Capítulo Veintisiete

—Yo sé que estás ahí. Abre la maldita puerta, o la botaré a patadas.

Impaciente, Amaury acechaba fuera de la puerta principal de Nina. El lugar era de mala muerte. Claro, él no vivía en la mejor zona de la ciudad tampoco, pero no había manera de que él la dejara seguir viviendo en este lugar infestado de bichos. Por lo menos él tenía una buena razón para vivir donde lo hacía.

—Vete. —La voz de Nina provenía desde el interior del apartamento, el primer sonido que había oído, en los cinco minutos que había estado golpeando la puerta. Era un comienzo.

Bajó su voz una octava, utilizando todos sus poderes de persuasión, a sabiendas de que el control de la mente, no funcionaría en ella—. Por favor, Nina. Tenemos que hablar. Déjame entrar, chérie.

Un momento después se oyó un sonido quitando una cadena y el cerrojo de la puerta desbloquearse. Finalmente.

—Nina, por favor, déjame entrar.

Nina abrió la puerta y dio un paso atrás. Él le echó un vistazo a su cara y reconoció que había estado llorando. ¿Él había hecho eso? Se sentía como un completo y absoluto idiota por haberla hecho llorar.

Rápidamente, antes de que pudiera cambiar de opinión, entró, cerró la puerta detrás de él y le puso llave.

—¿Qué quieres? —Había una buena dosis de rebeldía en su voz, y ella se lo dejó saber sin ningún tipo de disimulo. Se lo merecía.

Amaury cambió incómodamente su peso al otro pie. Era fundamental que no cometiera un error con ella. A pesar del hecho de que no podía sentir sus emociones, él sabía que ella estaba herida. Él era la razón de que sus grandes ojos marrones, reflejaran tristeza y resignación. Se dio cuenta de que había metido la pata. Con su tendencia de actuar como un elefante en una cristalería, las posibilidades de arreglar lo que ya se había estropeado, no estaban a su favor. Ningún apostador que se respetara tomaría esa apuesta.

—Quiero pedirte disculpas. —Esa sí era una frase que no había utilizado hace mucho tiempo. Se sentía extraño viniendo de sus labios, pero fue la primera cosa que se le vino a la mente.

Nina no contestó. En cambio, lo miró con sus grandes ojos marrones, el dolor se traslucía en lo más profundo. Lo sintió en el estómago, como si ella le hubiese dado un puñetazo.

—Sólo quería protegerte —Amaury intentó una vez más—. Tenía miedo de hacerte daño.

—Tú no me quieres.

¿Cómo podrían cuatro pequeñas palabras, causar tanto dolor? ¿No la quiero? ¿Eso es lo que pensaba?

—¿Qué he hecho?

—Nada, no hiciste nada.

Él no entendía. Maldita sea, ¿por qué no podía sentirla? ¿Por qué no podía entender lo que estaba mal?—. Por favor, Nina, háblame, dime lo que hice mal.

Ella sollozaba—. Después de que te dije lo que hice, tú no… —Su voz se quebró.

—No, ¿qué? —Él preguntó.

—Ya no importa. Por favor, vete.

—Ni por el infierno lo haré. No voy a dejarte. Nina, no me moveré ni un centímetro, hasta que me digas qué está pasando.

Su declaración pareció enojarla… bien. Él prefería cuando ella luchaba, en lugar de huir.

—¿Qué quieres, Amaury? ¿No has estado el tiempo suficiente en estos barrios marginales?

—¿Barrio marginal? —Él la agarró del brazo y la atrajo hacia sí—. Si te refieres a ti misma, cuando dices barrios marginales, te sugiero que pares ahora mismo.

—Date por vencido. No tienes que fingir que te importo. Si te hubiese importado, no me hubieses dejado sola cuando más te necesitaba. Ahí lo tienes. Ahora, vete.

Amaury suspiró con alivio. ¿Era sólo este pequeño malentendido lo que la había sacado de quicio? Si todo fuera tan fácil de solucionar como esto.

