Konráð condujo pensativo de regreso a Reikiavik. Lentamente comenzaba a oscurecer, pero él apenas parecía darse cuenta. Violentas ráfagas de viento azotaban el coche a los pies de Hafnarfjall, aunque Konráð no les hacía caso. Tampoco se dio cuenta de que estaba pasando por delante del radar de Melasveit muy por encima del límite de velocidad. No podía dejar de pensar en su visita a Magnús, en Borgarnes. Habían hablado exhaustivamente del caso de Rósamunda, pero Magnús no lo conocía o fingía no conocerlo.
—El hecho de que aquella muchacha se negara a llevar algún envío no quiere decir nada —afirmó Magnús—. Nada en absoluto.
—No, quizá no —admitió Konráð—. Sin embargo, me parece que puede ser relevante en el contexto de lo sucedido.
—El contexto de lo sucedido —repitió Magnús—. Hablas como un político.
Pronunció esas palabras como si no sintiera mucha estima por los políticos.
—Vuestro padre era diputado, eso creo —preguntó Konráð.
—Sí, estaba metido en política.
—Y erais cinco hermanos en la familia, cuatro hermanos y una hermana.
—No me acaba de gustar este fisgoneo sobre mis asuntos familiares. ¿Adónde quieres ir a parar?
—¿Teníais criados? ¿Había más personas en la casa?
—¿Adónde pretendes llegar con todas estas preguntas?
—Me pregunto a quién de vosotros evitaba la joven. Probablemente a tu madre o a tu hermana. ¿Recuerdas algo que pudiera indicar que fuera así?
Magnús miró un momento a Konráð.
—Mi madre podía ser un poco gruñona —reconoció—. Mi hermana era la amabilidad personificada. ¿Es eso lo que quieres oír?
—¿Y vosotros, los hermanos? ¿Conocíais a Rósamunda?
—No —contestó Magnús—. No recuerdo que ninguno de nosotros conociera a alguna chica que trabajara en un taller de costura.
—Pero ¿te acuerdas del caso de Rósamunda?
—Como ya te he dicho, me suena de algo.
—¿Recuerdas si se habló de ese asunto en tu casa? ¿Cómo se hablaba de ello?
—Seguramente como una tragedia, como supongo que se comentaría en otros hogares. No éramos distintos a otra gente. ¿Intentas implicarnos en la muerte de aquella chica? ¿No te parece que ha llovido bastante desde entonces?
—Solo intento averiguar por qué se negaba a ir a tu casa poco antes de que la hallaran muerta. Espero no incomodarte. —Magnús no le respondió—. ¿Cabe la posibilidad de que tu padre hubiera ejercido algún tipo de presión política para que no se investigara el caso?
—¿A qué te refieres?
—No sé cómo puedo expresarlo y entiendo perfectamente que esto quizá te deje un tanto desconcertado, pero es que no encuentro nada sobre el caso cuando deberían existir documentos sobre él —respondió Konráð—. Sin duda eran tiempos de gran agitación y muchos informes se perdían o no se entregaban, pero no he dado casi con nada sobre Rósamunda. Ningún informe. Nada en la prensa salvo que la encontraron muerta. Nada en los documentos judiciales. Parece como si se hubiera querido ocultar el caso y se me ocurre que quizá tu padre tuvo algo que ver como persona influyente que fue durante la guerra.
Magnús escuchaba a Konráð sin mover un solo músculo de la cara.
—No alcanzo a entender a dónde quieres ir a parar. No tengo conocimiento de que mi padre hiciera algún uso irregular de sus influencias. Por supuesto que luchaba por su distrito electoral y hacía favores a algunas personas, pero en aquella época eso se consideraba normal. Creo que mi padre no conocía el caso de esa chica. Y si lo hubiera conocido, yo no sé nada.
—Todavía tienes un hermano vivo —comentó Konráð. Magnús asintió con la cabeza—. ¿Sabes si recibió alguna visita del hombre por el que te pregunto, Thorson?
—Hace décadas que no hablo con mi hermano. O con los suyos.
—¿Y eso?
—En fin, no tengo ningún interés en hablar de eso con desconocidos. Creo que deberíamos dar por concluida esta conversación.
—Por supuesto —aceptó Konráð—, y gracias por permitirme hablar contigo sobre el caso. Solo una última pregunta: ¿conociste durante la guerra a una muchacha llamada Hrund? —Magnús negó con la cabeza—. Puede ser que sufriera una experiencia similar a la de Rósamunda, aunque no estoy seguro de ello.
