—El arte educa. Por eso es necesario que los escritores conozcan la vida. La mejor prueba: Proust. Proust no conocía la vida. Se aislaba. Se encerró en una habitación con paredes forradas de corcho. El suyo es un caso extremo. No se puede escribir en una habitación con paredes forradas de corcho. No se oye nada. ¿Y usted qué escribe actualmente?
—Un relato para un concurso. Ya tengo la idea. Un pueblo de mala muerte sufre transformaciones difíciles. El pequeño Janek está al servicio de un campesino rico y le guarda las vacas. De pronto, oye un runrún encima de su cabeza. Es un pájaro de acero, un avión. Janek mira hacia arriba y sueña: «¡Ay, volar así por lo menos una vez en la vida!». Y, como por arte de magia, el avión reduce altura y unos instantes después aterriza en la dehesa. De la cabina salta un hombre con un mono de cuero y gafas de piloto. Janek echa a correr a su encuentro. El forastero sonríe al acalorado mozalbete y le pregunta por el herrero. Resulta que ha tenido una pequeña avería que hay que reparar. Janek va en busca de ayuda. Una vez arreglado el motor, el hombre de las gafas de piloto le da las gracias y, viendo que los ojos le brillan de curiosidad, le pregunta: «A ti también te gustaría volar así, ¿verdad?». El muchacho asiente, mudo de emoción. El motor vuelve a zumbar y, momentos después, el pájaro de acero se cierne sobre la dehesa. De la cabina asoma el rostro sonriente del piloto que le dice adiós con la mano.
»Ha pasado un tiempo. Janek pastorea las vacas como siempre, pero no ha olvidado aquel acontecimiento. Y un día el cartero, blandiendo desde lejos un sobre blanco, se acerca risueño a la choza donde Janek vive con su madre viuda. Resulta ser la orden de incorporarse a la escuela de aviación. El hombre de las gafas de piloto no se ha olvidado de él. Janek no cabe en sí de alegría.
»Se va a la ciudad y se gradúa en la escuela. Luego se pone a los mandos de una máquina voladora. En pocos instantes el pájaro de acero despega y empieza a surcar los aires. La madre sale al umbral de la choza y mira al cielo protegiéndose del sol con la mano. Janek le hace señas mientras traza un círculo encima de la aldea. Su sueño se ha cumplido.
—Exacto. Si el escritor conoce la vida, incluso puede ocurrir que su obra sea progresista, aunque su conciencia no esté a la altura. El ejemplo clásico: Balzac. Tenía cierta tendencia a ensalzar la aristocracia y la monarquía, pero el realismo de su obra dice otra cosa. Ahora que lo pienso, ¿es posible que haya leído un cuento suyo en el último número?
—Sí. La aventura de Franio. Lo escribí por encargo de la editorial. Trata de ciertos problemas psicológicos típicos de la juventud. Un grupo de chicos sale de excursión. Marchan juntos cantando. Franio se escabulle a hurtadillas. Rechaza la compañía de sus amigos, quiere cruzar el bosque en solitario. Enseguida se extravía y acaba cayendo en un hoyo. Intenta salir, pero no lo consigue. Finalmente, pide auxilio a gritos. Sus compañeros lo oyen, lo encuentran y, en medio de chanzas y pullas, lo ayudan a salir del hoyo. A partir de entonces, Franio deja de esquivar a sus colegas.
—Sí. El arte es la clave de la educación del hombre. De ahí que el papel del escritor sea tan importante en nuestra sociedad. Los escritores son los ingenieros de las almas humanas, y los críticos, los ingenieros de las almas de los escritores. Por cierto, ¿me podría prestar quinientos zlotys?
—No tengo. A lo sumo, trescientos.
—Que sean trescientos.