Yvette escuchó el ladrido vacilante de un perro en las afueras de la puerta de la entrada. Podía sentir su confusión mientras olía, preguntándose si era seguro entrar. Cómo era capaz de conectarse con un animal, no tenía ni idea, pero había tenido la misma sensación extraña cuando había vagado por las calles de San Francisco un par de noches antes, y había notado que los perros habían empezado de repente a seguirla. Uno de ellos, había llegado más lejos siguiéndola hasta la casa de Samson. Tal vez ella tenía un don, que no sabía que tenía.
—Aquí, perrito, perrito —lo persuadía desde su posición en la chimenea, todavía colgada por las muñecas, el metal de plata quemaba dolorosamente su piel. Si llegara a salir de esto, pondría la cadena alrededor de los huevos de Ricky y lo dejaría sufrir hasta que se friera con los rayos del sol naciente.
Un vistazo por la ventana, le dijo que no tenía más de quince minutos hasta el amanecer. Estaba poniéndose demasiado peligroso.
Las garras del perro raspaban contra el piso de madera, mientras entraba en la casa—. Buen perrito —elogió ella. Al doblar la esquina, lo vio, un labrador de color claro con grandes ojos marrones. La cabeza se le inclinaba hacia un lado, como si estuviera tratando de averiguar lo que estaba mal con ella.
—Sí, muchacho, ven aquí.
La bestia de buen carácter, se acercó y movió la cola. Vio un collar alrededor de su cuello. Bien. Él tenía un dueño, y era de esperarse que el dueño no estuviera demasiado lejos—. ¿Dónde está tu papi? —le preguntó, con la misma voz cantada que había usado antes. Sólo esperaba que nadie la viera así. Era seguro que todos se burlarían de ella.
—Hey muchacho, ¿qué tal si actúas como Lassie para mí? —Si un perro de la TV podía llamar a su dueño, sin duda ese labrador podría hacerlo también. Sus ojos parecían inteligentes, sus orejas reaccionaron como si escuchara atentamente.
—Buen perrito, ve a buscar a tu dueño —le ordenó—. Ve a buscar a papi.
El perrito movió la cola de nuevo. ¿Le había comprendido? Yvette sintió el sudor cayendo sobre la frente—. Vamos perrito, haz esto por mí, y te daré un gran hueso carnoso. —Sí, cortar un pedazo de Ricky sería justo lo que quería hacer.
El perro dio unos pasos más hacia ella, y le empujó ligeramente las piernas.
—Hazlo, perrito, ve.
—¿Qué quieres que haga? ¿Qué te quite las cadenas a lamidas?
La voz desde la puerta, hizo que Yvette girara la cabeza hacia ella—. ¡Deja de bromear y desátame, Zane! —Nunca había estado tan feliz de ver a su desagradable colega, como en ese momento.
Zane entró en la sala de estar, con su andar tranquilo, casi aburrido—. Nunca pensé que te vería así. Parece que finalmente me tendrás que rogar por algo.
Yvette apretó la mandíbula—. Pequeña mierda, desátame ahora.
Se echó a reír, y ella se paralizó. Nunca lo había escuchado reír. De hecho, ella siempre había asumido que era incapaz de hacerlo. Pero lo que salió de su pecho, definitivamente era una risa.
—Supongo que eso es lo más cerca que estaré a que me ruegues por algo, ¿eh? —se aventuró a decir mientras se acercaba. Sacó los guantes de cuero de su bolsillo y se los puso. Por un momento, le recordó los guantes que había usado Ricky y de inmediato se puso tensa cuando llegó hasta ella.
—Ahora eso —comentó él, mientras ella sostenía el aliento, lo cual sabía que él reconocería como miedo— eso, acaba de alegrar mi día. —Amplió su sonrisa.
—¿Quién hubiera pensado que alguna vez tendrías miedo de mí?
