Maya jugaba con los botones de la camisa de Gabriel, abriendo uno tras otro, antes de deslizar su mano sobre su pecho desnudo.
—¿Estás tratando de distraerme? Porque si es así, estás haciendo un trabajo excelente —dijo en voz baja. Maldita sea, su voz era sexy.
—¿Cómo empezó todo? Los vampiros. ¿Cómo llegaron a ser vampiros?
Gabriel le tomó la mano y la estrechó con la suya, deteniéndola de acariciar su pecho, pero la mantenía presionada contra su piel caliente—. Hay muchas leyendas, por supuesto, pero gran parte de la tradición en la ficción popular, es falsa. La creencia entre los nuestros es muy diferente. Se dice que el primer vampiro fue un hombre malo, que hizo un pacto con el diablo y atrajo la ira de Dios sobre él. Era un hombre destruido por una codicia equivocada. Él quería gobernar el mundo, pero con violencia. Cuando Dios se enteró de su plan, lo maldijo a caminar por la noche, por lo que sus propias criaturas estarían a salvo de él durante el día.
Maya escuchó con gran expectación—. ¿Pero entonces por qué le dio Dios esas facultades, y la sed de sangre humana? ¿No va en contra de su deseo de proteger a los humanos de él?
—Dios no le dio los poderes. El Diablo lo hizo. Él protege a los suyos. Cuando Dios condenó a nuestros antepasados a la noche, el diablo le otorgó poderes para sobrevivir en la noche y asustar a los seres humanos. Él lo hizo fuerte durante la noche, pero no pudo cambiar nada sobre su debilidad a la luz. Y así, el primer vampiro fue creado.
El asco apareció en Maya—. ¿Significa esto que nosotros adoramos al diablo?
Gabriel se echó a reír y sacudió su cabeza—. No. Nosotros tenemos nuestro libre albedrío. Sólo nosotros decidiremos cómo actuar… nunca lo olvides. Puedes ser tan buena o tan mala, como tú lo decidas. Está en tu propio corazón. Tus decisiones son aún propias, y no permitas que nadie te diga lo contrario.
Se relajó con sus palabras—. ¿Cómo te convertiste en un vampiro?
Gabriel cerró los ojos, como si quisiera alejar los recuerdos. Cuando los abrió de nuevo, le dio una sonrisa triste—. Yo no estaba muy feliz en mi vida humana. Estaba solo, y con la cicatriz en mi cara, era difícil atraer la compañía femenina. Tenía la idea equivocada, de que si yo era un hombre poderoso, las cosas cambiarían. Así que cuando conocí a un hombre que parecía tener todo lo que quería, hablé con él, y él tuvo piedad de mí. Mi padre era un hombre amable, pero resultó que incluso como un vampiro, yo seguía siendo el mismo hombre: solitario y con una cicatriz desfigurante.
Maya le acarició con su mano la cara. No le importaba la cicatriz, pero si a él parecía molestarlo, tal vez podía hacer algo al respecto—. Hay muchos cirujanos plásticos buenos hoy en día, los cuales…
Él detuvo su mano con la suya—. Mi cuerpo quedó escrito en piedra al momento en que me convertí en un vampiro. Al igual que mi pelo volvería a crecer a esta longitud si lo cortara, todo lo que haya cambiado en mi cuerpo, sería restaurado mientras duermo, así que voy a lucir exactamente como lo era antes de mi transformación. Un vampiro no puede cambiar su forma física.
La mano de Maya al instante se fue a su cara—. ¿Quieres decir que yo me veré exactamente así para siempre?
Él asintió con la cabeza—. El cabello largo oscuro, ojos hermosos, sin arrugas, unas pocas líneas de risa.
Ella sonrió—. Menos mal que me afeité las piernas la noche del ataque, entonces.
Gabriel estalló en una carcajada. Nunca lo había oído reír, y ella descubrió que le gustaba, le gustaba la forma en que su profunda risa, retumbaba recorriendo todo su cuerpo. Había un brillo en sus ojos cuando él la miró—. Sólo una mujer puede destilar las cosas, a su esencia más elemental —Mientras la mano recorría por su torso, hacia el muslo.
—Aunque, debo admitir, que me gustan las piernas suaves como las tuyas.
Ella se apoderó de su mano y lo detuvo de seguir adelante. No es que ella no quisiera lo que él le estaba ofreciendo, pero mientras ella lo tenía hablando, quería saber más—. ¿Qué otra cosa va a cambiar en mi vida? ¿Cómo las personas no se darán cuenta de que yo no envejezco?
