A Konráð no le resultó fácil convencer a Benjamín para que se encontrara con él en la parte trasera del Teatro Nacional para hablar sobre todo lo relacionado con su padre y su vínculo con Rósamunda. Al principio, Benjamín se negó en redondo, dijo que no tenía tiempo para ocuparse de eso y le pidió que los dejara tranquilos a él y a su familia. La idea del Teatro Nacional le parecía inaudita. Aseguró que no le interesaba aquel intento dramático de Konráð de atacar a su familia. «Lo que ocurrió en el pasado, pertenece al pasado», zanjó. Hacía décadas que la policía encontrara al asesino y diera por resuelto el caso de Rósamunda, así que no veía ninguna razón para interesarse por historias dudosas y conjeturas disparatadas.
Konráð le explicó a Benjamín que aquel asunto no tenía que ver únicamente con Rósamunda, sino más bien con una nueva información surgida sobre el destino fatal de Thorson. Quería hablar con él sobre ciertos detalles. Añadió que el que acudiera a la cita o no carecía de importancia, el caso proseguiría su curso igualmente; por parte de Konráð, podía darse por cerrado.
—¿Se lo has comunicado a la policía? —preguntó Benjamín tras un breve silencio.
—No de forma oficial —contestó Konráð—. Todavía tengo que entregarles el informe definitivo.
Benjamín aseguró que no quería tener nada que ver con él, colgó el teléfono y Konráð apagó su móvil. Sentado en su coche, detrás del Teatro Nacional, miraba el hueco del portal donde Rósamunda fue hallada, sola y abandonada, cuando el mundo estaba en guerra y el Teatro Nacional servía de centro de aprovisionamiento para el ejército. Estaba estacionado en Lindargata, a escasa distancia del Pasaje de las Sombras. Apenas había movimiento en la zona. Un gato negro cruzó la calle furtivamente y se metió disparado en el jardín de una casa. Una pareja de enamorados paseaba por la acera y desapareció en dirección a Arnarhóll.
Konráð bajó del coche, caminó en dirección al teatro y miró hacia las alturas de sus muros decorados con obsidiana, donde unas columnas de basalto hacían referencia a la nación y a su pasado. Al abrigo de sus muros negros y gruesos se ponía en escena la existencia del hombre para diversión de los espectadores; dramas y comedias a partes iguales, como en la vida misma. La diferencia radicaba en que, al bajar el telón, la representación terminaba y el público se marchaba a casa. En la vida real la función no tenía fin.
Tres cuartos de hora más tarde Konráð decidió dejar de esperar y poner rumbo a casa sin ninguna esperanza de que Benjamín se dejara ver. Abrió la puerta del coche para entrar en él cuando, de pronto, se dio cuenta de que un hombre estaba parado en la esquina del Pasaje de las Sombras y miraba en su dirección.
—¿Benjamín? —gritó Konráð.
El hombre cruzó la calle y Konráð vio que, efectivamente, se trataba de él. Al menos había conseguido despertar su curiosidad.
—¿Por qué me has llamado para que venga hasta aquí? —dijo Benjamín—. ¿Qué significa esto?
—Gracias por venir.
—No me has dado otra alternativa.
—¿Vienes alguna vez a este lugar? ¿Por lo que ocurrió?
—Voy alguna vez al teatro, si te refieres a eso. No sé qué otra razón tendría para venir ni por qué debería tener algo que hacer aquí. Desconozco qué estás buscando. Lo que pasó no tiene nada que ver conmigo o con mi familia.
—Sin embargo, has venido.
Benjamín no respondió. El Teatro Nacional estaba iluminado por pequeños focos que proyectaban sus siluetas sobre un muro lateral, como si fueran participantes de una extraña obra de sombras chinescas.
—Me crie en este barrio —explicó Konráð—. En estas calles. Entre estas casas. Fue aquí donde oí hablar de Rósamunda por primera vez. Que la encontraron ahí, en el hueco de ese portal. El caso me afectaba directamente, por eso quizás estoy tan obsesionado con él. Una vez se celebró en mi casa una sesión de espiritismo sobre Rósamunda a la que asistieron sus padres. Estaba de moda desenterrar huesos y los médiums estafadores vieron una oportunidad, pero esa es otra historia. No sé cómo ni por qué, pero el médium le mencionó a mi padre la existencia de otra chica que sufría. Estaba directamente conectada con la historia de Rósamunda. Ahora, hace poco, una anciana vecina del barrio de las Sombras me habló de Hrund. Si hubiera de creerme lo que sucedió en la sesión de espiritismo, cosa que no hago, pensaría que la chica que nombró el médium era, en efecto, ella.
—Decías que contabas con una información nueva —recordó Benjamín—. ¿Es esta? ¿Eso es todo? ¿Sesiones de espiritismo? ¿Una antigua superstición?
Konráð sonrió.
—Me dijiste que no llegaste a encontrarte con Thorson en la residencia. Creo que se dirigió allí tras averiguar que tu padre se encontraba en el norte cuando Hrund desapareció. Le pareció un dato importante, algo que en su día no tuvo en cuenta y de lo que se arrepentía. Por eso quería encontrarse con tu padre y tratar de sacar a la luz la verdad.
—¿Y eso qué tiene de nuevo? ¿Me has traído hasta aquí por eso?
—¿Fuiste a casa de Thorson después de que él se viera con tu padre?
—No.
—¿No te dijo que quería llegar hasta el final del caso y que reanudaría la investigación? ¿Que haría que se llamara la atención sobre ello?
—No he hablado nunca con ese hombre —aseguró Benjamín.