Sí, y por un instante había tenido miedo de él, pero en el momento en que aflojó las cadenas de plata y la liberó, el miedo se desvaneció—. Eres un bastardo enfermo.
—¿No es grandioso?
Yvette decidió no hacer comentarios. Cualquier forma en la que Zane se excitara, a ella no le importaba. Lo único que le importaba, era que le había salvado la vida. Y por eso, le debía. En un impulso, llevó su cabeza hacia él y le dio un beso en la mejilla.
—Gracias, amigo.
Ella se rio cuando él se alejó, sus labios se detuvieron en un gruñido. Zane odiaba cualquier muestra de afecto, y más aún cuando era dirigida hacia él… e Yvette lo sabía. Ella sonrió.
—¡Perra! Vámonos. Tengo la camioneta con lunas negras afuera.
—Primero, tenemos que advertir a Gabriel. Ricky es el rufián.
—Ya lo sabemos. Te pondré al tanto en el camino. Estamos estableciendo un puesto de mando en la casa de Thomas.
En el momento en que estacionó la camioneta en el garaje de Thomas, que se encontraba debajo de su casa, Zane le había contado en su mayoría los detalles. Detrás de ellos, Yvette escuchó la puerta del garaje cerrándose. Ella esperó un par de segundos antes de abrir la puerta de la camioneta y se bajó. Zane apagó el motor y la siguió.
Yvette se frotó las irritadas muñecas. En la camioneta oscura, se sirvió de los suministros de sangre embotellada que había, pero tendrían que pasar varias horas para que las heridas se curaran. La cadena de plata había carcomido dolorosamente las capas exteriores de su piel, dejando al descubierto la carne viva y de color rosa por debajo de ella. Pero podía lidiar con eso. El dolor en su interior, sin embargo, era más difícil de alejar. Uno de los suyos había intentado matarla. Una traición tal, afectaba en lo más vivo.
Ella miró hacia atrás mientras subían a la planta superior de la casa de Thomas. Zane tenía una expresión sombría en su rostro, en sus labios se dibujaba una fina línea. Cuando vio su mirada, le gruñó. El besarlo en la mejilla para darle las gracias por su rescate, claramente lo había puesto nervioso. Le hizo reír.
Tirano.
—Una palabra sobre lo que ocurrió allí, y yo mismo te colgaré.
Ella sacudió la cabeza y giró la perilla de la puerta al llegar a la parte superior de las escaleras, sin molestarse en responder. Mientras ella abría la puerta y dio un paso hacia el vestíbulo, retrocedió.
—¡Mierda!
Yvette cerró la puerta y chocó con Zane detrás de ella.
—¿Qué pasa?
—Luz del día —dijo entre dientes—. Él tiene las persianas abiertas.
Un momento después se abrió la puerta y la silueta de Thomas recortaba contra la luz detrás de él—. Está bien, adelante.
—Estás bromeando conmigo. —Yvette retrocedió más en las sombras.
Thomas le tendió la mano—. No es luz natural. Ven, deja que te enseñe.
Vacilante, le siguió hasta la sala de estar de la planta abierta. La gran sala se inundaba de luz. A medida que sus ojos se acostumbraban, vio la habitación. Instintivamente, se escondió detrás de Thomas… la habitación tenía desde el suelo hasta el techo, ventanas en ambos lados, y a través de ellos veía el mundo exterior.
—¿Qué…?
Thomas hizo una seña para que se acercara más a las ventanas. No parecía preocupado. Afuera estaba claramente de día, y la luz que inundaba a través de las ventanas debería de dejarlo frito en cuestión de segundos, pero ahí estaba, justo en frente de uno de los grandes ventanales, admirando las vistas de la ciudad a sus pies.
—No es real —afirmó mientras se volvía hacia ella.
Zane se acercó más, su boca abierta por semejante vista—. No es una foto —dijo Zane—. Hay coches en movimiento. ¿Imagen en vivo?
