Capítulo Veintinueve

Maya tomó el teléfono inalámbrico al lado de la cama y apretó el botón de llamada para obtener línea. El silencio la saludó. Ella puso el teléfono en su oreja para verificar, pero su sospecha era correcta: el teléfono estaba muerto. Ricky había desactivado la línea de la casa.

Tiró el inútil receptor en la cama y giró. Sus ojos recorrieron la habitación con una gran velocidad… la velocidad de vampiro, por la cual estaba muy agradecida en ese momento. Su mirada se centró en su bolso. Dos grandes pasos y allí estaba, sacando con el siguiente movimiento su teléfono celular. Ella mantuvo pulsado el botón de encendido durante unos segundos con el corazón en la garganta, cuando escuchó unos pasos en la escalera.

Venía por ella.

Maya se quedó en silencio rogando que su batería no estuviera demasiado baja, por los días en que no había utilizado el teléfono, y se sintió aliviada al ver la pantalla encendida. Bueno. Unos segundos más y el teléfono habría iniciado por completo. Pero ella sólo podía mirarlo. ¡Esto no podía estar sucediendo, no ahora, no cuando tenía que llamar para pedir ayuda! Leyó en la pantalla: Sin servicio.

El sonido de la puerta que se abría le hizo levantar la cabeza, y entonces lo vio. Ricky se encontraba justo en la habitación, la puerta se cerró un momento después.

—Hice que desconectaran tu servicio —dijo él, su acento irlandés un poco más pronunciado ahora—. No sirve de nada derrochar el dinero cuando no tendrás que hacer más llamadas de teléfono hacia dónde vamos.

Maya se congeló. Su mente trabajaba frenéticamente para evaluar sus posibilidades de conseguir escapar e irse de la casa, pero él estaba bloqueando la puerta con eficacia y para que ella lo derribara, se quedaría corta. Su piel le picaba incómodamente, y se dio cuenta de que era la misma sensación que había tenido en el hospital y también aquella vez que había conocido a Ricky en la cocina. Aquella vez la había descartado atribuyendo la sensación a su enfermedad, la fiebre que tenía, pero si hubiera estado bien, ella habría sido capaz de conectar la sensación de peligro en el aire con Ricky.

Era demasiado tarde ahora.

—Quiero que te vayas —dijo con toda la calma que pudo—, Yvette llegará muy pronto. —A pesar de las sospechas que tenía, necesitaba retrasarlo de cualquier cosa que estuviera planeando. Su sospecha fue confirmada con sus siguientes palabras.

—Temo que Yvette esté un poco atada en estos momentos. —Rio entre dientes con su propia broma de mal gusto.

—¿Está muerta?

—Lo estará pronto. Pero no hablemos de otras personas. Hablemos sobre nosotros.

Gabriel estaría de vuelta pronto. A pesar de que ella no quería hablar con Ricky, sabía que tenía que seguir hablando, pero no sobre ella misma—. ¿Qué hiciste con ella?

Hizo caso omiso de su pregunta—. Te gusté al principio. Sé que sí. ¿Sabías que por ti dejé a mi novia? ¿Y qué fue lo que recibí en agradecimiento?

—Estoy segura que no te pedí que hicieras eso por mí. Nunca voy tras hombres que están en alguna relación. —Y seguramente ella no hubiera ido tras él… sólo el verlo le daba repugnancia.

—Nos conocimos la noche que tu coche se había ahogado. Te ayudé a solucionarlo. Estabas agradecida, muy agradecida —él insinuó.

Ella no lo podía creer. No, ella nunca hubiera permitido que él la tocara—. No.

—Oh, sí. ¿Quieres que te diga más sobre lo que había entre nosotros?

El asco se erizó en su estómago y se instaló incómodamente en su plexo solar—. No hay nosotros. Nunca ha habido un nosotros, y nunca habrá un nosotros. —A pesar de que todavía no recordaba nada de él, sabía instintivamente que nunca habría tenido sexo con Ricky. Su cuerpo le decía lo mismo. Retrocedió ante su presencia.

—Ves, ahí es donde te equivocas. —Dio varios pasos en el cuarto, acercándose a ella.

—Gabriel te va a matar si me pones una mano encima. —Le advirtió y dio un paso atrás.

—Habremos desaparecido ya por mucho tiempo, cuando Gabriel descifre las cosas y regrese aquí. —Él sacó un pequeño aparato plano de su bolsillo y lo giró hacia ella. Maya miró lo que parecía ser un iPhone con un mapa. En el centro, un punto rojo parpadeaba—. Yo sé exactamente dónde está ahora, así que no te preocupes por Gabriel.

Maya maldijo—. ¡Desgraciado!

—Vaya, vaya, ¿son esas las palabras para un amante? —La sonrisa enferma de su boca, le dio náuseas. Ella nunca sería su amante. Prefería suicidarse antes de que él la tocase.

—No es posible que creas que alguna vez me convertiría en tu amante.

