Gabriel apretó los puños. ¿Cómo podía Thomas mostrar tan poco juicio llevándose a Maya fuera de la casa, sin respaldo suficiente para protegerla? ¿Había olvidado ya que el rufián todavía andaba por ahí, listo para atacarla una segunda vez? No podía arriesgarse a que le pasara nada. La acababa de encontrar… la única mujer que alguna vez había querido para sí mismo… y nadie tenía derecho a llevársela lejos de él.
El miedo en su interior se convirtió en ira. Sin Maya en su vida, toda la luz se desvanecería. Después de las horas que había pasado con ella en la cama donde ella le había permitió tocarla y besarla, se había sentido más feliz que nunca en toda su vida. Había esperado en Cloud Nine, hasta que se encontró con Zane para que lo ponga al corriente en detalle sobre sus investigaciones.
Los resultados que Zane había presentado, eran sombríos. De todos los hombres vampiros posibles que podrían ser responsables del ataque a Maya, algunos de los propios empleados de Scanguards estaban en la lista. Un ceño fruncido cruzó la cara de Gabriel, al recordar los nombres de la lista: los nombres de los vampiros, cuyo paradero no podía confirmarse en el momento del ataque. Hombres que había conocido durante mucho tiempo: tres guardias excelentes de Scanguards, e incluso Ricky y Zane estaban en la lista.
Zane, directo como era, había admitido que él tampoco tenía una coartada, al menos no una que pudiera verificarse… al parecer, había estado en algunos bares cogiendo todo lo que estuviera a la vista. Y fiel a su modus operandi, había borrado de su memoria todo recuerdo respecto a él. Al parecer, Ricky había hecho lo mismo en un club nocturno diferente. Teniendo en cuenta su reciente ruptura con Holly, era de esperarse, y ciertamente no era inusual.
Gabriel se tragó sus dudas. No, nadie tan cerca de ellos podría ser responsable de esto. Si no podía confiar en su propia gente, ¿en quién podría confiar? Pero aun así, ¿podía simplemente descartar la posibilidad, porque eran uno de ellos? Zane había estado en la habitación de Maya cuando se había despertado, pero no había hecho ningún intento de acercarse a ella desde entonces. ¿Era deliberadamente? ¿Estaba él manteniéndose alejado de ella, para no atraer ninguna atención?
Y Ricky… había aparecido en la casa, y su mirada lujuriosa cuando había estrechado la mano de Maya no había pasado desapercibida para Gabriel. Él no podía culpar a los demás tampoco. Maya era hermosa. ¿Quién no la codiciaría?
El ruido de dos motocicletas deteniéndose frente a la casa, interrumpió sus oscuros pensamientos. Gabriel corrió hacia la puerta y la abrió, sólo para ver a Maya bajarse de la parte trasera de la Ducati de Thomas. Eddie manejaba la segunda moto. Gabriel sabía instintivamente que si alguien podía encontrar a Thomas, ese sería Eddie. Después de todo, pasaba la mayor parte del tiempo con él.
Todavía hirviendo de ira por la acción irresponsable de Thomas, reprimió sus impulsos de correr hasta Maya y tomarla en sus brazos. Tenía que hacer frente a Thomas primero y dejarle claro que no toleraría cualquier otra acción que pusiera a Maya en peligro, y sería castigado.
Cuando los tres se dirigieron hacia él, Gabriel se hizo a un lado para dejarlos entrar. Él cerró la puerta de un portazo, tan pronto como entraron en el vestíbulo.
—¿Tenías alguna idea de lo que estabas haciendo, Thomas? —Tronó Gabriel.
—Maya podría haber sido atacada por ahí.
—Gabriel, ella nunca estuvo en peligro.
Gabriel cruzó la distancia entre él y Thomas y se enfrentó nariz a nariz con él—. No tienes ningún derecho a sacarla de la casa y ponerla en riesgo. Te prohíbo que…
—Gabriel, ¡basta! —Lo cortó Maya. Él levantó la cabeza hacia ella y la encontró de pie con las manos en las caderas—. Es suficiente. Le pedí a Thomas que me sacara de la casa. He estado encerrada aquí durante varios días. No puedes mantenerme encerrada aquí para siempre.
—¿Es eso lo que piensas? ¿Qué te estoy manteniendo presa? —Todo lo que había hecho era protegerla. ¿No se daba cuenta de eso?
—Seguro que se siente así —masculló en voz baja, pero Gabriel no tuvo problemas en escuchar sus palabras. Le dolían.
