Maya se despertó para encontrar que Gabriel la miraba con la cabeza apoyada en su mano—. ¿Por qué no me despertaste?
—Necesitabas descansar.
—Lo que necesito es un beso —bromeó y acercó la cabeza hacia él. Él se lo dio y capturó sus labios con los suyos. Deslizó la lengua sobre la orilla de sus labios, y él los abrió con un suspiro. Su lengua se encontró con la suya, y bailaron.
—Mm, si me besas así todos los días, seré un hombre muy feliz.
Ella sonrió y le pasó los dedos por la cicatriz—. Y si me haces el amor todos los días como lo hiciste, seré una mujer muy feliz.
—¿Así que estás de acuerdo con hacer el amor de la forma sátiro?
—¿Estás buscando algún cumplido?
Se rio, y ella nunca lo había visto tan despreocupado—. ¿Qué si lo estoy?
—Supongo que tendré que decirte la verdad —Maya lo sintió rígido, como si estuviera esperando una mala noticia—. Ahora entiendo por qué siempre hubo algo que faltaba en mi vida sexual. Nunca estaba totalmente satisfecha. Algo siempre faltaba. Como un sátiro, necesitaba lo que me estás dando. Ningún otro hombre más que tú, pudo hacerme sentir completa.
Le encantaba la sonrisa que se extendió sobre su rostro, mientras escuchaba sus palabras.
Sus labios eran firmes y cálidos cuando los presionó contra su boca. Pero antes de que pudiera apoyarse en él, se había retirado—. Y hablando de lo que puedo dar, necesitas alimentarte.
Maya se sentó. Tenía hambre, pero no podía alimentarse de él, no ahora—. No, Gabriel. No tenemos sangre humana aquí, y si yo bebo de ti, te debilitaría.
—Está bien —insistió y la acercó hacia él.
—No. No lo está. Cuando salgamos de aquí, tendrás que ser fuerte. No sabemos qué esperar. Si te debilito ahora, podría ponernos en peligro.
Él asintió con la cabeza y se sentó a su lado. Podría decirse que no le gustaba lo que escuchaba, pero también reconocía que entendió su razonamiento.
Le tocó la mejilla—. Me encanta alimentarme de ti. No tienes idea de cuánto. Es como si me uniera contigo.
El calor que había en sus ojos le dijo que sentía lo mismo—. Pronto, entonces, porque lo extraño.
Su corazón dio un salto mortal con sus palabras.
Los ojos de Gabriel se alejaron de ella y se dirigieron hacia el reloj encima de la mesa. Ella siguió su mirada—. Pronto el sol se pondrá. Tenemos que prepararnos.
***
La niebla cubría la zona boscosa al dejar atrás la seguridad de su refugio. Maya se estremeció cuando el aire frío de la noche tocó su piel caliente. Ella no se había dado cuenta de lo mucho que su cuerpo se había calentado en los brazos de Gabriel, pero el contraste era evidente ahora.
Ellos no hablaban para no atraer atención, por si Ricky estuviera cerca. Su mano se apoyó en la gran palma de Gabriel, a medida que se alejaban del refugio antiaéreo, tuvieron cuidado de no pisar ninguna ramas que pudieran quebrarse y revelar su posición.
Si no hubiera estado tan tensa y preocupada por la situación, Maya se hubiera maravillado de su visión nocturna. Podía ver todo tan claro como en el día… excepto que ni siquiera su visión nocturna podía penetrar la densa niebla de San Francisco. Esperaba que eso significara que ningún otro vampiro tampoco pudiera ver a través de la espesa neblina. Por una vez se alegraba por la niebla que afectaba a San Francisco en el verano. Por lo menos los cubriría si la noche no lo hacía.
Respiraba en forma pareja, diciéndose que el lugar donde había estrellado el teléfono de Gabriel estaba lo suficientemente lejos para que Ricky hubiera perdido su rastro unas catorce horas antes. Y además, también tenía que haber buscado refugio durante el día y con suerte había tenido que abandonar la zona a toda prisa.
