Capítulo Tres

Nina acercó a su cabeza la capucha de su sudadera oscura. Por enésima vez esa noche, se metió un errante rizo rubio oscuro detrás de la oreja. Si ella se dejaba crecer el pelo más largo, tal vez podría atar sus rizos rebeldes en una cola. Pero el pelo largo era poco práctico, sobre todo en una pelea.

En cualquier caso, no era muy femenino. Media poco más de 1.70 metros, sin duda no era pequeña, un hecho por el cual estaba agradecida, sobre todo porque se enfrentaba a algunos tipos grandes y malos.

La niebla se había disipado horas antes, haciendo de esta, una noche hermosa y estrellada, pero sin luna. Casi pacífica en su quietud, protegía la ciudad durmiente.

Nina continuó vigilando la casa victoriana desde su escondite en la calle. Por más de una hora, había visto a varios de ellos entrar y no habían salido aún.

Ellos. Ella sabía lo que eran. Un mes antes, había revisado las posesiones de su hermano y reconstruido lo que al principio, había pensado que era imposible. Inmediatamente descartó sus conclusiones como ridículas. Mientras más se adentraba y rebuscaba, más claro se volvió todo.

Había encontrado notas en la agenda de Eddie, dibujos de armas y símbolos extraños. En los márgenes de un libro sobre lo paranormal había hecho más notas. Luego, bajo el colchón, había encontrado una lista con nombres. Al lado de cada uno, había escrito humano o vampiro.

En el momento en que Nina leyó la palabra, pensó que él se había vuelto loco. Y por un breve momento, ella creyó que él era culpable de lo que se le acusaba. Una enfermedad mental lo explicaría. Pero nunca hubo un signo de inestabilidad en él. Eddie no estaba loco… de ninguna manera iba a creer eso.

Así que siguió cavando más profundo y siguió a los que él había clasificado como vampiros en su lista. La mayoría trabajaba para Scanguards.

Nina suspiró y se limpió la nariz con la manga de la sudadera. Su ropa oscura, hacía que su silueta se mezclara con la puerta que estaba detrás. Nadie sería capaz de fijarse en ella, incluso si miraban hacia esa dirección.

Varias semanas de haber seguido a aquellos que sospechaba eran vampiros, se habían convertido en un curso intensivo de sigilo. Hasta ahora, se había quedado lo suficientemente lejos de ellos, fuera del peligro. Esa noche tendría que acercarse más.

El sonido de una puerta sacó a Nina de sus pensamientos. Dio un vistazo rápido a la persona que salía de la casa victoriana, confirmando que era uno de los vampiros, el más grande de ellos, Amaury.

Ella lo había seguido en varias ocasiones, y había descubierto donde vivía y trató de encontrar su punto débil. No estaba particularmente interesada en que fuera el primero del que ella tuviera que deshacerse, pero tal vez así era como debía ser. Deshacerse del más grande, del peor vampiro primero y el resto, en comparación, serían presas fáciles.

Nina lo vio tambalearse por los escalones, casi como si estuviese borracho. Se detuvo en la acera y se apoyó contra la puerta a su derecha. La luz del farol le iluminaba el rostro. En lugar de la amplia sonrisa que lucía tan a menudo en compañía de otros, su cara estaba desencajada, grandes surcos alrededor de su boca y ojos creaban una máscara de dolor.

¿Dolor? Ella frunció el ceño. De todo lo que sabía acerca de los vampiros, casi podía asegurar que no sentían mucho dolor, si es que sentían alguno. Sin embargo, Amaury parecía como si estuviera en el punto máximo de una migraña, presionando fuertemente sus manos contra sus sienes.

Ella contuvo el aliento mientras observaba el pecho de él, subir y bajar inhalando y exhalando profundamente. Había algo tan humano, tan vulnerable en él, que hizo que su propio pecho se estrujara de compasión. Al instante apartó el pensamiento de su mente. Pasaron unos segundos antes de que finalmente se incorporara, nuevamente con su cara normal.

