—Recibí tu mensaje —llegaron las palabras de la voz, detrás de él. Gabriel se volvió y miró a su segundo al mando, Zane. Se veía como el infierno, dos veces más caliente.
—Ya era hora —criticó Gabriel—. Necesito a todo hombre que pueda conseguir. La amiga de Maya ha sido asesinada y ella está en algún lugar del hospital. Tenemos que encontrarla. El delincuente está aquí.
El celular de Gabriel vibró. Él lo abrió—. ¿Sí?
—Estoy en el hospital. ¿En qué piso estás? —preguntó Amaury.
—Séptimo. —Desconectó la llamada sin esperar a que Amaury respondiera.
—Bueno, esto es lo que vamos a hacer. Thomas, quiero que trates de acercarte al médico asesinado y ver si puedes recoger las huellas del vampiro que hizo esto.
Thomas asintió con la cabeza.
—Utiliza todos los medios necesarios. Y busca a Ricky… él dijo que estaría en esta planta. Yo no lo veo por ninguna parte. —Luego se volvió hacia Zane—. Zane, toma los pisos del uno al cinco.
—Yo puedo revisar esos pisos —dijo la voz de Amaury desde las escaleras. Se acercó a la vista, su amplia silueta de casi dos metros de altura cubría la puerta de la escalera en su totalidad.
Gabriel asintió con la cabeza hacia él, agradecido de que todo el mundo estuviera llegando a ayudarlo—. Bueno. Zane ve a los pisos doce y trece.
—Dalo por hecho —respondió Zane y se dirigió a la escalera, saludando a Amaury con una palmada en el brazo cuando pasó.
—Vamos a hacerlo, Amaury.
Thomas levantó la mano despidiéndose y se dirigió hacia el otro extremo del corredor, donde los sonidos de las voces sorprendidas de los empleados del hospital, se hacían cada vez más fuertes. Gabriel y Amaury se fueron hacia el otro lado.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Amaury.
—Me está matando el no saber dónde está. Y saber si está a salvo. —Gabriel dio una mirada seria a Amaury—. Y con el olor del cloro en este hospital, no puedo ni siquiera sentir su olor.
—La encontraremos.
—Voy a ir a los pisos nueve, diez y once. Nadie ha estado en el ocho todavía.
—Yo me encargaré de ese, cuando haya terminado con el cuatro y el cinco. —Prometió Amaury y le dio una seca sonrisa antes de que Gabriel pasara junto a él, y subiera las escaleras de enfrente.
En el décimo piso, salió de las escaleras y siguió por el pasillo, su nariz absorbía cada olor, pero el olor del hospital era muy fuerte. No había ningún indicio de Maya. Con cada minuto, la esperanza se desvanecía.
Gabriel pasó las manos por su pelo. No podía perderla. La acababa de encontrar. No era justo. ¿Cómo podría la vida ser tan cruel con él? ¿No se merecía un poco de felicidad? ¿Era mucho pedir?
Algo vibró contra su ingle. Gabriel se detuvo y sacó su celular de su bolsillo. Miró el mensaje de texto.
Tengo a Maya, cuarto 534C. Ten cuidado. Rufián está cerca.
Lanzó un suspiro de alivio al reconocer el número del emisario: Yvette. Con unos pocos clics en su teléfono, envió el mismo mensaje a sus amigos mientras corría hacia la escalera. Una vez que estuvieran juntos, el rufián no tendría ninguna posibilidad de derrotarlos.
***
Maya se apoyó contra la pared del armario del conserje. Yvette había cerrado la puerta, pero como medida de precaución, no había encendido la luz.
—Está en alguna parte. Lo sentí, lo juro. —Insistió Maya y se quedó mirando a Yvette en la oscuridad. Ella no tenía ninguna dificultad para ver las bellas facciones en la tenue luz que se filtraba por la parte inferior de la puerta.
—No he sentido ningún vampiro extraño, pero con todo el cloro que hay aquí, no sé… —respondió Yvette. Sin embargo, ella no abrió la puerta, y había cumplido con los deseos de Maya enviándoles a los demás una advertencia por mensaje de texto—. Gabriel y los otros estarán aquí dentro de poco. Estarás a salvo.
Maya le tomó la mano y la apretó—. Gracias. Lo digo en serio. Lo siento, casi te mato.
