Esperó frente a las puertas del Panteón viendo cómo las hordas de turistas se afanaban en vano por protegerse del calor dentro de su vasto y umbrío interior. Daba la sensación de que hubiera una caldera bajo la tierra. Aquel calor húmedo y candente estaba provocando una especie de catarsis. El cielo se mostraba cada vez más oscuro, casi del color del plomo, y desde algún punto en el este llegó el zambombazo de un trueno. Una sola gota de lluvia le cayó en la mejilla como si la gravedad no actuara sobre ella, como si se hubiera materializado en el aire ardiente.
Gino Fosse había guardado para la ocasión la ropa que llevaba puesta: un hábito blanco y largo hasta casi rozar el suelo, con el que había dicho misa por primera vez en Sicilia, y que se recogía a la cintura con un cíngulo. En uno de sus profundos bolsillos llevaba un reproductor de discos compactos con sus cascos, y en el otro, el arma.
Una turista, una joven guapa de pelo largo y rubio, se acercó a preguntarle cómo llegar al Coliseo.
—Cómprate un mapa —espetó, y la chica se alejó desconcertada, puede que incluso un poco asustada.
Miró al cielo, cada vez más bajo y amenazador. Se acercaba una tormenta, una de las buenas. Las calles pronto se embazarían de lluvia. La gente correría a buscar refugio en los cafés y en los bares. Aquel corto y húmedo verano alcanzaría su clímax, pero la ciudad no quedaría limpia ni con el aguacero.
El hombre nacía indigno, y esperaba que fueran los acontecimientos lo que lo purificaran. No había otro modo.
Sacó el lector del bolsillo, se colocó los auriculares y puso la música. Era Cannonball Adderley en directo, interpretando «Mercy, Mercy, Mercy», con Joe Zawinful al piano. Sonaba como un espiritual, como un pecador que orase pidiendo la redención.
Y al echar a andar, iba coreando el estribillo en voz alta.
Cuando llegó a la iglesia, el cielo estaba ya completamente negro. Entró y se sentó en la oscuridad, mientras la luz se iba apagando al otro lado de los cristales y mientras él esperaba a que una figura familiar apareciera en la puerta.