Los vampiros de Nueva York salieron del coche a toda prisa y se reunieron alrededor del capó abierto. Quinn le dio una mirada más que superficial al motor, mientras se inclinó a olerlo.
—El motor se dañó. No podemos repararlo aquí. Nos tomaría demasiado tiempo. —Quinn dio una mirada intuitiva a Amaury—. Explosivos.
Amaury asintió con la cabeza.
—¿Y ahora qué? —preguntó Gabriel, con voz tensa.
—Voy a llamar a Oliver para que nos recoja en la camioneta con lunas polarizadas. —Carl abrió su teléfono.
—No hay tiempo. Vamos a estar fritos antes de que llegue aquí. Tenemos que ocultarnos —dijo Amaury.
—¿Dónde? —preguntó Yvette, mirando alrededor del vecindario tranquilo—. No sugerirás que irrumpamos en una casa y asustemos condenadamente a los habitantes en ella, ¿verdad?
—Eso es exactamente lo que vamos a tener que hacer —insistió Zane—. No hay tiempo para tu sensibilidad fuera de lugar. —Había un matiz peligroso en su voz.
—Hay que evitar exponernos ante los humanos a toda costa —replicó Yvette.
Zane dio un paso hacia ella, poniéndose cara a cara y dejando escapar un leve gruñido—. ¿Preferirías estar expuesta al sol? Eso se puede arreglar.
—Cállate, Zane, y déjala en paz —Amaury salió en su defensa. Él tenía una idea mejor—. Vamos. Síganme. Hay una casa en venta, como a cuatro cuadras.
—Por mucho que me guste California, no creo que este sea el momento para comprar una casa, Amaury —interrumpió Quinn. Como siempre, era el más relajado entre ellos.
—No tienes que comprarla, pero me gustaría mostrarles el interior. En este instante.
Amaury se puso en marcha. Sus amigos se unieron a él mientras corría por la acera.
—¿No necesitas una cita para mostrar una casa? —Quinn preguntó en un tono casual.
Amaury sacó su llave maestra electrónica del bolsillo de la chaqueta y se la agitó a Quinn—. No, si tienes una llave para la puerta.
—Es mejor que estemos preparados para utilizar nuestros poderes en caso de que alguien esté ahí —aconsejó Gabriel.
—Está disponible. Yo iba a verla para Samson y Delilah. Podemos escondernos allí hasta que Oliver pueda venir por nosotros.
Yvette lo alcanzó, mientras continuaban corriendo por la calle—. No esperaba que me defendieras contra Zane. —¿Acaso ella iba a darle las gracias? Ahora eso era salirse de sus interacciones anteriores—. En cualquier caso, puedo cuidar de mí misma.
No, no sonó como un agradecimiento después de todo.
Amaury le dio una mirada de reojo—. No hay problema. —Él no quería que ella tuviera la impresión de que se había vuelto blando. Zane había estado fuera de lugar, y la preocupación de Yvette era válida. Eso era todo. Aparte de eso, a él no le importaba un cuerno lo que ella pensara de él.
—Aún con la misma cara de siempre, ¿eh? —Su voz tenía un tono de burla que no le gustaba.
—Es la única que tengo. —Antes de que Yvette pudiera regresar con otro agudo comentario, lo cual él sentía que venía de un momento a otro, la voz de Gabriel, los interrumpió.
—¿Es esta? —señaló hacia la gran casa de estilo gregoriano, con un cartel de «Se Vende» en el jardín.
Amaury corrió hacia la puerta. Se encontró con la conocida caja de seguridad azul atornillada a la misma. Rápidamente, digitó su PIN en su llave electrónica y la apuntó hacia la caja de seguridad. Un leve sonido, indicó que los dos dispositivos se comunicaban.
Miró sobre su hombro. En pocos segundos el sol alcanzaría el horizonte.
Por último, se oyó un chasquido y presionó la caja. Soltó un soporte y con ello, la llave de la casa.
—La tengo.