—Ah, esa es la parte difícil. En general, la mayoría de nosotros vivimos una vida tranquila. Tenemos nuestras propias comunidades y nos mantenemos alejados de los seres humanos tanto como nos es posible. Era más fácil en los siglos XVIII y XIX, cuando los registros no eran tan completos como hoy. Con números de Seguro Social y similares, que, lamentablemente, hemos llegado a falsificar una gran cantidad de documentos.
—¿Quieres decir como documentos de identidad falsos?
—Algo por el estilo. Planificamos mucho en estos días. Cada veinticinco o treinta años, nace una nueva identidad… se presenta el nacimiento de un niño, se establece un número de Seguro Social y todo tipo de registros de la escuela y graduación, con el fin de crear una historia.
—Eso suena complicado.
—No, cuando tienes unos cuantos talentosos muchachos de TI entre los de tu clase, que pueden entrar en casi cualquier registro en la computadora. De hecho, con el advenimiento de las computadoras, se hace la vida más fácil otra vez. No hay que irrumpir más en los Ayuntamientos por la noche. —Le guiñó un ojo, pero su mente estaba ya, en lo difícil que todo eso sonaba.
—No tengo idea de cómo haría todo esto. ¿Dónde iba siquiera a empezar?
Gabriel agarró su barbilla en su mano—. No te preocupes por eso. Yo me encargaré de todo para ti. —La sinceridad en sus ojos era real. Sabía instintivamente que él le daría todo lo que necesitara. Pero ¿podría aceptar eso?
—Pero no puedo depender de ti.
Un gesto alteró sus rasgos—. Pero yo quiero cuidar de ti.
—Siempre he hecho todo por mí misma. No sé cómo confiar en nadie más.
—Todos confiamos en los demás vampiros: para ayudarnos a crear identidades para nosotros, para guardar nuestros secretos, para que nos protejan. Es como una gran familia. Nadie pensará que eres débil, sólo por confiar en otros de nuestra especie.
—Mi especie… se siente tan extraño decirlo. No quiero ofender a nadie, pero no siento que sea mi especie. Todos ellos son tan fuertes y seguros, y yo me siento todo lo contrario. Y además, ni siquiera soy un vampiro normal: me enfermo y la sangre humana me repugna…
—Estoy seguro de que hay una explicación perfectamente plausible para ello. Y la vamos a encontrar. Mientras tanto, te alimentarás de mí.
—¿No te importa?
Él se rio entre dientes— ¿Importarme? —La envolvió fuertemente con sus brazos, mientras la atraía hacia él—. Cuando siento tus colmillos en mi cuello, estoy prácticamente en el cielo. Es la cosa más excitante que he sentido.
Se quedó sin aliento en la garganta. Ella lo encontraba así de excitante también—. ¿Siempre es así para ti?
Los ojos de Gabriel se agrandaron por la sorpresa—. ¿Siempre? Maya, eres la única que se ha alimentado de mí. No sé cómo será con alguien más… y francamente, no me importa saberlo. Estaría muy feliz de que bebieras de mi sangre todos los días, durante todo el tiempo que quieras.
¿Mientras ella quisiera? ¿Qué estaba tratando de decirle? ¿Quería eso decir, que estaba interesado en una relación a largo plazo? Recordó lo que Yvette le había dicho… que un vampiro quería relacionarse con un ser humano para poder tener hijos. ¿Quería eso? ¿Era eso también lo que él estaba buscando en última instancia? No podía preguntarle directamente. Todo era demasiado nuevo. Era como si le preguntara a un hombre después de la primera cita, si podía irse a vivir con él. Vampiro o no… nadie quería a una mujer que se prendiera a él después de algunas citas. Y además, ni siquiera había tenido una cita.
Hacerle sexo oral mientras ella estaba inconsciente, no precisamente calificaba como una cita. Además, había algo más que ella quería—. ¿Gabriel?
Apretó la frente a la suya—. ¿Si?
—Hazme el amor —Necesitaba sentirlo. Llevó su mano hacia la parte delantera de sus jeans, en la que podía sentir su longitud presionando con fuerza contra ella. Antes de que pudiera intentar hacer palanca para abrir el botón, estrechó su mano con la suya.
—Prefiero mostrarte lo que sucedió mientras estuviste inconsciente.
¿Era de verdad? ¿Gabriel quería darle sexo oral, cuando podía tener su propio placer en su lugar?—. ¿Quieres decir que lo harás de nuevo?
—¿Puedo?
Ella se encontró con su mirada. Estaba llena de deseo y promesa. La deseaba. No había ninguna duda al respecto. Maya atrajo su cabeza hacia ella—. Tócame —susurró contra sus labios.
Cuando su boca la reclamó, sintió una euforia desconocida viajar a través de su cuerpo. Todo en él era tan familiar, pero nuevo. Su beso era diferente que cuando la había besado antes. Atrás quedó la duda que había sentido de él antes, sustituyéndola por la confianza de un hombre que estaba acostumbrado a hacer demandas.
