Amaury miró atónito a Nina, sin entender por un momento lo que había dicho. ¿Ella le perdonaba lo que había hecho hace cuatro siglos? No, él no podía aceptar el perdón. Él no se lo merecía.
Trató de hablar, de protestar, pero las palabras no llegaron más allá de sus secos labios. Sus manos se envolvieron alrededor de su cuerpo y su cuerpo desnudo se presionó al suyo. Ella debería estar horrorizada, disgustada, apartándose de él. Sin embargo, no lo hizo. En cambio, con las manos lo tranquilizó, le acarició con ternura sobre su cuerpo y plantó pequeños besos en su cuello y en sus hombros.
Por su propia voluntad, sus manos la acercaron más, abrazándola con fuerza, mientras gentilmente los regresaba dentro de las sábanas.
—No lo entiendo. —¿Por qué esta pequeña peleadora de pronto se había vuelto tan suave con él? Él era el vampiro fuerte y aterrador, el mismo que le había atacado en su sueño, pero ella lo tranquilizaba con su tacto y sus besos tiernos.
—Eres demasiado duro contigo mismo. Fue un accidente, un terrible accidente. Es hora de que dejes de lado la culpa.
Amaury no sabía si eran sus palabras lo que lo hacían sentirse mejor, o la forma en que las decía. O tal vez era sólo la forma en que ella se acurrucaba en él, confiando en que no le haría daño. Pero él se sentía más tranquilo, y la tristeza que lo había invadido antes, habían desaparecido.
La besó en la frente, luego la miró a los ojos—. ¿Quién eres tú? —No sólo bloqueaba las emociones que le bombardeaban la cabeza, pareciendo entenderlo en un nivel más profundo, sino también, sabía lo que necesitaba y cuando lo necesitaba. ¿Era esto posible?
Nina negó con la cabeza—. Yo no soy nadie. Pero reconozco el dolor cuando lo veo.
Y él entendió. Habiendo crecido en un hogar de crianza, no podría haber sido fácil—. Háblame de ti y de Eddie. He leído en su expediente que ustedes vivieron en un hogar de crianza. Debe haber sido difícil.
Nina cerró los ojos por un momento antes de hablar—. ¿Un hogar de crianza? Fueron tres.
Amaury la acercó más hacia su cuerpo y tiró de la sábana por encima de ellos—. Dime lo que pasó. Quiero saber lo que te convirtió en un hueso duro de roer.
—¿Crees que soy dura?
Él sonrió—. Sí, y lo digo en el buen sentido. Me gusta una mujer fuerte.
—Mis padres estaban en camino de regreso de su cena de aniversario. —Hubo una mirada lejana en sus ojos, una mirada que hablaba de tristeza y añoranza—. La niñera me permitió ver la televisión, mientras ella ponía a Eddie en la cama. Fue entonces cuando la policía se presentó en la puerta principal.
Hizo una pausa y aspiró unas cuantas veces antes de continuar—. Un conductor ebrio, dijeron. Se había pasado la luz roja. Recuerdo a mis padres, como si fuera ayer. Pero Eddie era demasiado pequeño. A veces lloraba en la noche, porque no podía recordar cómo era nuestra madre. La primera familia de crianza, en la que fuimos colocados, fue muy agradable con nosotros, pero nuestro papá adoptivo perdió su trabajo y no pudo permitirse el lujo de mantenernos. Eddie tenía el corazón destrozado, pero la gente de servicios sociales, simplemente nos llevaron.
Ella suspiró—. Ellos querían dividirnos en un primer momento, porque pensaron que era más fácil colocar sólo a uno de nosotros, pero no dejaría ir a Eddie. Le grité a todos los que se acercaban a nosotros.
Amaury rozó los nudillos por su mejilla, queriendo consolarla.
—Yo tenía doce años, cuando nos enviaron a otra familia. Yo era grande para mi edad y ya tenía senos. Y ese fue un problema.
El estómago de Amaury se retorció. No le gustaba el rumbo que tomaba la historia.
—Un día atrapé a mi padre adoptivo, mirándome cuando me vestía. Él trató de restarle importancia, pero yo conocía la mirada que él tenía. Al principio no dije nada porque mi madre adoptiva era tan agradable. A Eddie realmente le gustaba ahí y tenía amigos en la escuela. Yo no quería que él se tuviera que mudar de nuevo. Pero sucedía una y otra vez. Hasta que no pude soportarlo más.
Nina lo miró con grandes ojos—. Encontré fotos. No sólo mías, sino también de otras chicas. El pervertido nos tomaba fotos… desnudas en la ducha o el baño, o cuando nos vestíamos. Había agujeros para espiarnos por toda la casa.
Oh, Dios mío. ¿Qué hiciste? Las manos de Amaury se hicieron puños. Y sabía exactamente dónde quería que esos puños aterrizaran.
