Nina observó a Amaury cuando la llevó a su apartamento, y cerró la puerta detrás de ellos. Estaba de regreso en la guarida del león y se hacía más cómodo a cada minuto. Sólo cuatro noches antes, había intentado… sin éxito… matarlo. Ahora, este pensamiento estaba muy lejos de su mente, nublado por la pasión.
En el taxi, sus besos prácticamente la habían dejado atónita. Amaury la había apretado tan cerca de él, que apenas había sido capaz de respirar, y mucho menos de pensar.
Había demostrado una y otra vez que él quería protegerla, incluso, después de que ella lo había provocado intencionalmente, cuando le había mostrado el dedo. Estaba tan enojada pensando que había conocido sus sentimientos acerca de todo, que ella había estado buscando pelea. No era justo que él supiera lo que sentía, cuando ella misma no estaba del todo segura acerca de esos sentimientos.
—¿Tienes hambre? —Su pregunta fue inesperada.
—En realidad, no he cenado. Pero no importa. —Ella podría aguantar hasta la mañana, a pesar de que su estómago inmediatamente comenzó a quejarse.
—Tengo algunas sobras en la cocina.
Ella arrugó la nariz—. No me gusta la sangre.
—En ese caso, ¿qué tal un poco de coq au vin con patatas gratinadas? No eres vegetariana, ¿verdad?
Le tomó la mano y caminó hacia la cocina. Nina no tuvo más remedio que seguirlo.
—¿Por qué tienes alimentos de humanos en casa? —recordó que la noche anterior le había dicho algo acerca de la comida, pero francamente, había pensado que él estaba tomándole el pelo.
—Me gusta cocinar. —Como si esa fuera la explicación más normal que había. Un vampiro al que le gustaba cocinar.
—Pero tú no comes.
Amaury le indicó que se sentara en la isla de la cocina y abrió el refrigerador.
—Eso no quiere decir que no me guste el olor de la comida.
Mientras sacaba varios contenedores y colocaba con una cuchara el contenido en un plato, ella lo miraba y se dio cuenta de lo cómodo que parecía estar en la cocina.
—¿Quién se come la comida si tú no la comes?
Amaury colocó el plato en el horno microondas y lo encendió—. Mis vecinos o algunas de las personas sin hogar en el vecindario.
Ella lo miró fijamente. ¿Tenía rasgos caritativos?— Oh. —Ahora que lo pensaba, ya había pasado un tiempo desde que lo había visto en su forma de vampiro. Tal vez su memoria le estaba fallando, y no era un vampiro después de todo.
—¿Estás seguro de que eres un vampiro?
Puso el plato caliente en frente de ella y le entregó algunos cubiertos. Una sonrisa se dibujó en su rostro—. ¿Te gustaría que te mostrara mis colmillos?
—Tal vez más tarde.
—Gallina. —Su insulto fue pronunciado en un tono de voz demasiado suave, como para ofenderla, y acompañado por su sonrisa que casi se convirtió en una caricia. Una sensación de calidez invadió su corazón.
Él se sentó en el taburete del costado, mientras ella comía.
—Cuéntame acerca de tu don. —Ella necesitaba saber más acerca de su extraña habilidad. Le había querido preguntar acerca de eso en el taxi, pero una vez que empezó a besarla, no hubo manera de detenerlo.
—¿Qué hay sobre eso? Ya te dije, no puedo leer tus emociones. ¿Me crees, verdad?
Ella asintió con la cabeza. Por alguna razón, sabía que él no estaba mintiendo—. ¿Pero puedes bloquear a otras personas también, como me bloqueaste? Quiero decir, ¿oyes a todo el mundo todo el tiempo?
Ella percibió una mirada triste en sus ojos.
—No es algo que pueda bloquear. Cada vez que estoy físicamente cerca de la gente, tengo la sensación de sus emociones. Y no te estoy bloqueando… Dios sabe, que los sentimientos de la única persona que realmente quiero percibir, son los tuyos. Pero por alguna razón no puedo.