Nina se mantuvo a una distancia segura detrás de él mientras lo seguía, el pavimento húmedo absorbía el sonido de sus zapatos de suela blanda. Por la dirección que él tomó, se dio cuenta que se dirigía a casa. Por qué vivía en Tenderloin, uno de los peores barrios de San Francisco cuando seguramente podía permitirse un lugar mucho mejor, era un misterio para ella. Su ropa, era casual pero parecía cara. Y una vez lo había visto en su coche, un Porsche.

A medida que lo seguía por la colina, entrando lentamente en las partes menos agradables de la ciudad, donde muchos de los adictos a las drogas y los vagabundos se congregaban, ya había escogido un lugar donde hacerse cargo de él. Pacientemente, esperó el momento oportuno, cada paso la llevaría más cerca del lugar donde tendría una ventaja definitiva.

Nina rodeó a otro vagabundo que se había desmayado en la acera. El olor de alcohol y la orina, agredían sus sentidos. De repente, el borracho se movió y emitió un gruñido, asustándola. La adrenalina bombeó a través de sus venas. Bajó la mirada hacia el hombre, dispuesto a defenderse si fuese necesario, pero él estaba fuera de combate. Cuando volvió a mirar hacia arriba, Amaury acababa de doblar una esquina. Ella sólo alcanzó a ver la cola de su chaqueta larga.

Inmediatamente, aceleró el paso. No podía darse el lujo de perderlo, cuando estaba tan cerca de su objetivo. Dos cuadras más adelante, y estarían en el lugar que había seleccionado unos días atrás.

Las escaleras obsoletas que había descubierto, llevaban al techo de un edificio abandonado de una sola planta. La esquina diagonal de la escalera brindaba una vista clara hacia un callejón… un callejón estrecho que a Amaury le gustaba tomar. Al pasar por ahí, ella sería capaz de saltar sobre él desde arriba y apuñalarlo.

Nina se metió la mano en el bolsillo y tocó la estaca. La madera se sentía suave en su mano mientras la acariciaba como a un amante, ajustándola a la palma de su mano.

Amaury LeSang, serás un vampiro muerto en un minuto.

Era un hombre grande, sin embargo, un objeto tan pequeño provocaría su muerte. Era casi poético. A pesar de su fuerza y poder, los vampiros eran sorprendentemente vulnerables a algo tan simple, como un pedazo de madera. Había justicia en este mundo después de todo. Ella se haría cargo de esa justicia, esa noche.

Dobló la esquina en donde él había pasado hacía tan solo unos segundos antes. La estrecha calle, estaba oscura… y vacía. Nina se detuvo luego de patinar. ¿Se habría dado cuenta de ella después de todo y habría echado a correr, una vez que estuviera seguro que estaba fuera de su vista?

Buscó por la acera y las puertas. Nada, a excepción de un par de vagabundos que discutían y un adolescente que acechaba en las sombras, probablemente esperando a su distribuidor de drogas, si es que él mismo no era uno. No había ningún ruido o alguien a la vista, en los alrededores. Un escalofrío le recorrió la espalda, provocándole cierto malestar en el cuerpo.

Una cuadra más adelante, se encontraba el desvío hacia el callejón. Tal vez ya había pasado por ahí. Unos pasos adelante a su derecha, pasó por debajo del pequeño arco que llevaba a la escalera antigua. Subió los peldaños de dos en dos. Si se apresuraba, todavía podría estar en el lugar a tiempo para atacar.

Nina se apresuró y subió corriendo los últimos escalones, antes de que hiciera un giro brusco. Una carrera corta a través del techo y llegaría al privilegiado punto de vista desde donde vería expuesto el estrecho callejón de abajo. Ella sabía que le gustaba tomar ese atajo hacia su casa. Lo había visto hacerlo varias veces.

Sólo que esta vez, no estaba en el callejón. Lo había perdido. Todo su trabajo de esa noche había sido en vano. Una completa pérdida de tiempo.

¡Maldita sea!