Sus manos la exploraron con caricias seguras. Sus dedos tentaban su piel caliente, prometiendo placer, exigiendo entrega. Como un conquistador que seguía adelante, sus lenguas en duelo mutuo, sus labios aplastando cualquier duda que hubiese tenido.
La apretaba contra él más y más, el calor de su cuerpo quemándola, pero no podía retroceder, no quería. Él la encendió en llamas. Ningún otro hombre había sido capaz de encenderla, como lo hacía él con sólo un beso y una caricia. Como si su cuerpo lo conociera, lo reconociera, se conectó con él en un nivel diferente.
Las manos sobre ella evocaban imágenes de sexo salvaje e indómito, no era simplemente una unión de dos cuerpos, sino de mentes y almas. Una conexión más profunda. Todas las cosas que ella había querido de un hombre… todos los deseos prohibidos que nunca había manifestado… se revolvían en su mente. Ella quería ser tomada por él, en todas las formas posibles.
Mientras sus labios viajaban hacia el sur, chupó un pezón con su boca devorándolo con avidez, el calor de su cuerpo subió en un pico. Ella estaba febril, pero esta no era la fiebre que ella conocía. Esto era el deseo por Gabriel. Ella se arqueó hacia él, exigiendo que le diera más. Con un gruñido, raspó sus dientes contra su sensible pezón.
—Oh, Dios… ¡Gabriel!
Su risa era un profundo retumbo. Por el sonido de la misma, sabía exactamente lo que estaba haciendo con ella. Él estaba convirtiéndola en masilla en sus manos. Ningún hombre había sido capaz de hacer eso.
Sólo levantó la cabeza brevemente, y sus ojos color chocolate oscuro se habían transformado al color rojo brillante y sus colmillos sobresalían de sus labios—. Ni siquiera he empezado…
Sólo la idea de lo que sus palabras implicaban, la hizo estremecerse de placer. Un momento después, su boca se movía más hacia abajo, plantándole besos con la boca abierta entrelazando con pequeñas mordidas juguetonas por su vientre. Cada una de ellas se sentía como una pequeña explosión que ocurría dentro de ella. ¿Había sido tan sensible al tacto de un hombre, o era su lado vampiro el que hacía eso en ella?
No, eso no podía ser porque ella era un vampiro ahora. Incluso si seguía siendo humana, estaba segura, que el toque de Gabriel la encendería de la misma manera. Pero no podía pensar más allá, ya que al segundo en que su boca llegó a su concha y se enterró en su mata de pelo oscuro, su cerebro se apagó. Todo lo que podía hacer era sentir.
Cuando su lengua lamió sus pliegues húmedos, Maya gimió. Él respondió con un gruñido. No podía imaginarse un sonido más sexy. Mientras se armaba de valor para la avalancha de sensaciones que desataría con su lengua, deslizó sus manos en su pelo y lo sintió temblar. Una sonrisa se dibujó en sus labios. El saber que tenía el mismo efecto en él como él lo tenía en ella, la llenaba de satisfacción.
Su lengua penetró profundamente en ella, mientras frotaba su pulgar sobre su clítoris. Su acción la dejó sin aliento. Una vez más clavó su lengua y la introdujo profundamente en ella, entonces él se retiró y deslizó su lengua sobre su clítoris. Su necesidad aumentó.
—Te necesito dentro —exigió Maya. Quería sentir su duro pene dentro de ella, llenándola, poseyéndola, haciéndola someterse a él.
Un dedo se hundió en ella, luego un segundo, pero quería más, necesitaba más.
—Tu pene. Déjame sentirte dentro.
Pero Gabriel no hizo caso a su demanda, sino que condujo el tercer dedo en ella y chupó con avidez su clítoris hinchado. Antes de que pudiera repetir su demanda, se cerró sobre su clítoris y la llevó al límite. Las oleadas de placer se estrellaban sobre ella como un tsunami aniquilando la costa del Pacífico.
En el momento en que su respiración volvió a la normalidad y los espasmos de su cuerpo habían desaparecido, Gabriel la había estrechado en sus brazos y la acunó en su pecho.
Ella levantó la cabeza para mirarlo—. Te quiero dentro de mí.
Él sonrió y puso su dedo en los labios—. La próxima vez, bebé, la próxima vez.
¿Por qué no lo quería cuando ella claramente sentía la furia de su erección presionándola contra su estómago?—. Ahora, por favor.
Gabriel le tomó la cara con la mano—. Tienes que descansar un poco. Te quiero, nena, no cabe duda de eso. Y pronto, voy a hacerte mía.
Su beso impidió la siguiente pregunta.