Capítulo Nueve

—¿Qué quieres decir con «nada»? —preguntó Gabriel y se levantó.

—Exactamente lo que dije. No recuerdo una sola cosa sobre el ataque —Maya miró por encima de él, a los otros tres vampiros… Thomas, Zane e Yvette… que estaban sentados y parados alrededor de la sala de estar, escuchando a su jefe.

Después que Drake había abandonado la casa, Gabriel se había cambiado la ropa y había reunido a todo el mundo. Él era cien por ciento profesional, había informado a todo el mundo que era el momento de encontrar al rufián. El sentido agudo del oído de Maya, había recogido la breve conversación que había mantenido con Drake. Fiel a su juramento profesional, el médico no había revelado la confesión de Maya, sólo le dijo a Gabriel que estaba investigando el problema que ella tenía, de no beber nada de sangre humana y que regresaría con una solución pronto.

Si Gabriel seguía preocupado por Maya, no lo demostraba. Su rostro era una máscara de piedra, sin mostrar emociones. Su cicatriz parecía amenazante de nuevo. Maya se preguntó si ella habría imaginado la hermosura que había visto en él sólo horas antes. Tal vez incluso el beso que le había robado de él, se lo había imaginado, porque el hombre duro que la miraba ahora, no podría haber sido tan suave y podía haber susurrado todos esos estímulos dulces para ella.

—¿Cuál es la última cosa que recuerdas de esa noche? —preguntó Gabriel.

Maya se echó hacia atrás y dejó que los cojines del sofá le dieran su apoyo—. Estaba en camino a casa desde el hospital. Era tarde, pasada la medianoche. Me habían llamado alrededor de las once, y para cuando mi paciente se encontraba estable, eran después de las doce.

—¿Estabas caminando a casa?

Maya negó con la cabeza—. No, yo tenía mi coche, pero no pude encontrar estacionamiento tan tarde en la noche, por lo que di círculos alrededor de la cuadra un par de veces. Al final tuve que caminar dos cuadras.

—¿Había alguien cerca de dónde estacionaste el coche? —Venían las preguntas de Gabriel como balas. Si ella no lo conociera, habría pensado que él era un oficial de la policía, no un vampiro.

—No. No escuché ningún paso. Sólo, eh…

Gabriel le dio una mirada inquisitiva—. ¿Sólo qué?

Maya hizo un gesto desdeñoso con la mano—. Nada en realidad. Sólo tuve una sensación extraña. —Obligó a su mente de nuevo a ese momento, y una bocanada de aire frío parecía soplar más allá de su cuello, levantando el vello de su nuca. Pero no recordaba nada de la fatídica noche.

—¿Qué pasó entonces?

—No sé. No recuerdo nada después de eso.

—¿No recuerdas haber sido atacada y mordida?

Instintivamente la mano de Maya se fue a su cuello y se frotó el lugar donde la piel aún estaba tierna—. No.

La mirada de Gabriel viajó a su cuello—. Ahí es donde te mordió. Él te drenó hasta que tu presión sanguínea cayó tan bajo que hizo que tu corazón se parara. Luego te alimentó con su propia sangre.

Maya tragó la bilis que se le levantaba de su estómago. Se alegró de no recordar nada del ataque—. Prefiero no saber lo que pasó. —Hacía el olvidar, fácil.

—Lo sé. —Gabriel le dio una sonrisa triste, y en ese momento podría haberlo abrazado por su muestra de compasión. Luego miró a sus colegas—. ¿Tal vez el shock hizo olvidar a Maya? ¿Una manera en que su mente se protege a sí misma? —les preguntó.

Thomas se encogió de hombros—. No es tan seguro. Muchos de nosotros nos convertimos de las formas más horribles, y la mayoría de nosotros recordamos nuestras transformaciones. Parece más como si alguien hubiera borrado sus recuerdos.

Gabriel asintió con la cabeza—. Hay una manera de averiguarlo.

—No se preocupen por mí… voy a salir por un bocadillo mientras le demuestras tu don —anunció Zane y caminó hacia el vestíbulo.

—Hay sangre en la despensa —ofreció Gabriel.

Zane dio una media sonrisa, si puede llamarse así. El hombre no parecía ser capaz de una sonrisa verdadera, sino que sus labios sólo se torcían ligeramente—. Gracias, pero no gracias. Yo prefiero comida fresca. —Él le dio una mirada lujuriosa a Maya y parecía deleitarse con su sorpresa—. Vuelvo en una hora.

Mientras la boca de Maya se abría, Zane se paseó fuera de la casa. ¿Iba realmente a morder a alguien? ¿No le había dicho Yvette que todos eran vampiros civilizados que bebían sangre de una botella?

—No le hagas caso. Él tiene sus propias reglas —explicó Yvette—. No todos pueden ser tan civilizados como Gabriel. ¿No es así?

Maya siguió la mirada de Gabriel y luego la de Yvette. De repente hubo una tensión en la sala que no podía explicar. ¿Había algo entre los dos?