Nina pateó el suelo de frustración y exhaló aire de sus pulmones. Un leve sonido detrás de ella, la hizo girar sobre sus talones. Sólo su rápida reacción la salvó de que la agarraran por detrás, pero una gran mano tomó su brazo. Su respiración se detuvo, y el miedo provocado por el inesperado contacto, hizo un nudo en su garganta. Sin ni siquiera mirarlo a la cara, ella sabía con quién estaba tratando.

Amaury era como un tanque: duro, inflexible, e imparable. Ella sintió cómo su poder en bruto enviaba cargas eléctricas a lo largo de su piel. Una preocupación genuina la invadió. Sin el factor sorpresa de su lado, ella no tenía ninguna posibilidad de ganar una pelea contra él. Fácilmente podría aplastarla, y ella le daría tan escasa resistencia como una brizna de pasto en el viento.

Escapar era su única opción en ese momento. No era tan orgullosa o tan estúpida como para quedarse.

Con un rápido movimiento le torció el brazo y lo empujó, haciéndole perder su control sobre ella. Una patada en la canilla, y ella se lanzó a correr, profiriendo maldiciones, él la perseguía. Cuando ella sintió que una mano agarraba su sudadera, pateó hacia atrás con su pierna, y luego giró con el otro pie y usó ambos brazos para torcer el de él para obligarlo a soltar su ropa. Pero había subestimado su fuerza o en todo caso, la fuerza de un vampiro.

—¿Quién diablos eres tú? —escupió Amaury. El profundo estruendo de su voz, hizo que un temblor recorriera su cuerpo y la piel se le erizara—. ¿Y por qué me sigues?

Su porte imponente, se alzaba más de 20 centímetros sobre ella, abrumando sus sentidos. Una mano todavía agarraba su sudadera, le arrancó la capucha con la otra, haciendo caso omiso de los golpes que le propinaban sus brazos. Sus rizos cayeron desordenadamente. Nina trató sin éxito de soltarse de su mano, él levantó su barbilla obligándola a mirarlo.

—¡Eres una mujer!

Sus ojos se agrandaron mientras la miraba. Ella usó este momento de duda, para torcer su agarre y liberarse de él. Ni siquiera dio dos pasos, cuando sus brazos la tomaron nuevamente, aferrándose a ella. En forma más estrecha esta vez, capturándola contra su duro cuerpo. Él le dio la vuelta. Presionando sus labios en una delgada línea, ella lo miró enfurecida… y vio los ojos más azules que alguna vez hubiese visto.

Nina había observado siempre a Amaury desde lejos, siempre desde una distancia segura. Esta era la primera vez que estaba a pocos centímetros de su rostro y su enorme cuerpo. Era alto y musculoso, de huesos grandes y hombros anchos. Pero no había un gramo de grasa en él. Su pelo era negro como el cuervo, largo casi hasta los hombros, y se rizaba un poco en las puntas.

Pero no era su pelo o su cuerpo fuerte, lo que capturó su atención, ni siquiera las manos que la mantenían presa en contra de su voluntad. Eran sus ojos. Tan azules y profundos como un océano, fijos en ella… hipnotizándola.

Tal vez podría haberse liberado de sus manos de alguna manera, pero no de sus ojos. Tampoco de la curva sensual de su boca, de la plenitud de sus labios o el pronunciado contorno de su fuerte mandíbula. Incluso su nariz estaba en perfecta proporción a su tamaño, larga y recta, casi griega.

Nunca en su vida se había encontrado cara a cara con un hombre tan guapo y sensual al mismo tiempo. A pesar de la precaria situación en la cual se encontraba… capturada por un vampiro… ella no luchó por escapar de sus brazos y alejarse de su cuerpo. Por el contrario, se encontró avanzando poco a poco, cada vez más cerca de él para disfrutar el calor que irradiaba. Amaury olía a tierra y cuero, un aroma puramente masculino. Se le apretó el estómago. La reacción sin sentido de su cuerpo, envió una señal de alarma que resonó en su cabeza.