Thomas asintió con la cabeza—. La casa está equipada con cámaras por todas partes que filman lo que está pasando fuera justo en este momento. Proyecta las imágenes en las persianas especiales que he diseñado. Bloquean la luz solar como persianas regulares, pero pueden proyectar la película sobre ellas. Lo que se ve en ellas, es lo que se vería si las ventanas estuviesen abiertas. Las proyecciones representan exactamente lo que está pasando afuera.
—Ingenioso —dijo Zane asintiendo con aprobación—. ¿Y la luz?
—Un nuevo tipo de foco que imita la luz del día. Bastante realista, por el aspecto de tu reacción. —Thomas le sonrió a ella, quien finalmente exhaló.
—Yo diría. —Recién ahora se dio cuenta que no estaban solos. En una esquina, Eddie estaba hablando por su teléfono celular. Y a la izquierda, donde Thomas tenía varias pantallas conectadas de computadoras, Amaury estaba sentado con el teléfono pegado a la oreja.
—Ricky trató de matarme.
Thomas asintió con la cabeza, con su solemne estado de ánimo. Él pareció darse cuenta de sus muñecas dañadas en ese momento—. Nos lo imaginamos. ¿Quieres sangre?
—Estoy bien. Tomé un poco en la camioneta. Lo que quiero es la cabeza de Ricky en un palo.
Amaury se dirigió a ellos—. Me alegro de verte, Yvette. —El sonido de su voz le dijo que lo decía en serio. No habían estado siempre en los mejores términos, pero al menos ahora sabía en quién podía confiar.
—¿Qué hay de nuevo? —preguntó Zane.
—Gabriel y Maya han desaparecido. No podemos rastrear sus señales de celulares tampoco. —Amaury miró a Thomas y señaló el teléfono—. Ese fue el equipo humano que enviaste a la casa de Samson. No hay nadie. —Por un momento, cerró los ojos. Cuando los abrió nuevamente, el dolor era evidente en el azul brillante de su iris—. Tenemos razones para creer que Carl está muerto.
—Oh, mierda —murmuró Thomas.
—¿Qué pasó con Ricky? —preguntó Yvette.
—Tenemos nuestro personal de guardaespaldas humanos, buscándolo —dijo Amaury.
—Es peligroso.
—Sabemos ahora que sí.
—Maldita sea, debí haberlo sabido antes —dijo la voz de Eddie desde la esquina, mientras de un golpe cerraba su teléfono—. Era Holly, la ex novia de Ricky.
—¿Lo ha visto? —preguntó Amaury.
—No. Pero me dijo que ella lo había seguido una noche. Supongo que estaba celosa y quería saber de quién Ricky estaba enamorado. Dijo que lo había seguido hasta un apartamento en Noe Valley.
—La casa de Maya —dijo Yvette en voz baja—. ¿Qué más te dijo?
—Ella me dio algunos de sus lugares favoritos.
—Hagan que los guardias de día vayan a ver si lo podemos atrapar —ordenó Amaury—. Sus movimientos están limitados en estos momentos, por lo que este es nuestro mejor momento para encontrarlo. Esta noche, una vez que sea capaz de moverse de nuevo, podrá escabullirse de nuestras manos.
Eddie asintió con la cabeza—. Estoy en ello.
Yvette miró por la ventana a la ciudad bajo sus pies. En algún lugar ahí abajo, Ricky estaba escondido, al igual que Gabriel y Maya… sólo esperaba que Gabriel hubiese llegado a Maya, antes de que Ricky pudiera poner sus sucias garras en ella. Por más que hubiera querido a Gabriel para ella, nunca se perdonaría no detener a Ricky si le hubiera causado daño a Maya. Gabriel se merecía tener la mujer que amaba. Y ella haría cualquier cosa para asegurarse de que así fuera.
—Ricky tiene que estar escondido en algún lugar. —Apretó la mandíbula y miró alrededor, donde la acompañaban cuatro grandes vampiros—. Y cuando lo encontremos, él será mío.
Nadie la contradijo.