Cuando levantó la vista, vio a sus cinco compañeros que ya se agrupaban en la puerta de entrada, con sus ojos clavados en el horizonte. Hicieron espacio para que él llegara a la cerradura. A los pocos segundos la llave giró, y la puerta se abrió.
—Rápido, cierren las persianas y cortinas —indicó mientras se apresuraban a entrar, cada uno de ellos corriendo a otra habitación para cerrar las cortinas y persianas, para protegerlos del sol naciente.
—No hay persianas en la cocina —se oyó la voz de Quinn.
Amaury ya había cerrado la puerta de entrada tras de él—. Cierra la puerta de la cocina.
Un examen rápido de la casa le mostró que el mejor lugar para esperar era en el estudio, que no sólo tenía cortinas oscuras, sino también, daba a un patio protegido con árboles frondosos. La propiedad estaba adornada con muebles rentados de buen gusto, a pesar de que estaba desocupada.
—Lo logramos. —Gabriel suspiró con alivio.
Amaury escuchó a Carl hablando por su celular, instruyendo a Oliver para recogerlos.
—Samson obviamente tiene otras cosas en su mente si ni siquiera puede garantizar la seguridad de su propia gente —criticó Zane, claramente con necesidad de un escape para su enojo por la situación.
Amaury le lanzó una mirada de advertencia, pero Carl era más rápido cuando se trataba de una respuesta.
—El Sr. Woodford no merece su falta de respeto, y no es que sea de su incumbencia, las circunstancias…
—Nadie debería haber tenido la oportunidad de colocar una carga explosiva en el coche —respondió Zane.
Amaury sintió físicamente la indignación de Carl y rápidamente se dio vuelta para ocultar su rostro del grupo, mientras sus emociones colectivas se estrellaban contra él. Este dolor nunca cambiaría. Incluso su psiquiatra se había dado prácticamente por vencido.
Durante su última sesión de la semana anterior, el Dr. Drake le había sugerido tomar un descanso. Amaury todavía podía escuchar su voz—: No tiene nada que ver con el psicoanálisis. Tu problema no es psicológico.
Amaury se había levantado de su silla y tiró de la chaqueta que estaba puesta en el perchero, derribando la base de metal de este—. Muchas gracias. Después de gastar una fortuna en estas sesiones, ¿ahora tienes la idea de que no tiene nada que ver con mi psique? ¡Eso es asombroso!
—Escucha, Amaury. Hemos explorado todas las posibilidades. Es hora de reconocer lo inevitable. Has recibido una maldición, y ninguno de mis conocimientos médicos te ayudará a levantar esta maldición. Necesitas una bruja que te ayude, no un psiquiatra.
—Creo que te olvidas que nunca hemos tenido buenos lazos con las brujas.
De hecho, las brujas y los vampiros eran enemigos mortales. Muchos de los vampiros modernos no recordaban como esta hostilidad había comenzado, pero cuando llegaba el momento, los dos bandos estaban en guerra. Todo se trataba de que las brujas eran buenas y los vampiros malos, de todas formas, todo esto era un puñado de mierda.
—No te puedo ayudar en lo que respecta a mi profesión. Y ambos sabemos que el alivio del dolor con el sexo, es sólo una medida temporal. Tendrás que encontrar algo permanente. —Él hizo una pausa, antes de repentinamente cambiar de tono—. Sin embargo hay una cosa que puedo hacer.
Amaury había mirado a su médico mientras bajaba la voz, como si tuviera miedo de ser oído. Con dos pasos, Drake había cruzado la distancia entre ellos.
—Hay una bruja que me debe un favor. Voy a hablar con ella en tu nombre y veré si ella sabe cómo liberarte de tu dolor. Pero no puedo prometer nada.
Amaury había estrechado la mano del médico, agradeciéndole por el atisbo de esperanza, no importando cuán remoto fuera. Más de una semana había pasado desde aquel entonces, y todavía no había respuesta del doctor Drake.
Una voz enojada lo trajo de repente al presente—. Quienquiera que sea, agarraremos al hijo de puta —dijo Zane, emanando rabia.
