Capítulo Trece

Fiel a su palabra, Thomas se presentó en la casa dos horas antes del amanecer y cambió turno con Yvette, que parecía aliviada al poder salir de la casa.

Después de su excursión para ver a la bruja y a Drake, Gabriel había hablado con el editor de Las Crónicas de Vampiros de San Francisco y se aseguró que Zane recibiera una lista de todos los vampiros machos en San Francisco.

Ahora Gabriel estaba en la cocina, tragando una botella extra de sangre. Tendría que alimentar a Maya pronto. Ella no había dicho nada acerca de tener hambre, de hecho, prácticamente lo había evitado desde que había regresado.

Se preguntó si ella estaría enojada con él, cuando se diera cuenta de que él se había aprovechado de ella. Desafortunadamente, él no podía saber con seguridad si le gustaba o no, o si su excitación había sido un mero subproducto de la alimentación.

Maldita sea, aún podía saborearla, incluso ahora, después de cerca de veinticuatro horas.

—Oye, ¿qué está pasando? —Una familiar voz masculina provenía de la puerta de la cocina.

Gabriel se dio la vuelta. Debería haber escuchado a Ricky entrar, pero, obviamente, sus pensamientos estaban demasiado lejos. A pesar de que Ricky había usado probablemente su llave para abrir la puerta principal, Gabriel debió por lo menos haber oído abrir y cerrar la misma, o por lo menos los pasos de Ricky. ¿En qué tipo de guardaespaldas se estaba convirtiendo?

—No te esperaba aquí —respondió Gabriel. ¿No debería Ricky estar en algún antro de perdición ahogando sus penas por la ruptura de su relación?

Ricky se encogió de hombros. Su pelo rojizo y pecas, parecían brillar—. Me aburro demasiado cuando no hago nada. Escuché que era posible que necesitaras algo de ayuda para proteger a un nuevo vampiro. Pensé que podía ayudar.

Gabriel asintió con la cabeza. Él necesitaba toda la ayuda posible. Con Thomas ocupado ayudando a Drake a buscar en el historial médico de Maya (una tarea que estaba realizando en ese momento en el estudio de Samson), y Zane aun estaba fuera en la misión de reconocimiento a la cual Gabriel lo había enviado, nadie más estaba disponible para investigar otros aspectos del ataque.

—En realidad, ya que Zane está buscando en la zona más vulnerable de la sociedad, para obtener cualquier información sobre los delincuentes, podría necesitar un hombre más.

Ricky sonrió—. Supongo que Zane se ofreció voluntariamente para su trabajo favorito de nuevo: golpear a la gente. Nos deja al resto de nosotros fuera de cualquiera de las cosas divertidas, ¿eh?

Gabriel sólo frunció el ceño—. En este caso, no me importa a quién golpee, siempre que venga con resultados.

—Sé que Zane lo hará. Así que, ¿necesitas ayuda? ¿Necesitas una mano extra cuidando la casa?

—No. Prefiero que investigues algo para mí. Ella conocía a su atacante y…

—Bueno, entonces supongo que ya lo tienes bajo control —Interrumpió Ricky y se inclinó casualmente contra la isla de la cocina—. Sólo es cuestión de encontrar dónde está escondido el hombre entonces.

Gabriel se frotó el cuello—. Me temo que no es tan fácil. Borró su memoria.

—Qué mal, pero eso era de esperarse, ¿verdad? —respondió Ricky—. ¿Y ahora qué? ¿Cómo lo encontrarás? ¿Qué quieres que investigue?

Gabriel sabía que había un camino que no había tenido la oportunidad de explorar. Mientras que el rufián había limpiado la memoria de Maya sobre él, no habría podido limpiar la memoria de todos los demás, especialmente si no sabía quién más sabía de él.

—Vamos a hablar con Maya. Creo que nos puede ayudar con esto. —Abrió la puerta de la entrada.

—Pero ¿no acabas de decir que borró su memoria? —preguntó Ricky.

—Es correcto. Pero apuesto que sólo la de ella —Metió la cabeza hacia el pasillo—. Maya, ¿puedes venir abajo por favor? —Él sabía que ella lo oía… que cumpliera era otra cosa.

Cuando oyó sus pasos en el piso de arriba bajando, sabía que tendría que verla, pero él no podía fingir que nada había sucedido entre ellos.

Cuando Maya llegó al pie de la escalera y se volvió hacia él, el aliento de Gabriel se atrapó en su pecho. Su corazón latía contra sus costillas, como si quisiera alcanzarla. Dios, estaba metido en grandes problemas… No había manera que él fuera capaz de mantenerse alejado de ella por mucho tiempo. Ella era como un imán, y él un simple clavo de hierro, sin una gota de resistencia.