—A mi modo de ver no tienes muchas opciones, al ver que estarás atada pronto. Y luego tomaré lo que quiero, cuando quiera y con la frecuencia que quiera. Es tu culpa. Podría haber sido diferente entre nosotros. Pero no, tenías que engañarme, hacerme desearte, y luego simplemente te alejaste, como si yo no fuera nadie. Y yo, tan generoso como soy, incluso te di una segunda oportunidad. Empezamos todo de nuevo, y tú pequeña perra, hiciste lo mismo otra vez. Hay días en los que realmente me encantan mis dones. —Entonces gruñó.

—Y hay días en los que reconozco sus limitaciones. Por desgracia, ahora que tus dudas acerca de mí se han confirmado, no puedo disiparlas, ni borrar tus recuerdos. Era más fácil cuando eras humana, por lo menos podía hacer borrón y cuenta nueva. Pero no me dejaste otra opción.

El gruñido alrededor de su boca hizo que su rostro común se volviera feo. Ella casi podía ver la fealdad en su interior, el mal que vivía dentro de él. Su piel se estremecía al concientizarse de las malas vibraciones que su cuerpo estaba proyectando. Las sentía con mayor intensidad ahora que estaba a sólo unos pocos metros de ella. Los pequeños bellos en sus brazos se le erizaban como si se prepararan para un ataque. Y ella sabía que tenía que atacar. Todo lo que podía hacer era distraerlo hasta que llegara la ayuda.

El silencio en la planta baja le dijo que Carl no llegaría a defenderla. Maya temía lo peor para el dulce mayordomo, que sólo la había tratado con un gran respeto—. ¿Qué hiciste con Carl?

Su sonrisa burlona confirmó sus peores sospechas—. Polvo eres y en polvo te convertirás.

Maya tragó saliva. Estaba sola en la casa con él. Yvette, la única persona que sabía que estaba sola, estaba atada en algún lugar, Carl estaba muerto, y Gabriel estaba con la bruja. Ricky instantáneamente sabría cuando Gabriel se acercara a la casa, así que no podía esperar ninguna ayuda de él tampoco.

Estaba sola. Por su cuenta con un loco, no, un vampiro loco. Un loco que podría derrotar con su nueva fuerza como un vampiro, pero mirando el fuerte físico de Ricky, apostaría su último cheque de pago a que él le ganaría en una pelea.

Maya dejó que sus ojos recorrieran la habitación, tratando de encontrar algo que pudiera usar para su ventaja.

—¿Qué estabas tratando de obtener convirtiéndome en un vampiro? —Ella tenía que asegurarse de seguir hablando mientras trataba de encontrar la manera de cómo escapar de él.

—Tu eterno amor y devoción, por supuesto —bromeó ligeramente—, pero voy a ser feliz con sólo tu cuerpo, tus piernas permanentemente abiertas para mí.

—Eres un cabrón enfermo. ¿De verdad crees que abriría mis piernas para ti?

—Lo hiciste por Gabriel —le respondió, el odio de repente inundaba su voz—. Qué tiene él que no tenga yo, ¿eh? Seguro que no ganó ningún concurso en el departamento de belleza. Y no es más encantador que yo. Soy tan rico como lo es él, y tengo mucho mejor aspecto. ¿Es porque te permitió beber de su sangre?

Maya se quedó sin aliento. No se había dado cuenta de que él lo sabía.

—Oh, sí, no te veas tan sorprendida. ¿De verdad crees que no sabía lo que estaba pasando aquí? Puedo olerlo a él en ti. Estás positivamente apestando a él. Pero no te preocupes, un par de días conmigo y su olor habrá desaparecido. Me aseguraré de eso, incluso si tengo que sacarte la última gota de sangre y reemplazarla con la mía.

—¡No te atreverías!

Dio un salto y se paró a sólo unos centímetros de ella ahora. Su aliento se cernía como un fantasma sobre su cara, y ella sintió la bilis elevarse—. ¿No lo haría?

—Él te matará. —Sabía que Gabriel lo haría… si es que ella aún estaba viva para entonces, no estaba segura, pero sabía que Gabriel no se detendría hasta que Ricky estuviera muerto.

—Nunca nos encontrarán. Nos habremos ido fuera del país por mucho tiempo, para cuando se entere que te has ido. Y entonces empezaremos nuestra vida juntos, al igual que la hubiéramos tenido si esos idiotas no nos hubieran interrumpido cuando te transformé. Habrías despertado en mis brazos y me hubieras visto como tu protector. Pero voy a rectificar esa situación. Serás mía, y nada en este mundo, me impedirá que lo haga. Nunca lo olvides.

La amenaza se sentía pesada en la sala, envenenando la atmósfera a su alrededor. Ella entendía muy bien lo serio que era. Ni siquiera la violación estaba descartada. Podía ver la locura en sus ojos. No, él no se detendría ante nada.

Es por eso que ella tenía que detenerlo.

