Gabriel dejó el vaso de sangre vacío que él mismo se había servido sobre la mesita de café, y luego miró a Francine, que se había puesto cómoda en el sofá.
La bruja le echó una mirada profunda—. Estoy preocupada.
La columna de Gabriel se tensó—. ¿Acerca de?
—He tenido una larga conversación con Drake. Tengo algunas sospechas acerca de Maya.
—¿Sospechas? —Él se sentía a la defensiva.
—Relájate, vampiro. Cuando digo sospechas, no digo que está engañando a nadie. Ella realmente no sabe lo que ocurre con ella.
—No hay nada malo con ella. —De hecho, nunca había conocido a una mujer más perfecta.
La bruja sonrió con complicidad—. ¿Alguna vez ustedes se desprenden de la testosterona, o siempre están así de saltones?
Cuando abrió la boca para replicar, ella simplemente le interrumpió con un movimiento de su mano—. Por suerte, yo no soy la que tendrá que lidiar con tu ego. Estoy mucho más interesada en la condición de Maya.
Gabriel exhaló bruscamente—. ¿Por qué?
—Ella es un vampiro, pero bebe tu sangre y rechaza la de los humanos. Entró en celo cuando las mujeres vampiro, son conocidas por ser estériles.
—Sabes mucho acerca de los vampiros.
Ella se encogió de hombros—. Es importante conocer a tus enemigos: es mejor para luchar contra ellos. Pero vayamos al punto, ¿has considerado la posibilidad de que el darle de tu sangre a Maya haya provocado sus síntomas?
Gabriel se levantó de su asiento—. ¿Estás sugiriendo que mi sangre no es buena para ella?
—Eres alguien que salta muy rápido a las conclusiones. No. Todo lo que estoy diciendo es que tu sangre podría haber despertado algunos genes latentes en ella. Tú mismo me dijiste, cuando hablamos acerca de tu problema, que tu transformación fue tan difícil como la de ella. ¿Qué pasa si tienen más que eso en común?
Él levantó una ceja. Le había dicho mucho a la bruja acerca de su situación, justo la noche antes que Maya fuera atacada—. No podríamos ser más diferentes el uno del otro. —Ella era perfecta, y él era todo lo contrario. Incluso la bruja tenía que saber eso.
—Ella anhela tu sangre… y solo la tuya, según lo entiendo. No es la sangre de un ser humano, ni la sangre de cualquier otro vampiro.
—Porque yo fui quien terminó la transformación.
—No. Porque hay algo en tu sangre que ella necesita. Tal vez algo que su cuerpo reconoce.
—Hablas como si yo fuera una droga para ella.
—En cierta manera lo eres. Pero no lo sabremos con seguridad hasta que haya analizado las muestras de sangre de ambos.
Gabriel entrecerró los ojos—. Si esto es un truco para conseguir sangre de vampiro, de modo que puedas…
Francine dejó escapar un exasperado soplido—. No creo que jamás haya conocido a un vampiro que tenga más sospechas que tú. Confía en mí vampiro: si yo quisiera hacerte daño, podría haberlo hecho hace mucho tiempo.
¿Confiar en ella? Tal vez lo tenía que hacer, si quería saber qué pasaba con Maya y con él—. Tal vez si me llamaras «Gabriel» en lugar de «vampiro», me resultaría más fácil confiar en tus buenas intenciones. —Hizo una pausa—. Francine.
Ella levantó una ceja—. Si eso es todo lo que necesitas, puedo hacerlo. —Hizo una pausa para el efecto—. Gabriel.
Gabriel se relajó y se volvió a sentar en el sillón junto a la chimenea—. ¿Cuánto de mi sangre necesitas?
—Sólo un pequeño frasco. Me lo llevaré a mi laboratorio y lo analizaré. No será más de una hora.
—¿Tienes un laboratorio?
—No creerías que podía vivir de ser una bruja, ¿verdad? Trabajo en un laboratorio comercial en el centro de la ciudad. Vale la pena… —ella le guiñó un ojo—. …Gano lo suficiente para comprar las patas de gallo para mis pociones.
—Vamos arriba. Espero que no te importe si llevamos a cabo la extracción de sangre en el dormitorio. Prefiero no ser interrumpido. A mis compañeros les parecerá extraño, por no decir menos, si ven que le doy sangre a una bruja.
Se levantó y tomó su bolso, que presumiblemente, contenía todo tipo de cosas de bruja—. Normalmente, yo diría que de ninguna manera, pero al ver cómo estás enamorado de Maya, me atrevo a decir que no eres un peligro para mí.
