Capítulo Treinta y dos

Nina se inclinó hacia el lavabo y salpicó agua en su cara.

La primera ola de ira contra Amaury y su prepotente enfoque de la relación, había pasado. Estaba mucho más tranquila ahora que durante su conversación anterior con Delilah. Tal vez ella había reaccionado de forma un poco exagerada.

Bueno, no pasaba todos los días el que una mujer se enterara que había hecho un vínculo de sangre con un vampiro para toda la eternidad.

Con un vampiro muy sexy y caliente.

Sin embargo no cambiaba en nada, el hecho de que Amaury hubiese pasado, obviamente, muchos años en el oscurantismo, donde echarse a una mujer al hombro y arrastrarla hacia una cueva era la forma perfectamente aceptable de cortejo. Aún cuando lo que había sucedido en la cueva, le había agradado mucho.

Sin embargo, él la había engañado. No importa cuán secretamente excitada estuviera ella de que este poderoso vampiro se haya unido a ella, no podía dejar pasar por alto lo que había hecho sin decirle que no podía tratarla así. Si ella lo dejaba salirse con la suya ahora, ¿qué otra cosa iba a pensar que podía hacer? Ella quería un compañero en su vida, no un tirano.

Demonios, ni siquiera había tenido una cita con él. Ni siquiera la había invitado a cenar. Todo lo que le había dado, eran las sobras de comida que había cocinado para alguien más.

Sin duda, Samson no había tratado a Delilah con tan poco respeto. Parecía estar tan melosa con respecto a su hombre. ¿Y qué había hecho Amaury? La había tratado como de su propiedad, nada más. Ella no era propiedad de nadie, no importaba lo sexy que él fuera o lo increíble que la hacía sentir cada vez que la tocaba. ¿Por qué no se lo había preguntado, al igual que cualquier hombre normal? Por supuesto, Amaury era cualquier cosa menos normal. ¡Maldición, no quería un hombre normal! Ella lo quería a él, un vampiro. Pero antes de que lo admitiera, ella le enseñaría primero que tenía que tratarla como una mujer independiente, no como un bien mueble.

Y ahora ella hablaría con Delilah al respecto. La mujer parecía tener la cabeza bien atornillada, y tal vez Delilah le ayudaría a averiguar, cómo podría darle una lección a Amaury, antes de poder empezar su vida juntos.

Con un movimiento determinado, tomó la toalla, se secó la cara y luego se miró en el espejo. Un fuerte golpe la sobresaltó. Ella lo escuchó, pero un segundo después todo fue silencio. Dejó que su mano pasara a través de sus cabellos, antes de voltearse hacia la puerta y abrirla.

En el momento en que abrió la puerta del baño y salió, escuchó una conmoción en la parte de adelante de la casa. El grito de Delilah y algunos gruñidos apagados, se mezclaban con el sonido de objetos pesados que se dejaban caer contra el suelo y la hizo correr por el pasillo.

Nina llegó a la sala de estar, unos segundos más tarde. La imagen que vio, hizo que su corazón la dejara en estado de shock. Delilah luchando para apartarse de las garras de un hombre que Nina reconoció al instante como Johan, el vampiro que la había atacado un par de noches antes. Carl, obviamente, en un intento de ayudarla, estaba luchando contra otras dos personas, cuyas espaldas estaban frente a Nina.

Se quedó sin aliento. Uno de los hombres levantó la cabeza y la vio. Él lanzó a Carl, dejando que su compañero se ocupara de él. En estado de shock, se quedó mirando al hombre que se acercaba a ella y ahora lo reconoció, era el hombre del club nocturno: Luther.

Había una curiosa expresión en su rostro, casi como si se sorprendiera de verla ahí.

—Ahora, mira esto. La pequeña puta de Amaury.

Al principio parecía que había poco interés en ella. Pero luego dio un paso atrás, y de pronto estaba sobre ella. Nina no se atrevía a moverse. Cuando Luther aspiró profundamente, ella instintivamente sabía que no era una buena señal. Un destello en sus ojos, confirmó que su suerte había cambiado. Maldijo a Amaury. Si no le hubiera llevado a la casa de Samson para su seguridad, no estaría en peligro ahora.