—Empecé a poner barricadas en la puerta de mi cuarto, pero mi madre adoptiva empezó a sospechar. Cuando cumplí los catorce años, me ponía ropa que ocultara mi figura, así no me miraría más, pero él no se detuvo. Entonces un día me olvidé de cerrar mi puerta con llave y él entró y me tocó, pero le di una patada. Estaba tan enojado. Yo sabía que iba a volver esa noche y me lastimaría. Recogí a Eddie de la escuela y le dije que nos iríamos de campamento.
Amaury le dio un suave beso sobre su cabello. ¿Por qué no podía haber estado allí para ayudarla cuando ella lo necesitaba?— chérie. —Fue todo lo que pudo susurrarle.
—La gente de Servicios Sociales nos encontró después de tres días, pero mientras tanto, yo ya le había enviado algunas de las fotos a mi madre adoptiva, de forma anónima, por supuesto. Cuando llegamos, vi que había estado llorando. Una semana más tarde los de Servicios Sociales vinieron y nos recogieron nuevamente. Ella eligió a su marido en vez de nosotros. Se quedó con él, con ese pervertido. Y nos tiró fuera a mí y a Eddie. ¿Cómo pudo elegirlo a él? Éramos niños buenos. Él era un hombre malo.
Nina contuvo las lágrimas—. Me culparon. Eddie también. Él no entendía. Tenía sólo once años. Nos tuvieron en el orfanato durante un tiempo, y me hubiera gustado que nos quedáramos ahí. Pero Eddie era un niño lindo y popular, así que nos encontraron otra familia. Después de la última, yo no creía que podría ser peor.
Amaury sentía rabia acumulándose en su interior.
—Nina, no tienes que decirme nada más. Sé que esto es doloroso para ti. Yo te entiendo.
Ella sacudió la cabeza—. No, tengo que decírtelo. Hice algo muy malo. Y tú, debes saberlo.
Amaury la besó en los labios suavemente—. Cualquier cosa que hayas hecho, estoy seguro que era justificado.
—Apuñalé a un hombre, y si hubiera tenido el coraje, le hubiera cortado el pene también.
Hizo una mueca, su cuerpo instintivamente se sacudió a la imagen que le proyectaba. Su mandíbula se abrió, y todo lo que pudo hacer fue mirarla.
—Sí, tomé un cuchillo y casi castré a mi tercer padre adoptivo. Él vino a mi habitación una noche y me violó. Yo sabía que nadie me creería si lo reportaba… él era un ciudadano honrado, muy respetado en la ciudad. Yo sabía que lo haría de nuevo. Pero yo ya estaba preparada para la siguiente vez.
Amaury escuchaba con gran expectación.
—Cuando me tocó otra vez con esas manos sucias, agarré el cuchillo que había dejado debajo de mi almohada y lo apuñalé. Había tanta sangre. Sólo mi cobardía lo salvó de cortarle el pene. En su lugar, le retorcí el cuchillo en el estómago. Gritó, y mi madre adoptiva llegó corriendo justo cuando yo lo apartaba de mí. La amenacé también. Y entonces, reproduje la grabación que había hecho en la pequeña grabadora en mi mano. Yo siempre la usaba en la escuela para grabar a mis maestros, pero la mantenía cerca, porque sabía que la necesitaría como prueba algún día. En la grabación, mi madre adoptiva pudo escuchar lo que él trataba de hacerme.
—Me aseguré de que ella se diera cuenta, que los destruiría a ellos y a su preciosa reputación, si alguno nos tocaba a Eddie o a mí otra vez. Y tenía la prueba para que eso ocurriese.
—¿Qué pasó con el bastardo? —Si él aún no estaba muerto, Amaury estaría encantado de hacerlo. Sintió una oleada de furia aumentando en su estómago.
—Él sobrevivió. Ella llamó a una ambulancia y les dijo lo que yo le había dicho que dijera: que su marido había sorprendido a un ladrón y fue apuñalado por este. Me aseguré de que todas las evidencias apuntaran a eso para cuando llegó la policía: rompí una ventana desde el exterior y escondí mis sábanas ensangrentadas. Por supuesto no encontraron al hombre, y trataron de averiguar lo que estaba pasando, pero todo lo que tenían para continuar, era nuestro testimonio. No había nada que pudieran hacer. Para cuando salió del hospital, había puesto una copia de la grabación en un lugar seguro, junto con instrucciones para hacerlo público si algo le pasaba a Eddie o a mí.
—¿Un lugar seguro?
—Un buzón de correo, en un lugar en otra ciudad, con las instrucciones para abrir la caja y enviar su contenido al sheriff del condado, si algo me pasaba.
—¿Y entonces?