Él la miró a la cara y vio como bajaba sus párpados, como queriendo evitar su mirada.

—Maya —dijo en voz baja, porque no quería que nadie lo oyera. Lo que tenía que decirle era privado—. Tenemos que hablar sobre lo que pasó antes.

***

Maya tomó una respiración profunda. No estaba lista para hablar con él todavía. Cuando había huido del estudio con una mirada de pánico en su cara, ella se había sentido más avergonzada que nunca antes en su vida. Había estado a punto de cogerlo allí en el sofá del estudio. Había estado a punto de devorárselo sin considerar lo que podría pensar sobre ella. Pero ahora, lo que él pensaba le importaba. ¿Creería que era fácil?

—Gabriel, no sé qué decir —ella balbuceó. ¿Estaba ruborizada? ¿Podrían ruborizarse los vampiros? Esperaba que no, ya que si pudiesen hacerlo, las mejillas estarían de un rojo intenso, rojas como la sangre de Gabriel.

Ahí está, eso era todo en lo que podía pensar: su sangre, su boca, sus manos sobre ella, la forma en que su erección se había apretado contra ella. Otra ola de calor llegó a sus sentidos. Ella no podía convertirse en un tembloroso lío, como si fuera una virgen.

—Quiero pedirte disculpas —dijo—. No debería haber huido como lo hice.

Ella le indicó que no importaba. No quería disculpas. Lo que quería saber era si había sentido algo cuando la había besado, o si había sido sólo una reacción típicamente masculina. ¿Le gustaba? ¿Quería más de ella? De repente, las palabras de alerta de Yvette sonaron en sus oídos: un hombre vampiro sólo quería vincularse con una mujer humana que pudiera tener hijos. Lo único para lo que ella era buena, era para el sexo. ¿Era así como también la veía Gabriel?

Ella le lanzó una rápida mirada, pero no pudo tener el coraje de preguntar—. Está bien —Entonces, ella aclaró su voz—. ¿Me has llamado?

—Sí, ¿puedes venir con nosotros a la cocina, por favor?

Maya sintió al otro vampiro en el momento en que dio un paso hacia la cocina. La sacudió una sensación de inquietud, entró por la puerta que Gabriel mantenía abierta para ella y forzó una sonrisa. El hombre que estaba tranquilamente apoyado en el mostrador de la cocina, era unos diez centímetros más bajo que Gabriel. Su pelo rojizo era ligeramente rizado y sus ojos eran de un marrón apagado, no como los ojos marrones brillantes de Gabriel. ¿Acaso tenía que comparar a cada hombre con Gabriel?

Enderezó su columna vertebral, miró a Gabriel, que había llegado a la cocina detrás de ella y le dio una mirada inquisitiva.

—Él es Ricky O’Leary. Es el director de operaciones de Scanguards, y se ofreció a ayudarnos a encontrar al delincuente.

Maya extendió la mano y la estrechó—. Encantada de conocerte —dijo de forma automática. Cuando soltó su mano, sintió por una fracción de segundo, la vacilación de soltar la de ella. Él la miraba como lo hacía ese vampiro calvo, Zane.

Maldita sea, ¿todos la veían como carne fresca para el sexo?

Sintió a Gabriel acercarse más a ella, antes de dirigirse a ella de nuevo—. Creo que podría haber otra forma de tener una pista sobre el rufián. Pero vamos a necesitar tu ayuda con esto.

—Por supuesto. Pero pensé que ya habías mirado todos mis recuerdos y no habías encontrado nada —¿Qué más necesitaba de ella?, no lo sabía. Si hubiera sabido algo más, ella ya se lo habría dicho. Ella quería encontrar a ese imbécil, más que nadie.

—Sí, tus recuerdos. Pero ¿qué hay de tus amigos? —Con una sonrisa enigmática, continuó—, tenemos que saber cuáles de tus amigos, podrían haberlo conocido. Mira, él borró tu memoria, pero no puede saber a quién le contaste sobre él. Puede ser que nos ayuden a identificarlo.

—Gran idea, Gabriel. Yo no había pensado en eso —elogió Ricky.

Gabriel metió su mano en el antebrazo de ella. ¿Por qué tenía que tocarla de esa manera? ¿No se daba cuenta que su contacto le quemaba la piel como un hierro candente? ¿Tenía alguna idea de que un solo toque de él, le hacía desear que su mano recorriera todos los rincones de su cuerpo?

—Maya, ¿nos puedes decir a quién le podrías haber contado algo acerca de él? Si estabas saliendo con él, y luego lo rechazaste, ¿lo habrías discutido con alguna de tus amigas?

