Capítulo Siete

Amaury contuvo sus ganas de sonreír. Nina era una luchadora y combatía con él en todo momento. Él había estado fuera vagando por las calles en busca de comida, después que se le habían curado las quemaduras del día anterior, cuando un embriagador aroma había desviado su camino. Al instante, lo había reconocido como el olor de la mujer que le había besado la noche anterior.

Mientras seguía su rastro, había escuchado un grito de repente. Instintivamente, él sabía que era ella, a pesar de que nunca antes había escuchado su voz. Una vez que vio el dilema en que estaba metida, no había ninguna duda de su parte. Tenía que protegerla, fuese lo que fuese.

No conocía a ninguno de los dos vampiros con los cuales ella estaba luchando, y estaba más que seguro de que eran nuevos en la ciudad. Nina había demostrado ser bastante buena con la estaca, y por suerte no la había usado en él. Sin embargo, cuando de repente estaba montada sobre él después de convertir en polvo al bastardo, su ritmo cardíaco se había duplicado. Amaury no estaba seguro si el motivo era la estaca en la mano o la posición que ella había tomado sobre él.

A pesar de sus protestas, ahora se había sentado en el sofá, moviéndola hacia un lado con su muslo presionándole la cadera. Y él obtuvo su respuesta: su corazón latía con fuerza de nuevo. Era el contacto con ella, lo que hacía que su pulso aumentara, justo como se sintió cuando ella se sentó sobre él y durante ese primer beso.

¿Primer beso?

Sí, porque habría un segundo y un tercero y un…

Amaury carraspeó—. Nina, vamos a quitarte esa blusa. —A él le gustaba decir su nombre. Le quedaba con sus rizos cortos color miel y sus labios carnosos hechos para besar. Se prometió en ese momento a sí mismo, que ella no dejaría su casa hasta que él no hubiera probado nuevamente esos labios.

—¡No! No llevo nada debajo.

Su corazón se detuvo por un instante, mientras una visión de su piel desnuda aparecía en su mente.

¡Aún mejor!

—Bueno, eso me ahorra tener que liberarte de tu sostén. —¿Podía ella escuchar el deseo en su voz y sentir cómo se había elevado la temperatura de su cuerpo, anticipando el verla desnuda?

—¡Idiota!

Ella podía gritarle todo lo que quisiera. Él sabía que no tenía otras armas en ella, bueno, al menos ninguna que pudiera lastimarlo. El cuchillo que llevaba en su cadera era de metal… por suerte no de plata… y no le haría daño, lo que significaba por lo menos, que esa noche no trataría de matarlo. Definitivamente, era una mejoría respecto a la noche anterior.

—¿Cómo quieres que me ocupe de tus heridas, si no quieres quitarte la blusa?

—Puedo hacerlo yo misma.

—¿Siempre eres tan terca?

No hubo respuesta.

—¿Te matará dejar que alguien te ayude?

Nina apretó los labios en una delgada línea, y luego empujó cuidadosamente un lado de su vestimenta hecha añicos de su hombro, dejando al descubierto una gran herida. Su piel era de color rosa. El olor de la sangre lo envolvió, inundándolo con su esencia. ¿Cómo podría él no verse afectado por esta tentadora criatura? La resistencia era inútil, la rendición inevitable. El jurado todavía deliberaba en quién se entregaría a quién.

—Se ve mal. —Él dobló una esquina de la toalla mojada y la pasó por la herida con ligeros golpecitos para absorber la sangre que emanaba. Ella hizo una mueca, a pesar de que él apenas hizo presión sobre la herida.

—Lo siento, pero voy a tener que limpiarla para que no se infecte. Por suerte, el cuchillo sólo te rozó.

Cuando él vio al vampiro preparándose para lanzar el cuchillo, había reaccionado por puro instinto. Porque ella estaba montándolo, una posición que había disfrutado durante muy poco tiempo… no había sido capaz de moverse lo suficientemente rápido para evitar que ella se lastimara.

Amaury bajó la cabeza, fingiendo inspeccionar la herida. En realidad, disfrutaba de su cercanía—. No es muy profunda.

—¿No tienes alcohol o algo así? —preguntó ella.

—Me temo que no. No tengo un botiquín de primeros auxilios aquí, ya que no lo necesito.

Sus propias heridas del día anterior, se habían curado sin ninguna medicación hecha por el hombre mientras dormía.

—Claro, supongo que el ser un vampiro tiene sus ventajas —remarcó en un tono cortante.