—Me faltaban casi dos años más para mi cumpleaños número dieciocho. Esos meses que viví con ellos, fueron un infierno, pero no me tocó, por miedo a que yo fuese a realizar mi amenaza. Cuando presenté mi solicitud para convertirme en el tutor de Eddie, en mi cumpleaños número dieciocho, ellos apoyaron mi solicitud. Yo tenía dos puestos de trabajo en ese momento, si trabajaba constantemente podría mantenernos. Ellos querían que me fuera, por lo que hicieron todo lo posible para ayudarme.
Amaury tragó saliva. ¿Cómo podría una muchacha de dieciocho años, asumir tal responsabilidad, y lidiar con su propio dolor? ¿Qué tanto más había sufrido ella?
—¿Cómo pudiste quedarte con ellos, después de lo que te hicieron? ¿Por qué no fuiste a la policía?
—No tuve otra opción. No podía arriesgarme a un prolongado juicio. Apuñalé a un hombre. Habría tardado meses en probarse que actué en defensa propia. No podía arriesgarme a estar separada de Eddie. Lo habrían enviado a otro lugar, mientras todo eso estaba pasando. No, era demasiado arriesgado. Yo tenía que quedarme con Eddie. Era la única manera.
—¿No crees que era más arriesgado suponer que te darían la tutela de tu hermano? Sólo tenías dieciocho años, por amor de Dios. —¿Cuáles eran las probabilidades de que tu solicitud no fuera rechazada de inmediato?
—Como he dicho, mi padre adoptivo era un ciudadano respetable, y él conocía a mucha gente. Tanto era su deseo porque todo esto terminara, que él movió algunos contactos con el juez, yo era como una espina en su ojo. Tan pronto como me convertí en tutor de Eddie, nos fuimos. Nos mudamos muchas veces hasta que aterrizamos aquí en San Francisco.
Amaury gruñó. Deseaba que ese cretino se hubiera desangrado hasta morir, en lugar de haber sobrevivido. Él no se merecía estar vivo, después de haber violado a una niña de dieciséis años. Su dulce Nina, haciéndola pasar por un horror como ese. La idea de querer matar a alguien creció en él. Sintió que su cuerpo se tensaba y se endurecía.
—Así que ya ves. Hice una cosa terrible, apuñalarlo, con ganas de matarlo. Lo hice a propósito. Yo sabía lo que estaba haciendo y aún así, lo hice.
Nina giró la cabeza lejos de él y la enterró en la almohada. Él no sabía qué hacer. ¿Abrazarla? ¿Darle su espacio? ¿Por qué no podía leer sus emociones, para que supiera qué hacer ahora?
—Lo siento, Nina. —Amaury no pudo encontrar las palabras, mientras la rabia corría por sus venas. Alguien la había lastimado, y él quería tomar represalias, dañar al hombre aún más. Acercó la mano a su hombro, la retiró instantáneamente, cuando vio que sus dedos se habían convertido en afiladas garras. Sintió que le picaba la mandíbula y los colmillos empezaban a asomarse, incapaz de impedir que apareciera su lado vampiro. No, no podía dejarse llevar así, delante de ella. Lo último que ella querría ver en ese momento, era otro hombre violento, sobre todo después de que él la atacara mientras dormía. Él tenía que aplacar su ira, antes de que pudiera tomarla en sus brazos de nuevo.
—Duerme un poco más. Te dejaré descansar.
Amaury volvió la cabeza y evitó mirarla. Sabía que sus ojos rojos brillaban. Bajó la mirada hacia sus manos… armas letales. No, no podía tocarla en ese momento, por mucho que quisiera confortarla. No estaba en control de sí mismo—. Lo siento.
Se levantó de la cama y desnudo como estaba, entró en la sala de estar, cerrando la puerta detrás de él.
En una esquina, estaba su saco de boxeo, colgando del techo. Se dirigió directamente hacia él. Eso era lo que necesitaba: golpear algo, pues no podía golpear al violador o a cualquiera de los hombres que le había hecho daño. Amaury golpeó los puños con saña contra la bolsa. Iba a matar a cualquier hombre que le hiciera daño. Nina estaba bajo su protección ahora. Nadie le haría daño otra vez. Se aseguraría de eso.
***
Amaury no había vuelto a la cama después de que Nina, le había hablado de su pasado. Ella fácilmente podría adivinar por qué: estaba horrorizado de lo que había hecho. Y lo que era peor, había sido violada, ¿y qué hombre querría lidiar con eso? Nadie quería eso. Y menos aún, un hombre como Amaury, que podía tener a cualquier mujer que él quisiera. Podía tener a una mujer que no tuviera el tipo de carga emocional que ella.
Probablemente ya se había arrepentido de haber dormido con ella. Su «lo siento» había salido por piedad. Supuso que había pasado las horas restantes del día, pensando en cómo podía librarse cortésmente de esa relación. Nina se lo haría más fácil. No quería quedarse donde no era bienvenida.