Thomas llevó la conversación hacia el tema—. Bueno, Gabriel. Hurga en sus recuerdos y obtén entonces algo para que nosotros podamos trabajar. Es un poco difícil encontrar un delincuente, cuando no tienes nada para empezar. Incluso un perro de presa necesita un poco de olor que lo guíe.

Había algo en las palabras utilizadas por Thomas que hicieron que Maya lo escuchara. Un aroma. Eso era todo. Ella podría distinguir claramente a los vampiros por sus diferentes aromas ahora, y Gabriel aún más, debido a que había probado su sangre. Se inclinó hacia delante en el sofá.

—¿Todo lo que necesitas es un perfume?

—Sería de gran ayuda —admitió Thomas.

Maya miró a Gabriel—. Acabas de decir que el rufián ya me había dado de comer algo de su sangre antes de ser interrumpido.

—Así es —respondió Gabriel.

—¿Entonces no puedes obtener ese olor que está en mí y encontrar al rufián con eso?

Thomas inhaló profundamente y luego negó con la cabeza—. Lo único que puedo oler es tu propio aroma y vestigios del olor de Gabriel. Lo que quedaba allí del delincuente ya se fue.

—Maldita sea —Maya se dejó caer de nuevo en el sofá.

—Sin embargo, no es una mala idea. —Admitió Gabriel—. Thomas, Eddie fue uno los muchachos que la encontraron. ¿Por qué no hablas con él y le preguntas si se dio cuenta de algo?

—Por supuesto. Pero tú sabes que Eddie es todavía joven. Incluso si hubiese olido al delincuente en ella, no hay garantía de que pueda recordar el olor y averiguar quién era el tipo.

—Prueba de todos modos. Habla con James, también. Vale la pena intentarlo.

—No hay problema, voy a hablar con Eddie cuando llegue a casa. Él debería salir de trabajar pronto.

—¿Ustedes trabajan? —preguntó Maya, totalmente confundida. ¿Qué tipo de puestos de trabajo tenían los vampiros?

—Por supuesto que sí —contestó Thomas—. No por dinero, claro está, a pesar de que la paga no es mala. Pero cuando eres inmortal, necesitas una afición o un trabajo, de lo contrario, simplemente tu cerebro se aburriría.

Maya podía imaginárselo muy bien. Después de una semana en la playa, estaba por lo general dispuesta a treparse por las paredes y tratar de encontrar algo útil que hacer. No es que estar tumbada en la playa fuera una opción en esos días—. ¿Qué hacen?

—Somos guardaespaldas —dijo Gabriel—, trabajamos en una empresa llamada Scanguards. Samson la comenzó, y uno por uno nos unimos a ella.

—¿A quiénes protege la empresa?

—Políticos, artistas… realmente cualquiera que pueda pagar nuestros servicios.

—Pero ustedes son vampiros. Pensé que no podían salir durante el día. —Había algo que no tenía sentido.

—Eso es correcto. Pero no todos nuestros empleados son vampiros. Tenemos un montón de empleados humanos que trabajan en el turno del día.

—¿Y sus clientes lo saben?

Gabriel levantó una ceja—. ¿Si saben que somos vampiros? No. Nosotros somos cuidadosos. Sólo algunos de nuestros empleados humanos de confianza lo saben.

Maya apenas podía entender la noticia en la cabeza. Vampiros que protegían a la gente—. ¿Eres un guardaespaldas también? —Maya guio su mirada sobre la muscular silueta de Gabriel. Ella lo imaginaba protegiendo a alguien totalmente… él podría proteger su cuerpo cualquier día o noche.

Mirando a Thomas y luego a Yvette, definitivamente podría imaginárselos como guardaespaldas también. ¿Y Zane? Bueno, Zane era malo en estado puro y todo aquel que estuviera dispuesto a que Zane lo protegiera, tenía que estar completamente loco, si alguien se lo preguntaba.

—Así es como empecé, pero ya no hago más ningún trabajo de campo. Ahora ejecuto operaciones en Nueva York —corrigió Gabriel.

Por alguna razón, su declaración la hizo sentir decepcionada. ¿Por qué debería importarle a ella, donde él vivía? ¿No era mejor que viviera en Nueva York para que prontamente fuera eliminado físicamente de su tentación? Por lo menos entonces podría arreglárselas con el hambre con el cual estaba luchando. Incluso ahora, casi no podía dejar de atacarlo para beber su sangre. Y cuanto más cerca estuviera de él, peor sería. Tal vez si él estaba de regreso en Nueva York, podría encontrar una manera de lidiar con eso.

—Maya —La sobresaltó la voz de Gabriel.

—¿Qué?

—Te pregunté si puedes permitirme tener acceso para indagar en tus recuerdos.