—Gatita tonta. ¿Sabes que no hubiera querido nada más que tenerte en mis brazos?

—¿Entonces por qué no lo hiciste? —Ladró, claramente no creyéndole todavía.

A pesar de la resistencia que puso, la tomó en sus brazos—. Debido a que mis manos se habían convertido en garras y mis colmillos me picaban por un bocado. Estaba enojado, chérie, y quería hacerle daño a la persona que te hizo eso. Pero no quería hacerte daño. No podía sostenerte… por favor, créeme. No tenía el control de mí mismo.

—Pensé que no me querías porque sabías mi pasado. Sabes que soy una basura.

Amaury haló su cara hacia atrás y la miró—. Tú, Nina, eres la única persona buena e inocente en esta sala. No eres basura.

Él la besó suavemente en la mejilla—. Voy a matar a cualquiera que te haga daño.

—No quiero que mates por mí. No se lo merecen.

Él negó con la cabeza—. Eres la mujer más confusa que he conocido. Necesito saber algo. —Amaury hizo una pausa, sabiendo que su respuesta era más importante que cualquier otra cosa—. ¿Lo dijiste en serio cuando esta noche me ofreciste tu sangre, querías que te mordiera?

Sintió que su corazón se estancaba en su garganta, mientras esperaba su respuesta.

—Tú no lo querías. —No fue una respuesta directa, pero podría trabajar con eso.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque tú lo dijiste.

—Te dije que no quería hacerte daño.

—No me harás daño.

—¿Tienes tanta fe en mí?

Ella asintió con la cabeza—. Me has protegido. ¿Por qué me lastimarías ahora?

—La lógica de una mujer. ¿Cómo puedo discutir con eso? —Amaury hizo una pausa—. Nina, ¿por qué quieres que tome de tu sangre?

Ella apretó sus labios.

—¿Por qué? Por favor, dime.

—Primero prométeme que tomarás de mi sangre.

—Créeme, estoy tan ansioso que no seré capaz de resistir. Sólo quiero saber por qué.

—No quiero que toques a nadie más.

¿Estaba celosa? Su corazón dio un vuelco. ¡Ella era celosa! ¡Y posesiva!

—Tú… yo… oh, Dios. —Él no tuvo palabras para expresar lo que sentía. En cambio, apretó sus brazos alrededor de ella y rozó sus labios contra los suyos. Se moldearon a los de él al instante.

—Eres mía.

Mía.

Se sentía tan bien el saber que era suya sin importar nada, él no la dejaría ir. Amaury tomó sus labios con un fuerte beso, marcándola, estampando el recuerdo de ello en su cerebro. Sus labios parecían carne viva cuando la soltó, y Nina aspiró tan fuertemente, como él lo hizo.

—Es mejor que me digas que tú también me quieres. —Buscó en sus ojos una respuesta.

—Sí, pero… —comenzó.

Su corazón dio un salto. Ella lo quería—. Nada de peros. Si me quieres, me tienes. Todo mi ser. Y yo tomaré todo de ti. Sin reservas.

Él sintió que sus brazos se envolvían alrededor de su torso, como si nunca fuese a soltarlo de nuevo.

—Soy… —empezó a decir «bendecido», pero él no quiso dejar salir la blasfemia de sus labios—. Por favor dime que quieres ser mía. —Necesitaba oírlo, tenía que saber que no estaba soñando, que no estaba interpretándola mal.

Nina se apartó de él unos centímetros y lo miró—. Amaury, te quiero, pero tengo miedo de que me eches a un lado cuando hayas tenido lo suficiente de mí.

—Mujer tonta. Puede ser que sea un idiota, pero no soy tan estúpido como para dejar escapar lo mejor que me ha pasado.

—¿Tienes hambre ahora? —Había un brillo malvado en sus ojos.

Él estaba muerto de hambre—. Sí, hambre de tu cuerpo y de tu sangre.

—¿Dolerá?

