Capítulo Catorce

Por segunda vez Nina miró el mensaje de texto.

«Mezzanine x la noche, cuidado él sabe quién eres», decía el mensaje.

Al parecer, Benny había decidido darle un regalo de despedida, antes de abandonar la ciudad para salvar su culo huesudo. Ella no estaba segura si la información era verdadera. Lo más probable es que fuera otra trampa. Tenía que asumirlo. Sin embargo, esta vez estaría lista. Esperando una trampa y bien preparada, podía hacer que funcionara a su favor.

Valía la pena intentarlo.

Después de las cosas que Amaury le había dicho la noche anterior, tenía serias dudas sobre su implicación en la muerte de Eddie. La sinceridad en sus ojos, le había hecho titubear. Y su insistencia de que Scanguards estaba investigando internamente, había erosionado un poco más su certeza anterior.

Ahora, ella pondría todas sus fichas en el hombre que había contratado a Benny para enviarla a una trampa. Ya que la había querido fuera de camino porque estaba investigando la muerte de Eddie, su conclusión era que él estaba involucrado. En calidad de qué, no estaba segura todavía, pero lo averiguaría, de una manera u otra.

Pero antes de que ella estuviera dispuesta a ir y buscarlo, tendría que abastecerse de armas. Esta vez iría armada hasta los dientes. Necesitaba otra cadena de plata por lo menos. A pesar de que no estaba segura de quién era la persona, tenía el presentimiento de que podría llegar a ser un vampiro. Y ella no iba a entrar en la guarida del león sin una protección.

Tomó su chaqueta de cuero de la silla y se la puso, metió las llaves en el bolsillo y quitó la cadena de la puerta. Al abrir la puerta, salió al pasillo oscuro, algo masivo bloqueó su salida.

—¿Vas a alguna parte, chérie?

El corazón de Nina se detuvo. Su reacción inmediata era salir corriendo, pero no tuvo la oportunidad. Amaury la hizo retroceder hacia adentro y cerró la puerta detrás de ellos. En su pequeño estudio él parecía aún más grande de lo habitual.

Oh diablos, se veía molesto. Ella no había contado con que diera con su paradero. Bueno, al menos no tan rápido.

—¿Qué quieres? —Levantó la barbilla tratando de parecer valiente, cuando sentía todo lo contrario.

Él la tomó por los hombros y la apretó contra la pared—. Quiero advertirte.

La respiración de Nina se atrapó en su pecho, mientras miró como sus ojos la penetraban.

—Nunca, nunca me ates y me dejes excitado, sin terminar lo que empezaste. ¿Entiendes?

Ella asintió con la cabeza de forma automática.

—Voy a darte otra oportunidad para redimirte. Un error, y te voy a entregar a las manos capaces de Zane.

Tragó saliva— ¿Zane? —¿No había sido Amaury el que le había advertido sobre Zane? ¿Y ahora quería echarla a su merced? Hasta aquí llegaba toda la mierda, sobre que él quería ofrecerse para protegerla.

—Ahora, harás exactamente lo que yo te diga. ¿Nos entendemos?

Ella entendía muy bien lo que él quería, por cómo miraba su cuerpo—. ¡Suéltame!

Ella se sacudió contra su dominio, pero su control era férreo.

—Quítate los pantalones.

—¡No! —Con el pie ella lo golpeó contra su espinilla, pero el efecto que tuvo sobre él era insignificante.

—Cuidado, Nina. No quieres que me enoje aún más —le advirtió con voz tensa—. Te lo digo por última vez: desnúdate.

Su mando, hizo temblar a Nina. No había imaginado que esto pasaría, al menos no de esta manera, no aquí, no con él estando tan enojado. Y menos aún, había imaginado que la encendería como lo hizo. Sólo la forma en que se sentía no preparada para la vergüenza y la culpa que la inundaban. ¿Qué tipo de mujer se sentiría excitada al desnudarse, por el mandato de un hombre? ¿No le quedaba respeto por sí misma? ¿O era prueba de que su historia sexual había contaminado la forma en que ella veía el sexo, que cualquier cosa torcida, cualquier cosa violenta era normal para ella?