Por primera vez desde que la bruja había llegado, Gabriel soltó una risita—. Eres una mujer atractiva, pero sin ánimo de ofender… no tengo ningún interés en ti o cualquier otra mujer, además de Maya.
Una vez en el dormitorio principal, Gabriel cerró la puerta silenciosamente detrás de él—. Sólo una petición: estaremos en silencio. Maya está al lado, y no quiero que nos oiga.
—Bien.
Francine sacó un torniquete y una jeringa. Gabriel sólo lo miró y sacudió la cabeza.
—Eso no va a ser necesario. Dame el frasco.
Ella se lo entregó. Él deseó que sus dedos se convirtieran en garras e hizo un pequeño corte en su pulgar. La sangre emanó de la herida al instante. Gabriel sostenía el frasco por debajo de él y lo llenó con el líquido rojo. Un momento después, se lamió el dedo con la lengua para cerrar la incisión.
Francine tomó el frasco y lo cerró antes de ponerlo en su bolso—. Bueno. Te dejo uno para Maya. Llámame cuando lo hayas preparado para mí, y voy a mandar a alguien para que lo recoja. Ahora, vamos a ver tu problema. Creo que fuimos interrumpidos la última vez, justo cuando estaba a punto de examinarte.
Gabriel tragó. Esa era la parte que más temía—. ¿Puedo tener tu palabra de que lo que te muestre, no lo discutirás con nadie?
—¿Es necesario decir que hay una confidencialidad bruja-vampiro? —bromeó, pero Gabriel no tenía ganas de reírse.
Con manos temblorosas, se aflojó el cinturón, abrió el botón de sus pantalones. El ruido del cierre mientras lo bajaba, parecía hacer eco en la habitación. ¿Podría todo el mundo en la casa haberlo escuchado? Cuando bajó sus pantalones a medio muslo, oyó la respiración de Francine, como un silbido de sus pulmones.
Mientras estaba de pie ante ella, se dejó caer en el diván, por lo que su cabeza quedo al nivel de su entrepierna—. Por Dios —susurró.
***
El estómago de Maya gruñó, pero ella trató de aplacar su hambre. Se había paseado de un lado a otro por un buen tiempo, decidiendo qué hacer. Ahora, ella no podría esperar por más tiempo. Tenía que hacer frente a Gabriel y explicarle por qué había reaccionado con tanta dureza cuando había regresado. Por el bien de lo que estaba creciendo entre ellos, tenía que dar el primer paso y pedir disculpas por sus duras palabras.
Y luego, tenía que alimentarse. Por Dios, ella lo deseaba. No sólo su sangre, sus caricias, sus labios, sus besos. Sentía debilidad en las rodillas sólo de pensar en él, recordando cómo la había tocado y besado, cómo había hecho que terminara, con su lengua y sus manos. Pequeñas gotas de sudor, recorrieron por su cuello. Ella se sentía excitada sólo de pensar en estar en sus brazos.
Maya cerró la puerta del dormitorio detrás de ella y caminó por el pasillo. Se detuvo en las escaleras. Estaba claro que podía sentir la presencia de Gabriel. De hecho, podía oler su sangre. ¿Era más intenso ahora porque estaba muerta de hambre, o había sido siempre capaz de oler la sangre a tanta distancia? Cuando volvió la cabeza, se dio cuenta de que el olor era cada vez más intenso… no venía desde abajo, sino desde el dormitorio principal.
Maya sonrió para sí misma. Si Gabriel estaba en la cama, aún mejor. Ella primero podría beber de su sangre y luego devorarlo. En puntas de pie, caminó hacia la puerta. Lo más silenciosamente que pudo, dio vuelta al picaporte y abrió la puerta.
Tan pronto como dio un paso en la habitación, se quedó paralizada de horror.
Maya dejó de respirar.
Gabriel estaba junto a la chimenea, frente a ella. Pero él no la estaba mirando. Su mirada se centraba en la mujer que estaba sentada frente a él en el diván, de espaldas a Maya. Su cara se retorcía como si le doliera.
Pero eso no era lo peor de todo. Lo peor eran los pantalones de Gabriel que estaban abajo hasta las rodillas, sus muslos desnudos se mostraban, mientras que su entrepierna estaba bloqueada por la cabeza de la mujer.
Maya parpadeó, pero no se estaba imaginando esto. ¡La extraña mujer estaba dando a Gabriel una mamada! Y la mirada en el rostro de Gabriel no era de dolor. No, tenía que ser de placer.