Amaury sonrió—. No. Será como un orgasmo ondulando a través de tu cuerpo. —Se estremeció al pensarlo. Pronto, sus colmillos se incrustarían en su vena y bebería de ella, mientras la atravesaba con su pene. No habría nada mejor que beber de la mujer que deseaba, mientras hacía el amor con ella.

Amaury respiró profundamente y aspiró su aroma. Ella sería su mujer. Nunca había estado tan seguro de otra cosa. Nina le daba paz mental y placer corporal. ¿Y en cuanto a su corazón? Si él no se conociera mejor, diría que ella estaba descongelando su corazón también.

***

Nina se sentía cohibida, por la forma en que se la comía con los ojos. Ningún hombre la había mirado de ese modo. Amaury parecía imponente mientras estaba parado en su pequeño estudio, sin embargo, este poderoso vampiro había confesado que la quería. A ella, una don nadie.

Su duro cuerpo presionado contra el de ella, podía sentir cada músculo, uno en particular. La deseaba, y la evidencia era lo duro y grande que presionaba en contra de su estómago, pidiendo atención.

Sabía que se había vuelto completamente loca por desear un vampiro. No cualquiera, sino Amaury. Como si fuera la misma fascinación por los vampiros, que había reconocido en los garabatos incoherentes de Eddie. ¿Y a qué lo había llevado eso? A una muerte prematura. ¿Sería su destino el mismo, si ella jugaba con fuego… siendo el fuego Amaury?

¿Qué pasaría si él tenía razón y no podía controlarse a sí mismo cuando la mordiera? ¿La dejaría seca? Sí, tenía miedo, pero era aún más, el miedo de no estar con él. Bajo su tacto, se sentía viva, y por fin había sentido una conexión con alguien. Una conexión a la que no estaba dispuesta a renunciar, no importaba lo que significara a largo plazo.

Nina no estaba pensando en un futuro. Era peligroso soñar con un futuro. Creaba expectativas y ella no quería eso. No quería esperar algo y luego ser decepcionada. Sólo la conduciría a más dolor.

Si Amaury la quería ahora, ella tenía que tomar eso y aguantar lo más que pudiera, pero tendría que soportarlo, cuando él se diera cuenta de que esta relación no estaba hecha para durar.

Reconoció la lujuria en sus ojos y el hambre de su sangre, pero ella no se engañaría. Él era un vampiro, era hermoso, y permanecería joven para siempre. Ella no tenía nada que ofrecerle, sólo su cuerpo y su sangre. Tal vez por algunas semanas o incluso unos pocos meses, sería sólo suyo. Y luego él buscaría otra conquista.

Pero ella no lo pensaría más, no esa noche. Esa noche se haría unos cuantos recuerdos que ella podría mantener para sí misma, para cuando estuviera sola otra vez.

—¿Vas a darme un beso? —Le preguntó Nina.

—Sólo si me dices lo que está pasando detrás de tu surcada frente. ¿Tienes dudas? No tenemos que hacer esto si no lo deseas. Voy a estar contigo, incluso si no quieres darme tu sangre.

Nina negó con la cabeza—. No. No quiero que hagas esto con nadie más. —Su objeción salió más dura de lo que había previsto.

Una enorme sonrisa se iluminó en todo su rostro—. No hay necesidad de ser celosa.

—¿Celosa? ¿Quién está celosa? —Ella no quería ser vista como una novia necesitada y molesta. Los hombres corrían a la primera oportunidad que tenían.

—Tú chérie. Estás celosa. —Amaury la besó a lo largo del borde de la mandíbula—. Es lindo. —Sus labios se perdían por su cuello, plantando besos ligeros como una pluma por el camino.

Ella inclinó la cabeza para darle un mejor acceso y contuvo el aliento. Ella sentiría sus colmillos en cualquier momento. Su corazón acelerándose, su latido sonando como un violento tat-TAT-tat-TAT-tat-TAT en su caja torácica, y la sangre golpeando en sus oídos.

De repente, él se rio y levantó la cabeza para mirarla a los ojos—. ¿No pensarás que iba a morderte en este momento?

