentos orgánicos completamente desarrollados en un aislamiento congelado. Killeen repetía con voz apagada y seca las instrucciones de Bud. Descubrió que Toby le miraba de forma extraña, pero hizo caso omiso.

Los nichos estaban a una altura adecuada para que los hombres pudieran sacar las unidades empaquetadas para luego introducirlas en una compuerta abierta en la cubierta superior del Especialista. Algunas de las piezas requerían un trato muy cuidadoso. Había unos grandes discos de una substancia fibrosa que parecían unos descomunales riñones.

Unas unidades con muchas articulaciones eran parecidas a un alambre de bronce enrollado y movible, como si se tratase de una serpiente.

Había también unas bombas pequeñas y delicadas con el evidente diseño de un corazón.

Cada una de ellas llevaba tubos adheridos y los acoplamientos de los alambres de control.

Cada una latía con una energía silenciosa.

Killeen intentaba ignorar la mayor parte de las piezas que los hombres sacaban de los nichos. Pero estaba de pie a mitad de camino del Especialista cuando Cermo el Lento se apartó dando un salto de una de las arcas que acababa de abrir y gritó:

—¡No señor, me niego! ¡Esto es humano!

Se trataba de una pierna.

Unos tubos de alimentación introducían un líquido opalino en una gran vena azul. Era mayor que las que Killeen había descubierto antes. La pierna estaba muy abultada a causa de los músculos y tendones. Estaba provista de collares de cartílago cuidadosamente modelado en cada uno de los extremos, donde tendrían que haber encajado la cadera y el pie.

Cermo dejó caer la pierna. Retrocedió con los ojos casi desorbitados.

Uno de los tubos de alimentación de la pierna se desempalmó. El collar de cartílago empezó a sufrir espasmos.

Hatchet llegó a toda prisa hasta allí, gritando:

—¡Recoge eso! No dejes que esta impresión se apodere de ti, nos perjudicaría a todos.

Cermo estaba en pie, completamente inmóvil. Hatchet hervía de cólera y recogió la pierna él mismo. Volvió a conectar el tubo de alimentación. En una pequeña ventana digital que había en el cartílago aparecieron cinco símbolos que para ellos carecían de significado. Hatchet hizo caso omiso y empujó la pierna dentro de la compuerta superior. Algunos mecs de bajo rango estaban en el interior del Renegado para ir recogiendo el material que introducían los hombres.

  1. El Especialista quiere que lo sepas.
  2. Puede usar piezas humanas, sí.
  3. Algunas veces son mejores que las piezas metálicas.
  4. Estas piernas pueden desarrollarse ellas solas.
  5. Se reproducen muy fácilmente.
  6. Los mecs las necesitan.
  7. Son muy eficientes.

Killeen sonrió torvamente. ¿Acaso el Especialista se estaba excusando? En ese caso, ¿somos un recurso? Entonces, ¿por qué nos matan?

  1. El Especialista dice que los humanos causan daños a las factorías de los mecs.
  2. Los mecs han de controlar a los humanos.
  3. Pero, a pesar de todo, los utilizan en las factorías.
  4. Los cartílagos son muy adecuados como amortiguadores de golpes.
  5. No utilizan todos los componentes de los humanos.

—Ya lo he visto.

Hatchet estaba en pie, con las manos en las caderas, controlando cómo salían de las arcas las últimas biopiezas del Especialista. Se humedeció los labios.

—Este es el mejor alijo que he visto nunca. El Reny nos va a deber un enorme favor.

—¿Sabías que usaban partes humanas? —le preguntó Killeen.

Hatchet fijó los ojos en él y luego apartó la mirada; decidió hablar con bastante informalidad.

—Claro que sí. Fui yo quien se encontró con este Especialista para hacer el primer trato de negocios. Yo corrí el riesgo.

—¿Tú mismo?

—Puedes jugarte el cuello. Estábamos hundidos, no teníamos nada. Vi a este Especialista que cojeaba, tenía todas las cadenas de desplazamiento desgastadas. Supuse que podría apoderarme de él. Pero no luchó. Me transmitió algunas imágenes mentales. Yo iba con mi intérprete, y ella me tradujo las imágenes. Así supe que era un Renegado e hice mi primer trato con él.