—¿Quién lo hubiera pensado? —Él tomó otro aliento—. Sí, dos pájaros de un tiro. La suerte está de mi lado esta noche. Al principio eras sólo una molestia de la cual tenía que deshacerme, husmeando mis planes, pero ahora… tu valor se ha incrementado.

Luther tomó un rizo de su cabello y lo enroscó en un dedo. Nina giró su cabeza con fuerza para zafarse de su agarre.

—Vas a pagar por esto —le advirtió, sintiendo que tenía que ser valiente.

Dejó escapar una risa amarga—. Ya lo he pagado hace mucho tiempo. Ahora, por fin, voy a obtener algo a cambio. Creo que Amaury se arrepentirá de haberte hecho su compañera, y tú también lo harás. Él te ha convertido en un blanco.

El pecho de Nina se tensó.

Al hacerla su compañera, Amaury le había entregado a Luther otra pieza para negociar. Si quería vengarse de Amaury, ¿qué mejor manera de cobrárselo que con su nueva compañera? Miró más allá de él, donde Delilah había renunciado a su lucha en contra de Johan, que tenía sus brazos detrás de su espalda. Se dio cuenta al instante de la intención que Luther tenía para ambas, ella y Delilah. El temor contrajo su garganta, impidiéndole hablar.

Luther miró por encima de su hombro—. Átala. Y a esta también. Tomaremos a las dos.

Johan lanzó un gruñido y ató las muñecas de Delilah con cinta plateada. Nina le dio una patada a la pierna de Luther, cuando su atención fue desviada por Carl, que todavía luchaba con el otro intruso.

—Nina, no. No vale la pena —advirtió Delilah.

—¡Bastardo! —gritó Nina, al momento en que Luther la inmovilizó contra el marco de la puerta, mirándola.

—Inténtalo de nuevo. —El desafío en su voz llevaba una advertencia amenazante, con una clara indicación de quererle infligir dolor. Detrás de él, otra figura se movió.

—¿Nina?

Sus oídos le estaban jugando una mala pasada. La voz que Nina escuchaba pertenecía a un hombre muerto. Ella sacudió la cabeza tratando de despejar su mente, pero entonces, el hombre apareció a la vista detrás de Luther. No, no podía ser cierto. Estaba muerto. Ella lo había enterrado hace un mes, enterró su cuerpo carbonizado.

—¿Eddie?

Luther la soltó, mientras Eddie lo empujó—. ¡Nina! ¿Qué estás haciendo aquí?

—¡Eddie!

Estaba soñando. Eddie estaba vivo. ¿Cómo?

—Pero, estabas muerto. —Ella le tocó el brazo, le miró a la cara. Era Eddie, pero él estaba diferente. Parecía más fuerte que antes, y había un extraño brillo en sus ojos. Su piel era más clara que antes. No había granos, ni rastro de manchas, cuando justo antes de su muerte, había estado luchando contra un brote de acné.

¿Estaba su mente jugándole una mala pasada?

De repente, captó un movimiento de reojo que la distrajo de la atención hacia el hombre frente a ella. Nina giró su cabeza hacia la derecha. Carl se había tambaleado de pie y tenía una estaca en su mano, mientras saltaba hacia Eddie con intención de matarlo.

Sin pensarlo, ella empujó a Eddie de donde estaba y tomó el impacto de Carl. La estaca de madera, aún cuando no estaba afilada, llegó a su brazo. No penetró profundamente, pero sin embargo, logró romper una capa de su músculo. La sangre goteaba de ella. Apretó con la otra mano por encima de su brazo lesionado, tratando de presionar con fuerza contra el punzante dolor. Era en vano. Un dolor agudo se sintió a través de su cuerpo.

Cuando levantó la vista, vio la cara de su hermano frente a ella, con los ojos rojos y sus colmillos afilados sobresaliendo de sus labios. La realidad la golpeó más duro que la estaca que le había penetrado segundos antes: su hermano menor, era un vampiro. Y no sólo eso, él estaba trabajando para el malo. Para Luther, que ahora restringía a Carl.

—Oh, no, Eddie.

Sus colmillos se acercaban más y más. Nina sintió doblar sus rodillas, mientras las náuseas la abrumaban.

—Por favor, no.

¿Podría su propio hermano matarla? Era demasiado para que su mente lo procesara. Manchas negras, aparecieron delante de sus ojos. Ella no se iba a desmayar, no, no podía. No era una niña débil para caer…