Nina trató de apartar sus brazos. Estaba jugando con ella—. Tú…

—Shh, Nina. —Poniéndole el dedo en sus labios—. Cuando tome tu sangre, quiero hacerte el amor. Quiero sentir tu cuerpo desnudo uniéndose con el mío. Quiero que recuerdes este momento para el resto de tu vida y pienses en él, como el placer más increíble que dos personas podrían experimentar juntas. Esto va a ser especial para nosotros dos. No hay manera de que me apresures. Confía en mí, quiero esto, más de lo que te puedes imaginar.

Su corazón dio un salto con su confesión. Ella se relajó en sus brazos y movió sus labios sobre los suyos—. No es posible que desees esto más que yo.

Su suave risa, le hacía cosquillas en la boca—. Si deseas esto sólo la mitad de lo que yo lo deseo, me voy a morir siendo un hombre feliz.

—¿Pero no eres inmortal?

—En realidad sí. Supongo que tendré que ser el hombre vivo más feliz entonces.

—¿Quieres decir que esto te hará feliz?

—No esto, sino tú, chérie. Sólo tú.

Amaury le dio un beso suave y tierno, casi reverente, como si él la adorara. Su boca instalada en la de ella, mordisqueando suavemente sus labios, tentándolos y degustándolos. Nina inhalaba su aroma, catalogándolo como una mezcla de tierra y cuero. Lo reconocería en cualquier lugar con sólo oler sus labios y sentir su aroma.

Sus sentidos estaban en sintonía con él, captando todos los detalles: cómo se sentía su piel, cómo sonaba, incluso los latidos de su corazón se sentían bajo su mano, descansado sobre su pecho. El latido del corazón de un vampiro. Un corazón que latía rápidamente y de manera desigual en contra de su mano, como si quisiera hablarle de sus sentimientos en código morse.

Más hacia abajo, sentía su necesidad palpitar contra ella, en un ritmo diferente. Su largo y duro pene, hacía contacto contra ella, con cada aliento que tomaba, seguro y de manera uniforme.

Se sentía segura en sus brazos, mientras él la sostenía con una mano por la parte posterior de su cuello, y la otra serpenteando alrededor de su cintura. Sólo hasta entonces, se dio cuenta que sus pies no tocaban el suelo. Él la había levantado y la mantenía suspendida en el aire, como si su peso fuera igual al de una pluma.

—¿Estoy soñando? —Murmuró contra sus labios.

—Si es así, entonces estamos teniendo el mismo sueño. Y prefiero nunca despertar de él. —Sus labios la reclamaron, y esta vez la besó con más urgencia, empujando sus labios con su lengua, sondeándola, hasta que se rindió a su demanda.

Nina lo sintió moverse, y momentos después la bajó en la cama. Mientras Amaury rodaba hacia un lado, su mano se fue debajo de su camiseta. En el momento en que sus dedos tocaron la piel desnuda de la espalda, sintió como si espontáneamente estuviera en combustión. No podía dejar escapar un gemido de sus labios, al tiempo en que se convertía en un charco de deseo desenfrenado.

Su hábil lengua hacía un túnel más profundo y convenció a su cuerpo para sentir más placer, mientras que su pulgar le acariciaba hacia arriba, a lo largo de la espalda. Sus manos temblorosas trabajaban en los botones de su camisa, pero su boca causaba demasiada distracción, para concentrarse en otra cosa. Ella era incapaz de hacer que sus manos, trabajaran de manera coordinada.

Nina lanzó un suspiro de frustración.

Al instante se apartó para mirarla—. ¿Qué pasa?

—No puedo abrir esos malditos botones.

La risa de Amaury sonó como música en sus oídos. Se sentía como una llovizna de calor descendiendo sobre ella, calmándola—. ¿Por qué no sólo la rompes? Sé que eres buena en eso.

Ella no necesitó otra invitación. Su camisa rota aterrizó en el suelo unos segundos más tarde. Antes de que ella pudiera acurrucarse de nuevo en su pecho, él le sacó la camiseta por sobre su cabeza.

