Capítulo Treinta y dos

Gabriel pasó la mano a lo largo de la puerta y encontró un interruptor. Él lo apretó. Un segundo después, una luz de neón parpadeó y zumbó antes de que se estabilizara y se iluminara toda la habitación. Él cerró la puerta desde el interior antes de volverse para ver su entorno.

La habitación de casi unos cuarenta y siete metros cuadrados, estaba bastante vacía. Había varios catres apilados a un lado, un gabinete de suministros junto a ellas. En la parte de atrás había un baño rudimentario y un pequeño lavabo. Un pequeño escritorio y una silla, complementaban el mobiliario. Si bien no era mucho, el lugar estaba sorprendentemente limpio, y sobre todo, no tenía ventanas por donde la luz del sol pudiese penetrar. Por el momento, estaban a salvo.

Junto a él, Maya parecía haber llegado a la misma conclusión. Ella asintió con la cabeza a sí misma.

—¿Cómo sabías de este lugar? —preguntó volviéndose hacia ella y buscando sus manos.

—Un paramédico me dijo hace mucho tiempo… que habían encontrado a un hombre vagabundo que estaba enfermo y había irrumpido en este lugar. —Se volvió hacia el pesado cerrojo en el interior de la puerta—. Ricky no podrá entrar, ¿verdad?

Gabriel la abrazó, buscando el contacto con su cuerpo para calmar la preocupación que había sentido por ella—. No. Estamos a salvo. Por lo menos hasta el atardecer. —Él la tomó de la barbilla levantándola para mirarla a los ojos—. Tenía mucho miedo. Pensé que te había atrapado.

—¿Cómo me encontraste?

—No estoy del todo seguro, pero por alguna razón pude ver en tus recuerdos, mientras huías de Ricky. Seguí las calles que viste cuando estabas en la parte trasera del camión.

Ella sacudió la cabeza—. ¿Cómo es eso posible? Pensé que sólo podías entrar en los recuerdos de alguien cuando estabas cerca de ellos.

Se encogió de hombros—. Así es como siempre fue, pero tal vez mi conexión contigo es tan fuerte, que no necesito estar físicamente cerca.

—¿Quieres decir que has visto todo?

Él prácticamente había sentido el disgusto de Maya, cuando Ricky la había besado. No era un recuerdo que hubiese querido ver en realidad, sin embargo sólo reafirmaba lo que pensaba hacerle cuando lo atrapara—. Nunca voy a dejar que otro hombre te vuelva a tocar nunca más, te prometo eso. Encontraremos a Ricky, lo mataré.

—No, si yo lo mato primero —respondió ella.

Había tanto desprecio en su voz, que Gabriel se retiró un momento para poderla mirar a los ojos. Fue entonces cuando se dio cuenta—. Ya recuerdas.

Ella asintió con la cabeza—. Todo regresó cuando me tocó. Gabriel, él nunca dejará de perseguirme. Está obsesionado. Y no se detendrá ante nada. Si tú supieras las cosas que ha hecho.

La rabia hervía en Gabriel—. Dime lo que hizo —su voz salió entre sus apretados dientes. Si ese hijo de puta le había hecho daño a un solo pelo de su cabeza, lo arrastraría y lo descuartizaría. Lo torturaría al infeliz hasta que Ricky le rogara que lo matara.

Maya parpadeó, mantuvo por un instante sus ojos cerrados y luego los volvió a abrir—. Él estuvo a punto de violarme cuando lo interrumpieron. Fue entonces cuando borró mi memoria la primera vez.

Gabriel se quedó sin aliento, mientras expresaba su indignación. Tan suavemente como pudo, acarició la espalda de Maya—. Oh, bebé, lo siento mucho. Hubiera deseado que tu memoria no hubiese vuelto.

—Francamente, me alegro de que lo hiciera. Por lo menos ahora sé que una cosa es segura. —Ella se echó hacia atrás y cruzó su mirada con la de él—. A pesar de lo que él diga, nunca dejé que me tocara. Nunca tuve relaciones sexuales con él.

Sintió regocijo al saber que Ricky nunca la había poseído—. Bebé, estoy muy contento por tu propio bien. Pero aún así lo voy a matar.

—No estoy muy segura de cómo se las arregló para mantener oculto todo esto de ti y tus amigos. ¿Acaso nadie sospechó nada?

Gabriel se había preguntado lo mismo, pero ahora sabía con certeza lo que Ricky debió haber hecho.

—Él usó su don, el don de disipar las dudas. Cuando vi la lista de hombres vampiro que no tenían coartada de la hora del ataque, Zane insistió en que Ricky estaba fuera de sospechas, aunque él no tenía coartadas concluyentes. Yo sospechaba de él, pero de alguna manera mis dudas se disiparon tan pronto como aparecieron. Ricky debió haber estado cerca. Él debió haberme estado mirando y también a Zane, e interfirió con su don mental.