Maya escuchó los sonidos de la noche, pero lo único que podía oír era sus propios latidos del corazón y la respiración de Gabriel. Ella lo miró de costado y se dio cuenta de las fuertes líneas en torno a su boca, sus ojos exploraban el área alrededor de ellos constantemente. Recordó que él le había dicho una vez que había comenzado como un guardaespaldas, y se alegraba de ese conocimiento ahora. Le daba confianza. No es que pensara que Gabriel no haría todo lo posible para mantenerla a salvo, pero el saber que tenía las habilidades adecuadas para ello, ponía su mente más tranquila.
Un apretón de su mano y un movimiento de cabeza, le indicó que quería cambiar de dirección. Ella lo siguió sin vacilar, de hecho, le seguiría a cualquier parte, incluso a Nueva York, una ciudad que detestaba. Pero si tuviera que volver ahí, se iría con él.
Maya trató de mantener los ojos enfocados en el camino hacia delante, pero su mente vagaba. Eran demasiadas cosas las que le habían sucedido en las últimas horas. La revelación de Gabriel que ambos eran sátiros le había asombrado, pero no lo cuestionaba. En la última semana, había aprendido que no importa cuán atroz fuera una reclamación, si se trataba de Gabriel, podía confiar en que era cierto. Y todo tenía sentido ahora. El vacío que siempre había sentido durante el acto sexual, había sido arrebatado por la satisfacción total y absoluta, cuando Gabriel la había tomado como un sátiro. Nunca se había sentido más completa en su vida. Si alguna vez había tenido dudas sobre si era un sátiro, ese único acto las había borrado de su mente.
El bosque parecía hacerse más denso a medida que avanzaba la marcha. Sabía que iban en dirección Este, hacia los jardines botánicos y las canchas de tenis, pero su sentido de la distancia era deficiente. Se dio cuenta que Gabriel evitaba los senderos más usados y había optado más bien seguir a través de las áreas boscosas donde los árboles les proporcionaban alguna cobertura.
A lo lejos, Maya vio una estructura blanca, y a medida que se acercaban, lo reconoció como el Conservatorio de Flores de la Época Victoriana que albergaba a un gran número de plantas exóticas. Una pequeña tienda de regalos y la cabaña de los cajeros, estaban a varios metros, separando la estructura principal. Todo estaba en silencio.
Gabriel señaló hacia la cabaña de los cajeros, lo que indicaba que era su destino. Ella asintió con la cabeza. Cruzaron el espacio abierto, y se sintió tensa. A pesar de la espesa niebla, ellos estarían a la vista, y sus sombras serían visibles. Maya no podía dejar de mirar por encima del hombro, y se dio cuenta que Gabriel hacía lo mismo. Sus manos se sentían frías y húmedas, y su corazón latía más rápido que antes.
En la cabaña, Gabriel apretó la cara contra el cristal y se asomó—. Hay un teléfono —dijo en voz baja—. ¿Puedes abrir la puerta desde el interior?
Ella entendió. Podrían haber roto el cristal, pero el ruido atraería a Ricky si estaba cerca, o a cualquier ser humano que estuviera paseando a su perro. Maya se concentró, cerró los ojos e imaginó girar la perilla. Oyó un clic. Estaba volviéndose buena en esto.
Un momento después, Gabriel intentó abrir la puerta, y esta se abrió. Entró a la pequeña estructura y la llevó con él, cerrando la puerta silenciosamente detrás de ellos.
Cuando levantó el auricular y marcó, cada tecla parecía hacer eco en voz alta en el pequeño espacio. Esperaba que fuera sólo sus propios sentidos, los que amplificaban el sonido. Oyó sonar una vez, y luego una voz débil en el otro extremo.
—¿Sí?
—Amaury, es Gabriel. —La voz de Gabriel era apenas audible.
—Gracias a Dios.
—Estamos en el Conservatorio de Flores en el Parque Golden Gate. Maya está conmigo. Vengan por nosotros. Tengan cuidado, Ricky nos siguió hasta el parque.
—Dentro de cinco minutos.
La llamada se desconectó y Gabriel giró hacia ella, atrayéndola hacia sus brazos, antes de bajar sus labios a la oreja—. ¿Puedes meternos en el Conservatorio? Tendremos más lugares donde escondernos allí.
Ella asintió con la cabeza.