—Mucho mejor —comentó, con los ojos aterrizando en sus pechos desnudos. Bajo su mirada caliente, ella sintió que sus pezones se endurecían. Nina notó su sonrisa maliciosa, mientras volvía a mirarla a la cara.

—Oh, sí, mucho, mucho mejor. Espero que no tengas otros planes para esta noche, chérie, porque no tengo intención de volver a permitirte escapar de mis brazos otra vez.

—Promesas y más promesas. —Corrió la uña sobre su pecho, dibujando con lentitud un círculo alrededor de su pezón. Mientras sus músculos eran duros, su piel era sorprendentemente suave.

—Puedes llevar esa promesa al banco, es tan buena como el oro.

—Si tuviera un centavo por cada promesa… —Ella no pudo seguir, sino que se vio inmovilizada por su cuerpo, su boca tibia besando sus labios.

—Quédate quieta chérie, y déjame amarte. —Nunca antes lo había oído hablar con tanta ternura.

***

Amaury sentía el cuerpo caliente de Nina debajo de él, sus deliciosos pechos aplastados contra su pecho. El calor de su cuerpo se filtró en él y encendió sus células. La atracción que tenía sobre él, era irresistible. Su aroma creaba un capullo a su alrededor, como si quisiera protegerlo de todo lo demás. Ella era la única mujer con la que quería estar.

Su hambre por ella era palpable ahora. Con dificultad la empujó hacia atrás, no quería devaluar esta experiencia por la prisa. Este sería un recuerdo que ambos apreciarían, un evento al cual mirarían con alegría.

¿Había alguna otra mujer que le diera tanta alegría, enviando tanto placer a través de su cuerpo? Sus suaves suspiros y gemidos, sólo avivaban más el fuego que ardía en él.

Amaury se colocó entre sus muslos confiados, dejando que el duro borde de su pene rozara su centro. Incluso a través de la ropa podía sentir su humedad y su calor, mientras ella le respondía con movimientos ondulantes de sus caderas. Oh, sí, esta pequeña dinamita lo deseaba tanto como él a ella. Incluso sin sentir sus emociones, conocía este hecho con certeza. Y ella lo tendría.

Se echó hacia atrás un poco, para dar a sus manos la oportunidad de tocar sus preciosos pechos. Sus duros pezones, gritaban por ser tocados. Los pequeños brotes duros de color rosa, saludaban a sus dedos.

—Prométeme nunca ocultarlos de mí, en un sostén. —Quería que sus frutas maduras, siempre estuvieran accesibles a sus hambrientas manos, sin estar impedido por la restricción de sus prendas. Todo lo que siempre deberían sentir eran sus manos acariciándolas, sus labios besándolas, y su boca chupándolas con avidez. Tal vez incluso, poder extraer con sus colmillos la sangre de ahí, alimentándose de ella. Su pene se sacudía violentamente con esa erótica imagen.

—¿No te gusta desnudarme? —A Nina le gustaba tentar, pero a él no le importaba.

—Oh, me gusta desnudarte, pero no quiero que nada ni nadie pueda tocar esas hermosas tetas más que yo. No quiero que un sostén tenga más contacto con ellos que yo. Podría sentir celos. —Y los tendría. Tendría envidia del sujetador, que sostendría sus globos gemelos durante todo el día, mientras ellos saltaban arriba y abajo. No, él debería ser el único que pudiese hacer eso, para mantener su peso, para sostenerlos, apretarlos, masajearlos.

—¿Es esa una orden?

Amaury frotó la punta de sus dedos sobre su pezón—. Vamos a llamarla una sugerencia… —Él sabía lo poco que ella respondía a una orden.

Nina se arqueó en su mano—. ¿Alguna otra… sugerencia? —La mirada sensual que daba por debajo de sus pestañas, hacía que su corazón se detuviera momentáneamente. ¿Era en realidad el cebo para hacer más demandas? Había unas cuantas peticiones escondidas, que no le importaría que las cumpliera.