Por la forma en que lo dijo, no parecía que ella pensara que fuera algo bueno. Francamente, su habilidad para sanar rápidamente era una de las cosas que más le gustaba de ser un vampiro. Estar herido era terrible.

—¿Qué más sabes de mí? ¿Debería de presentarme a mí mismo o eso no es necesario? —preguntó. Por un segundo, reconsideró la decisión de llevarla a su casa, pero de todos modos ella sabía lo que él era, no había necesidad de esconderse. Tal vez, ya tenía un expediente completo sobre él. No le importaría ayudar a sumar algunos detalles, como, qué le gustaba en la cama.

—Amaury LeSang —simplemente respondió Nina.

No le sorprendió que ella supiera su nombre. Ya que ella lo había seguido la noche anterior y había venido preparada con una estaca, probablemente sabía más que solo su nombre.

—Esta es la primera vez que tengo mi propia pequeña acosadora. Estoy muy halagado. —A menos claro que tratara de matarlo de nuevo, si es que esa había sido su intención la noche anterior.

—Yo no soy una acosadora. —Su mirada desafiante lo golpeó como un puñetazo en el estómago. Había tanto dolor en sus ojos, que quería abrigarla en sus brazos y apretarla con fuerza. Su propia reacción lo sorprendió. Él no era de los tipos que abrazaban.

—¿Cómo le llamas entonces, cuando me sigues a todas partes en la noche?

Una vez más, la boca se le torció en una delgada línea. A Nina, evidentemente, no le gustaba ser acorralada. No le dio ninguna respuesta. ¿Estaba enfadada ahora y no hablaría más con él?

—¿Quieres decir que no soy el único al que acechas? Bueno, ahora me siento herido. Y yo que pensaba que estabas interesada en mí.

—Oh, eres un cabrón arrogante —escupió.

—Arrogante o no, hice que hablaras. —Sonrió Amaury. Le encantaba la forma en que se enrojecieron sus mejillas y casi podía sentir el calor que irradiaban. Ella era encantadora cuando se enfadaba. Tal vez debería seguir provocándola.

Él sintió la piel caliente bajo su mano con la que la tomaba del hombro para mantenerla inmóvil. Dejó que su pulgar explorara un poco, deslizándose lentamente sobre su piel. El movimiento calentaba los aceites naturales en su piel, y el aroma cautivador llegaba a su nariz. Ella era como un perfume cautivador que lo hacía marearse. Eso y el aroma de su sangre habían hecho estragos en su cuerpo y mente.

Sus colmillos temblaban listos para aparecer y enterrarse en su carne, hambriento por probarla.

—¿Qué estás mirando? —preguntó Nina de repente, su voz era tensa. ¿Lo había sorprendido mirándola?

—Voy a tener que cerrar la herida, de lo contrario, no dejará de sangrar.

¡Buena salvada Amaury!

—¿No tendrás por ahí una curita? —Su tono era sarcástico. Estaba claro que no confiaba en él, más de lo que pudiera arrojarlo, que no sería muy lejos en absoluto. No con sus enormes proporciones. Él examinó su bonito cuerpo. Ella no era pequeña, pero en comparación con él, se veía frágil. Su cuerpo estaba bien proporcionado: generosas curvas, músculos fuertes, pero femenina.

—¿O sí? —Su voz le hizo levantar los ojos, para ver su herida nuevamente. ¿Curita? Por supuesto que no, él no tendría tal cosa.

—Tengo algo mejor que eso. —¿Qué demonios?, él haría lo que normalmente hacía: cerrar la herida con su saliva. Utilizar las herramientas que tenía.

Amaury bajó la cabeza hacia su hombro y sintió que ella se alejaba de él—. ¿Qué estás haciendo? —El pánico se escuchaba en su voz y sus ojos se abrieron.

—Voy a lamer tus heridas. Mi saliva lo arreglará. —Era bastante simple y sería delicioso. Podría sentir un poco de su sangre después de todo.

Nina se echó hacia atrás, luchando por alejarse de él, pero la estiró con ambas manos.

—Confía en mí, no te haré daño. —Infundió su voz con un tono suave.

—¿Crees que soy estúpida?

—No, en absoluto. En realidad, creo que eres muy inteligente. Muy pocos seres humanos saben sobre nosotros, pero es obvio que tú sí.

—Es correcto. Y es por eso exactamente por lo que no voy a dejar que te acerques a mi sangre. —Había un tono duro en su voz, lo que reflejaba su mirada de hielo. Fundir ese hielo se había convertido en la tarea más importante por cumplir en su agenda.