¿Qué diablos estaba haciendo? Ella debería estarle pateando el trasero desde ahí a Alcatraz, no comiéndolo con sus ojos como una fanática de estrellas. Él era el enemigo, uno de los hombres responsables de la destrucción de su pequeña familia. ¿Por qué no se movía su cuerpo, cuando debería haber intentado al menos algunas de sus patadas de karate para escapar de su control?

Sus ojos entrecerrados eran agudos y calculadores, mirándola con recelo, pero no decía nada. Ella no creía que él podría estar sorprendido por el hecho de que una mujer lo había seguido, pero algo retenía su lengua.

Nina bajó los ojos para mirar su boca y vio sus labios entreabiertos como si fueran una invitación. Labios firmes y sensuales, que hacían señales para rozarse contra los de ella, tan siquiera para confirmar que no estaba soñando esa perfección delante de ella.

No. Sigue siendo el enemigo. Un vampiro malo.

Ella podía resistirse a esa tentación. Era una mujer fuerte… hasta que él exhaló, y ella aspiró su aliento… almizcle y tierra. Su perfume era embriagador, vicioso, como si contuviera una sustancia secreta diseñada para hacerla marearse. Humedeciendo sus labios secos, e incapaz de pensar con claridad, ella se estiró y alzó la cara hacia él. ¿Estaba él inclinándose hacia ella ahora, o era una ilusión?

Un vampiro realmente malo.

Sin embargo, tan atractivo.

¡No!

Tenía que luchar contra esto, luchar contra él.

¡Improvisa!

Sí, tenía que darle la vuelta a esto, usarlo como ventaja. Encontrar su debilidad.

¡Piensa! Eres una mujer inteligente, maldita sea ¡Piensa!

Eso es: una mujer. Ella era una mujer, y su debilidad eran las mujeres. Lo había visto en compañía de muchas de ellas, sí, ella podría utilizar eso. Podría funcionar.

O podría explotarle en la cara.

Nina no escuchó a su dudosa voz interna. En cambio, se movió unos centímetros más cerca de su rostro perfecto y presionó sus labios contra los de él.

Él pareció sorprendido, sus labios permanecieron rígidos por un momento. Pero entonces, sus manos soltaron el agarre casi mortal que tenía en sus brazos, y la atrajo hacia su cuerpo. Una mano rodeó su cintura, la otra estabilizó su cabeza, sus fuertes dedos enterrándose en sus rizos, de la manera que lo haría un amante. Su corazón latía con alivio… funcionó. Ella sería capaz de distraerlo y escapar.

Pero en el momento en que sus labios respondieron a los suyos, y su lengua la invadió, su cuerpo se hizo cargo. Su beso apagó el interruptor de su cerebro y apartó todo pensamiento cuerdo que había tenido… borrando su brillante plan de su mente, como si nunca hubiera existido.

***

Amaury atrajo a la hembra humana más cerca de él, aplastando sus senos contra su pecho. Los rizos rubios cortos se sentían suaves bajo su mano, como la seda.

Tan pronto como él sintió sus labios abrirse bajo tan poca presión, él respondió con un profundo gemido. Y entonces él le devolvió el beso. Ella le dio la bienvenida a su lengua haciendo duelo con la suya, animándolo a explorar. Él no la decepcionaría. Rotando su cabeza, buscó una penetración más profunda y encontró que ella, aceptaba con entusiasmo su demanda.

En su ropa sin forma, la había confundido con un delincuente juvenil, no como la mujer cálida y dispuesta, que resultó ser. Pero lo que realmente lo dejó pensando, fue el hecho de que no podía recoger ni una sola de sus emociones, era muy desconcertante y… fascinante.

Por fin una mujer a la que podía besar, sin centrarse en su liberación. Se sentía como un regalo del cielo poder disfrutar un beso como el que ahora compartía con ella. Un beso lleno de fuego, pasión, y deseo. No tenía ni idea de por qué le daba un beso, quién era ella, o lo que quería, pero su cuerpo apretado contra el suyo, se sentía completamente bien.

Por su propia voluntad, su mano se deslizó por debajo de su cintura, extendiéndola sobre su redondeado derrière. Con un gemido, Amaury la presionó contra su creciente erección y se hizo cargo.