El corazón de Nina, dio un vuelco. ¿Quería saber lo que ella sentía? ¿Qué haría con ello? La idea era a la vez aterradora y emocionante.
—¿Qué sientes cuando percibes las emociones de la gente? —Ni siquiera podía imaginar, cómo se sentiría su cabeza, si constantemente recibiera los excesivos estímulos sensoriales de afuera. ¿Sería como si alguien estuviera constantemente golpeando una puerta para que se abriera?
Amaury se encogió de hombros—. ¿Cómo está la comida?
Nunca había probado algo mejor—. Excelente. Eres un gran cocinero, y estás cambiando de tema.
—No hay mucho de qué hablar.
Habría mucho de qué hablar si esto le estuviera sucediendo a ella cada día. Su mirada chocó con la suya.
—¿Escuchas los pensamientos de la gente?
Amaury negó con la cabeza—. No, no es así en absoluto. No puedo leer mentes. Sólo las percibo: siento a la gente y a sus emociones. Son impresiones, no palabras que vienen a mí. Mi cerebro lo traduce en palabras para mí, pero no sus palabras. Es su sentimiento puesto en mis propias palabras. Realmente no puedo explicarlo. Es muy intenso.
Nina aspiró con fuerza, recordando de pronto la noche en que lo había seguido, cómo había presionado sus sienes, como si tuviera una migraña.
—Debe ser muy doloroso. ¿Cómo evitas que la cabeza te explote?
La sorpresa brilló en sus ojos—. ¿Cómo lo sabes?
—No creo que tu mente pueda sentirse bien, cuando constantemente estás invadido con todo tipo de sentimientos poderosos. ¿Cómo puedes lidiar con eso?
Le pasó los nudillos por su mejilla—. ¿Sabes que eres la primera persona que me ha preguntado eso?
—Pero tus amigos… ellos saben acerca de eso, ¿verdad?
Él negó con la cabeza—. Ellos no saben sobre el dolor. Yo nunca les he dicho lo que se siente.
—¿Por qué no?
—No quiero su compasión.
—Dímelo. Quiero saberlo. —Le tomó la mano y la sostuvo contra su mejilla. Al instante, sus tibios dedos le acariciaron la piel. Demasiado suave para un vampiro, incluso demasiado suave para el duro hombre que trataba de ser. No, no era un hombre duro, sólo su aspecto era recio. Ella sospechaba que por dentro, era algo completamente diferente. Mientras más suave por dentro, más fuerte tenía que ser el aspecto exterior, para brindar protección. ¿Era eso cierto en el caso de Amaury?
—Tú no quieres saberlo.
—Por favor. —Giró su cabeza y le besó la palma de la mano.
Amaury cerró los ojos durante un largo rato—. Es como si alguien me estuviera clavando agujas en la cabeza. Continuamente. Grandes, como las que se usarían en un elefante. —Abrió los ojos—. Es un ruido constante en mi cabeza. Golpes incesantes.
Era peor de lo que había imaginado—. ¿Cómo te alivias un poco el dolor de esto?
Cuando sus ojos se encontraron con los de ella, parecían cautos, como si ya hubiese revelado demasiado. Pero ella quería saber todo sobre eso. Quería entenderlo.
—Debe haber alguna manera de tener un descanso de esto. —¿Cómo podría una persona vivir, cuando le ocurre esto en su cabeza todo el tiempo?
—Lo hay. Es el sexo.
—¿Sexo? ¿Me estás tomando el pelo?
Él negó con la cabeza, pero no dijo nada.
Luego se dio cuenta—. ¿Con qué frecuencia?
—Todos los días.
¿Todos los días? ¿Tenía sexo todos los días? Nina lo miró con la boca abierta, incapaz de decir nada. Ella había tenido sexo con un hombre que estaba durmiendo con otras mujeres diariamente, cientos, tal vez miles.
—Tú querías saberlo. —Él le dio una mirada de disculpa—. No es porque yo lo quiera. Y no significa nada.
¿No significaba nada para él?