—Sólo estaba tratando de protegerte. El rufián está todavía por ahí. Podría atacar en cualquier momento… no estás segura fuera.
—¡No estoy segura en ninguna parte! Pero no puedes protegerme de todo.
—Yo puedo —protestó Gabriel—. Y lo haré. Incluso si tengo que…
—¿Encerrarme y vigilarme las veinticuatro horas al día? —Maya inclinó su barbilla hacia arriba, con el desafío claramente escrito en su hermoso rostro.
—Eso no es lo que quise decir.
—Pero lo pensaste. He llevado una vida independiente hasta ahora. Y no voy a cambiar eso… ni por ti ni por ninguna otra persona. Nadie me va a controlar.
Dio un paso hacia ella, pero ella levantó la mano, haciéndolo parar en seco.
—Tengo que ser capaz de defenderme. No puedo confiar en que alguien más estará a mi lado todo el tiempo. —Se volvió.
—Maya, escucha.
Pero ella siguió subiendo las escaleras—. Me voy a dormir. Mi lección de control mental con Thomas me ha agotado.
¿Lección de control mental? Gabriel se dio la vuelta para hacer frente a Thomas, que todavía estaba en el pasillo junto a Eddie.
—¿Por qué no me dijiste que estabas enseñándole a usar su control de la mente?
—Porque no me dejaste decir una palabra.
Gabriel pasó los dedos por su pelo y dejó escapar un jadeo entrecortado—. Me está volviendo loco. Cuando no estoy con ella, me preocupo. ¿Entiendes eso?
Thomas se limitó a menear la cabeza—. Estás mal. Si no la sueltas, vas a perderla. Ella es una mujer fuerte.
—Maldición, ¿qué sé yo acerca de las relaciones? Todo lo que sé es que tengo que protegerla. El delincuente todavía anda por ahí. —Aparte de su breve matrimonio con Jane, nunca había tenido una relación con una mujer que no significara un intercambio de dinero por los servicios prestados. Se suponía que tenía que ir hacia ella y disculparse, y si era así, ¿cuándo? ¿O se suponía que debía esperar, hasta que ella le diera una señal de que estaba dispuesta a hablar?
¡Cómo demonios lo iba a saber! No podía preguntarle a nadie.
—Protegerla, pero no asfixiarla.
Gabriel miró a su colega. ¿Realmente había sido demasiado torpe? Todo lo que él estaba tratando de hacer era protegerla del peligro. Había tenido que proteger a otros durante toda su vida, en calidad de guardaespaldas, así que ¿por qué esto debía ser diferente?— Parece que no sé la diferencia.
—Entonces es mejor que la aprendas rápido. Maya es única… Ella no aceptará ninguna mierda de nadie. Y, por cierto, no va a aprender a controlar la mente.
—¿Qué?
Incluso Eddie se quedó perplejo ante la noticia. El control mental era una herramienta esencial para cualquier vampiro, tan importante como sus colmillos lo eran para alimentarse.
—Yo traté de enseñarle, pero no puede influir en ningún ser humano. No obstante, con los objetos inanimados… eso es otra historia. —Thomas lo tentó.
—Explícame.
—Ella puede mover objetos con su mente. Maya trató de plantar sugerencias en la mente de la gente, pero en su lugar movió las cosas. Gafas. Sillas. Ella tiene un don único.
—Pero ¿qué va a hacer sin el control de la mente? —Interrumpió Eddie.
Thomas se encogió de hombros—. Tendremos que ver cómo se desarrollan las cosas. Ella podría ser capaz de compensarlo de alguna manera.
Gabriel sintió la preocupación atravesarlo. Sin el control de la mente, no tenía protección contra el mundo humano. En todo caso, tenía que redoblar sus esfuerzos para protegerla, no soltarle las riendas como Thomas le había sugerido—. Compensarlo, ¿cómo?
Thomas sonrió—. Ella necesita a alguien en quien pueda confiar. Y no un elefante en una cristalería que le da órdenes. A esta mujer… —señaló al segundo piso— … no le gusta que le digan qué hacer. Si deseas permanecer a su lado, te sugiero que la veas como lo que es: una mujer independiente y fuerte. Ella no quiere una niñera o un guardaespaldas.
Gabriel asintió con la cabeza. Maya había tenido suficiente. Ella se enfrentaba a demasiados cambios ahora. Toda su vida había sido arrancada de raíz y su identidad puesta en duda. ¿Qué haría sin su dedicación a su profesión, sus amigos, su familia? Supuso que el hecho de que ella había respondido a él con tal abandono, iba a ser suficiente para ella. Había pensado que simplemente aceptaría su ayuda y su juicio, acatando sus órdenes.