Hatchet le explicó todo esto con total naturalidad y ateniéndose a los hechos, tal como lo hace un hombre que no quiere que le acusen de presumir.

—¿Le conseguiste sus repuestos orgánicos?

—Sí. En aquella época era más fácil. Pero de entonces acá, los mecs se han vuelto más listos.

—¿Habías visto antes algo parecido a esta pierna?

Hatchet se tiró del labio y lanzó a Killeen una mirada asesina.

—Sí. Debes comprenderlo, los mecs tienen su propio sistema. Esto salta a la vista —declaró Hatchet como un hombre que explica su religión, como si sólo se tratase de un asunto de sentido común—. Cumplimos con nuestro deber. Ayudamos a nuestras Familias. No podemos cambiar la manera de ser de los mecs. —Sonrió sólo con pensarlo.

—Pues has de asegurarte de que este Especialista cumple con su parte del trato.

—Mi Familia lleva mucho más tiempo que la de los Bishop tratando con los Renegados —replicó Hatchet en tono apacible, y Killeen reconoció que tenía razón. Su padre le había dicho en alguna ocasión que los King tenían más de una docena de Renegados. Se habían especializado en aquella tarea, de la misma manera que los Bishop sabían reciclar desperdicios mejor que nadie, y los Pawn cultivaban los mejores vegetales. Era una tradición que venía desde los tiempos primitivos.

Pero, a pesar de todo, los King necesitaban la habilidad traductora de su Rostro. Comprendió que este factor mortificaba a Hatchet. Por algún motivo que Hatchet no quería explicar, los King habían perdido a sus traductores en aquellas incursiones. Todo esto hacía que Killeen fuera cada vez más cauteloso al tratar con el Capitán de los King.

Se fue a ver si Toby seguía bien. Shibo estaba ayudando a completar la entrega de los últimos biocomponentes. Los miembros del grupo se habían quedado encima del Especialista.

  1. Subid.
  2. El Especialista nos va a llevar.

—¿Adónde?

  1. A repararte.
  2. Después nos marcharemos. Daos prisa.
  3. El Supervisor está dentro del complejo.

—¿Qué es el Supervisor?

  1. No tengo una imagen muy clara.
  2. Se trata de un mec pequeño.
  3. Pero con muchas piezas.
  4. Creo que se trata de un mec muy inteligente.

Montaron sobre el Renegado y partieron. Había muy pocos mecs trabajando en aquella gran nave. El Especialista los dejaba congelados con unas descargas intermitentes de microondas. Killeen observaba con detenimiento los lugares por donde pasaban.

No cabía duda de que Hatchet estaba contento. Andaba por entre los miembros del grupo, alentando a todos, felicitándoles por la rapidez de su trabajo. El Especialista avanzaba por pasillos casi demasiado estrechos para su gran envergadura. Las cadenas de desplazamiento chirriaban, y a la pequeña velocidad que llevaba, Killeen podía oír cómo crujían y rozaban las piezas. Sabía que aquel ruido lo producían componentes al límite de su duración. Cuando Hatchet pasó cerca de él, sujetándose en las tuberías, Killeen le preguntó la edad del Especialista.

—Demasiados años —respondió Hatchet—. Ha estado corriendo para salvar la vida durante mucho tiempo, supongo.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

—Los materiales de que está compuesto son muy viejos, y los esquemas me son desconocidos. Mi traductor me explicó que la civilización mec cambia las piezas deliberadamente para ir eliminando a los Renegados.

—¿Les obligan a hacer lo mismo que este? ¿Ir en busca de recambios?

Hatchet se encogió de hombros.

—Claro que sí. En caso contrario la espichan. Cuando era un chiquillo vi cómo la diñaban algunos Renegados. Reventaban en cualquier parte. Luego venían los Merodeadores y los cogían con toda tranquilidad.

Killeen acunaba a Toby para protegerle de los repentinos virajes del Especialista.

—¿Qué sucedió para que este Especialista se convirtiera en Renegado?

—No lo sé. Supongo que lo hizo para no tener que acudir a la llamada.

—¿La llamada?