Con sus dedos temblorosos trató de abrir el primer botón de sus jeans, pero fracasó. Un segundo después, sintió sus manos cálidas sobre las de ella, ayudándola. El botón se abrió.

—Abre el cierre. —Su aliento caliente tentaba su cuello—. Lentamente.

Ella hizo lo que le ordenó, incapaz de luchar contra él o contra sí misma.

—Ahora, empújalos bajo tus caderas. —¿Su voz se estaba volviendo más ronca?

—Por favor, no hagas esto —dijo ella, haciendo un último intento para detenerlo.

Sus labios le rozaron el cuello, luego mordisquearon su oreja—. Vas a tener que aprender esta lección. Hazlo.

Unos momentos más tarde, se había despojado de sus jeans. Se sentía desnuda en su pequeña tanga. Amaury la rozó con sus muslos. Sus músculos fuertes y poderosos.

—¿Recuerdas lo que me hiciste anoche?

—Sí —respondió con su garganta seca. Ella lo recordaba muy bien.

—No, no. Nunca me sentí tan frustrado como ayer por la noche. ¿Puedo demostrártelo? —Él no esperó su permiso.

Su mano le acarició la cadera, antes de deslizarla entre sus piernas, tocándola a través de la tela de su ropa interior. Ella suspiró involuntariamente. Su toque no era duro como había esperado, era suave y excitante. ¿No había venido a castigarla después de todo?

—Mierda, estaba tan duro para ti ayer por la noche —continuó susurrando en su oído, mientras que el dedo se deslizó a lo largo de sus pliegues—. Yo estaba en agonía, con el deseo de estar dentro de ti.

Su respiración se aceleró con pensarlo. Él la quería, todavía la quería. El pensamiento la extasiaba.

La mano de Amaury se movió hacia arriba y brevemente se deslizó sobre su clítoris, antes de permitirle deslizarse por su tanga. Nina contuvo el aliento, mientras su mano viajaba a través de su montículo de pelo rizado, y luego la acariciaba más abajo. El calor disparándose a través de su interior, la hizo exhalar fuertemente. Cuando su dedo tocó su sexo desnudo, se dio cuenta que estaba mojada, anhelando ser tomada por él.

—Quería mi pene dentro de ti ayer por la noche. Para llenarte una y otra vez. Yo quería comer tu concha y hacerte acabar con mi boca.

Las imágenes que proyectaba en conjunto con su dedo sondeando su núcleo, la hizo estallar en un flash caliente instantáneo. Su boca apretada en su oreja, no ayudaba tampoco. En lugar de tratar de detenerlo, impulsaba la pelvis hacia su mano. Esto era una locura. Pero a ella no le importaba. Él era diferente de otros hombres. No había vuelto a hacerle daño, había venido a darle placer.

—Me preguntaba cómo sería tu sabor —dijo él y mojó su dedo en ella. Sus caderas saltaron hacia él, con deseos de más, pero al instante Amaury sacó su dedo fuera. Ella lo miró y vio cómo su dedo llegaba hacia sus labios, y cómo lo succionaba en su boca, dejándolo limpio.

—Delicioso.

Nina abrió la boca y sintió sus rodillas colapsar. Él estaba seduciéndola, así de simple, y no tenía defensas. Todas se habían derrumbado, y ni siquiera lo había visto venir.

—Amaury, por favor… —No tenía idea de lo que quería pedirle o decirle. Su cerebro era una papilla. Su aroma estaba a su alrededor, envolviéndola en un capullo de deseo.

Tal vez él había entendido lo que ella no pudo decirle, porque su mano volvió, y una vez más, se deslizó en su ropa interior. Él la penetró una vez más, se retiró al instante y sacó el dedo hacia arriba, sobre su clítoris, dando vueltas lentamente.

