Nina se sacudió y se despertó al instante. Estaba oscuro. Sólo una pequeña lámpara de noche desde la puerta del baño abierta, iluminaba la habitación. El colchón se movía, la persona al lado de ella se movía bruscamente… Amaury. Sus gritos la habían despertado.
Nina buscó la mesita de noche, para encontrar el interruptor de la lámpara, botando un libro en el proceso. La pequeña lámpara difundió un suave resplandor en la habitación.
Su mirada se volvió a Amaury que continuaba moviéndose con violencia, ya había arrojado la sábana a un lado. El sudor cubría su cuerpo desnudo. Murmuraba en francés, un idioma que ella no hablaba, su cabeza se sacudía bruscamente de un lado al otro.
Era evidente que estaba en medio de una violenta pesadilla. Ella ni siquiera sabía que los vampiros podían soñar, y menos que tuvieran pesadillas. Nina puso su mano sobre su hombro, tratando de despertarlo.
Su garganta emitió un fuerte gruñido, haciéndola echarse hacia atrás al instante. Ella vio sus colmillos sobresalir de su boca.
—¡Amaury, despierta!
No parecía oírle, porque continuaba retorciéndose. Parecía empeorar por momentos. Tenía que despertarlo, sin importar qué. Estaba plenamente consciente de su propio cuerpo desnudo, y por un momento la hizo sentir vulnerable.
Nina se giró sobre él y se sentó encima montándolo, al mismo momento que agarraba sus brazos. Incluso en sus sueños, él era fuerte.
—Amaury, tienes que despertar. Por favor.
Apretó su peso sobre él, cuando un gruñido llenó la habitación. Sus ojos se abrieron de golpe, mirándola con la vista enrojecida. Se quedó sin aliento en la garganta mientras trataba de alejarse de él. Sin embargo, en una fracción de segundo, la había volteado y la colocó por debajo de él, mostrándole sus colmillos afilados y gruñendo como una bestia. Nunca había visto a nadie más aterrador en su vida.
—AMAURY —gritó, él tenía su cara a sólo centímetros de la de ella—. Soy yo, Nina. ¡Ya basta por favor!
Tan pronto como la había atacado, la soltó y retrocedió, cayendo sobre sus rodillas. Ella tomó sus piernas y giró hacia atrás para apoyarse contra la cabecera.
Amaury parecía aturdido y confundido, respirando con dificultad—. ¿Qué pasó?
Cuando ella miró su rostro, sus ojos se habían vuelto a su color azul brillante, y sus colmillos, habían retrocedido—. Tuviste una pesadilla.
Él desvió la mirada—. Oh, Dios, lo siento. Nunca debí haber hecho que te quedaras. —Él le devolvió la mirada—. ¿Te he hecho daño?
Sus ojos recorrieron su cuerpo, aparentemente, en busca de cualquier signo de lesión.
—No. Está bien. —Sólo su corazón seguía latiendo con violencia.
Él negó con la cabeza—. No, no lo está. Te puse en peligro. Yo podría haberte mutilado o algo peor. Voy a dormir en el sofá. Cierra la puerta detrás de mí.
Amaury se levantó, pero ella se apoderó de su brazo, haciéndole detenerse en medio del movimiento. Su mirada cayó primero hacia su mano, y después la guio hasta su cara.
—Quédate —le dijo.
Había una mirada triste en sus ojos—. Nina, no quiero ponerte en peligro. Si hubiera sabido que esto iba a suceder, te hubiera pedido que te encerraras aquí desde un principio.
Nina se acercó a él—. No fue tu culpa. Por favor, vuelve a la cama. Tengo frío sin ti.
Pasó la otra mano sobre su pecho. Sentía una extraña sensación de protección hacia él. ¿Proteger a un vampiro?—. Abrázame y cuéntame de tu pesadilla. Yo sé mucho acerca de las pesadillas. No debes estar solo en este momento. —Sus propias pesadillas siempre la habían asustado, y estar sola después de despertarse en medio de la noche, la asustaba aún más. ¿Por qué habría de ser diferente para un vampiro?