—¿Y si te dijera que poseemos grabaciones de cámaras de seguridad próximas al domicilio de Thorson que demuestran que estabas allí en el momento en que lo agredieron?
—¿Cámaras de seguridad? ¿De qué estás hablando? —preguntó Benjamín tras un breve silencio.
—Cruzaste el patio del colegio a toda velocidad después de tu visita a Thorson —afirmó Konráð—. Pasaste por delante de la puerta de un banco de camino a su casa. De hecho, entonces no ibas tan rápido. Las horas encajan. Te encontraste con él hacia el mediodía. De algún modo conseguiste engañarlo. Tranquilizarlo. Quizá fingiste marcharte. Dejaste el cerrojo de la puerta abierto y volviste a entrar cuando él se acostó. No sé cómo, pero de alguna manera te las apañaste para cogerlo desprevenido.
—Eso es una sarta de estupideces.
—Aparcaste a cierta distancia de su casa. ¿Ya tenías claro lo que ibas a hacer antes de llamar a su puerta?
—No tengo nada más de que hablar contigo —espetó Benjamín.
—Tu abuelo sentía mayor estima por Hólmbert que por otros hijos suyos y le aseguró la empresa. ¿Sabía cómo era su hijo? ¿Qué tipo de monstruo era?
—Mi padre no es ningún monstruo —se defendió Benjamín—. Es un hombre muy enfermo que merece morir en paz.
—No como Thorson. —Benjamín miró fijamente a Konráð—. ¿Sabes cómo era tu padre? —continuó Konráð—. ¿Lo que hizo? ¿Conoces su historia? Seguro que la conoces. De lo contrario, no hubieras ido a casa de Thorson.
—Esto no tiene ningún sentido —concluyó Benjamín dándose la vuelta y caminando de nuevo hacia el Pasaje de las Sombras.
Sin moverse, Konráð lo vio alejarse apresuradamente. Le rondaba una hipótesis por la cabeza y quería ponerla a prueba con Benjamín. No sabía si funcionaría, pero quería intentarlo con el único hombre que podría confirmarla.
—En realidad, no creo que el monstruo fuera tu padre —gritó a sus espaldas.
Benjamín siguió caminando, alejándose.
—¿Me oyes? ¡No creo que el monstruo fuera tu padre!
Vio que Benjamín comenzaba a caminar más despacio hasta detenerse al llegar al otro lado de Lindargata. Permaneció inmóvil largo rato, con las manos metidas en los bolsillos del abrigo y la cabeza ligeramente agachada, como si meditara. Konráð lo miró y trató de imaginar la lucha que se libraba en su interior. Finalmente, Benjamín bajó los hombros en una especie de rendición y se giró con lentitud.
—¿Qué quieres decir? —preguntó.
—Creo que tu padre es inocente.
—¿Qué… por qué lo dices?
—Él no es el único involucrado en el caso —contestó Konráð—. Puede que fuera cómplice porque conocía la situación, pero no estoy seguro de que él trajera hasta aquí a Rósamunda.
Benjamín se acercó de nuevo.
—¿De qué hablas?
—De un secreto de familia. En torno a tu padre. Y a tu abuelo. La policía no sabía que se encontraban juntos de viaje en el norte cuando Hrund desapareció, esa información no se dio nunca a conocer y Thorson no lo supo hasta poco antes de morir, como tampoco se supo nunca que a Rósamunda le daba miedo vuestra casa. Si Thorson lo hubiera sabido en su momento el caso se hubiera resuelto de otra manera. Me imagino que lo que más deseaba Thorson era averiguar la verdad antes de que se le hiciera demasiado tarde. Por esa razón fue a visitar a tu padre. Por esa razón fuiste tú a casa de Thorson.
—No puedes… no tienes nada… Nada…
—Tengo suficiente —afirmó Konráð—. Suficiente para implicarte en la muerte de Thorson y suficiente para retomar el caso de Rósamunda.
—No puedes…
—Claro que puedo. Esto se ha acabado. Y lo sabes. Lo que hiciste no es propio de ti. Pero lo hiciste de todos modos y tienes que aceptarlo.
—Yo… Nosotros…
Benjamín miró a Konráð como si suplicara su comprensión. Konráð vio que ya no estaba ni enfadado ni ofendido. Su resistencia se desvanecía. Le invadía un atroz sentimiento de culpabilidad. Se vertían sobre él las consecuencias de sus actos, todo aquello que intentaba excusar y enterrar en lo más profundo de su conciencia de forma que casi parecía pertenecer a otra persona distinta a él, a su otro yo.
—Cuéntame lo que pasó —pidió Konráð—. Nunca debiste haber cargado con ese peso. Lo aceptaste por lealtad a la familia. Lo entiendo, puedo entender ese punto de vista, pero fuiste demasiado lejos. Demasiado lejos.
—Thorson quería contarlo todo. No podía permitirlo. No podía hacerlo… Quizá si solo hubiera sido mi abuelo… Pero mi padre era… mi padre no era menos… Me encontré a ese anciano en la habitación de la residencia y lo eché… Hablar sobre Rósamunda y sobre que mi padre había… Yo no sabía qué debía hacer…
A Benjamín le resultaba difícil seguir hablando. Se quedó callado un momento, mirando hacia el fondo de la calle, hasta que sacó un sobre del bolsillo y se lo entregó a Konráð.
—Encontré esto en su apartamento —dijo—, no tuve más opción que llevármelo.
Konráð cogió la carta. Estaba dirigida a Thorson. La leyó y vio que era de su compañero, Flóvent. En ella decía que Hólmbert era el principal punto de apoyo de la policía contra Jónatan.
—No tuve otra opción —repitió Benjamín—. No tuve otra opción…