—No te pongas histérica. No te morderé. Puedes golpearme si lo hago —le ofreció con una sonrisa pícara. Entonces la atrajo hacia sí, mientras él seguía mirando sus ojos. Ella todavía tenía miedo. No confiaba en él, pero le permitió acercarse. Sin prisa, bajó sus labios sobre su piel. Tan suave, como seda, como de terciopelo.

El olor de la sangre casi lo drogó, pero hizo a un lado el hambre—. Vas a sentir mi lengua. Será un cosquilleo. ¿Lista?

No hubo respuesta, pero podía sentirla aguantando la respiración.

Poco a poco, su lengua salió a través de los labios y lamió la herida. Su sangre saltó sobre su lengua y corrió por su garganta, mientras lamía hacia arriba hasta el extremo de la herida. Nina sabía a vainilla y especias. Nunca había probado algo tan bueno. Si hubiera una elección, haría un festín con ella todas las noches y nunca probaría otra cosa de nuevo.

Pasó la lengua sobre el corte una vez más, incluso más lento en esta ocasión para saborear el momento, pero ya sintió su piel cerrada y curada. No salía más sangre a través de la misma. Ella tendría una cicatriz pequeña, pero la herida ya se había curado. Incapaz de separarse, él puso sus labios en el mismo lugar que había sanado y lo besó.

—¿Es eso parte de la curación? —Le oyó preguntar.

No lo era, pero para ella, él lo haría parte del proceso de curación—. Sí. —Amaury plantó otro beso ligero como una pluma en la herida.

Levantó la mirada y se encontró con la suya. ¿Sabía que le estaba mintiendo?

Nina inspeccionó su herida y por primera vez le dio una mirada de aprobación.

—Oh, eso es impresionante.

—No dolió, ¿verdad?

La pregunta la hizo ruborizarse. De repente parecía suave y vulnerable, no como la fuerte guerrera que había conocido en el callejón.

—Vamos a ver tus otras lesiones.

Amaury intentó ser lo más profesionalmente posible al respecto, pero estaba seguro de que apenas podía disimular su impaciencia. Esperaba encontrar, muchos pequeños cortes que pudiera sellar. Cualquier excusa para tocar su piel y besarla. Quería hacer eso toda la noche. Lamer cada centímetro cuadrado de su cuerpo tentador, explorar cada pliegue y cada ángulo.

—Estoy bien. Esa era la única herida —le aseguró Nina y se enderezó.

Amaury le miró su blusa, y se dio cuenta de las manchas de sangre y de la tela rota sobre sus pechos—. Mentirosa.

Abrió el primer botón de su blusa, mientras Nina trataba de empujarle las manos.

—No te muevas. Estoy tratando de ayudarte. —No había nada malo si él conseguía un poco de acción en el proceso.

—¡Claro! —dijo ella entre dientes.

—Vamos, piensa en mí como un médico. —Estaría más que feliz de jugar al doctor con ella, sobre todo si tenía que examinarla desnuda. Y si ella era tímida, le ayudaría a superar su timidez desnudándose él mismo. De hecho, él le pediría que lo desnudara.

Sin inmutarse, abrió otro botón. La mano de Nina se acercó a detenerlo. Suavemente la apartó y continuó. Cuando abrió otro botón y vislumbró la curva de su pecho, él respiró fuertemente.

Aire acondicionado. Tendría que haber encendido el aire acondicionado. Estaba poniéndose muy caluroso el apartamento.

Cuando abrió el último botón, apartó el lado derecho de su blusa, dejando ver al descubierto su pecho. Haciendo caso omiso del corte por un segundo, se dio cuenta de su perfecta redondez, del tamaño de una toronja pequeña, a la espera de una caricia. Fruta madura, lista para ser cosechada. Era un bastardo afortunado.

Una vez más, Amaury tuvo que aclarar su seca garganta—. Es una fea herida. La limpiaré con agua tibia primero. —Tenía que seguir hablando, para no caer sobre ella y devorarla—. Creo que te lastimó con una de sus garras.

Levantó la mirada y se dio cuenta de que Nina había volteado la cara hacia otro lado, como si no quisiera ver. Su mirada retornó a su pecho. El corte era de unos diez centímetros de largo y apenas había esquivado su pezón. Continuaba sangrando.

Tomó la toalla húmeda y comenzó a limpiar poco a poco la herida con una mano, mientras que su otra mano agarraba su pecho desde abajo, para mantenerlo quieto. Ella se estremeció al principio, cuando él tocó su suave pecho con la mano, pero no dijo nada. Le gustaba sentir el peso de su pecho en su mano, se dio cuenta que para él era del tamaño perfecto. Le dio un apretón apenas perceptible. Una perfecta combinación de firmeza y suavidad le dieron la bienvenida.