—¿Estás bien? —preguntó Gabriel de repente.
Amaury hizo un gesto con la cabeza—. Sí, claro. —Pero no estaba seguro de cuánto tiempo iba a estarlo. Ya el viaje en el coche había sobrecargado su mente. Si tenía que pasar otra media hora con ellos y sentir sus emociones agitadas invadiendo su cabeza, se volvería loco.
—¿Qué dijo Oliver?
—Estará aquí en unos veinte minutos. Dijo que tenía que buscar la dirección en MapQuest primero —le aseguró Carl.
Amaury rodó los ojos. ¿MapQuest? ¿Qué harían estos jóvenes sino tenían una computadora? No encontrarían cómo llegar a su propio bolsillo trasero. Cuando Amaury había crecido, apenas había un mapa preciso de todo un continente, ni hablar de un vecindario.
Amaury negó con la cabeza y miró a sus colegas. Los cuatro vampiros de Nueva York se hundieron en las sillas y el sofá. Carl se paró a un lado, mientras Amaury caminaba para un lado y otro. Necesitaba estar solo y descansar su mente.
—¿Estás pensando lo mismo que yo? —le susurró Carl.
Él asintió con la cabeza.
—No fue una coincidencia el que tuvieras que estacionar el coche fuera del garaje. Le dio a alguien la oportunidad de llegar hasta él. Alguien lo planeó.
Amaury se apoyó contra la pared y cerró los ojos. Era bastante evidente. Alguien estaba tratando de evitar que los refuerzos llegaran. Lo que significaba, que alguien les observaba y sabía todos sus movimientos. Tendrían que haber estar siguiendo sus pasos a cada minuto del día y la noche.
—Carl, no tendrás algo de sangre embotellada, ¿verdad? —preguntó Yvette.
Carl sacó un frasco del bolsillo de su chaqueta y se la entregó—. No hay mucho. Es sólo mi reserva de emergencia.
Yvette empujó la botella de regreso hacia su mano—. Quédatela. Puedo aguantar un poco más de tiempo.
—No, por favor, yo no la necesito. Me alimenté hace poco —insistió Carl y le devolvió la botella.
Por lo que Amaury sabía, Carl nunca se había alimentado de un ser humano. Había sido criado con sangre embotellada y era joven en comparación. Se había convertido en un vampiro hace tan sólo dieciocho años, convertido por Samson, que lo había encontrado moribundo, después de un violento ataque. Carl era el único vampiro que había creado Samson.
—No, gracias, así está bien. —Cuando ella trató de regresarle el frasco nuevamente a la mano de Carl, Zane se levantó del sofá y se los arrebató.
—¡Toma la maldita botella, Yvette, y cállate! Todos sabemos lo gruñona que te vuelves cuando no te has alimentado, así que haznos un favor a todos y bebe. —Zane le dio una mirada de exasperación cuando empujó el frasco en su mano.
Interiormente Amaury tuvo que sonreír. Ella podría ser un dolor absoluto cuando tenía hambre. Por lo menos él no sería con quien ella estuviera molesta en las próximas horas. Zane acababa de tomar ese lugar.
Yvette gruñó algo incomprensible y puso el frasco en su boca. Amaury olió la sangre y sintió que su propio estómago se contraía. Normalmente se alimentaba una vez cada noche, pero la búsqueda de su misteriosa mujer había agotado su energía más de lo habitual, y él no había tenido tiempo para alimentarse una segunda vez antes de que él y Carl partieran hacia el aeropuerto.
Amaury sintió vibrar su teléfono celular en el bolsillo y lo sacó. Caminó por el pasillo y después de echar un vistazo al identificador de llamadas, contestó el teléfono, manteniendo la voz baja.
—Samson, ¿te dijeron?
—Sí, Oliver me llamó. Él está en camino. ¿Qué está pasando? —La voz de Samson sonaba preocupada.