El Conservatorio era una gran estructura hecha de vidrio y acero. El acero había sido pintado de blanco y se curvaba para crear una cúpula, como la longitud de un campo de béisbol. Una cúpula adornaba el centro del edificio, recordándole de la cúpula del Ayuntamiento que era de una forma similar.
Lograron entrar fácilmente como lo había sido abrir la puerta de la cabaña. Maya estaba agradecida por la habilidad que le había sido concedida, y aunque el control de la mente hubiera sido una grandiosa habilidad de haberla tenido, esta resultaba ser más práctica y útil en ese momento.
Aspiró el aroma de las plantas del cálido invernadero tropical. Los olores dominaban sus sentidos, el polen era tan fuerte y fragante, que pudo apenas sentir el olor de Gabriel a su lado. Era como si las flores bloquearan todo lo demás.
Los cristales de las ventanas, habían dejado que el sol entrara durante el día y los grandes salones se habían calentado. Incluso ahora, en la noche, la estructura conservaba la mayor parte de su calor. Maya miró a su alrededor, dándose cuenta de los senderos que se habían construido entre los lechos de plantas de gran tamaño. Había carteles al lado de cada especie de planta, explicando su nombre y su origen.
Los brazos de Gabriel serpenteaban alrededor de ella por la espalda, y por un segundo la sobresaltó. Pero él la apretó contra su pecho y simplemente le besó el cuello—. Estoy ansioso de hacerte mi esposa —murmuró contra su piel. Le mordió el lóbulo de la oreja y Maya se derritió en él.
Ella gimió con el placer que le daba un simple toque de él—. No me hagas esperar demasiado tiempo. Nunca me ha gustado la idea de un compromiso de largo plazo.
—Dos, tres días máximo —él estuvo de acuerdo—. Una vez que todo esto termine y atrapemos a Ricky.
—No deberías hacer promesas que no puedas cumplir.
La voz la atravesó como un cuchillo. Gabriel la soltó y la empujó a mitad de camino detrás de su gran silueta. Ella nunca lo había visto moverse tan rápido. Ricky salió de entre las sombras de un gran helecho. Ella no había escuchado ningún ruido de él entrando en el invernadero. Ni lo había olido. Incluso ahora que se centraba en él, todo lo que podía oler eran las flores exóticas a su alrededor.
La postura de Gabriel cambió de inmediato, y pudo ver cómo se preparaba para una pelea. De repente en su mano, tenía una estaca. Ella ni siquiera había visto cuando él la había sacado de su abrigo, en el que debió tenerla escondida.
—Yo siempre cumplo mis promesas —dijo Gabriel con voz tensa—. La que hice anoche fue que te iba a matar.
Antes de que ella pudiera detener a Gabriel, se lanzó contra Ricky. Su gran cuerpo se estrelló contra el vampiro un poco más bajo, haciendo a Ricky perder el equilibrio. Pero antes de que Gabriel pudiera enterrarle la estaca, Ricky había rodado hacia un lado y se había puesto de pie. No había imaginado que fuera así de ágil.
Gabriel giró en un abrir y cerrar de ojos, y gruñó bajo y fuerte. En su furia, sus colmillos habían emergido a través de las encías, y Maya con claridad podía ver casi como si brillaran en la oscuridad. Su cicatriz parecía palpitar.
Con un paso, Gabriel volvió a embestir a su oponente, sus poderosos brazos le asestaron un golpe en su costado. Pero no fue suficiente. La pierna de Ricky pateó un segundo más tarde, golpeando el muslo izquierdo de Gabriel, desequilibrándolo. Por un instante, Gabriel cayó de lado, pero la rama de un arbusto al lado de él, le dio el apoyo suficiente para enderezarse de nuevo.
Sin embargo, el golpe le había costado. La siguiente patada de Ricky aterrizó en el estómago de Gabriel y lo dejó en el suelo detrás de él. Gabriel rodó y se levantó en el segundo en que había golpeado la tierra llena de flores. Para ser un hombre tan grande, era sorprendentemente flexible.
—¡Mierda! —Maldijo Gabriel, y un segundo después ella se dio cuenta de que había perdido su estaca. Maya quedó sin aliento cuando vio a Ricky abalanzarse hacia él.