La determinación se propagó dentro de ella, y su mente despejó todo lo demás con la idea de alejarse de él. De la misma manera en que trataba cualquier problema de investigación, evaluaría sus opciones una por una y determinaría las probabilidades de éxito. Su mente corría de un escenario a otro, su corazón latía con rapidez ofreciéndole a su cerebro el oxígeno necesario.

El sudor se juntó en su frente, pero ella lo ignoró. Hacerlo pensar que ella tenía miedo: sólo serviría a su propósito. Estaba más allá del miedo ahora… estaba en modo de supervivencia, y el instinto y la lógica eran sus mejores aliados. El saber que Ricky había matado a sus dos mejores amigas, disparó su resolución.

—Tú mataste a mis amigas.

—Seres humanos inútiles. Sabían demasiado. Les chismeaste sobre mí. La sangre de ellas está en tus manos.

Maya empujó la culpa. Ricky era el culpable, y ella no se dejaría caer en su trampa. Él era el malo, y ella se aseguraría de que pagara por sus actos—. Voy a hacerte pagar.

Él sólo se rio de su amenaza. Luego se puso serio otra vez y sujetó sus brazos—. Me gustaría verte intentarlo, pero más tarde. Ahora, nos vamos.

Escuchó el discreto sonido procedente del iPhone en el bolsillo de Ricky, y sabía que Gabriel estaba en marcha. Y él también lo sabía. El tiempo de retrasarlo se había terminado. Maya trató de empujarlo y maniobró para soltarse de su control, pero él sólo aumentó la presión en las muñecas. Las rompería si le daba más resistencia.

—Soy más fuerte que tú —presumió.

Ya sabía eso. Pero ella era más inteligente. Su mirada se desvió hacia la chimenea, donde un atizador se apoyaba en el manto. Se concentró en el largo palo de metal que tenía a cada lado filosas puntas.

Luego canalizó todo su dolor y odio a Ricky con sus pensamientos y los dirigió hacia el atizador, deseando que se moviera. Pero no se movió. La frente se surcaba mientras más se concentraba. Tenía que hacerlo. Había funcionado en el bar, cuando estuvo con Thomas. Sabía que podía hacerlo, si tan sólo pudiera concentrarse lo suficiente.

Ricky tiró de sus brazos—. ¡Muévete!

Maya no obedeció la orden y se puso rígida. Un destello de ira se apoderó de su rostro, antes de ver una sonrisa maliciosa en su rostro—. Bien, entonces ¿qué te parece esto?

Antes de que ella supiera lo que estaba por hacer, había apretado los labios contra los suyos. La bilis se elevó y la ira se agitó en su vientre. Apretó la mandíbula, manteniendo los labios firmemente apretados, mientras trataba de alejarlo. Pero incluso su fuerza de vampiro no era rival para él.

La desesperación y el odio se mezclaban en su cabeza, mientras el asco por él, la hacía sentir náuseas. Cuando él tiró de ella acercándola contra su cuerpo y apretó sus caderas contra ella, era como si hubiera accionado un interruptor en su cerebro. De pronto se acordó de él.

Durante semanas la había perseguido, primero con regalos y cenas de lujo, y luego con amenazas. De inmediato lo había visto en él, el hecho de que fuera obsesivo. Y en ese entonces la había asustado. Recordó la noche en que había regresado del hospital, la noche en que casi la había violado. Él habría tenido éxito si no hubiese sido por su paciente inconsciente que de repente se había muerto. El monitor que estaba conectado a él, había alertado al equipo de Código Azul, quienes habían llegado en cuestión de segundos.

En su lugar había borrado su memoria en ese instante. Sin embargo, sus recuerdos estaban de regreso, y ella no lo dejaría tener éxito ahora. Él nunca la tocaría de nuevo.

Se concentró más, recordando el atizador cerca de la chimenea. Puso toda su energía en ese único punto. Su cuerpo se tensó por el esfuerzo.

Con un gruñido de sorpresa, de repente Ricky la soltó y se apartó. Su rostro se distorsionaba por el dolor y la incredulidad, mientras giraba la cabeza y miraba hacia su costado. Maya siguió su mirada y vio el atizador clavado en su costado, con la sangre goteando desde la abertura.

—¡Perra!

Sabía que no lo mataría, pero le daría un poco de tiempo.

Maya salió corriendo de la habitación y bajó las escaleras. Abrió la puerta principal y corrió hacia la noche. Sus ojos se movían frenéticamente hacia arriba y abajo de la calle, sin saber hacia dónde correr. Dejó que su instinto asumiera el control y viró hacia el oeste hacia la parte de la ciudad que mejor conocía.

En el siguiente semáforo, vio a un camión que transportaba cajas de cartón aplastadas. Se subió a la parte posterior de la misma, refugiándose detrás de la carga, asegurándose de que el conductor no la viera. Cuando las luces se pusieron en verde, el camión se puso en movimiento.