Capítulo Veinte

—Inaceptable. Va a estar muy lejos para rescatarla, si algo sale mal. —Amaury dejó su frustración salir sobre Gabriel, y miró hacia arriba y abajo de la calle del centro. Había algo raro en el extraño carro, que permanecía a la vista a pesar de la hora tan tarde.

—Puedo cuidar de mí misma —protestó Nina.

—Sí, he visto eso las dos últimas noches. —Él no estaba de humor, para verla ponerse en peligro de nuevo.

—No tienes elección. Si te dejo ir con ella, no seremos capaces de saber si Paul te reconoce a ti o a ella. —La voz de Gabriel tenía el tono de un maestro de escuela. Amaury no necesitaba un sermón en este momento. No quería a Nina cerca del sospechoso.

Su gruñido frustrado sólo consiguió que Nina negara con la cabeza. ¿Acaso no se daba cuenta que sólo estaba tratando de protegerla?

—Está bien, a sus lugares entonces. Quinn está oculto en la puerta del otro extremo. Nina, sabes qué hacer —instruyó Gabriel.

Ella asintió y se fue.

—Espera. —Amaury no podía simplemente dejarla ir—. Puedes cambiar de opinión. No es necesario que hagas esto.

Se dio la vuelta, y le dio una mirada severa y le mostró el dedo. Un segundo más tarde, cruzó la calle.

Amaury sintió el calor disparándose a través de sus venas. Antes de que pudiera acechar detrás de ella para nalguear su insolente trasero, la mano de Gabriel se cerró sobre su brazo.

—Puedes enseñarle modales más tarde. La necesitamos para hacer esto ahora.

Gabriel incluso tuvo la audacia de reírse. Amaury le dirigió una mirada disgustada, pero no impidió que el jefe de Nueva York hiciera otro comentario despectivo—. Deberías haber borrado su memoria cuando tuviste la oportunidad, pero no, no nos escuchaste. Ahora ella tiene la sartén por el mango. Que te aproveche.

¿Qué me aproveche?

¿Dónde había oído eso antes? Sí, claro, Thomas había hecho el mismo comentario.

Amaury hizo un puño con su mano y se la mostró a Gabriel—. No es tu maldito asunto.

—¿Qué pasa contigo y las mujeres humanas de todas formas?

—No es asunto tuyo. —Gabriel estaba molestándose ahora.

—Mira, te voy a dar un consejo.

—No quiero tus consejos.

—Bueno, te los daré de todos modos. Una mujer como ella, puede meterse dentro de la piel de un hombre. Lo he visto antes. Ahora ya te tiene todo trabajado, ¿hace cuánto tiempo que la conoces? ¿Una semana, un mes?

—Tres días, no es que sea de tu maldita incumbencia.

La sorpresa de Gabriel fue evidente—. ¿Tres días? Oh, muchacho, estás mal.

¡Acaso no lo sabía! No necesitaba de sus colegas para decirle eso. Y le molestaba en extremo. La insolente descarada, estaba presionando todos sus botones como si tuviera escrito «jódeme», en toda su frente. Cómo había hecho emerger su lado posesivo… un lado que pensó que no tenía… estaba más allá de él. ¿Por qué no sólo la cogía y la dejaba, como lo hacía con todas las demás mujeres?

Ahora todos se burlaban de él. La sonrisa de Samson, no se había escapado de su atención. ¿Qué era? ¿Schadenfreude? Como si todo el mundo estuviese feliz por lo que se le avecinaba. ¿Notarían todos que se estaba convirtiendo en un idiota dominado por la mujer?

No podía seguir así. Esta noche, la cogería una vez más, y entonces a su vez la dejaría ir, le limpiaría su memoria y habría terminado con eso. No podía permitir que ella jugara con su cabeza de esa forma. Y además, algo en su actitud había cambiado, y él no podía entender qué era.

Un sonido del otro lado de la calle, hizo girar rápidamente su cabeza hacia ella. Alguien se le acercaba.

—Es sólo un vagabundo —dijo Gabriel al lado de él.