—Alguien ha manipulado el coche. Me encargaré de que sea remolcado a uno de nuestros mecánicos para que lo revise, pero por lo que Carl dice, parece que alguien no quería que llegáramos a nuestro destino. Quinn piensa que fueron explosivos.
—¡Maldita sea! ¿Un espía?
La suposición de Samson no salía de la nada. Después de haber sido traicionado por Milo, el amante de Thomas sólo unos meses antes, nadie estaba fuera de toda sospecha. La traición de Milo había resultado en lesiones graves que pusieron en peligro la vida de Samson, y sólo el pensamiento rápido y la abnegación de Delilah, le habían salvado la vida.
—No podemos descartar la posibilidad. Voy a revisar eso.
—No crees que alguien del equipo de Nueva York haya hecho esto? —preguntó Samson—. ¿Cómo sabía Quinn que era un explosivo?
Amaury no quería poner una marca negra en contra de ninguno de ellos, pero cualquiera podría ser un traidor—. Lo vi oliendo. Podría haber sentido el residuo, sobre todo si está familiarizado con explosivos plásticos. ¿Lo está?
—Él pasó una temporada con una unidad de desactivación de bombas hace unos años si mal no recuerdo —confirmó Samson—. ¿Y los otros? ¿Sospechas algo?
—Ellos estaban en peligro, tanto como Carl y yo, a menos que uno de ellos tuviese un plan alternativo. Zane estaba muy ansioso de entrar en cualquier casa para escapar del amanecer. Gracias a Dios, no fue necesario. Yo tenía mi llave maestra.
Samson se rio entre dientes—. Siempre puedo contar contigo para realizar múltiples tareas. Así que, ¿qué tal es la casa?
—Definitivamente vale la pena echarle un vistazo. Creo que tú y Delilah deben verla. Sólo, que es un poco residencial. ¿A Delilah le gustaría eso?
Samson soltó otra risa suave—. Si fuera por Delilah, nos quedaríamos en nuestra casa actual incluso si tuviéramos cinco hijos, que, francamente, podría suceder. Pero necesitaremos el espacio, así que esto será una decisión que tomaré yo.
Amaury dejó que su sonrisa se extendiera sobre su rostro entero—. Claro, si tú lo dices. Como si su amigo tuviera alguna posibilidad, una vez que Delilah se decidiera sobre algo.
—No es gracioso, Amaury.
Por supuesto era divertido. Desde que Samson se había vinculado con Delilah, se había suavizado en cuanto a lo que tuviera que ver con ella. En los negocios todavía era el tipo duro que siempre había sido, pero su esposa era sin duda su punto débil.
—Te llamaré más tarde.
Terminó la llamada y se dirigía hacia la sala, cuando escuchó el motor de un vehículo que se aproximaba. Rápidamente, entró en la sala y deslizó la cortina para mirar por la ventana. Un rayo de sol le rozó la mano.
—¡Ay! —dijo entre dientes y saltó hacia atrás, dejando que la cortina se cerrara de nuevo. El olor del vello del cuerpo quemado, llenaba el aire. Miró su mano quemada. No debería haber ocurrido. Se estaba descuidando.
Alguien tenía que ir y abrir la puerta del garaje desde el interior, para que Oliver pudiera conducir la camioneta hacia dentro. Lanzando una mirada a la guarida, Amaury se encogió de hombros. Si quería algo hecho, sería mejor hacerlo él mismo.
Abrió la puerta hacia el garaje y apretó el interruptor de la puerta electrónica del garaje, que se encontraba justo a la izquierda de la puerta. Esperando se levantara de forma automática, dio un paso al instante hacia atrás en el pasillo y cerró la puerta detrás de él.
No pasó nada. Amaury esperó unos segundos, pero el sonido esperado de la puerta del garaje elevándose, no llegó. Impaciente, volvió a entrar en el garaje y presionó nuevamente el interruptor. Nada.
Entonces se dio cuenta de la nota al lado del interruptor.
Compañeros agentes, Por favor, no usen el interruptor. La puerta del garaje se ha atascado y ha sido atornillada. La reparación está programada para el jueves.