Había olvidado que era un individuo, que necesitaba tomar sus propias decisiones. Y si quería mantenerla, tenía que darle libertad. Por difícil que eso fuera para él.
Gabriel recordó cuando le había tenido en sus brazos y le había dado placer… no cuando había estado delirando, sino después, cuando ella había estado despierta y plenamente consciente de lo que estaba haciendo. Ella había respondido a él, lo miraba con tal deseo en sus ojos que no podía pensar ni por un segundo, que no lo había querido entonces.
Tal vez él podría realmente reclamarle, una vez que fuera capaz de hacerle el amor, entonces las cosas serían diferentes. Pero no había sido capaz de hacerlo hasta el momento, y aunque él la siguiera ahora, y se disculpara por su rudeza, no podía llevarla a la cama como un hombre. No podía permitirse que ella lo viera desnudo. Ella se apartaría de él, y entonces la perdería para siempre. No, tenía que darse y darle el tiempo para resolver los obstáculos entre ellos. Necesitaba tiempo para calmarse y ver su reacción como lo que realmente era: una acción para protegerla en lugar de controlarla. Y él necesitaba tiempo para resolver su problema.
El teléfono celular de Eddie timbró de repente. Gabriel volvió la cabeza y vio que lo abría y leía el mensaje—. Excelente, los servidores de AT&T están nuevamente en línea.
Gabriel sintió un alivio al escuchar la noticia—. Vayan ambos, y tráiganme la información. Sólo envíame por fax la lista de teléfonos, una vez que la tengas. Ah, y llama a Yvette y pídele que te releve en el puesto aquí.
—Lo haré —confirmó Thomas y abrió la puerta, Eddie lo siguió. Thomas se detuvo con un sobresalto, se echó hacia atrás y miró sobre su hombro—. Parece que tienes un visitante.
***
Maya se dejó caer sobre las sábanas de la cama. Cuando ella se volvió, todavía podía oler el persistente aroma de Gabriel en las almohadas. ¿Cómo se había vuelto de repente todo tan complicado? Sólo unas horas antes se había sentido feliz y satisfecha. Ahora las cosas eran un alboroto.
El hombre que se había puesto de pie en la puerta de la entrada cuando había vuelto de Castro, no era el mismo hombre que la había tenido en sus brazos y la había tocado casi con reverencia como adorándola. Ese no era el Gabriel que pensaba que conocía, no el tierno y cuidadoso amante del día anterior. Ese Gabriel era diferente: duro, inflexible, poderoso.
Y por el intercambio de palabras con Thomas, ella sabía que él realmente tenía el poder que ejercía con tanta facilidad ahora. Ese no era el hombre que la había besado con ternura y le había dicho que ansiaba la cena, como si él fuera a darse un festín de ella y no al revés. Como si pudiera alimentarse de él en ese momento. No podía hacerle frente ahora, no después de lo que le había dicho sólo unos minutos antes.
Ella sabía por qué había reaccionado con tanta dureza a su llamada de atención. Fue el destello que tuvo en su memoria que la había asaltado en el bar.
Control.
La palabra se extendió en su mente de nuevo. Algo sobre eso la llenaba de temor. Y cuando había visto a Gabriel parado en la puerta, lo había visto en sus ojos: él estaba acostumbrado a controlar a los que le rodeaban… tal vez no porque era su naturaleza, sino porque era el jefe. Y en ese momento, él la había asustado.
Tenía la extraña sensación de que había tenido una conversación similar con otra persona. Cuando ella acusó a Gabriel de querer verla las veinticuatro horas al día, no había estado hablando realmente de él. Las palabras habían llegado a ella, de un recuerdo que ya no tenía.
Maya se estremeció cuando su mente la llevó a conectar los puntos. Las palabras habían provenido de los recuerdos que el canalla había borrado… palabras que ella le había dicho al monstruo sin rostro que la había transformado. Había querido controlarla, poseerla. Instintivamente, ella sabía eso ahora, aunque ella no lo recordaba. Su recuerdo de esa vez aún estaba en blanco, pero su cuerpo había conservado la memoria sensorial. Cuando ella se oyó decir esas palabras a Gabriel, su cuerpo había recordado el miedo que había sentido cuando ella se había enfrentado al delincuente.
Tenía que explicarle a Gabriel que ella no había querido atacarlo. Que no se trataba de él, sino de sus propios miedos. Él lo entendería.