—Cuando los mecs están muy desgastados, les llega la llamada. Han de presentarse para que los desmantelen.

Killeen puso cara de preocupación.

—¿Incluso los que son más inteligentes?

—Esos, todavía más. Los mecs inteligentes son reemplazados con más frecuencia. Creo que esto se debe a que la civilización mec los está rediseñando continuamente, para incrementarles todavía más la inteligencia. Siempre los están cambiando.

—¿La civilización mec los mata?

—Me parece que sí. Una buena razón para no responder a la llamada, ¿no crees? Los Renegados sólo quieren seguir con vida. Como todos nosotros.

Los ojos de Hatchet estaban a punto de saltar por una excitación que intentaba disimular y desmentir tras su cara inmóvil. Killeen comprendió la vocación de aquel hombre que había mantenido la herencia de su Familia, el trato con los Renegados. Y todo para ahorrarles el peregrinaje a través de las desérticas tierras que las demás Familias habían tenido que soportar después de la Calamidad. Lo había hecho sin temores, luchando para obtener de los Renegados una frágil Metrópolis, basada en la confianza en los más mortales enemigos de la humanidad. Y nadie mejor que Hatchet era consciente de la extrema fragilidad de Metrópolis. Era capaz de hacer cualquier cosa para lograr unas migajas más de seguridad, aunque procedieran de los Renegados, que a su vez también estaban en peligro de ser borrados con un simple gesto. Cada ayuda, por pequeña que fuera, justificaba el riesgo. Killeen respetaba la obra de Hatchet, pero en su interior algo le decía que había pagado un precio demasiado elevado.

El Especialista emitió un fuerte ruido y disminuyó la marcha.

  1. Es la estación de reparaciones.
  2. El Especialista trata de encontrar los circuitos adecuados.

Todo el grupo descendió del Especialista ante una pared vítrea de complicada maquinaria. Los fluidos burbujeaban a través de redes translúcidas que se entretejían alrededor de las complicadas estaciones metálicas de trabajo. El Especialista extendió unas afiladas manos de seis dedos, acopladas a unos brazos en forma de trípodes cromados. Encontraron unas cerraduras entrelazadas donde introdujeron unas clavijas de acero. Los largos brazos de trabajo giraron. Unas orejas cerámicas montadas en unos enchufes de carbón escuchaban intensamente. Después de algunos minutos sonaron tres agudos clicks que levantaron ecos en el silencio. La estación de trabajo cobró una vida de neón.

  1. El muchacho irá primero.
  2. Pon las piernas en el receptor.
  3. Aprisa.

Shibo y Killeen consiguieron con esfuerzo introducir las piernas de Toby en un receptáculo de material blando que estaba en la base de la estación. Entraron con cuidado. El muchacho ya estaba despierto por completo. Su lasitud desapareció en cuanto la estación empezó a emitir ruidos.

—Noto algo —indicó Toby.

—¿En las piernas? —preguntó Killeen, sosteniendo los hombros del muchacho para que no tocaran el suelo de ladrillos verdes.

—No podría precisarlo. Es una especie de cosquilleo… por todas partes… —Pestañeó—. Ahhh…

  1. Mantenedlo quieto.
  2. El Especialista está buscando el código.
  3. Tiene que neutralizar los sistemas de alarma.

—Mantente quieto, hijo.

Hatchet intervino desde detrás de Killeen:

—¿Os ha dicho el Especialista cuánto va a tardar esto?

—No —respondió Killeen en tono de aviso.

Si Hatchet metía prisas… Toby experimentó una sacudida.

—Esto… duele

  1. Circuitos conectados.
  2. Está buscando la clave de los daños.

Toby se estremeció.

—Yo… ya no siento nada. Mis tripas, esto está arrastrándose hacia arriba a través de mis tripas.

  1. Primero ha de comprobar sus sistemas de servicio.

—Todo se vuelve frío —empezó a jadear Toby—. Papá… esto está subiendo… yo… mis brazos… qué frío. Tengo miedo…

Killeen intensificó el abrazo con el brazo bueno alrededor de Toby. Intentaba evitar que el muchacho se separara de los efectos de la estación. Las manos del muchacho se aflojaron y perdieron tonicidad. Killeen observó que el color había desaparecido de las puntas de los dedos, que estaban en carne viva y con las uñas rotas.