La cabeza de Ricky se volvió hacia su dirección, y en una fracción de segundo, cambió de dirección y se subió a una baranda que rodeaba el macizo de flores.
Fue entonces cuando ella vio la cuerda. Colgaba de una de las vigas sobre el lecho de plantas. Ricky la había visto también y entonces la agarró. Mientras se aferraba a la cuerda, Ricky pateó contra el tronco de una palmera pequeña detrás de él y se catapultó a sí mismo hacia su dirección. Maya trató de esquivarlo, pero no fue lo suficientemente rápida. El brazo de Ricky se extendió a medida que se acercó a ella. Él la botó de un solo golpe.
Cayó de cara en el suelo. Sabiendo que él estaba detrás de ella, rodó hacia un lado, evitándolo por un pelo. De reojo vio a Gabriel correr hacia ellos. Maya se paró, tratando de estabilizar sus pies, pero se resbaló en el suelo fangoso.
Una mano la agarró, y el escalofrío que recorrió por su piel, le avisó que se trataba de Ricky. Le torció el brazo hacia atrás y la atrajo hacia él.
Un instante después, vio a Gabriel quedarse quieto, con el rostro horrorizado. Ella no entendía por qué no se acercaba. Sólo cuando respiró hondo y amplió sus pulmones, se dio cuenta del por qué: Ricky estaba presionando una estaca de madera en su pecho.
—Un paso más, y la haré polvo.
Maya tragó. Los ojos de Gabriel se inundaron en agonía. Podía ver su mente funcionando, tratando de ver todos los escenarios posibles de cómo sacarla de esa situación, pero se dio cuenta de que Ricky tenía todas las cartas a su favor, y Gabriel nunca pondría en riesgo su vida.
—Eres tan predecible, Gabriel. Supongo que eso te pasa por pensar con el pene —espetó Ricky.
—Deja que se vaya.
—Tenía que haber sido mía. Yo la vi primero. Si no hubieras intervenido, hubiera sido mía.
Maya sintió cómo la bilis aumentaba en su estómago—. Nunca.
Ricky la jaló con más fuerza, torciendo su brazo más arriba. Ella ignoró el dolor y en su lugar se concentró en su disgusto por él—. No te engañes, mi dulce. Todavía serás mía. Una vez que nos hayamos ido de aquí, sólo seremos tú y yo, no tendrás ninguna opción.
—Te cazaré —advirtió Gabriel.
Ricky se echó a reír, mientras caminaba hacia atrás, llevándola con él. Como un escudo, estaba pegada a él, y no había manera de que Gabriel fuera capaz de atacarlo sin correr el riesgo de hacerle daño. Ella sabía instintivamente que tendría que liberarse por sí misma. Pero Ricky era fuerte. Ella sabía exactamente cuán fuerte por su encuentro en la casa de Samson. Por lo menos había sido capaz de utilizar sus habilidades para derrotarlo. Ella podría volver a hacerlo.
Los ojos de Maya recorrieron todo el pasillo oscuro, tratando de encontrar algo que pudiera usar para liberarse. No encontró nada. A excepción de algunos cubos de agua, no había nada cercano que pudiese ser un arma adecuada.
Llegaron a la parte de atrás de la sala, y ella sintió a Ricky abrir la puerta para avanzar a la siguiente parte de la estructura. Ella le dio una última mirada a Gabriel, entrelazando su mirada con él, diciéndole que lo amaba, antes de cerrar la puerta y encontrarse a solas con Ricky.
No le quitó la estaca de su corazón. Claramente, él ya había aprendido de su primer encuentro— ¿Qué estás tratando de ganar con esto? Tú sabes que él te matará cuando te alcance.
—Sí, pero para entonces, ya te habré tomado, y tú serás un bien dañado. Habré usado tu cuerpo con tanta frecuencia y tan violentamente que incluso él, no te querrá de regreso.
La sangre de Maya se congeló por el veneno de su voz. Trató de quitarse de encima el sentimiento de desesperación que la golpeaba. No, aunque Ricky lograra hacer con ella lo que amenazaba, Gabriel todavía la amaría.
Sus oídos se agudizaron. En la distancia, unos vidrios se rompieron. ¿Era Gabriel?
Ricky lo había escuchado también—. Es hora de irnos.