Nina sintió una punzada incómoda en su corazón. ¿Había dormido con ella para aliviar su dolor? ¿Eso era todo? La había utilizado. Y ella había sido tan estúpida como para permitirse sentir algo. Él no era mejor que cualquier otro hombre, en todo caso, mucho peor, porque le había hecho creer que estaba de su lado, que quería ayudarla. ¿Qué era para él? ¿Un analgésico?
—¿Me estás diciendo eso después de haber tenido sexo conmigo?, ¿qué acaso no significó nada para ti? Eso es justo lo que una mujer quiere oír. ¡Muchas gracias! —Con un fuerte ruido, estrelló el tenedor en la mesa y apartó su plato casi vacío. Ella tenía que salir de su presencia, antes de quebrarse delante de él, antes que derramara lágrimas de decepción.
Ella se bajó del taburete, pero antes de que pudiera retirarse de la cocina, él ya la había tomado del brazo, poniéndole de cara hacia él.
—No significó nada con ninguna de esas mujeres. Significa algo contigo.
—Guarda tus mentiras para alguien que sea un poco más crédula que yo. —Ella quitó su brazo y entró en la sala, cuando de pronto escuchó un fuerte ruido. Ella se giró y vio cerrarse las persianas de acero de las grandes ventanas que iban del techo al piso.
—Cerradas —explicó a sus espaldas—. La salida del sol ocurrirá en treinta segundos. Las he programado para cerrarse antes del amanecer. Van a levantarse nuevamente, después del atardecer.
—Bueno, no me importa, porque no me voy a quedar. Puedes hacer tus jueguitos con alguien más. —La mejor manera para protegerse del dolor que sentía, era atacar. No podía permitirse que él viera su dolor.
Se dirigió a la puerta y se sorprendió de que él no la detuviera. Bueno, con eso solo demostraba que su intimidad no había significado nada para él.
Ella intentó abrir la puerta, pero no pudo. Se llevó las manos a las caderas, mientras se daba la vuelta para mirarlo de frente—. Abre la maldita puerta.
—No puedo.
***
Amaury sonrió al ver a Nina intentando abrir la puerta. Estaba programada para bloquearse al mismo tiempo que las persianas bajaran. Una medida de seguridad que había puesto en su casa, para que nadie pudiera invadir el lugar mientras dormía. Por supuesto, podía anular el sistema en caso de emergencia. Pero no tenía intención de hacerlo, esta no era una emergencia, por lo menos no para él. Nina se quedaría, lo quisiera o no.
Nunca debió haberle revelado lo que su don le hacía y cómo era capaz de aliviar el dolor. Ahora tenía una rebelión entre manos. Al pequeño gato salvaje, no le gustaba el hecho de ser una de las muchas mujeres con las que se había acostado para poder calmar su dolor. Tenía que convencerla de alguna manera de la verdad, que ella era diferente, que estar con ella lo afectaba. Él anhelaba su compañía, no porque quisiera sexo, sino porque la quería. Ya era hora de que lo admitiera en su interior.
—No se abrirá, por mucho que lo intentes, hasta el atardecer. Nina, por favor, tenemos que hablar.
—No tengo nada que decirte. ¡Abre la maldita puerta!
—No, no lo haré. Tú perteneces aquí conmigo.
—¿Para qué? ¿Te quedaste sin aspirinas? —Ladró.
Amaury negó con la cabeza—. Cuando estoy contigo, no tengo ese dolor, aún si no tenemos sexo. No sé por qué. Sólo sé que quiero estar contigo.
Él extendió su mano, pero ella cruzó las suyas sobre su pecho.
—Pero yo no quiero estar contigo. No estoy interesada en quedarme con un adicto sexual, que no puede mantener sus manos lejos de las demás mujeres. Y no necesito a alguien que me use. Ya he pasado por eso, y se acabó.
Llegó hasta ella y le rozó la mejilla con los nudillos—. No te estoy usando, chérie. Estoy contigo porque quiero estar contigo. Si fuera ese el caso, ya habría limpiado tu memoria hace mucho tiempo y ni siquiera sabrías quién soy.