Detrás de él, Hatchet dijo:

—¿Algo va mal? Oye: esto no funciona, eso es todo. ¿Lo entiendes? Porque el tiempo corre y…

—¡Cállate! —le escupió Shibo, que sostenía las piernas de Toby.

Killeen les ignoró. Trataba de obtener más información de Bud, pero el Rostro no quería contestar.

Toby se desmayó. Los ojos se le quedaron completamente en blanco.

—¡Maldita sea! —se dijo a sí mismo Killeen. Masajeaba al muchacho, que estaba pálido como un fantasma.

  1. Los subsistemas han sido reactivados.
  2. Está corrigiéndolos.
  3. Mantenerlo inmóvil.

Toby expelió de golpe todo el aire. Los ojos le saltaban de un lado a otro. Sus brazos se retorcían y las manos ejecutaban un frenético baile. Todo el cuerpo de Toby parecía moverse como un muñeco animado por algún mecanismo interior.

Un relé explotó produciendo un fuerte ruido en el panel de la estación.

—Mi… mis… —El muchacho parpadeó—. Me duelen los pies.

Shibo y Killeen se miraron pensativos, en medio de un silencio repentino.

Con todo cuidado le sacaron de la manga receptora. Toby podía mover las piernas, pero los músculos estaban tiesos y doloridos. Killeen y Shibo le ayudaron a acercarse al Especialista. Hatchet dio unas palmadas en el hombro malo de Killeen, que se dio la vuelta.

—Si quieres que te arreglen, vuelve allí.

Killeen colocó el brazo afectado en el receptor. Los blandos pliegues de la manga admitían el brazo a una velocidad constante pero muy lenta. Percibió unos débiles tirones y unos pinchazos cálidos cuando algo empezó a sondarle.

El grupo vigilaba en todas direcciones, restregaban nerviosamente el suelo con los pies y habían desenfundado las armas. Unos fluidos burbujeaban en el complicado aparato de cristal que estaba por encima de todos ellos. Un vapor anaranjado surgió de repente por arriba y descendió silbando sobre el grupo. Escaparon de él con fuertes toses.

Hatchet vio aquello y se volvió hacia Killeen, que estaba arrodillado ante el receptor con el brazo introducido hasta el codo.

—¿Está funcionando?

—No lo sé.

Alrededor de los hombros sentía unas cálidas y rápidas sacudidas. Era como si le clavaran agujas y las sacaran muy deprisa antes de que los nervios las detectaran.

  1. Ha encontrado el código.
  2. El Especialista se apresura.
  3. Dice que huele al Supervisor.

—¿Notas algo? —preguntó Hatchet.

—Sí, así es. —Unos temblores silenciosos repercutían en su brazo.

—¡Maldita sea! Me gustaría que…

—¡Ah!

La manga receptora le soltó. Killeen sacó el brazo de un tirón. Le dolía, pero podía mover los dedos. La piel aparecía arrugada, sin vello, fría y húmeda.

—¡Cojonudo! —exclamó Hatchet a la vez que hacía señas al grupo—. Vámonos. ¡Rumbo a casa!

Killeen se dirigió tambaleándose hacia el Especialista. Andaba de forma desequilibrada y entonces se dio cuenta de lo mucho que había tenido que compensar el brazo muerto. Se cogió al guardabarros y se impulsó hacia la parte superior, donde se repantigó torpemente con un orgullo juvenil. El Especialista hizo marcha atrás con mucho ruido, liberándose de la estación. Luego el Renegado se alejó de allí, acelerando de forma progresiva. Killeen tuvo que aferrarse apresuradamente a un tubo de ventilación para mantenerse sobre el casco.

Unos pequeños edificios desfilaban a toda velocidad por su lado. Se erguían en las inclinadas terrazas y rampas de una sala colosal; aquello era un laberinto de extraños edificios angulares. Había canalizaciones que estaban conectadas por doquier. Si se exceptuaba alguna mancha ocasional, allí no había señales de suciedad o de abandono. Unos mecs modificados de forma muy extraña trabajaban en algunas de las rampas superiores. No se alteraron cuando el Especialista pasó como un proyectil cerca de ellos.