La renuencia de Amaury a volver a la cama era evidente, pero sin embargo, se dejó caer hacia atrás. Ella moldeó su cuerpo contra su tibia piel.
—¿Cómo es que no sabes?
—Yo sabía de mis pesadillas, por supuesto, pero no de cuán violento me vuelvo. Siempre duermo solo.
Cayó en cuenta—. ¿Ninguna de esas mujeres, se quedaron aquí contigo?
Amaury negó con la cabeza—. En realidad nunca he sentido la necesidad de dormir con una mujer. Y cuando digo «dormir», no me refiero a sexo. No he dormido con una mujer en mis brazos, desde que era un ser humano.
—Oh. —Su ira sobre todas las mujeres con las que había tenido sexo se disipó. De pronto se sintió demasiado tímida para preguntarle por qué nunca había pasado la noche con una mujer en su cama. O tal vez no era timidez. Tal vez simplemente no tenía ganas de saber demasiado de eso. Ella no quería llenarse de esperanza, de que hubiese algo especial creciendo entre ellos.
Ella levantó la mano para acariciar su mejilla—. Háblame de la pesadilla.
—No estoy seguro de que esto sea algo que te guste saber de mí.
—¿Por qué no?
—Porque es algo que hice en mi pasado, algo muy malo.
Dado que él era un vampiro, no creía que hubiese algo que realmente pudiera sorprenderla—. Todos tenemos demonios de nuestro pasado. Tal vez es hora de que hables de los tuyos.
—Hablas como mi psiquiatra.
Su revelación la sorprendió—. ¿Tienes un psiquiatra?
—Lo tenía, pero en realidad él no pudo ayudarme.
—Entonces, ¿qué tienes que perder?
Él la miró durante un largo rato—. Nada, supongo. Un día tendrías que enterarte de esta información de todos modos. Así que, ¿por qué no contártelo ahora? —Le dijo Amaury, dándole un beso en su frente—. Pero prométeme algo.
Nina le dio una mirada perpleja.
—Prométeme, que sea lo que sea que pudieras pensar de mí después de esto, no huirás. Todavía estoy aquí para protegerte, incluso de mí mismo si es necesario.
—No voy a huir.
Él asintió con la cabeza y tragó saliva con fuerza antes de que la mirara fijamente.
—He cometido un terrible crimen. Maté a mi hijo pequeño.
Por un momento hubo un silencio absoluto en el cuarto. Amaury no respiraba.
—Oh, Dios mío. —Su garganta estaba demasiado seca para decir nada más. Esa revelación caló muy hondo en ella.
Nina lo sintió alejarse, pero lo tomó por el brazo. Sabía instintivamente que el rechazo, era lo último que él podría manejar en ese momento—. ¿Cómo sucedió?
—Fue mi primera noche como vampiro. No tenía idea de lo que el cambio haría en mí. El ansia de sangre, la terrible sed… con la cual no sabía cómo luchar. Jean-Philippe, tenía sólo tres años de edad. Confiaba en mí. —La voz de Amaury se quebró.
Nina lo abrazó con fuerza, acariciándole la mano sobre su ancha espalda. Era un padre… había tenido una esposa, un hijo. Nunca lo hubiera imaginado. De repente, lo miró con ojos diferentes. Le había importado alguien más, antes. Había amado a alguien alguna vez—. No quisiste hacerlo. El que te hizo un vampiro fue el culpable.
Amaury se apartó de ella—. No. Yo tuve la culpa. Tal vez yo no pedí ser cambiado, pero yo lo provoqué.
—Lo provocaste, ¿cómo?
—Pensé que podría ayudar a mi familia. Yo no podía mantenerlos, pero un hombre me hizo una oferta. La acepté, pensando que podía hacer mejor las cosas para ellos y para mí. Él lo hizo parecer tan fácil. Me iba a pagar por permitirle alimentarse de mí, pero él no cumplió con el acuerdo y en su lugar, me convirtió en un vampiro. Yo no sabía nada acerca de la sed, la forma en que me controlaría. Cuando llegué a casa la primera noche después de convertirme, Jean-Philippe estaba allí en la puerta, corrió a saludarme. Yo estaba hambriento, muerto de hambre.