—Sólo hay dos personas con las que discutiría sobre hombres: Paulette y Bárbara. Esas son las únicas dos que eran cercanas a mí. Estoy muy segura que si hubiera tenido alguna cita, se lo hubiera dicho a una ellas. Y si lo rechacé, y él era un imbécil o algo así, puedes estar seguro de que nos pasamos una tarde entera con una botella de vino refunfuñando de él.

Gabriel le dirigió una mirada sorprendida, pero Maya solamente se encogió de hombros. Es lo que hacían las mujeres. ¿Acaso no sabía eso?

Ricky se aclaró la voz—. Bueno, eso es genial. ¿Por qué no empezar con ellas? Dame sus nombres completos y donde puedo encontrarlas, y yo iré a investigar lo que saben. Estoy seguro que nos pondrán en el camino correcto.

—Buena idea —coincidió Gabriel—. Asegúrate de no ser demasiado visible. No quiero que nadie sospeche nada. Ellas no saben lo que ocurrió con Maya, y nosotros no queremos ninguna pregunta.

—No soy un aficionado, como bien sabes. Confía en mí, yo me encargo de eso —le aseguró Ricky y miró a Maya—. Entonces, ¿dónde puedo encontrar a tus dos amigas?

Tomó un bloc de notas sobre el mostrador—. Déjame escribirlas para ti. Paulette es más fácil de encontrar. Su horario es bastante regular, por lo que en la noche es probable que la encuentres en casa. —Ella escribió las direcciones de sus amigas en el papel.

—Bárbara en cambio, es bastante irregular, por lo que si no está en casa, la encontrarás en el hospital —Ella miró a Gabriel— ¿No debería quizás llamarlas y hablar con ellas?

Gabriel negó con la cabeza— ¿Y qué les dirás? Te van a arrastrar a una conversación y no tendrás respuestas para todas sus preguntas.

—Pero ¿qué te hace pensar que les dirán algo a Ricky? Sin ánimo de ofender… —Se volvió hacia Ricky— … pero eres un extraño para ellas.

Ricky sonrió—. No te preocupes por eso. Tengo un don especial.

¿Otro vampiro con un don especial?

Gabriel sonrió—. Tiene razón. Ricky puede disipar las dudas en las personas. Es por eso que es tan bueno en su trabajo. Cada vez que alguien se pone en dudas, Ricky usa su don para hacer que desaparezcan. Es como un poco de control mental, pero funciona en cualquiera, incluso en vampiros. Y nos ha ayudado muchas veces para resolver situaciones difíciles y ponerlas bajo control y evitar el pánico de masas.

—¿Pero no se dan cuenta de lo que él está haciendo? —Sonaba Maya preocupada.

—Esa es la belleza del don de Ricky —respondió Gabriel por el otro vampiro—, ni siquiera se darán cuenta de lo que está pasando.

—Eso es correcto. Así que no te preocupes por eso —dijo Ricky con calma y se llevó el pedazo de papel—. Voy a mantenerlos informados.

—Gracias, Ricky, te lo agradezco mucho —dijo Gabriel y estrechó la mano de Ricky, mientras que Maya seguía tratando de procesar la información. Al parecer, todos los vampiros tenían una especie de don especial para hacer frente a su suerte. Gabriel podía ver los recuerdos de otras personas, Ricky podía disipar las dudas. ¿Tenían Thomas e Yvette, dones especiales también? ¿Y Zane? ¿Acaso ella desarrollaría uno también?

Un momento después, Ricky se había ido. Estaba sola con Gabriel. Ella estaba caliente y encontró difícil el respirar. Quería hablar con él acerca de lo que había sucedido. Para obtener respuestas. Pero ella había sentido algo trepando sobre ella antes. Ahora lo reconocía por lo que era.

La fiebre estaba volviendo.

***

Maya estaba en el centro de la cocina viéndose como un ciervo a punto de desbocarse. Gabriel se preguntó cuánto la había asustado con su comportamiento, que ella no podía soportar estar a solas con él. Quería hacer las paces con ella, pero no sabía por dónde empezar. Tenía miedo de que lo que le dijera fuera algo equivocado.

—¿Tienes sed? —preguntó, tratando de acabar con el silencio entre ellos.

—No. Estoy bien. No tengo hambre —¿Realmente no tenía hambre, o simplemente ella misma se negaba porque no quería alimentarse de él, en un entorno tan íntimo?

—Puedes alimentarte de la muñeca en lugar de mi cuello, si eso te hace sentir más cómoda —le ofreció. Sería menos íntimo, pero aun así, crearía la misma excitación en él, así como en ella.

Maya se volvió hacia la puerta—. No tengo hambre. No me siento muy bien ahora. Tal vez me está dando algo.

Él la detuvo cuando ella abrió la puerta— ¿Dándote algo? Maya, ya te lo dije, los vampiros no se enferman —¿Tenía que mentir tan descaradamente sólo para salir de su presencia?