Sus labios sabían a flores de vainilla, a inocencia. Inhaló su aroma, tomándolo profundamente y dejándose llenar de él. Olas de placer se vertían a través de su cuerpo, encendiendo la lujuria que apenas mantenía dentro de él. Su sabor era embriagador, exclusivamente femenino y con una sensualidad indescriptible. No dispuesto a detenerse, asaltó las cavernas de su boca como un bárbaro invasor, salvaje y feroz.

En lugar de retirarse de su asalto, ella le echó los brazos alrededor de su cuello, como si quisiera asegurarse de que él no se detuviera. No había posibilidad de que eso ocurriese, no mientras su pene palpitara con necesidad y su lengua le enviara choques pequeños a través de su cuerpo, cada vez que se rozaba contra la de él. La mujer sabía cómo volver a un hombre loco con sus besos.

Su dulce sabor, era como ambrosía para él, como un placer olvidado, perdido hace mucho tiempo. Ella le recordaba las emociones enterradas hace mucho y agitaba su cuerpo como ninguna otra mujer lo había hecho en cuatro siglos.

En sus manos codiciosas, capturaba la calidez y la suavidad de una mujer llena de pasión, una mujer que podría coincidir con sus propias necesidades. Los sonidos de placer procedentes de ella, eran como ráfagas de fuegos artificiales para él, alimentando su deseo aún más. Le hacía desear cosas que nunca se había atrevido a reconocer: la cercanía, el afecto, la calidez.

Amaury capturó su siguiente gemido y se lo tragó hasta donde rebotó en las cavidades de su pecho, rebotando en sus pulmones y su corazón frío. Y por un instante, una chispa se encendió donde su corazón palpitante yacía casi congelado.

Al siguiente segundo, su corazón latía más rápido, como nunca antes lo había sentido. Un momento después, escuchó un ruido detrás de él.

¡Peligro!

Como un reflejo, la soltó al instante y giró. Detrás de él, sólo había oscuridad. Nadie más estaba en el techo, solo ellos dos.

Al instante se volvió hacia ella, que ya se había alejado de él y corría hacia el borde del edificio. Un segundo después se había ido. Escuchó un fuerte sonido y lo siguió. Al llegar a la orilla, miró hacia abajo. Debajo de él estaba el callejón que tantas veces lo dirigió a su casa, y allí al final, estaba la mujer huyendo de él.

—Espera —le gritó—. ¿Quién eres tú?

Pero ella ya había dado vuelta en la esquina y estaba fuera de su vista. Amaury tragó. Aún podía saborearla en su lengua, todavía sentía el fantasma de su suave forma presionada contra su cuerpo. ¿Qué demonios había sucedido?

Él sacudió su cabeza. En general, él era quien dirigía la seducción. Pero esta vez, una mujer le había dado vuelta al papel. Y le había gustado. Mucho. Era una pena que ella no fuera más lejos. ¿Por qué había escapado de repente cuando todo iba tan bien?

¿Y por qué no pudo sentir sus emociones, ni siquiera una sola de ellas, cuando sólo unos minutos antes, su cabeza le había palpitado dolorosamente?

La única razón por la que había descubierto que ella lo seguía, es porque había oído sus pasos, pero su mente estaba completamente en silencio. Como si ella no tuviera emociones. Sin embargo, su beso apasionado había dicho otra cosa.

Tal vez algo estaba sucediendo con él. ¿Era posible que de alguna manera, le hubiesen ayudado las sesiones con su psiquiatra el doctor Drake? Podría ser un comienzo, un signo de que su maldición se estaba desvaneciendo.

Cuando se volvió y caminó hacia las escaleras, se tropezó con algo, pero se contuvo al instante. Se agachó y recogió el objeto. Y su respiración se cortó, mientras su corazón latía hasta su garganta. En el instante en que sus dedos tocaron la herramienta de madera, él sabía lo que era. Su forma era conocida para él y para cualquier vampiro, y temida por todos ellos.

Una estaca de madera.