Amaury se pasó las manos por el pelo, una mirada asustada en sus ojos—. Caí en la sed de sangre. Nina, lo dejé seco. Mi propio hijo. Soy un monstruo.
Nina quería darle consuelo, pero él la detuvo como si no sintiera que se merecía compasión.
—Cuando mi esposa vio lo que había sucedido, ella me maldijo. Y luego se arrojó de la torre de la iglesia. Se suicidó porque no pudo soportar la pérdida de nuestro hijo. Ella tenía todo el derecho de odiarme. Yo me odiaba a mí mismo. —Hizo una pausa—. Ella fue quien me dio este, mal llamado, don.
—¿Don?
—El hecho de poder sentir las emociones de otros. Ella me maldijo. A pesar de que ella no era una bruja. Había una creencia en ese entonces, que si deseabas algo con todo tu corazón y luego te matabas a ti mismo, tu deseo se convertiría en una maldición. Eso es lo que pasó. Ella me maldijo, de igual manera en que me maldijo con que nunca podría amar de nuevo. Ahora ya lo sabes.
—¿Nunca volver a amar?
Amaury asintió con la cabeza y tragó saliva—. ¿Sabes por qué vivo en la zona más despreciable de la ciudad? Porque no merezco nada mejor. Al menos entre las personas menos afortunadas en esta ciudad, me siento como en casa. Siento su dolor, su rabia. No hay mucho amor en Tenderloin. No me recuerda a cada momento lo que no puedo sentir. Esto hace que sea más fácil.
Nina tomó su mano grande, y la puso en la suya apretándola—. Amaury, ¿por qué eres tan duro contigo mismo?
—¿Por qué? Porque todas las noches me acuerdo de lo que he hecho, y cada noche me gustaría poder volver el tiempo atrás y traerlo de vuelta. Traer a ambos de regreso. Pero no puedo. Los he matado a los dos.
Le hizo apoyar su cabeza contra su hombro—. ¿No te has arrepentido lo suficiente? ¿Cuándo sucedió todo esto?
—Hace más de cuatrocientos años.
Nina se quedó boquiabierta—. Incluso, asesinos humanos salen después de treinta o cuarenta años de cárcel. Tú has estado en esta prisión, durante más de cuatrocientos años.
—Y no se vuelve más fácil. Nada ha cambiado. Mi hijo sigue muerto, y yo todavía soy su asesino.
—Tú no estabas en control de ti mismo. En un tribunal humano, lo hubieran llamado circunstancias atenuantes.
—Eso no es una excusa.
—No, pero es la razón por la que pasó. No lo hiciste a propósito.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque cuando estás en control de ti mismo, no le haces daño a la gente. Tú no me hiciste daño.
La culpa se deslizó por el azul de sus ojos—. Casi lo hice.
—El punto es que no lo hiciste. Tú no eres un monstruo.
—¿Desde cuándo eres la que defiende a los vampiros?
—Desde que llegué a conocer a uno. —Ella nunca pensó que iba a decir tal cosa y encontrarse en posición de defenderlo. Mucho había cambiado de su mundo en los últimos tres días. El dolor que veía en sus ojos, era una profunda herida en su pecho. ¿Por qué era que estaba tan afectada por lo que él sentía? ¿Por qué le dolía tanto verlo en ese sufrimiento?
—Nina. Soy un producto dañado.
—Todos lo somos. Tú has sufrido lo suficiente. ¿No crees que ya es hora de que te perdones a ti mismo?
—¿Perdonarme a mí mismo? —La voz de Amaury sonó sorprendida—. Nunca podré perdonarme por lo que he hecho.
Ella levantó su cabeza y lo miró a los ojos—. Si no puedes hacerlo por ti mismo, entonces alguien más tiene que hacerlo. No puedes seguir así. Yo te perdono, Amaury.