Maya asintió con la cabeza—. Creo que hizo lo mismo conmigo. Tuve una sensación de intranquilidad cuando me lo presentaste en la cocina, pero la sensación se fue. Y entonces estaba tan distraída por la fiebre, que no pude pensar con claridad de todos modos.

—Jugó con todos nosotros. Pero eso se acabó. Te puedo garantizar que Amaury ya ha movilizado a las tropas. Ellos lo estarán buscando.

—¿Durante el día? —Maya le dirigió una mirada de duda.

—Sí. Tenemos un montón de guardaespaldas humanos que son leales a nosotros. Ellos estarán buscándolo ahora. No va a ser capaz de moverse.

—Esperemos que así sea. —Lo rodeó con sus brazos y se acurrucó en su pecho.

Gabriel le tomó la barbilla en su mano y bajó su cabeza. Maya lo encontró a mitad de camino. En el momento en que sus labios se encontraron, el calor se inundó a través de él. Por primera vez en la última hora se sentía a gusto. Él capturó sus labios y deslizó su lengua en su boca, acariciándola contra la suya con un suave barrido. Cuando su cuerpo se apretó contra él, de la forma más confiable de la que nunca había sentido a una mujer, se sintió endurecerse… y esta vez, claramente pudo sentir sus dos penes. Al sentirlos, recordó lo que tenía que decirle.

Él cortó el beso y miró su cara sorprendida—. Tengo que decirte algo.

Una pequeña mueca, se formó entre las cejas, casi como si tuviera miedo de lo que él quería decirle—. ¿Sí?

—Acerca de lo que la bruja se enteró. —Vaciló. ¿Aceptaría la noticia? Él esperaba que lo hiciera, porque si no, no habría nada que pudiera hacer para cambiarlo. Su cuerpo era lo que era: el de un sátiro, y como tal, estaba dotado con dos penes. Sólo podía confiar que si realmente ella era un sátiro también, su instinto le diría que lo aceptara.

Maya se separó y se giró un poco, evitando mirarlo. La curiosidad se levantó en él—. Te dije que no me importaba si no podías quitártelo. Estoy bien con eso.

Gabriel puso la mano en su brazo y la giró para que lo mirara nuevamente. Ya era hora de que hablaran de lo que había pospuesto, porque había estado perdido de cómo explicarle todo a ella en dos frases. Ahora que tenía todo el tiempo del mundo—. Yo sé lo que me dijiste. Y ya habíamos hablado que quieres que me quede así, porque tienes miedo. Vamos a hablar de esto.

***

Maya sintió su cálida mano y miró hacia arriba para encontrarse con su mirada—. Una vez que seas normal otra vez, querrás a alguien más, no a mí.

—¿No escuchaste lo que te dije antes? Que te amo.

Las palabras se sentían bien, pero todavía no podía creer en ellas—. Sí, tú dijiste eso, pero también dijiste que querías un hijo. Una vez que te des cuenta que puedes tener a cualquiera cuando tu deformidad se haya ido, ¿por qué no querrías estar con alguien que te pudiese dar hijos?

Antes de que ella supiera lo que estaba sucediendo, Gabriel la tomó en sus brazos—. No me importa eso —dijo con brusquedad—. Todo lo que siempre quise de la vida, es una mujer que me ame y me acepte como soy. Ser padre hubiese sido un regalo extra, pero no me importa, no lo suficiente. ¿De verdad crees que podría renunciar a esta oportunidad de ser feliz, simplemente porque no podremos tener hijos?

—¿Lo dices en serio? —El corazón le latía en su garganta.

—Lo digo en serio. Pero…

Así que había un pero. Ella no debería haberse alegrado demasiado pronto. Sus hombros se cayeron en derrota.

—Tienes que aceptarme, y una vez que te diga de lo que se enteró la bruja, te tocará a ti tomar una decisión. Te amo. Quiero que sepas eso, pero no puedo pedirte que seas mía, hasta que tú sepas lo que soy. No sería justo.

Ahora había cierta confusión. Había un titubeo en su voz que ella no había escuchado antes, casi como si él no estuviera seguro de cómo abordar el tema—. ¿Qué eres? ¿Qué quieres decir?

—Yo no soy un vampiro de sangre pura.

La noticia no significaba nada para ella. ¿Cómo no iba a ser un vampiro de sangre pura? Por todo lo que había visto hasta ahora, era sin duda un vampiro, y uno muy potente. Había visto sus colmillos, sintió su fuerza. Ella le había visto beber sangre.

—¿Cómo puede ser que no seas un vampiro?

—Lo soy, pero no lo soy, al menos no completamente. Yo no era un ser humano cuando me transformé. Nunca me di cuenta de eso hasta ahora. Mi transformación fue muy parecida a la tuya, y ahora entiendo por qué. Al igual que tú, casi me muero por segunda vez, como si mi cuerpo estuviera rechazando el convertirse en un vampiro. Pero logré sobrepasar eso, al igual que lo hiciste tú.