—Unas pocas. Si estás preparada para ellas. —Poco a poco amasó la carne flexible en su palma. Luego sus labios descendieron sobre su piel de seda, y dejó que se deslizaran sobre el pezón. Su lengua lamía su piel y seguido por su aliento, se sentía como un fantasma sobre su húmeda piel.

Nina dio un gemido ahogado, mientras su pezón se convertía en un pico de roca dura—. ¿Estás tratando de matarme?

—Por el contrario, voy a hacerte sentir más viva que nunca. —Con pocas palabras, levantó la vista de su actual deliciosa tarea, para mirarla—. Y eso es una promesa.

Y él cumpliría esa promesa.

Minutos más tarde, estuvieron ambos desnudos. Nada ahora podría interponerse entre el camino de su boca ansiosa y sus manos.

Estaba a punto de perder el control, mientras tenía su cuerpo bajo de él una vez más. Su excitación era como un faro que lo llevaba a una larga búsqueda de un tesoro enterrado. Amaury aspiró profundamente, inhalando su aroma, dejando que su nariz se tentara, cubriendo su lengua, y penetrando en sus pulmones. Qué aroma tan dulce, qué droga tan poderosa era ella para él.

Por un momento se mantuvo todavía encima de ella, su peso se apoyaba en las rodillas y los brazos, mientras la miraba. La cara de Nina era brillante, sus rizos color miel, sus ojos bien abiertos, expectantes, pero sin miedo.

—Por favor —fue todo lo que dijo, pero sus acciones decían mucho más. Sus piernas alrededor de su cintura, y poco a poco bajándolo hacia ella, hasta que su erección se instaló en la entrada de su centro de erotismo.

La tibia humedad lo saludaba y lo invitaba. Su cuerpo tenso en espiral, anticipando su estrechez, su calor, mientras se contuvo por un sólo segundo para saborear el momento. Amaury sintió la corrección de su decisión, la determinación en sí mismo de lo que tenía que hacer.

—Eres mía. —Su afirmación era como un grito de batalla, mientras siguió adelante penetrándola con su pene, dejando que sus tensos músculos lo presionaran, lo encarcelaran en una jaula de la cual nunca sería capaz de escapar, ni querría hacerlo.

—Oh, bebé —le susurró, casi sin aliento. Nadie nunca lo había llamado bebé.

—¿Muy grande?

Nina negó con la cabeza—. ¡Perfecto!

Era todo lo que necesitaba. Amaury se retiró de su apretada vagina, dejando que su pene se deslizara hacia afuera, excepto por su bulbosa cabeza, antes de hundirse nuevamente en su húmedo calor. Con cada movimiento sus testículos se golpeaban contra su carne, lo que sólo se sumaba a la atractiva sensación de sus músculos apretándolo.

Nina echó la cabeza hacia atrás y se arqueó hacia él, sintiendo sus movimientos uno a uno. Su sensible cuello estaba expuesto a su vista, la vena palpitante bajo su pálida piel, le hacía señas, invitándolo.

—Nina, te necesito. —Hundiendo sus labios en su cuello. Un movimiento de sorpresa, fue su respuesta. ¿Había cambiado de opinión? Antes de que pudiera retirarse, sintió una mano en el cuello, presionándolo más cerca de ella.

—Sí, Amaury.

Sus palabras eran como música para sus oídos, como el canto de los ángeles. Podía oler su sangre, casi sentía su sabor. Sus colmillos se alargaron, y luego sin prisa, las puntas afiladas pincharon su piel y se enterraron.

El olor de su sangre lo asaltó al instante, casi arrebatándole sus sentidos, era tan intenso. El espeso líquido revistió su lengua y cayó por la parte posterior de su garganta. Caliente, abundante y dulce, se extendía en su boca. Su primer trago fue como el bocado después de un hambre eterno. Nutritivo, rico y embriagador.

Su pene latía con violencia, mientras la sangre reponía su cuerpo, aumentaba el ritmo de sus caderas. Amaury escuchó un gemido incontrolable y salvaje en sus oídos. Las uñas de Nina se clavaban en su espalda, mientras ella se arqueaba contra él.