—Voy a tener que cerrar el corte ahora. Estás perdiendo mucha sangre. —Le dijo en voz baja, pues no quería asustarla de ninguna manera, no quería destruir ese momento perfecto.

Nina finalmente lo miró a los ojos—. Hazlo. —Él se sorprendió por el tono ronco de su voz.

En el momento en que Amaury bajó la cabeza contra su pecho, sabía que iba a hacer algo más que curar su corte. El deseo que fluía por sus entrañas, lo mantenía en un firme control. Con la primera pasada de la lengua sobre su lesión, él se endureció. Dejó correr la sangre por la parte posterior de su lengua y se obligó a tomarla lentamente, así, él podría prolongar el puro y absoluto momento de éxtasis que sentía. Ya había lamido dos veces sobre el corte y se había sellado, pero era incapaz de detenerse.

—Nina —susurró mientras su lengua se alejaba del corte y pasaba sobre su pezón endurecido. ¿Endurecido? ¿Estaba ella excitada?

Y luego sintió sus manos en su pelo, como si quisiera mantenerlo en su lugar. Sus labios se cerraron alrededor de su pezón, y poco a poco lo succionó. Su mano acariciaba su hermoso pecho, mientras chupaba su pezón más profundamente en su boca. No se cansaba de ella. Sabía a cielo, como un sueño, un cuento de hadas.

Incluso la forma en que jugaba con su pelo, lo excitaba. Cuando de pronto, ella lanzó un gemido, pensó que iba a venirse en ese momento y terminaría sobre sus pantalones. Su pene anhelaba su centro blando, dándole un doloroso recordatorio, de que no había tenido relaciones sexuales en más de veinticuatro horas.

Amaury soltó su pezón, sólo para dirigir su atención hacia el otro pecho. No se atrevía a utilizar sus dientes para estirarlos con más fuerza, para que no le diera miedo. Pero él la quería… no, la necesitaba… debajo de él. Le apretó la espalda hacia los cojines del sofá y cambió su propia posición, empujando su pesado muslo en medio de sus piernas.

***

Nina sentía su peso sobre ella y la presión del muslo contra su parte íntima, mientras él seguía utilizando su talentosa lengua contra sus pechos. Con cada pasada, enviaba rayos de fuego hasta su interior, derritiendo todo a su paso. Sintió que su ropa interior se mojaba evidenciando su deseo, y no pudo evitar que su cuerpo respondiese a él. De la misma forma que él respondía a ella: su erección presionando su cadera era imposible de ignorar. Demasiado grande para pasarlo por alto, muy difícil de hacerlo desaparecer, incluso si quisiera.

Nina arqueó su espalda para forzarlo a acercarse y deslizó su mano hacia su firme trasero. Cuando ella lo apretó, sus músculos se contrajeron al sentirla. ¿Era su piel suave o áspera? ¿Sería suave, firme y caliente? Sin pensarlo, dejó que su mano se deslizara por debajo de sus pantalones flojos para explorarlo.

Se quedó sin aliento cuando sintió su piel. El hombre ni siquiera llevaba ropa interior. Sólo la idea hizo, que la temperatura de su cuerpo subiera casi cinco grados más.

Él gruñó en voz alta, cuando lo agarró con firmeza. Amaury soltó su pecho el tiempo suficiente para que un emocionado— ¡Oh, sí! —saliera de sus labios.

Entonces su boca trazó un camino de lava derretida, desde su pecho a su cuello, antes de que él la mirara. En el momento en que apretó sus labios en ella, ella notó que sus ojos brillaban de color rojo. Sus labios le incitaron a rendirse, mientras su lengua la tentaba. Resistir, sería imposible. Su lengua se reunió con la de él, para un duelo desigual. A medida que él ganaba terreno, de repente sintió cómo él la presionaba con más fuerza sobre los cojines, hasta que… su lengua tocó ¡sus colmillos! ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Durmiendo con el enemigo?

Nina gritó y lo empujó hacia atrás con todas sus fuerzas. Al instante, nuevamente una ola de dolor corrió a través de sus costillas— ¡Ahh! —gritó lamentándose.

¡Ella era estúpida, estúpida, estúpida!

Amaury se hizo hacia atrás y levantó su peso de ella—. ¿Qué pasa? —La miró preocupado, pero ella no se dejó engañar. Sus ojos encendidos de rojo destellaban como faros de alarma, y sus dientes puntiagudos asomaban por debajo de sus labios. Si alguna vez hubiera tenido alguna duda acerca de lo que era, todas se habrían desvanecido con solo una mirada a sus colmillos afilados.