—Bueno, no sé sobre los otros vampiros, pero me siento mal, así que si no te importa, me gustaría descansar. —Sin darle otra mirada, salió de la cocina.

Dio dos pasos y él la siguió hasta el pasillo, donde la vio subir las escaleras. Mierda, realmente lo había arruinado con ella. Debería aclarar las cosas con ella, decirle que todo lo que estaba pensando de él, probablemente estaba equivocada. Por supuesto, él no tenía la menor idea de lo que estaba pensando. Pero podía adivinarlo. Después de salir del estudio, todavía con su excitación, cuando Yvette los había interrumpido, probablemente se sentía indignada con él.

—Gabriel —la voz de Thomas provenía del estudio.

Se dio vuelta y respondió—: ¿Sí? ¿Nada en los registros del teléfono?

—Desafortunadamente, AT&T tiene un problema con sus servidores… los han apagado por mantenimiento de emergencia. No puedo entrar en ellos en este momento. Estimaron que podría tomar hasta doce horas.

—Demonios —maldijo Gabriel.

—Pero he examinado los archivos médicos.

Gabriel se acercó al estudio, en donde Thomas estaba contra el marco de la puerta. Cerró la puerta detrás de ellos—. ¿Qué encontraste?

Thomas negó con la cabeza, la frustración estaba claramente escrita en su cara.

—Nada. Míralo por ti mismo. Ambos están tan limpios como el agua. No hay defectos genéticos. Maya no lo ha heredado de sus padres.

Thomas se hizo a un lado para que Gabriel echara un vistazo a la computadora. Desplazándose a través del archivo, examinando una página tras otra. El padre de Maya había tenido unos cuantos huesos rotos, una operación de apéndice, pero nada más. El archivo de su madre era un poco más denso, pero nada le parecía extraño. Algunas alergias, infecciones ocasionales, algunas notas de un ginecólogo, un tobillo roto.

Gabriel dio un puñetazo sobre la mesa frustrado—. ¿Cómo puede ser eso?

Thomas se encogió de hombros—. No estoy seguro. El médico no puede explicarlo. Estaba seguro de que tenía que ser heredado. ¿Tal vez un defecto de nacimiento?

Gabriel miró hacia atrás en el archivo de su madre—. Vamos a ver lo que el ginecólogo dice aquí. —Él buscó a través de las notas, hasta que se dio cuenta. No podía ser, pero estaba allí—. Su madre tuvo una histerectomía.

—¿Cáncer?

—Sí.

—La quimioterapia pudo haber hecho algo en Maya —reflexionó Thomas.

Gabriel miró la fecha de la nota y de repente miró a Thomas—. Le extirparon el útero antes del nacimiento de Maya. Maya no es su hija.

Un aturdido Thomas, exhaló bruscamente—. ¿Adoptada?

Gabriel reflexionó. Hace más de treinta años, la maternidad subrogada no era tan frecuente como en la actualidad, lo que significaba que su padre probablemente no era su padre biológico tampoco—. Probablemente. —Mientras lo decía, se acordó de las fotos en la sala de Maya—. Debí haberlo descubierto antes. Vi las fotos de sus padres. No se parecían en nada a ella. La piel de Maya es mucho más oscura que la de sus padres, ellos son rubios y su tez es mucho más clara. No hay manera de que ella pueda ser su hija biológica.

Él miró a Thomas—. Tenemos que encontrar a sus verdaderos padres. Sólo entonces podremos entender lo que está mal con ella.

—Creo que tendremos que preguntarle si sabe que es adoptada.

Gabriel negó con la cabeza—. Vamos a esperar. Verificaremos primero los registros de adopción. Comienza con los Servicios Sociales y veremos lo que podemos obtener. No quiero decirle acerca de su anormalidad genética aún, ya tiene suficiente de qué preocuparse. Prométeme que no le mencionarás nada.

—Es tu elección Gabriel, pero tendrás que decirle en algún momento. Y entre tú y yo, cuanto antes mejor. A las mujeres no les gusta cuando piensan que les han mentido.

—¿Qué es lo que de repente te hace un experto en mujeres?

Thomas se encogió de hombros—. Es sentido común. —Después de una breve pausa, añadió—: Y también puede que quieras decirle lo que sientes por ella, en lugar de guardártelo.

Gabriel soltó un resoplido. ¿Era tan obvio lo que sentía? Y si Thomas se había dado cuenta, ¿significaba que Maya también lo había notado? ¿Era por eso que lo estaba evitando? ¿Acaso no quería su atención?—. No me acuerdo haberte pedido un consejo sobre mi vida privada.

Su colega sonrió—. Prerrogativa de un hombre gay.

—Y además, no hay nada entre ella y yo. —¿A quién engañaba?

—Mm —contestó Thomas.