En el momento en que él sintió su boca sobre su hombro y sus dientes enterrándose, sabía lo que ella necesitaba. Los dientes desafilados humanos, nunca perforarían su piel, pero podía hacerlo por ella. No pudo detener su siguiente acción. Era como si su corazón, hubiese inmovilizado su cerebro y dictaba los movimientos de su cuerpo. Su mente ya no era su dueña. Por primera vez en su vida como vampiro, su corazón gobernaba.

Como si estuviera en trance, Amaury quitó los colmillos de su cuello, retrocediendo. Nina soltó su hombro instantáneamente—. No te detengas, por favor, no te detengas —ella le rogó.

—No lo haré. —Con la uña, cortó la piel de su propio hombro. Segundos más tarde, la sangre se filtraba por la herida. Él la miró a los ojos, nublado de pasión—. Bebe de mí chérie, por favor, déjame ser tuyo.

La vio cambiar de expresión, en primer lugar fue de sorpresa, luego de interés. Pero había también precaución y duda en ella también.

—No te convertirá en un vampiro, te quedarás humana. Pero voy a ser tuyo. —Y ella sería suya, siempre su compañera. Con un vínculo de sangre, para toda la eternidad. Ligada a él. Para él, para protegerla por siempre. Su corazón había tomado la decisión por él. No había camino de regreso. Podría explicarle todos los detalles más tarde, pero por ahora, no podía dejar pasar este momento mágico.

La boca de Nina llegó al corte. Su lengua salió apresuradamente y lamió la sangre, encerró sus labios alrededor de la herida y comenzó a beberlo.

Su acción enviaba un rayo a través de su cuerpo. Amaury dio a conocer con su pecho, un rugido de triunfo. Un momento después, hundió nuevamente sus colmillos sobre su cuello.

—Por siempre.

Y entonces por fin, pudo sentir sus emociones. Ahora era un hambre diferente la cual tenía que calmar, no era la necesidad de sangre para nutrirlo, pero la necesidad de su sangre para completarlo, para establecer su inquebrantable vínculo.

La sangre de Nina lo llenó y se mezcló con la suya, en un proceso que iba a cambiar el ADN de ambos, tanto misteriosamente como de manera irrevocable. Si quería, podía engendrar hijos con ella. Pero lo mejor, él siempre estaría al tanto de ella, la sentiría, sabría lo que estaba sintiendo, al igual que ella lo sabría de él. Sus almas estarían conectadas.

La sensación de paz dentro de él, le proporcionó calor a su corazón. Nina era suya.

Amaury dejó su cuello y retiró sus colmillos. Su lengua pasó sobre las incisiones, sellándolas de forma instantánea.

La boca de Nina todavía succionaba en su hombro, y él se vio envuelto en la sensación que le causaba. Ella estaba tomando su esencia y lo aceptaba por lo que era.

—Sí, llévame dentro de ti —le susurró al oído.

Con cada gota de sangre que tomaba de él, sintió que su excitación crecía. Ella estaba tan resbaladiza, su pene se deslizaba hacia atrás y adelante con una rápida sucesión, inyectándola, llevándola a su punto óptimo con cada movimiento.

Él utilizó hasta la última gota de control para evitar la eyaculación, hasta que finalmente sintió que la respiración de ella era errática y su cuerpo se tensaba. Un segundo después, su clímax llegó y sus músculos se apretaban alrededor de él. Con un último movimiento, él se adentró en ella, tocando su útero e inundándola con su semen. Su pene palpitaba, liberando flujo tras flujo en su cálido interior.

La boca de Nina se aflojó en su hombro. Había dejado de beber de él. Sus ojos estaban cerrados cuando la miró.

—Nina, ¿estás bien?

Ella dejó escapar un suspiro, una gota de su sangre en sus hinchados labios, se asomó—. Mmm.

Amaury la besó suavemente.

Eres mía.