—Y me preguntaba cómo se sentiría, cuando te vinieras por mí, si tus músculos se apretarían alrededor de mi pene, ordeñándolo, haciéndome derramarme dentro de ti. —Amaury habló lentamente, su voz ronca y tranquila al mismo tiempo. Esta no era la voz de un hombre enojado. Él no estaba haciéndole daño con su toque. En su lugar, él la estaba tentando para que se le entregara.

Su mano tenía una mente propia, cuando llegó de repente hacia él, en la búsqueda de su miembro hinchado oculto detrás de la tela de sus pantalones. Se sentía lo duro que estaba por ella. Antes de que pudiera disfrutar del calor debajo de la palma de la mano, se la agarró y la alejó.

—No toques. Esta noche, lo haré yo, no al revés.

Nina lo miró a los ojos y se vio envuelta en el azul de ellos, su profundidad, su belleza. No quería nada más que darle un beso, tocarlo, sentirlo dentro de ella.

—Bésame.

Él negó con la cabeza y volvió a su tarea de tocarla. Su pulgar acarició encima de su centro de placer, primero muy suavemente, casi como por accidente. Pero ella sabía que nada de lo que hacía, era un accidente. Mientras que sus labios la besaban al lado de su cuello, el cuello que le ofreció sin temor a ser mordida, su dedo se deslizó en su concha apretada. Poco a poco penetraba más profundamente, y luego se retiró. Mientras se sumergía más, trataba de aferrarse a su dedo, apretando sus músculos, pero cada vez él se retiraba, dejándola queriendo más.

—Más. —No le importaba rogar. Ella estaba más allá del tonto orgullo.

—¿Así que eso te gusta? —Su voz retumbaba en contra de la base de su cuello—. Dime lo que quieres.

Se humedeció los labios secos. Finalmente, le daría lo que necesitaba—. Más.

—¿Más de qué? —Amaury retiró su dedo completamente.

—Por favor. Más. Más dedos. Más profundo. —Ella era incapaz de formar una frase coherente. Todo lo que podía pensar, era en el placer que él le daba con su toque.

—¿Así? —Llevando dos dedos hacia su canal.

Nina hizo un movimiento contra él—. ¡Oh, sí! —Sus músculos pulsaron alrededor de él, mientras trataba de impedirle que se retirara. Pero no pudo prevenirlo de su intención de dejarla.

—¿Qué tal tu clítoris? ¿Quieres que lo toque? —Su mano se acercó, y ella inclinaba la pelvis hacia él. Pero él se retiró—. Tienes que pedirlo.

—Amaury, por favor, tócame. —Diría cualquier cosa por tener su toque de regreso, para que terminara lo que había empezado.

No lo hacía fácil—. ¿Dónde?

—Toca mi clítoris. —Su respiración era irregular, en voz baja.

Un segundo más tarde, Nina sintió su dedo pulgar, en donde más lo necesitaba. Apoyó la cabeza contra su hombro, respirando su masculino olor. Necesitaba a ese hombre, ese vampiro. No había ninguna razón para negarlo. Despertó la mujer que había dentro de ella. Cuando estaba cerca de él, se sentía como perra en celo. Estaba disgustada consigo misma por su debilidad, pero no podía luchar contra eso por más tiempo.

Amaury sabía exactamente cómo tocarla, cómo crear todas esas deliciosas sensaciones en su cuerpo, que la hacían casi estremecerse de placer. Sin duda ella lo quería, estaba ansiosa de sentir que su cuerpo fuerte la reclamara, la marcara. Y ella sabía cómo iba a ser: un reclamo feroz, una poderosa posesión. Porque él tenía el poder sobre su cuerpo, para entregarse a él.

Y se entregaría, sin importarle lo que haría una vez que lo hiciera, mientras su cuerpo estuviera allí para calmar su necesidad, para llenar ese gran vacío, para calmar su sed de más.