¿Cómo podía hacerle esto a ella?
Un sollozo arrancó de su garganta.
La mirada de Gabriel saltó a ella, y al mismo tiempo volteó la mujer. Ambos la miraron, se veía sorpresa en sus rostros.
Gabriel tiró de sus pantalones, pero no pudo subírselos hasta arriba—. Maya, por favor, esto no es lo que parece —La mujer giró completamente, aun bloqueando su visión de la entrepierna de Gabriel. Como si a Maya le fuera necesario ver su duro pene, para saber lo que estaban haciendo. Ella no necesitaba una prueba de ello. Todas las pruebas estaban escritas en sus rostros culpables.
Ella giró sobre sus talones y salió corriendo de la habitación.
—Maya, escúchame. Te lo puedo explicar.
Sus palabras eran una mala excusa. ¿Qué había que explicar? Él había traído a otra mujer a la casa justo después de que ella le había dicho que no quería ser controlada. ¿Era esa la respuesta a su enojo? ¿Qué no le importaba lo que ella pensara? Qué cruel.
Maya bajó corriendo la escalera, más rápido que nunca. ¿Así que esa era la velocidad de vampiro? Mejor. Ella tenía que huir, de él y de ese lugar. En la puerta de entrada, vio un juego de llaves sobre el aparador. Ella sabía que había un coche en el garaje… Gabriel lo había tomado cuando se había reunido con Zane antes.
Tomó las llaves y corrió hacia el garaje. Con un clic, las puertas del Audi R8, se desbloquearon. Nunca había conducido un coche deportivo antes, pero serviría. Maya se subió al coche, cerró la puerta y metió las llaves para encender el auto.
Un segundo después, el motor rugió a la vida. El control de la puerta del garaje estaba donde ella esperaba que estuviera… en la visera. Valiosos segundos pasaban, mientras la puerta del garaje se levantaba. Cuando iba a media altura, Maya golpeó el pedal del acelerador y salió corriendo.
Sus nuevos sentidos superiores de vampiro le ayudaron a evitar un accidente mientras salía hacia la calle. De reojo, vio a Yvette parando en la acera, mirándola. Maya no le hizo caso, apretó el acelerador más fuerte y corrió por el camino.
Sus ojos ardían, y sólo ahora se daba cuenta de que estaba llorando.
¡Maldito Gabriel!
Había dejado que llegara demasiado cerca, y todo lo que había conseguido era un infierno de mucho dolor. Él era tal como Yvette se lo había descrito, todo lo que quería era una mujer humana, no un vampiro infértil. No había dejado de notar que la mujer que tenía la cabeza enterrada en la entrepierna de Gabriel, era un ser humano. Su olor había sido definitivamente humano, aunque era sólo un poco diferente. Pero de seguro no era un vampiro. Maya lo olió. No le había tomado mucho tiempo en absoluto reemplazarla. Después de todas las cosas que le había dicho cuando había estado en su cama, las promesas de que él se ocuparía de ella, que siempre estaría allí para ella. ¿Había mentido cuando afirmó, que alimentar a Maya, era el paraíso para él?
Con el dorso de la mano, Maya se secó las lágrimas de la mejilla. Si eso significaba que hombres como Gabriel podían tratarla con tan poco respeto, con tal insensibilidad, entonces ella no quería ser un vampiro.
Ella frenó en un semáforo, dejando al motor en neutro, y respiró hondo. ¿Eran los vampiros en realidad tan diferentes de los humanos? Al recordar la situación en la habitación de Gabriel, se dio cuenta con asco que ni siquiera su «no es lo que parece», era decididamente humano… cualquier hombre hubiera dicho lo mismo para salir de ese lío. No, los vampiros no eran en realidad muy diferentes cuando se trataba de eso. Lo que reducía a Gabriel a ser otro tramposo hijo de puta más, al igual que cualquier otro ser humano.
Por lo que sólo tendría que hacer lo que habría hecho con cualquier otro hombre: olvidarlo. Y despotricar de él con sus amigas. Sí, eso es exactamente lo que necesitaba ahora.
Maya miró su reloj. Paulette estaría en casa y no le importaría si se presentara sin previo aviso. Tenía que abrir una botella de vino y compadecerse de ella. Por un momento, Maya se preguntó cuánto le diría, pero luego decidió que la honestidad era la mejor manera de llegar. Si quería mantener a Paulette como su amiga… y ella necesitaba con desesperación una amiga en cuyo hombro pudiera llorar… tenía que decirle la verdad. Poco a poco, y con suavidad.