Sujetando sus costillas para contrarrestar el dolor, ella lo miró. No podía formar una frase coherente, estaba demasiado aturdida por sus toques y besos.

—¿Por qué no me dijiste que tenías otra lesión? —le increpó y le tocó el costado con la mano.

Nina se estremeció, no porque le doliera, sino porque no quería sentir su tacto. La hacía marearse y volverse estúpida. Sólo una mujer estúpida podría estarse besando con un vampiro… y gustarle.

—No me toques —ladró.

Amaury le dio una mirada de asombro—. Lo siento, no quise hacerte daño. Debiste habérmelo dicho antes.

Se acercó a su costado y puso su mano sobre sus costillas. Ella quería retroceder, pero él le lanzó una mirada de advertencia—. No te muevas.

Sus movimientos sutiles, comprobando si sus costillas estaban rotas, eran inesperados. ¿Cómo podía un vampiro con manos tan grandes tener un tacto suave? Tal vez se había golpeado la cabeza durante la pelea y estaba alucinando.

—Nada parece estar roto. No son más que moretones. —Cuando él la miró otra vez, se dio cuenta de que el rojo en sus ojos había desaparecido y había sido reemplazado por un azul profundo. ¿Tenía que verse tan magnífico?

Nina asintió con la cabeza—. Me duele como el infierno.

Su mano se acercó a acariciarle la mejilla tan suavemente, que no podía comprender ese lado de él, y los destellos de vampiro que había visto.

—Voy a ser más cuidadoso en el futuro. —Los labios de Amaury se curvaron en una sonrisa pícara—. Entonces, ¿dónde estábamos?

Su boca se acercó a ella, pero ella se retiró. El hombre estaba obviamente tan confiado, que pensaba que podría continuar donde se había quedado. Como si fuera alguna doncella en apuros, volviéndose loca por su salvador.

¡Idiota arrogante!

—Estábamos justo al final. Y no irá a ninguna parte desde aquí.

Nina tenía que detener esta locura y salir de su casa. Él probablemente estaba usando algún truco de vampiros, una especie de glamour o de control. ¿Por qué más ella lo habría dejado tocarla y besarla tan íntimamente? Por supuesto, esa tenía que ser la razón. No era la clase de mujer que dejaría que sus hormonas se derritieran en el momento en que un hombre caliente le mostrara un poco de atención. No, ella siempre mantuvo el control. Vampiro o no, él era un hombre, y los hombres no eran de fiar.

—Tal vez deberías descansar un poco. ¿Puedo traerte algo?

¿Qué tramaba Amaury? Tal vez él tenía la intención de drogarla. No estaba segura ahí. Ella nunca debió haberle permitido que la llevara a su apartamento.

Su mirada lujuriosa le recordó que su blusa aún estaba completamente abierta, dejando al descubierto sus pechos. Rápidamente la cerró y lo alcanzó a ver fruncir el ceño.

—¿Puedes traerme una bolsa de hielo para reducir la hinchazón de las costillas?

Amaury se levantó del sofá, llevando su entrepierna a la altura de sus ojos. Su enorme erección era imposible de ignorar. ¿Estaría haciéndolo a propósito para tentarla? Su vientre se contraía ante la idea de imaginarlo enterrando su pene dentro de ella.

—Por supuesto. Dame un minuto.

Nina lo observó mientras él se dirigía a la cocina. Pensó que tenía menos de un minuto, antes de que él regresara con la bolsa de hielo, y ella lo usó sabiamente.

En menos de diez segundos estaba en la puerta de entrada, abriéndola sigilosamente. Por suerte, no se había quitado los zapatos. Ella no se molestó en abotonarse la blusa y se escurrió por la puerta sin mirar atrás.

Amaury era peligroso, y no sólo porque era un vampiro. Él era un hombre que podía llegar hasta ella, penetrar sus defensas y devastarla. Ella no podía dejar que eso suceda nunca. Durante todos estos años, había resguardado cuidadosamente su corazón, para que nadie jamás le hiciera daño otra vez. No bajaría la guardia ahora. Ni para él, ni para nadie.

Él seguía siendo el enemigo. No podía traicionar la memoria de Eddie al fraternizar con el mismo hombre que, junto con sus compañeros, era el responsable de su muerte. Se sentía como una traidora por haber sentido placer cuando Amaury la había tocado. Ella nunca lo permitiría de nuevo.