—Hazme el amor —oyó cómo su propia voz rogó.

***

Amaury oyó las palabras que él había esperado, y la soltó de su abrazo. Sin ganas, por supuesto, pero sin embargo, decidido a ejecutar su plan. Ella lo había dejado excitado y con ganas la noche anterior. Ahora iba a regresarle el favor. Era la única forma de que pagara.

Su pene protestó con vehemencia, mientras se alejaba, pero por primera vez, no quiso escucharlo. Ella estaba lista para ser tomada, le rogaba, pero él no lo haría, por mucho que le doliese.

—Buenas noches, Nina.

Se dio la vuelta y se alejó hacia la puerta, ansioso por salir rápidamente para no perder su decisión.

—¡No te puedes ir ahora! —Había un acento de desesperación en su voz. ¿Había él sonado igual la noche anterior?

—Mírame. —Amaury salió por la puerta y la cerró tras de él. Oyó la voz de Nina llamándolo, mientras él caminaba por el pasillo oscuro, no volvería atrás.

Cuando entró en el aire fresco de la noche, se detuvo un momento. Dios, cómo quería a esa mujer. Él había probado su excitación y su sangre, y ambos eran los más dulces sabores que había sentido. Podía perderse en ella.

Al principio le había parecido un buen plan, hacer con ella lo que había hecho con él: excitarla y dejarla insatisfecha. Pero tocarla tan íntimamente, el probar su excitación, y sentir su respuesta a él, lo había vuelto más caliente que un marinero después de una gira de doce meses a bordo de un barco. Y la mitad de refinado. Por la forma en que ahora se sentía, él se lo haría en la calle a plena vista de toda la ciudad y no le importaba un carajo sobre la exposición. O las buenas costumbres.

Tenía que salir de ahí, antes de que regresara, la tirara al suelo y se lo hiciera como el salvaje que era, sin importarle si lo quería o no. Sólo ansiaba apaciguar su propia pasión.

Amaury hizo clic en el botón de apertura por control remoto de su coche y escuchó los sonidos familiares. Su Porsche negro, estaba estacionado a pocos metros de distancia. Normalmente no usaba el coche para viajes cortos al centro, pero Gabriel y los otros lo estaban esperando para la primera serie de entrevistas cara a cara, con los empleados que habían seleccionado durante las reuniones del personal.

Alguien tiró de su mano la puerta del coche, y la cerró de golpe justo cuando la había abierto. Reconoció el pie que había golpeado la puerta.

—No te irás —era la voz furiosa de Nina justo detrás de él. Giró su rostro y deseó no haberlo hecho. Sus ojos aún mostraban signos de excitación, pero ahora se entrelazaban con ira. La combinación era letal. ¿Qué hombre sería capaz de resistirse a una mujer que le miraba de esa manera?

—Vuelve a tu casa, Nina. —Él frenó su impulso de agarrarla.

—¿Eso es todo lo que tienes que decir? —Él vio el dolor en su rostro.

—Debes permanecer lejos de mí. —Él no era bueno para ella. Con el tiempo le haría daño, sería peor de lo que sentía ahora. Si era inteligente, le borraría sus recuerdos de él en este momento y habría acabado con eso. Pero toda su inteligencia le había abandonado durante la noche.

—¿Me estás rechazando después de la forma en que me tocaste?

—Eso es correcto. —Sentía la garganta apretada, y no podía respirar.

—Está bien. Vete, vete. No te necesito. Hay un montón de hombres en esta ciudad que van a tomar lo que te estoy ofreciendo. Y ¿qué me importa quién sea? ¡Mientras él tenga un gran pene, no hay ninguna diferencia para mí de todos modos! Alguien va a terminar lo que empezaste. —Nina giró sobre sus talones.

¿Había oído bien? ¿Otro hombre? ¿Ella iba a dormir con otro hombre?