Yvette se encogió de hombros—. Yo hubiera hecho lo mismo en tu situación. —Ella asintió mirando hacia la escoba quebrada—. Piensas rápido.
—Asumo que una estaca en el corazón puede matar a un vampiro, ¿verdad? —Maya esperaba que ella no hubiera estado completamente fuera de lugar.
—Eso, y algunas otras cosas. No te preocupes, una vez que esto termine, Gabriel te dará un curso intensivo de todo lo que necesitas saber. No podría haber un mejor maestro. Él ha vivido por un tiempo muy largo.
Maya apartó los ojos—. Prefiero que alguien más me enseñe. Tal vez: Thomas. —Sí, Thomas sería una apuesta mucho más segura: no había peligro para su corazón.
—Creí que tú y Gabriel… —Yvette dejó que su voz se apagara.
—Pensaste mal. Él no tiene ningún interés en mí.
Yvette rio entre dientes, como si supiera lo contrario—. Cariño, ¿quieres decírselo o lo hago yo? Porque el hombre tiene la impresión de que está enamorado de ti. Y por lo visto, yo diría que no está solo en sus sentimientos.
Maya miró a Yvette al instante.
—Oh, sí, no me mires como si fuera una sorpresa para ti. Estaba dispuesto a morder mi cabeza cuando se enteró de que te vi salir y no te detuve. —A pesar de la acalorada discusión, ambas mantuvieron sus voces en un mero susurro para evitar ser detectadas por el rufián, si todavía estaba vagando por los pasillos del hospital.
—Estás equivocada. Él no me ama. Tiene a alguien más. —Maya contuvo sus crecientes lágrimas. No era justo para Yvette cebarla de ese modo… aunque tal vez Gabriel la había engañado también.
—¿Gabriel? ¿Estamos hablando del mismo tipo? ¿El señor Solitario? En todos los años que lo conozco, nunca lo he visto con una mujer. Nunca ha tenido citas y por lo que he oído de los muchachos, ni siquiera iba a cualquiera de esos festivales de cogidas…
—¿Sus qué?
—Algunos de los muchachos son un poco revoltosos, y tienen la necesidad de desahogarse de vez en cuando. Ellos piensan que yo no lo sé, pero confía en mí… lo sé. Los vampiros que no están vinculados de sangre, pueden llegar a ser muy salvajes cuando deambulan por las ciudades y salen en busca de vaginas. Todo lo que te digo, es que Gabriel nunca participa.
Maya tragó su sorpresa. Las palabras francas de Yvette fueron inesperadas, pero ¿por qué los vampiros deberían ser diferentes de los demás hombres? Pero ese no era el punto. Incluso si Gabriel no participaba, no cambiaba en nada el hecho de que lo había atrapado mientras una mujer se la estaba mamando.
—Supongo que eso sólo significa que él es más reservado. No cambia en nada los hechos —insistió Maya.
—¿Cuáles son? —preguntó Yvette.
—Había una mujer en la casa cuando me fui. —Eso fue todo lo que dijo. Yvette podría sacar sus propias conclusiones. Y por lo visto, ella era una mujer muy inteligente. Ella deduciría y sacaría sus propias conclusiones.
—¿La bruja? ¿Estamos hablando de la bruja? —Entonces ella tuvo la audacia de reírse—. ¿Honestamente crees que ocurre algo con una bruja?
—Ella estaba en su habitación —susurró Maya en voz baja, cuidando de no levantar la voz en caso de que el delincuente estuviese cerca.
—Estoy segura de que hay una explicación para eso.
Maya cruzó los brazos sobre su pecho. Ya había oído su explicación: no es lo que parece. Como si eso explicara por qué había tenido los pantalones abajo de los muslos, con la cabeza de la mujer en la entrepierna. No era más que el mismo tipo de mujeriego, como los vampiros a los que Yvette se refería, la única diferencia es que a Gabriel le gustaba llevar a cabo su libertinaje en privado. Y Maya no quería saber nada de eso.
—Yo…
Yvette puso un dedo en los labios de ella—. Shh.