Un momento después, un microbus del aeropuerto se acercó y se detuvo frente a ellos, obstruyéndoles la vista. El estruendo de emociones, de repente golpearon a Amaury y él presionó la mano contra su sien. Casi toda la noche había sentido apenas el dolor o malestar de su don, de hecho, no había sentido las emociones de nadie. Él lo atribuía a su interludio muy satisfactorio con Nina, en la sala de empleados del club. Parecía que el sexo con ella, mantenía las emociones a raya durante más tiempo que cualquiera de sus anteriores encuentros sexuales que hubiese tenido.

Trató de mirar más allá de la furgoneta de transporte, al otro lado de la calle.

—¿Puedes ver lo que está pasando?

Gabriel gruñó—: No. No te preocupes, ella puede manejar a un vagabundo.

La camioneta se detuvo por completo demasiado tiempo, mientras el conductor ayudaba a una persona discapacitada a entrar en el mismo. ¿Quién demonios se va al aeropuerto a las cuatro de la mañana? Amaury estaba a punto de perder la paciencia.

Haciendo caso omiso de la mirada de disgusto de su colega, se adelantó esquivando la camioneta y puso sus ojos en la escena en el lado opuesto.

El vagabundo se había ido. Y Nina no estaba a la vista.

—¡Ah, mierda!

Sin esperar a Gabriel, se precipitó a través de la calle, esquivando un auto, y a un conductor furioso. Sus ojos, bien equipados para la oscuridad, se lanzaron a lo largo de la calle, controlando cada puerta, cada entrada. Con un sonido débil, sus oídos se afinaron. Sus reflejos se encendieron y giró. Dos pasos y se encontró en un estrecho callejón, que conducía a la entrada de los comerciantes de un edificio. Podía distinguir dos figuras luchando.

A pesar de la oscuridad, el pelo dorado de Nina era difícil de pasar por alto. Amaury saltó sobre ellos y quitó al hombre de ella.

—¡Bastardo! ¡Quítale tus malditas manos de encima!

La simple idea de que el indigente estaba tocándola, le revolvió el estómago. Le dio un puñetazo al hombre y lo tiró al suelo. Detrás de él Amaury oyó unos pasos. Eran Gabriel y Quinn. Podían hacerse cargo del bastardo ahora.

Amaury enfocó su atención de nuevo en Nina. Ella todavía estaba en el suelo, pero gimiendo. Maldita sea, debería matar al bastardo por hacerle daño.

—Nina, chérie, no te muevas. Estoy aquí.

Se agachó junto a ella y le pasó sus manos en busca de lesiones.

—¿Qué estás haciendo? —Su voz sonaba menos que satisfecha.

—No te muevas. Sólo estoy tratando de ver si estás herida.

Se incorporó para sentarse y se libró de sus manos—. Estoy bien.

Algo andaba mal. No tenía lesiones físicas, pero tenía que haber una razón por la cual estaba tan molesta con él. De hecho, ella había estado enojada con él desde que habían ido a la casa de Samson.

Antes de que pudiera preguntarle, oyó a Gabriel detrás de él.

—Bien, hola Paul Holland.

Amaury giró alrededor de su cabeza. Ahora que miraba al muchacho vagabundo de cerca, se dio cuenta que era Paul Holland, su sospechoso, que se había disfrazado. ¿Cómo supo que Nina estaba esperándolo aquí? Todo lo que Gabriel había hecho, era enviar a Paul en una misión, que le condujera más allá del lugar, donde Nina estaba esperando. Así que, ¿cómo había sabido que tenía que disfrazarse?

—Creo que esto demuestra que él es nuestro hombre. Llévenlo de regreso e interróguenlo. —Por mucho que le gustara golpear al bastardo por sí mismo, tenía que hacerse cargo de Nina ahora—. Pensándolo bien, que lo haga Zane. Creo que estoy fuera por hoy.

Gabriel levantó la ceja, pero no se opuso abiertamente—. ¿No quieres hacerlo tú mismo?

—Llevaré a Nina a casa.

—Puedo irme a casa por mi cuenta. —La protesta de Nina no tenía nada que ver con sus acciones de esta noche.

—No, no puedes, porque vienes a casa conmigo.

Gabriel y Quinn restringieron al sospechoso—. Los dejaremos solos.

Amaury apenas asintió con la cabeza hacia ellos y vio que Nina se levantó, con las piernas un poco inestables. Instintivamente, extendió la mano para sostenerla. Ella le apartó la mano.

—¿Qué diablos te pasa? —dijo enojado Amaury.