Killeen se agarró a un tubo y abrazó a Toby. El cosquilleo del brazo parecía extenderse a todo el cuerpo a medida que sus sistemas se iban recuperando. Las imágenes se desbordaban por el aparato sensorial. En el brazo se habían almacenado datos, ramalazos digitales que le ponían nervioso y le causaban punzadas en los ojos. Vio dientes que se acoplaban a oleosas cadenas de desplazamiento. Oía la brillante risa de Verónica, a quien había perdido hacía tanto tiempo. Saboreaba los guisos de su madre.

Las sensaciones le proporcionaron una especie de vigor. Impulsivamente, besó a Shibo. Ella le devolvió el beso. Killeen rio, disfrutando del acre aroma del aire que entraba y salía de sus pulmones, cada uno de los perfumes quedaba amplificado por el remolino que ocasionaba el veloz Especialista.

Todo el grupo estaba hablando, unos felices susurros corrían por la red de comunicaciones sensoriales. El Especialista aminoró la marcha en una esquina y Killeen miró hacia arriba. Un panel grande y transparente estaba iluminado desde dentro con una pálida luz verde. Killeen distinguió algo que estaba trabajando en el interior. Unos brazos y piernas gigantescos conectados a cuerpos. Hileras de costillas trabajaban como unos enormes fuelles. Unas bolsas abolladas colgaban de las panzas, como sacos de entrañas. Unas pieles céreas se alargaban y encogían, se arrugaban y volvían a estirarse.

Se volvió de espaldas.

El Especialista llegó a una amplia plaza. Los peones la cruzaban en todas direcciones. Unos pocos mecs de mayor tamaño corrían a toda prisa hacia unas misiones urgentes. El Especialista incrementó la velocidad. Los humanos se aferraban con fuerza cuando el Especialista daba bandazos para esquivar a los peones sin aminorar nunca la velocidad. El viento les despeinaba y amortiguaba sus voces.

Killeen notaba que una excitación sin palabras empezaba a dominar toda su red sensorial. El viaje a casa es el más dulce, pero también es el que se hace más largo cuando la mente se adelanta.

Habían llegado a la mitad de la plaza. El Especialista todavía aceleró más, como si presintiera algo.

Un débil whoooong vibró con insistencia por todos sus sensores.

Killeen se volvió. No descubrió nada en aquel lado del Especialista que pudiera haber causado el ruido. Por allí no se veía ningún mec mayor que un peón.

—¿Ves algo? —transmitió Hatchet.

—No. —Atrajo a Toby más cerca de él.

Los rasgados ojos de Shibo estudiaban los edificios. La plaza era tan amplia que la distancia difuminaba los detalles de la factoría de biocomponentes que estaban dejando atrás.

—Mantén el…

—¿Qué es esto? —gritó Cermo. Estaba al otro lado del Especialista y Killeen no podía ver nada.

Algo pasó cerca —¡tssssip!— por encima de sus cabezas.

—¡Pasaos a este lado! —gritó Killeen—. Sea lo que sea, el Especialista podrá darnos alguna protección.

—Es verdad, trasladémonos —transmitió Hatchet.

Shibo levantó el arma. El Especialista se lanzó hacia adelante. Las cadenas chirriaban a causa del esfuerzo. Killeen creyó que podía oír cómo se desmenuzaban una contra otra. Si las cadenas se quedaban inmovilizadas allí…

Whuuuuung. Esta vez había sido más fuerte. La onda agitó frenéticamente el aire que les rodeaba.

—¡Cuidado! —transmitió Hatchet.

—¡No!

—¡Le ha dado a Vélez!

—¡Salid de aquí! ¡A la cubierta superior! ¡A la parte superior! ¡Dispersaos!

—¿Qué sucede?

—¡Ve y no preguntes!

—No lo miréis y así no podrá abriros los receptores. Hará…

Whuuuuuuung.

—¡Ah! ¡Ah! ¡Mi pierna!

—¡Me he quedado ciego! ¡Dadme la mano! ¡Ciego!

—¿Qué sucede?

Killeen no tuvo necesidad de mirar. Conocía bien el sonido del Mantis.