—¿Durante la guerra?
—Sí.
—No, no conocí a ninguna muchacha llamada así. A no ser que…
—¿Qué?
—Alguna vez escuché algo sobre una chica que se arrojó a Dettifoss —recordó Magnús—. Era de una zona rural del norte, de Öxarfjörður. Se llamaba Hrund. Probablemente mi padre fue el primero en hablarme de ello ya que él se encontraba de viaje por el norte cuando ocurrió. El nombre se me quedó grabado. He ido varias veces a Dettifoss y siempre me viene a la memoria, pobre muchacha. Tenemos parientes allí y mi padre iba a visitarlos de vez en cuando. Sobre todo en verano.
—¿Recuerdas qué se contaba entonces acerca de lo que le ocurrió?
—No me acuerdo muy bien porque hace mucho que pasó —explicó Magnús—. Algo se rumoreaba sobre que no estaba muy bien de la cabeza. Probablemente sufría mal de amores. Creía en mitos paganos y se decía que había tenido algún encuentro con los elfos antes de su desaparición. Creo que nunca hallaron sus restos. Lo siento, pero no sé más, todo era muy confuso. Ese tipo de delirios suelen serlo.
Magnús se levantó. Quería poner fin a aquella visita.
—Necesito descansar —dijo—. Disculpa.
—Sí, por supuesto, ya te he molestado más de lo necesario —respondió Konráð poniéndose en pie.
—Rompimos nuestra relación debido a problemas con la herencia —aclaró Magnús mientras se dirigían hacia la puerta—. Mi hermano y yo. Me parecía que Hólmbert la acaparaba de forma descarada y abusiva. Nunca lo llevé a los tribunales, pero no nos hemos dirigido la palabra en muchos años, así que bien podría ser que ese hombre, el tal Thorson, se hubiera citado con él sin que yo lo supiera.
—Entiendo.
—De todos modos, no le habría servido de mucho a ese hombre.
—¿Por qué no?
—No sirve de nada preguntarle a mi hermano si ha recibido visitas. Y a mí ya se me ha hecho tarde para querer llegar a un acuerdo.
Magnús guardó silencio.
—Tengo entendido que ya está en fase terminal —explicó.
—¿Está enfermo?
—Hólmbert tiene un alzhéimer que ha evolucionado muy deprisa, por lo que he podido saber. Ahora ya está en otro planeta.
—Lamento oírlo.
—Sí, es muy triste —repuso Magnús abriendo la puerta del rellano—. Aparte de eso, creo que siempre gozó de buena salud. Siempre estuvo como un roble aunque, claro, nada importa cuando se trata de un deterioro de ese tipo.
—No, claro —contestó Konráð—. Entonces ¿crees que no me serviría de nada intentar hablar con él?
—Será mejor que lo olvides —recomendó Magnús despidiéndose con un estrecho apretón de manos.
Konráð no tuvo más remedio que reducir la velocidad al llegar a un atasco cerca de Grafarvogur. Durante todo el camino no dejó de pensar en Magnús, en Hrund y la cascada y en Rósamunda y el Teatro Nacional. Se preguntaba cuál sería el vínculo entre ambas. Thorson había visitado a la vieja Vigga en su búsqueda de respuestas sobre Rósamunda. ¿Sabía Thorson de la existencia de la otra chica, Hrund? Posiblemente conocería su caso de los tiempos en que trabajaba en la policía y con su visita a Vigga buscaba recordarlo. Ahora salía a la luz que el diputado, el padre de Magnús, estaba de viaje en el norte cuando estalló el escándalo sobre la desaparición de Hrund. Por otra parte, Rósamunda se negaba a ir a su casa. ¿Existía un nexo entre ambos hechos? ¿Sabía Magnús algo más que no estaba dispuesto a contarle?
Konráð permaneció atascado en la vía congestionada y, mientras tanto, pensaba en el diputado de Reikiavik que tenía parientes en el norte y estaba involucrado en las historias de Rósamunda y Hrund, aunque de forma indirecta. También rememoró el relato de ambas chicas sobre los elfos y lo que le habían enseñado sobre las casualidades cuando daba sus primeros pasos en la Policía Judicial.
Que bajo ninguna circunstancia se debía hacer caso de ellas.
Nunca.