La empujó delante de él, la estaca de madera ahora apuntaba hacia su espalda. Lo que probablemente significaba que él podría matarla desde ese ángulo también, él no tenía que sumergírsela en el pecho, ya que por la parte de atrás también podría hacerlo.
Maya tomó en cuenta su entorno y había una pala en el suelo cerca de uno de los lechos de plantas. Alguien se había olvidado de guardar sus herramientas después de haber hecho su trabajo. Se enfocó en el objeto, cuando pasó por el lugar. Se concentró y visualizó la pala levantándose de la tierra, flotando en el aire.
Un sonido metálico sobre una superficie de metal, rompió su concentración. Sintió a Ricky girándola, a continuación, tiró de ella con fuerza por los brazos— ¡Perra!
Ella volvió la cabeza y vio que la pala había golpeado una barandilla que no había visto.
—Si lo intentas una vez más, aquí mismo te enterraré la estaca.
De alguna manera dudaba de su amenaza. La había buscado por tanto tiempo, que ella no creía que la mataría ahora, cuando ni siquiera la había forzado todavía. Pensó que por lo menos trataría de violarla. El bastardo enfermo seguramente no renunciaría a ese perverso placer.
Ricky la empujó a través de la puerta siguiente. Un movimiento a su izquierda, le llamó la atención y la detuvo en seco. Ricky se tropezó con ella, y la estaca de madera rebotó en la espalda. Al instante se movió hacia adelante, el contacto con el objeto de madera, había hecho que su ritmo cardíaco se incrementara.
Ella usó ese impulso para soltarse del agarre de Ricky. Una de las muñecas se soltó, y ella se retorció en un medio círculo.
Otra sombra en silencio entró en su visión periférica, la silueta era demasiado pequeña para ser Gabriel. Tal vez era sólo una alucinación.
Sus pies de repente perdieron tracción, y cayó hacia un lado. Una sombra saltó sobre ella en el mismo instante. Alguien la había agarrado por los pies y le hizo perder el equilibrio. Y no había sido Ricky.
Mientras se encontraba una vez más boca abajo, rodó rápidamente. Los gruñidos detrás de ella le avisaron de una pelea. Centró la mirada en las dos figuras. El ágil cuerpo de Yvette resaltaba contra el musculoso cuerpo de Ricky, pero lo que no tenía de masa corporal, lo compensaba con agilidad. Ella esquivó todos y cada uno de sus golpes y se retorcía como una serpiente, con movimientos más rápidos, que incluso la vista mejorada de Maya podía seguir.
—Gabriel —gritó ella, tratando de alertar su ubicación.
Pasos apresurados llegaron a donde estaba. Primero, reconoció a Zane. Nunca había estado tan aliviada en su vida, de ver al vampiro calvo correr hacia ella. Detrás de él surgió otra figura: Amaury, y finalmente Gabriel, quien corrió hacia ella de un sendero a su izquierda.
Mientras Zane y Amaury se lanzaban a pelear con Ricky, Maya dio un salto y se arrojó en los brazos de Gabriel.
—Oh, Dios, nena, lo siento no te pude proteger. —Apretó sus brazos alrededor de ella.
—Estás aquí ahora.
Girando la cabeza, vio a Amaury y a Zane conteniendo a Ricky. Frente a él estaba Yvette, con los pies separados y con sus brazos a los costados. En una mano tenía una estaca.
—Debería hacerte lo mismo que tú trataste de hacerme sufrir a mí. —Yvette escupió en la cara de él, y Ricky trató de sacudirse la escupida, pero sin éxito. Sin obstáculos, corría por su barbilla.
Entonces Yvette volvió la cabeza hacia ella y Gabriel—. Él me ató a la chimenea en la casa de la enfermera muerta y me dejó ahí para esperar el amanecer.
Maya sintió que un escalofrío la recorría al pensar en la crueldad de Ricky.
—¿Tengo tu permiso? —Yvette levantó su mano que sostenía la estaca, para que Gabriel la pudiera ver.
—Que sea rápido —respondió Gabriel y se alejó, tomando a Maya con él para que no pudiera ver lo que estaba sucediendo.
—Vas a estar a salvo ahora —susurró y la besó.