Amaury la agarró por su chaqueta y tiró de ella hacia él. ¿Ella iba a dejar que otro hombre la tocara, la besara, le hiciera el amor? ¡Sobre su cadáver, mierda!

—¡Métete en el maldito coche!

Ella le lanzó una mirada de sorpresa.

—¡Ahora! —Antes de que perdiera la razón y la tomara contra la puerta del coche, para hacer valer su derecho.

En el momento en que ambos se sentaron en el coche, pisó el acelerador y salió disparado hacia la calle. Él había caído en el anzuelo. Ella lo había manipulado, había presionado sus botones. ¡La pequeña zorra lo había puesto celoso! Él, el hombre al que no le importaban nada las mujeres, a menos que fuera para quitarse las ganas.

Una mano cálida se deslizó sobre su muslo, y él dejó escapar un gruñido—. No sabes en lo que te estás metiendo.

Nina se apoyó en él, no era difícil teniendo en cuenta lo pequeño del interior que era su Porsche Carrera—. Ni tú tampoco.

Su mano viajó más arriba de su muslo, haciendo estragos en su concentración. Él aceleró y pasó una luz roja. Bocinas enojadas de carros sonaron detrás de él, pero las ignoró.

—Estás jugando un juego peligroso. —Su advertencia parecía no importarle, mientras su palma ahuecaba de repente, el bulto en sus pantalones. Si hubiera habido cualquier espacio en el coche, habría saltado de su asiento, pero por desgracia, todo lo que podía hacer era dejar salir un frustrado gemido— ¿Estás tratando de hacerme chocar el coche?

—Sólo quiero asegurarme que no cambies de idea otra vez.

Amaury le dirigió una mirada de reojo—. Te puedo hacer una promesa en este momento. No te alejarás de mí, hasta que yo te haya cogido en todas las formas que se me ocurran, y aún más. Y luego lo voy a hacer todo de nuevo, porque me rogarás que lo haga.

No le importaba que su voz sonara arrogante. No le importaba nada en ese momento. Todo lo que quería era estar dentro de ella. Sólo entonces podría pensar con claridad. Sí, eso era lo que necesitaba. Estaba seguro de que después, las cosas volverían a la normalidad para él.

La cálida palma de su mano, apretó la erección como si estuviera de acuerdo, y dejó escapar un gemido ahogado.

—¡Maldita sea Nina!, ¿no puedes esperar dos minutos?

—Maneja más rápido, si no quieres ser arrestado por tener una mamada en el coche.

Su pie presionó el pedal del acelerador con desesperación, mientras la sintió abriendo el cierre de sus pantalones. Una cuadra antes de su edificio, su mano llegó a sacar su pene. Apretó el control remoto de la puerta del garaje y aumentando la velocidad, apretó los dientes.

El Porsche se disparó hacia el gran garaje privado, ni un segundo que perder, la puerta del garaje ya cerraba detrás de ellos. En el instante en que se detuvo y apagó el motor, sacó su mano y tiró de ella hacia él.

—¿Sabes lo que le pasa a las muchachas que se portan mal?

Nina se veía casi inocente cuando le sacudió sus rizos rubios y cortos, haciendo cosquillas en la cara con ellos. Su aroma perturbador lo envolvía.

—No.

—Terminan con muchachos verdaderamente malos.

—¿Cómo tú? —Un destello de emoción iluminó sus ojos.

—Como yo. —Ella no tenía idea en lo que se estaba metiendo y tampoco él.

—¿Todavía estás enojado conmigo?

—Sí. —Pero él podría reorientar su ira y convertirla en pasión en su lugar.

—¿Quieres nalguearme otra vez?

Él levantó una ceja. Ella sonaba un poco demasiado ansiosa. ¿Qué diablos había empezado? ¿Y si no podía manejarla? ¿O era justo lo que necesitaba?— Voy a pensar en ello.

Amaury miró sus labios rojos que lo tentaban para un beso—. Vamos arriba. Este coche no es propicio para lo que tengo en mente. —Debido a que un beso daría lugar a mucho más, y seguro que no se podría mover en el maldito coche.