Amaury no estaba del todo seguro si estaba diciendo la verdad, sobre la parte de la memoria… dado que había sido poco receptiva a su control mental y sospechaba que si intentaba borrar su memoria, no funcionaría. No es que importara, porque no tenía la intención de borrar su memoria… nunca.
—Lo dice el hombre que se acostó con millones de mujeres.
¿Millones? No del todo. Miles, estaba mejor. Pero si Nina estaba dispuesta, él estaría feliz sólo con una.
¿Una?
¿Estaba realmente dispuesto a tenerla sólo a ella? ¿No habría otras para variar? La simple idea que estaba contemplando, debería haberlo enviado en busca de protección, como si el sol estuviera a punto de levantarse. Pero no estaba dispuesto a hacer tal cosa.
—Estás exagerando un poco.
—¿Lo estoy? ¿Cuántos años tienes?
Se dio cuenta a lo que ella quería llegar. Ella estaba tratando de estimar el número de mujeres que había tenido—. La edad suficiente como para no responder a esa pregunta.
—¡Ja!, ya lo sabía. Estás constantemente ocultando cosas. No se puede confiar en ti.
Amaury tuvo que reprimir el impulso de correr hacia sus brazos y besarla, para convencerla de lo contrario. No sería la forma correcta de hacer eso. Necesitaba que ella le creyera, no porque él estaba besándola hasta que perdiera el sentido, sino, para poder razonar con ella.
Una vez más le acarició la mejilla con el pulgar—. Yo sé que no es fácil confiar en alguien que acabas de conocer, pero tú y yo hemos pasado por muchas cosas juntos. Hemos luchado juntos. Mi vida estuvo en tus manos, y la tuya en las mías. ¿No crees que podrías al menos, tratar de darme una oportunidad? Sí, mi pasado no es exactamente súper limpio como un niño del coro de la iglesia, pero no he tocado y ni siquiera pensado, en otra mujer desde que te conocí. Eso nunca me había pasado.
Los ojos de Nina se encontraron con los de él—. ¿Nunca?
—No. Todo en lo que puedo pensar, es en estar contigo.
Finalmente la vio bajar la guardia. Dejó caer sus brazos a los lados. Acercándose más.
—Me gustaría darte un beso —dijo—, pero no quiero hacer nada, que tú no quieras que haga. —Amaury buscó la aprobación en sus ojos.
—Amaury, estoy muy confundida. No sé si puedo confiar en alguien. No entiendo lo que me pasa cuando estoy contigo. —Sus ojos se humedecieron—. Me haces enojar un minuto y… —ella tragó saliva— … y débil al siguiente.
—¿Débil? —Sacudió la cabeza—. Tú no eres débil. Eres la mujer más fuerte que he conocido. Y sin embargo…
Nina levantó sus pestañas y lo miró con expectación.
Él suspiró—. No puedo evitarlo, pero quiero protegerte, incluso cuando sé que puedes cuidar de ti misma. Loco, ¿eh?
Una débil sonrisa se dibujó en sus labios—. Tal vez los dos estamos un poco locos… o un poco cansados.
Amaury entendió su señal—. Ven, necesitas dormir. Los dos lo necesitamos. Y quiero tenerte en mis brazos. Te prometo que estarás a salvo conmigo.
Diez minutos más tarde, él cumplió su deseo: Nina estaba en su cama, donde la mantuvo cerca. Suspiró satisfecho. No hubo sexo salvaje, ni besos apasionados, no la tocaba frenéticamente esta vez. Tenerla en sus brazos, era suficiente esa noche. Suficiente para él, ¿el vampiro menos propenso a abrazar? Sacudió la cabeza con incredulidad. Era evidente que algo extraño estaba sucediéndole, si se sentía satisfecho con sólo tenerla en sus brazos. La única vez que sostuvo a una mujer en sus brazos, era cuando estaba cogiéndola. Esto… esto era diferente. Y él no se cansaba de este nuevo descubrimiento, de esta, intimidad.
—chérie, ¿por qué me haces sentir así? —le susurró, pero ella no lo escuchó. Ya estaba dormida.