Amaury sacó su celular y marcó el número de Oliver.
—Estoy afuera, Amaury. ¿Puedes dejarme entrar? —respondió la voz de Oliver inmediatamente.
—Eso será un problema. La puerta del garaje se ha averiado.
—¡Oh, demonios!
Sí, oh, demonios.
Él y sus compañeros vampiros, no serían capaces de subir a bordo de la camioneta en la seguridad del garaje, lejos de los ardientes rayos del sol. El día de hoy todo era una porquería.
A sus colegas les gustó incluso menos la noticia que a él, cuando les explicó la situación después de hacer entrar a Oliver.
—No puedes hablar en serio —se quejó Yvette, enderezándose hacia su esquina del sofá—. No voy a salir mientras esté de día. Recójanme en la noche. Yo me quedo aquí. —Ella cruzó los brazos sobre su amplio pecho y frunció los labios.
—Me gustaría ver que lo intentaras —Zane la provocó—. Ya en estos momentos tienes sed. ¿Cuánto tiempo más crees que puedes aguantar sin sangre? ¿O piensas chupársela a uno de nosotros?
—¡Púdrete! —resopló Yvette.
Amaury gruñó. Estaba harto de las disputas. No importaba lo que dijeran, él y sus colegas no serían capaces de permanecer en la casa por mucho tiempo.
—Quedarnos aquí no es una opción. Hay una exposición de la casa a partir de las nueve y media. El agente de bienes raíces va a estar aquí a las nueve. No podemos quedarnos —Amaury les informó.
—Podemos borrar su memoria cuando lleguen aquí y hacer lo mismo con cualquiera de los compradores que vengan. Ellos nunca recordarán que estuvimos aquí —sugirió Yvette.
Amaury dejó escapar una risa amarga—. Supongo que no vas a una gran cantidad de exposiciones de casas, Yvette, de lo contrario sabrías que lo primero que la gente hará, es abrir las cortinas y dejar que entre la luz. No se muestra una casa en la oscuridad.
La boca de Yvette se convirtió en una línea fina. Él sabía que ella odiaba que alguien fuera más listo.
—Amaury está en lo cierto. No podemos quedarnos —respondió la voz tranquila de Gabriel—. Es un tramo corto. Sí, vamos a sufrir algunas quemaduras, pero sobreviviremos. ¿Cuándo se convirtieron en peleles?
—¿No podemos arreglar la puerta del garaje? —preguntó Yvette.
—No sé tú, pero yo no soy un electricista —comentó Quinn sin malicia.
—Vamos a seguir con el plan de Amaury, y eso es todo. —Gabriel se puso de pie.
Al menos una persona estaba del lado de Amaury. Sabía que su plan no era muy bueno, pero la alternativa era peor. Incluso si impedían que el agente abriera las cortinas, usando el control mental en él, alguien más podría deslizarse por las grietas.
Quedarse ahí era muy arriesgado.
Amaury se dirigió a Oliver—. Retrocede la camioneta tan cerca de la puerta como puedas, y luego, abre las puertas de atrás.
—Hay rosales bloqueando la entrada —advirtió.
—No me importa. Pasa por encima de ellas. —Él podría enviar a alguien después a hacerse cargo de los daños y tener todo listo antes de que el agente llegara—. Llama a mi celular cuando esté listo.
Oliver se dio vuelta para salir.
—Debería abofetearte por meternos en esta situación. Debería de haber sabido que meterías la pata. —Yvette saltó del sofá y le espetó una amarga mirada a Amaury.
—Oh, hazlo. Toma este golpe si eso te hace sentir mejor. Como si me importara un carajo.
Se encogió de hombros mientras escuchaba la puerta de enfrente abriéndose y cerrándose de nuevo. Él conocía muy bien a Yvette. Ella era mucha palabrería y poca acción. Pronto se le agotaría el enojo y se calmaría. No valía la pena perder su aliento en ella.