Cuando salió del Porsche, se dio cuenta que su pene se asomaba de su pantalón. Una brisa fresca soplaba en contra de su carne. Pero no se molestó en ajustarlo. El garaje era privado y el ascensor se había construido para llevarlo directamente a su apartamento. Ninguno de los inquilinos tenía acceso.

Tan pronto como metió a Nina en el ascensor y pulsó el botón del último piso, la apretó contra la pared y hundió sus labios hambrientos sobre los de ella.

Lo decía en serio cuando había dicho que no la dejaría ir hasta que él la hubiese cogido bien. Y él no iba a perder ni un maldito minuto. El ascensor era un buen lugar para empezar, como cualquier otro. El ama de llaves había llegado el día anterior, por lo que sabía que hasta el piso del ascensor estaba impecable, en caso de que decidiera darle uso. Tal vez lo haría.

Amaury aplastó sus labios y se sumergió en su deliciosa boca, buscando su talentosa lengua. Su respuesta fue dura y determinada, llevándolo a sus tentadoras profundidades. Invitándolo, tirando de él, luego alejándose para que él la siguiera. Jugando a no ser difícil de conseguir, pero difícil de mantener. Un desafío que aceptaría con demasiado gusto.

Lanzó un suspiro y siguió más profundo casi sin poder respirar, sin embargo, incapaz de detener el beso. Ella tenía un gusto muy dulce, muy inocente, cuando él sabía que no era inocente, ni por un pelo. No de la manera que ella había tomado su pene en su boca la noche anterior, o la forma en que ahora lo estaba besando.

Las ansiosas manos de Nina, tiraron su chaqueta, empujándola fuera de sus hombros con facilidad. A ella parecía gustarle el desvestirlo y él le daba la bienvenida, dado que su cuerpo se estaba acalorando rápidamente. El espacio de dos metros y medio por uno se convertiría en breve en una sauna, dado al calor que sus cuerpos generaban. Del mismo modo él ya había pensado en desnudarla en cuestión de segundos.

Amaury la liberó de la chaqueta de cuero que aún llevaba, dejándola caer sin miramientos sobre el limpio piso. Llevaba una camiseta debajo. Cuando él la apretó contra su pecho, sintió sus suaves pechos amoldarse a él sin un sostén que impidiera sentirlos. Apreciaba la sencillez de su ropa, su estilo sin adornos.

Su mano encontró el camino por debajo de su camiseta, al instante saboreando la suavidad y calidez de su piel. Dejó que el momento llegara, disfrutando del primer contacto de piel con piel, antes que se permitiera moverse hacia arriba, donde sus globos gemelos le hacían señas para ser atendidos.

Las yemas de sus dedos la alcanzaron primero, tocó la parte inferior de su pecho, luego se deslizó hacia el norte, buscando y encontrando el endurecido crecimiento de su capullo que ya se erguía como si saludara su llegada. Así que él le devolvió el gesto, acariciando el pulgar sobre él, aplicando la suficiente presión para obtener un suave gemido de su dueña. Un gemido que había esperado y ahora capturado con su boca hambrienta. Un gemido que resonaba ahora a través de su cuerpo, despertando las células dormidas y las sensaciones olvidadas hace mucho.

—Alguien nos verá —susurró Nina contra sus labios. Él curvó las líneas de su boca hacia arriba. Su preocupación era injustificada, pero ella no podía saberlo, y no se lo diría. Parecía el tipo de mujer a quien le gustaba el riesgo añadido de ser descubierta. Y la quería tan caliente, como él lo estaba ahora.

—¿Y qué? Te lo prometo, no voy a dejar que nadie se nos una. —No es que tuviera alguna objeción con los tríos, pero cuando se trataba de Nina, no quería compartirla. Esto era sólo entre los dos. Privado. Íntimo.