Ella recordó muy bien lo doloroso que había sido—. Yo vivo debido a ti.

Presionó la frente contra la suya—. Pero yo no quiero que pienses que me debes algo por ello. Lo hice por una razón muy egoísta: quería que vivieras, porque yo quería que fueras mía. Justo ahí, en ese momento cuando te vi por primera vez acostada sobre esa cama en la casa de Samson, yo sabía que te amaría.

—¿Cómo lo supiste? No sabías nada de mí. —Sin embargo, había tanta seguridad en sus palabras.

—Mi cuerpo lo reconoció. Somos iguales Maya, mucho más de lo que jamás hubiera imaginado. Soy parte sátiro, y tú también.

La noticia la impactó como un tren de carga estrellándose contra una pared de ladrillos. ¿Sátiro?—. ¿Una bestia con pezuñas?

Gabriel negó con la cabeza—. Quieres decir un Minotauro. Los sátiros son diferentes. Son criaturas míticas, parte hombre, parte animal, pero la parte animal sólo se manifiesta en su fuerza y sed de placeres carnales y el macho de esa especie, lleva otra pieza en su anatomía. De lo contrario el aspecto de nuestros cuerpos es totalmente humano. Todo eso sobre cuernos y pezuñas llegó después a la mitología. De todos modos, es por eso que nunca supe. No conocí a mi padre, por lo que no hubo nadie que me explicara lo que era.

—Y dices que yo soy un sátiro también. Pero ¿cómo? —No tenía ningún sentido. Ella siempre se había sentido humana.

—¿Sabes que te adoptaron?

Ella se sorprendió de que él lo supiera—. Por supuesto. Mis padres nunca lo mantuvieron en secreto. Además, son rubios y de piel blanca, y yo soy todo lo contrario.

—Tus padres biológicos, o por lo menos tu padre, debió haber sido un sátiro.

—¿Cómo puede la bruja estar segura? Ella no ha hecho ninguna prueba en mí. —La afirmación de la bruja era demasiado extravagante para creerle.

—Ella no tiene que hacerlo por lo que me pasó a mí. He pasado por un cambio. —Tragó saliva. Maya pudo ver su manzana de Adán moverse arriba y abajo.

—¿Qué clase de cambio?

—Después de que tuvimos sexo.

—Maldita sea, Gabriel, podrías sólo terminar de decirlo. —Ella se puso las manos en la cintura, pero en lugar de liberarla, sólo la atrajo más hacia sí.

—Este cambio. —Apretó sus caderas contra las suyas—. La masa de carne que viste. Ha cambiado. Sólo después que un sátiro tiene relaciones sexuales con su compañero sátiro por primera vez. Maya, se ha convertido en un segundo pene porque tú y yo tuvimos sexo.

Ella abrió la boca, aspirando aire en sus pulmones con rapidez para proveer a su cerebro de oxígeno. ¿Él tenía dos penes? Ella se apartó de él y de inmediato notó el ceño decepcionado. Pero ella no podía preocuparse por eso en esos momentos. Llevó la mano al lugar donde sus jeans estaban abultados. Cuando la palma se conectó con la dureza por debajo, él se sacudió por un momento antes de presionar en contra de ella.

Entonces ella lo sintió. No era sólo el contorno de un pene erecto palpitante bajo su mano, ella podía sentir claramente un segundo, igual de duro, pero una fracción más pequeña. Se tensó contra el confinamiento de sus jeans.

—Quiero verlo. —Se lamió los labios y se fue hacia el cierre de sus jeans.

La mano de él detuvo a la suya, dejándola inmóvil—. Maya. —Su voz estaba entrecortada, y cuando lo miró, ella vio el deseo apenas contenido en sus ojos. Él parecía como si quisiera devorarla, y teniendo en cuenta lo que ella sentía por debajo de su mano, tenía una idea bastante clara de con qué quería devorarla.

Los latidos de su corazón se aceleraron, mientras su cuerpo respondía de la misma forma. No había nada que deseara más que poner sus manos sobre sus penes dobles y tocarlos, tenerlos en su boca uno por uno y chuparlos hasta que él le pidiera detenerse.

—Esto no es una lección de ciencias.

¿Era eso lo que pensaba que quería hacer, simplemente examinarlo?—. Si no te quitas los jeans en este momento y haces el amor conmigo, te juro que en el momento en que el sol se ponga, saldré de aquí y nunca me verás de nuevo.

Su cómica mirada no tenía precio—. ¿Quieres que te haga el amor, y de verdad crees que me negaría a hacerlo? Maya, yo soy un vampiro, soy un sátiro, pero sobre todo… soy un hombre.