Los oídos de Maya, la alertaron. Contuvo la respiración y no escuchó ningún sonido desde el pasillo exterior. A lo lejos, oyó pasos. Alguien se acercaba. Ella intercambió una mirada con Yvette, que asintió con la cabeza. Estaba tratando de averiguar de qué dirección provenían los pasos, cuando se dio cuenta de que había más de una persona que se aproximaba.
Maya ignoró el frío que se instalaba en su piel y que la apretaba como una soga en el cuello. Podía sentirlo… estaba cerca. Apretó la estaca que aún tenía en la mano. Quería hundirse más profundamente en el armario pero al siguiente instante, la puerta estaba destrozada. La luz inundó la habitación, y por una milésima de segundo se sintió cegada.
—Gracias a Dios que eres tú —exclamó Yvette y salió al pasillo. Maya alcanzó a ver el pelo rojo, antes de que Yvette bloqueara a la persona con su cuerpo. A continuación, otra serie de pasos pesados se precipitaban acercándose.
—¿Dónde está ella? —Se hizo eco de la voz frenética de Gabriel en el pasillo.
Un momento después, había empujado a Yvette y al otro vampiro que ahora reconocía como Ricky, a un lado. Él la tomó en sus brazos.
Maya no tuvo tiempo de protestar, antes de que él llegara a su boca y la besara. Ese no era el tierno beso que había infundido en ella antes: era intenso, exigente y desesperado. Estaba demasiado aturdida para hacer otra cosa, que reaccionar a él. Su cuerpo se fundió en él y le permitió invadir su boca, con su lengua buscándola.
Vagamente, oyó que otros venían detrás de él, pero todo estaba borroso. Gabriel exigía toda su atención. Le tomó un minuto entero ganar el control sobre sí misma y recordar lo que le había hecho. El hecho de que ella estuviera ahora a salvo, no quería decir que lo perdonaría por haberla traicionado.
Ella lo empujó contra su pecho y echó la mano hacia atrás para darle una bofetada. Pero su acción se vio interrumpida… había tomado su muñeca justo antes de que la palma de la mano, se conectara con su cara.
Hubo un destello de color rojo en sus ojos, pero cuando habló, su voz estaba tranquila—. Tal vez pienses que me merezco esto, pero no. Tú y yo tenemos que hablar. —Le soltó la muñeca.
Y justo en ese momento, el estómago de Maya gruñó. Maldita sea, se estaba muriendo de hambre, y el sabor de Gabriel en sus labios le recordaba mucho el sabor de su sangre. Alejó su hambre. Otra persona era más importante que ella—. Necesito encontrar a Bárbara.
El silencio que siguió después de su declaración fue inquietante. Maya miró a los vampiros reunidos: Thomas, Zane, Ricky, Yvette y otro que no había conocido antes. Tenía una espalda tan ancha y era tan grande como un jugador de fútbol americano, y su pelo era negro azabache y le llegaba hasta los hombros. Su lectura se vio interrumpida cuando Gabriel le puso la mano en el brazo. Ella le lanzó una mirada molesta, pero la ignoró.
—Bárbara está muerta. Lo siento —dijo Gabriel.
Si no se hubiese extendido hacia ella y la hubiera tomado con sus fuertes brazos al instante, Maya se hubiese caído cuando sus rodillas se doblaron con las terribles noticias. ¿Muerta?
—¡Oh, Dios, no! —Su voz se quebró.
—Me la llevo a casa. —Informó Gabriel a sus colegas, mientras levantaba a Maya en sus brazos—. Zane, Amaury, ¿podrían acceder a las cintas de seguridad y ver si el asesino fue capturado por la cámara? —Ambos asintieron.
Maya se sentía muy lejos, mientras Gabriel emitía sus órdenes. Todo en lo que podía pensar era en sus dos amigas: muertas. Y todo por culpa de ella.
—Yvette, Ricky, permanezcan juntos y vean qué pueden encontrar en el séptimo piso. Thomas, has que Eddie llegue aquí pronto. Quiero que trabajen solamente en parejas. Nadie se queda por su cuenta. ¿Entendido?
—Eddie ya se encuentra en camino —confirmó Thomas—. ¿No quieres que uno de nosotros vaya a la casa con ustedes?
Gabriel gruñó—. Al contrario de la evidencia, soy más que capaz de proteger a Maya por mí mismo. Ahora vayan, todos ustedes. Saben qué hacer. Encuentren a ese bastardo.