Empujó su camiseta hacia arriba—. Quítatela, Nina.

—Oblígame.

¿Quería ella jugar? Él gruñó bajo y profundo, y luego la jaló con sus dientes. Dio un tirón y su camiseta se rasgó, completamente abierta por el centro.

—Eres malo. —Su voz sonaba sin aliento, pero no acusaba.

—No he empezado todavía.

Amaury alcanzó sus redondos y hermosos senos, tomándolos en sus manos, dejando que su peso cayera sobre sus palmas. Mientras la apretaba ligeramente, vio sus pestañas entrecerrarse parcialmente, ocultando el deseo en sus ojos. Su mirada se cruzó con la de él. Una vez más frotó suavemente la carne en sus manos, y ella reaccionó tirando de su labio inferior, entre los dientes.

Su pene se inclinó hacia ella, y él mismo le hizo un favor y presionó sus caderas contra su sexo. Ella respondió arrojando sus brazos alrededor de su cuello y atrayendo su cara hacia ella.

—Dame un beso de verdad. —Era su demanda, no la suya. Su deseo, su elección.

La mano de Amaury serpenteaba alrededor de su espalda, mientras la otra se deslizaba en la parte posterior de su cuello. Tomó su boca, fuerte y sin piedad, obligando a sus labios a abrirse, llevando su lengua hacia ella, como la lanza de un antiguo guerrero, y conquistándola. No hubo resistencia. Ella era suya.

Con una mano abrió el botón de su jean, y luego tiró el cierre hacia abajo. Como una imagen en el espejo, ella hizo lo mismo con él. Necesitaba ambas manos para empujar sus ajustados jeans de la cadera.

—Ayúdame.

Sus manos se unieron, y segundos después los jeans cayeron al suelo. Y unos instantes después también los de él y fueron instantáneamente seguidos por su camisa y los trapos desgarrados en que había quedado la camiseta de ella. Él no tuvo paciencia para dejar que se quitara la ropa interior, por lo que también la arrancó. Tendría que comprarle unas nuevas. En realidad, pensándolo bien, él se aseguraría de que nunca más usara ropa interior.

Desnudos de pie, estaban frente el uno del otro. El ascensor hacía tiempo que se había detenido en el piso superior, pero la puerta no se había abierto. Sólo lo haría si él utilizaba su llave, que estaba enterrada en algún lugar de la pila de ropa en el suelo.

La mirada de Amaury recorrió su cuerpo desnudo. Ella era una rubia pura, evidenciado por los suaves rizos rubios que resguardaban sus partes intimas. Sin decir palabra, se puso de rodillas y hundió el rostro en su maraña de vellos, respirando su aroma. Su lengua salió como una flecha, tomando su primera degustación. Una vuelta fue suficiente confirmación de que él estaría perdido. Sus jugos cubrieron su lengua y se propagaron en su boca. Sus fosas nasales se ensancharon, sus colmillos le picaban. Ella era más deliciosa que cualquier plato que recordara de la época en que él era un ser humano. Y más sabrosa que cualquier sangre que jamás hubiese probado, a excepción de la de ella. Dejó escapar un profundo suspiro y hundió sus manos en su trasero para halarla más cerca a él.

La respiración de Nina parecía más irregular ahora, y su sensibilidad auditiva detectó su ritmo cardíaco acelerado. Levantó la mirada y se encontró con que ella lo estaba mirando.

—Ven aquí. —La atrajo hacia el suelo con él y la puso en el piso delante de él, extendiéndola sobre la ropa. Con movimientos deliberados, le abrió las piernas y dejó que sus ojos la devoraran donde su boca seguiría.

Sus pliegues rosa brillaron con su deseo, tentando sus sentidos. Amaury hundió su boca en ella y exploró su punto más íntimo, el centro mismo de sus genitales. Se dio cuenta al instante que se había equivocado… su vida nunca volvería a la normalidad, no después de una noche de pasión en sus brazos.