Mientras Nina dejaba que el agua caliente de la ducha corriera sobre su cuerpo, sabía que nunca debió haberse abierto a él. Amaury la había hecho sentirse segura por sus suaves palabras y por su propia confesión de su pasado. En un primer momento, había sido un choque para ella escuchar lo que él había hecho, pero ella había encontrado en su corazón perdonarlo, porque no había sido a propósito. El dolor en sus ojos cuando hablaba de su hijo había calado hondo en su propio corazón.
Pero cuando confesó su propia culpa, Amaury no había sido capaz de hacer lo mismo. Ella sintió inmediatamente su vacilación al tocarla, hasta que finalmente se alejó por completo… como si estuviera disgustado con ella. En el momento en que ella necesitaba más su toque, se lo había negado, se había ido.
Él la había rechazado, como todos los demás lo habían hecho antes que él. Al igual que su madre adoptiva la había rechazado, después de haber expuesto a su esposo como un pervertido. Aun sabiendo que su marido estaba abusando de niñas, lo había elegido a él antes que a Nina. Su autoestima en ese momento, no podía haber sido más baja… hasta ahora: ser rechazada por Amaury después de abrirle su corazón, era aún más doloroso.
Nina ahora temía estar frente a él. Ella no quería ver la piedad o lástima en sus ojos. Tal vez él la mantendría cerca por un poco más de tiempo, para que no fuera demasiado obvio que él ya no la quería, pero ella lo sabría.
No permitiría que esto sucediera. Ella lo dejaría en sus propios términos. Y sólo había una manera de hacerlo: defender a su corazón dolido, atacándolo a él. No podía hacerle saber lo mucho que le dolía. Sólo lo haría peor.
Nina salió de la ducha y se secó antes de vestirse con la ropa de la noche anterior.
Se encontró con Amaury en la sala, donde en una esquina, tenía un pequeño gimnasio. Él se había vestido con pantalones cortos de gimnasia. La parte superior de su cuerpo estaba desnudo, sus músculos flexionándose con cada movimiento que hacía, su piel reluciente de sudor.
Él la saludó con una mirada cautelosa—. Ya te levantaste.
—Sí, me di una ducha. Espero que no te importe.
—No. No, por supuesto que no.
¿Era nerviosismo el que mostraba? Se limpió la cara con una toalla luego dio unos pasos hacia ella. Pero a mitad del camino, pareció cambiar de idea y se detuvo.
—¿Puedo dejarte sola durante una hora? Tengo que ir a alimentarme.
No entendió las palabras de inmediato—. ¿Alimentar?
Él asintió con la cabeza, los ojos permanecieron cautelosos—. No me alimenté la noche anterior, y la noche anterior a esa casi no probé nada de sangre.
Así que ella había entendido bien, después de todo. Amaury tenía la intención de salir a beber la sangre de alguien. Bien, la proveía tan sólo del argumento adecuado para su salida.
—¿Vas a salir a morder a alguien?
La mirada que le lanzó sólo podía ser descrita como terca—. Necesito sangre para sobrevivir.
Nina sabía lo que era necesario para un vampiro—. ¿Qué hay de malo con la mía? —¿Mordería el anzuelo? ¿Caería en la pelea que ella estaba tratando de crear, así podría irse con su cabeza en alto?
Sus ojos se abrieron, caminó con fuerza hacia ella y la agarró por los hombros.
—¿Estás loca? No sabes lo que estás diciendo. No es posible que quieras que te muerda.
En el momento en que lo dijo, la comprensión la golpeó como un rayo.
Ella quería que él la mordiera.
Ella quería que bebiera de su sangre.
Su vida no estaría completa sin que Amaury la tomara. Y en ese instante reconoció, que la controlaba más el miedo, de lo que nunca antes sintió en su vida.
Con la fuerza que pensaba que no tenía, Nina sacudió su mano—. ¡Aléjate de mí! —Si se quedaba, ella se convertiría en su juguete, él podría jugar con ella de la forma que quisiese, porque no tendría fuerzas para resistirse. No podía permitirse eso. Nunca podría volver a estar a merced de un hombre, no importaba lo mucho que lo deseara. No importando cuánto le doliera el corazón por él.
La cara de a Amaury adquirió una mirada de asombro—. Nina, ¿de qué se trata esto?
—Yo no… Yo no puedo… —Su voz se quebró. Se dio la vuelta y huyó, tirando la puerta abierta.
—¡Nina!
Lo oyó gritar detrás de ella, pero ya estaba en la escalera y siguió corriendo. Tenía que alejarse del único hombre que había roto la puerta de su corazón abierto, dejándolo expuesto a ser herido.