—¿Por qué no lees simplemente mis emociones? —Ella le dirigió una mirada desafiante.

Así que ese era el problema, ella pensaba que él podía sentir sus sentimientos. ¿Qué era lo que ella no quería que supiese?

—Nina, no puedo sentir tus emociones.

—Mentiroso. Samson dijo que ese es tu don. Estuviste allí, y no lo negaste.

Él la tomó por los hombros y la giró completamente hacia él, a pesar de que continuaba luchando bajo su control—. No puedo sentir tus emociones. No las tuyas. Las de todos los demás, sí. Pero no las tuyas. Y no sé por qué.

—¿No puedes? —Su voz era más suave ahora, como si estuviera tratando de averiguar si estaba mintiendo.

—No tengo idea de lo que sientes, y me vuelve loco. —Y más aún ahora que sospechaba que había algo que no quería compartir con él. ¿Qué diablos era?

—Oh. —Fue todo lo que dijo, antes de que ella bajara la mirada de su rostro.

—Ven, vamos a ir a casa. Debes de estar cansada.

Amaury se sentía agotado. Preocuparse por ella había agotado su energía. O tal vez era porque no había comido desde la noche en que Thomas lo había desatado de su cama. ¿Cuánto tiempo hacía de eso? ¿Fue anoche o antenoche? No podía recordarlo. Parecía que demasiadas cosas habían ocurrido desde entonces.

Todavía quedaban unas pocas horas de la noche, pero lo único que le importaba por ahora, era meterse en la cama con Nina asegurada en sus brazos. No se conformaría con menos.

En el viaje a casa, en taxi, le pasó un brazo alrededor de su hombro, y, finalmente, la obstinada mujer se apoyó en él.

—¿Estás herida?

—Sólo un poco.

—¿Estás segura? —Él inclinó su mentón para hacer que ella lo viera—. Vas a tener que hacerme saber cuando algo te molesta, porque nunca he aprendido a saber lo que una persona siente, con sólo mirarle la cara. Siempre había confiado en mi don para eso.

—Supongo que eso te hace igual que cualquier otro hombre entonces.

—Eso no es un consuelo.

—Ya te acostumbrarás a él. Todos los hombres lo hacen.

—Yo no soy igual que todos los hombres. —Para probarlo, él la tomó en sus labios y la besó. Cuando la soltó ella se quedó sin aliento—. ¿Todavía crees que soy como todos los demás hombres?

—No estoy segura. ¿Podrías darme otra demostración?

El brillo de malicia en sus ojos nuevamente. Eso era algo con lo que podía trabajar. Maldad, él sabía cómo manejarlo. Amaury hundió la mano en sus cabellos y le tomó la cabeza para mantenerla con él. Su boca se adaptaba perfectamente a la suya. Había extrañado su dulce aroma y su hambrienta lengua.

En el momento en que Nina le recibió en su húmedo calor para bailar con él, perdió la noción del tiempo y el lugar. Sus dientes raspaban contra sus labios lo suficiente, como para provocar un estremecimiento, antes de utilizar su lengua para suavizar el punto sensible y suavizarla a ella.

—Estás bien ahora, ¿volverías a casa conmigo? —habló en contra de sus labios, no rompiendo el contacto por completo.

—¿Por qué?

—Porque no puedo soportar saber que estás por ahí por tu propia cuenta. Cuando estás conmigo, por lo menos sé que estás a salvo. —Inhaló su aliento y le mordisqueó los labios.

—¿Es realmente por eso?

Amaury suspiró—. Te quiero en mis brazos. ¿Es eso tan terrible?

—¿Por qué no lo dijiste antes? —Su lengua trazó el contorno de su boca.

—Porque me vuelves loco a veces, ya no sé más lo que estoy haciendo.

Nunca había sido tan sincero con ninguna mujer. Pero no podía mentirle. Nina estaba volviéndolo loco, constantemente, haciendo que su cabeza diera vueltas, y al mismo tiempo, calmando su mente, bloqueando las emociones de otras personas para él, como si le hubiera puesto un escudo a su alrededor.

Profundizó su beso, y Amaury la tomó en su regazo, acercando su cabeza para poder conseguir más de ella, más cercanía, más calor, más Nina. ¿Hasta qué punto sería suficiente?