La patada en su estómago hizo que Amaury revisara su opinión sobre ella. Él se dobló. Era evidente que ella había perfeccionado sus movimientos de karate y decidió darle la paliza que se había guardado por muchos años.
—¡Perra! —Él no tenía el aliento suficiente para una respuesta más ingeniosa, mientras su cuerpo lidiaba con el ataque inesperado.
—Yvette, es suficiente —reprendió Gabriel—. Todos sabemos de qué se trata.
Amaury se enderezó. Los músculos de su estómago se aliviaron. Su patada no tenía nada que ver con el presente y mucho que ver con el pasado.
Él se propuso recordar no acostarse con ninguna compañera de trabajo de nuevo, sin importar lo desesperado que estuviera. Definitivamente era mejor atenerse a las mujeres sin nombre, sin rostro, cuyos recuerdos podía borrar y a las cuales nunca volvería a ver.
—Supongo que estamos a mano —le dijo, y asintió con la cabeza hacia ella.
—Ya veremos —respondió ella, evasivamente.
La mujer de seguro podía guardar rencor. La misma maldita enorme memoria igual a la de un elefante.
—Yo iré primero —se ofreció Quinn alegremente como si fuera a disminuir la tensión. Unos segundos más tarde, el teléfono de Amaury sonó. Oliver estaba en su lugar.
***
Una hora más tarde, Amaury estaba de regreso en su apartamento en el último piso del barrio de Tenderloin, curando sus quemaduras de segundo y tercer grado. La oscuridad en su apartamento lo calmó. Sus persianas electrónicas se habían cerrado automáticamente segundos antes del amanecer. Estaban programadas para levantarse de nuevo un poco después del atardecer.
El barrio era malo, pero se ajustaba a él. Por lo menos ahí, la oportunidad de estar constantemente rodeado de gente enamorada era remota. La ira, la desesperación, y el hambre eran las emociones predominantes que rondaban el barrio.
Sus heridas se curarían mientras dormía durante el día, pero necesitaba de sangre para acelerar el proceso. A diferencia de muchos de sus amigos, nunca había tomado sangre embotellada y por lo tanto no tenía suministro disponible en su casa.
Pero había inquilinos en el edificio. La mayoría de ellos estaría fuera durante el día, pero había uno que estaba casi siempre en casa.
Amaury se arrastró a través del hueco de la escalera oscura y sin ventanas, ordenándole a sus piernas adoloridas, bajar un tramo de escaleras. Tocó el timbre y esperó. Pareció una eternidad, hasta que escuchó el sonido de unos pasos al otro lado de la puerta. Se escuchó soltar una cadena un momento después, la puerta se abrió por completo.
La anciana se veía como si se acabara de despertar. Ajustó el cinturón de su bata alrededor de su cintura.
—Buenos días, señora Reid —saludó Amaury.
—Oh, Amaury, ¿acabas de regresar de tu turno de la noche? —En ese momento pareció darle una mirada bondadosa y se estremeció al instante—. Oh, Dios mío, ¿otro accidente en la fábrica?
Le había contado una historia hace muchos años, que trabajaba como supervisor por la noche, en una fundidora en el Este de la Bahía. Eso explicaría por qué dormía todo el día y de vez en cuando volvía a casa con lesiones.
Él asintió con la cabeza—. Me temo que sí.
—Te ves terrible. ¿Has visto un doctor? —La tierna anciana estaba preocupada.
Amaury se odiaba por lo que tenía que hacer, pero no tenía otra opción. Necesitaba sangre para curarse.
Él se lo compensaría a ella después. Podría bajarle la renta e incluso cocinarle uno de sus mejores platos franceses. A ella le gustaría eso.
Amaury empleó control mental y entró en su apartamento. Tan pronto como cerró la puerta detrás de él, hundió sus colmillos en su cuello. Sólo cuando la sabrosa sangre cubrió su garganta, se dio cuenta de lo mucho que necesitaba alimentarse. Desesperado por calmar su sed y recuperar sus fuerzas, tomó grandes tragos de su vena.