Los tres vampiros la miraron expectantes—. ¿Cómo se hace eso? —La idea de que él quería de alguna manera husmear en su cabeza, no le caía nada bien. ¿Y si él veía las cosas que ella no quería que viera? ¿Vería que ella deseaba su sangre? Y si se enteraba, ¿qué haría al respecto? ¿Encerrarla para que no pudiera atacarlo?

—Es un don psíquico que tengo —explicó Gabriel con calma—: Yo puedo llegar al interior de la mente de una persona y ver sus recuerdos. No dolerá.

Maya puso sus brazos alrededor de su cintura— ¿Eso significa que puedes leer mis pensamientos?

Él negó con la cabeza— No. No puedo leer la mente. Sólo puedo ver los recuerdos de los eventos, de la forma en que la persona lo vio con sus ojos. No puedo ver lo que una persona siente o piensa.

El alivio pasó a través de ella. Al menos eso sonaba menos que como una violación, de lo que había sospechado en primer lugar—. Está bien. Hazlo. Pero ya te dije, no recuerdo nada más.

—Ya veremos.

Gabriel se sentó junto a ella en el sofá. Sólo hizo intensificar más el olor de su sangre—. Puedo hacerlo de forma remota sin tocarte, pero funciona con mayor eficacia si puedo poner mis manos sobre ti.

Su declaración la hizo sonrojarse. Sentía el bombeo de la sangre por sus venas a una velocidad vertiginosa. Si la llegaba a tocar, ¿lo arrastraría hacia ella y hundiría sus colmillos en él? Maya tragó saliva e hizo que su voz sonara desinteresada, mientras le contestaba—. Claro, puedes tocarme si eso ayuda.

—Gracias.

Maya humedeció sus secos labios. Ahora sentía el calor de la habitación con más intensidad, pero no era nada comparado con lo que la golpeó cuando Gabriel se apoderó de sus manos. Un rayo abrasador de electricidad dio un tiro a su cuerpo, y se sacudió involuntariamente.

—Relájate, Maya. No te haré daño. Te lo prometo. —Su voz era suave, pero no tuvo ningún efecto para calmar el creciente alboroto en su cuerpo.

Apretó la mandíbula ya cerrada, y por primera vez tuvo conciencia de sus colmillos. Se moría de ganas por hacerlos aflorar y alargar. Cerró los ojos e inhaló para tratar de relajarse. Pero tuvo un efecto contrario. Todo lo que podía oler, era el aroma masculino de Gabriel y lo sabroso de su sangre, una mezcla de madera cara y el olor característico de la bergamota.

Las glándulas de su boca, se le hacían agua la boca para degustarlo. Incluso, sólo un fino hilo de sangre del labio aliviaría la sed. Tal vez eso combinado con el roce suave de sus labios contra los suyos, o un roce de lenguas entre sí. Y tal vez por casualidad, sus colmillos rozarían su labio y sacarían su sangre que lamería de él mientras yacía jadeante debajo de ella.

—No estoy segura de poder hacer esto —dijo Maya, sintiendo su piel enrojecerse y calentarse.

—Shh, sólo voy a regresar a la noche cuando todo ocurrió. No voy a investigar otra cosa.

Esperaba que fuese rápido. ¿Cuántos minutos más iba a tener que soportar el tacto suave de sus cálidas manos, creando una deliciosa sensación de hormigueo en su piel? ¿Una mujer podía volverse loca de esa manera, o era la falta de sangre? ¿Era la locura de la cual Drake le había advertido? ¿Había comenzado ya? Si se estaba poniendo peor, tendría que encerrarse en una habitación y ponerle llave, de lo contrario, Gabriel no estaría a salvo de ella.

***

Gabriel tomó la mano de Maya con la suya, y se dio cuenta de que tenía problemas para concentrarse. Normalmente el tocar, hacía más fácil el acceso a los recuerdos. En ese caso se trataba de una completa distracción. Pero ya era demasiado tarde. Él no podía echarse para atrás. Eso sólo mostraría a todos, cómo lo afectaba. Y no quería que nadie lo supiera, no sus colegas, y mucho menos ella.

El hecho de que ella lo rechazara delante del médico como a un niño travieso, lo había lastimado, le hizo preguntarse acerca de lo que realmente había sucedido entre ellos. ¿Había sido engendrado ese beso por una locura temporal, provocado por el choque que ella había experimentado? ¿Lo había besado porque sentía la misma atracción que él sentía por ella, o no había significado nada para ella?

Una mujer como ella, podría conseguir hombres guapos. Él no era bien parecido. Cualquiera de sus colegas eran más atractivos que él. Claro, él era alto, musculoso y fuerte, pero esta ya no era la Edad Media. Las mujeres en esos días no se limitaban a mirar a un hombre, solo para cubrir sus necesidades. Ellas querían también a un amante guapo. Él no era guapo, ni era el amante que una mujer desearía.

Gabriel apartó los pensamientos desagradables y se concentró en la mujer a la que tenía enfrente en el sofá. Apretó sus pulgares en la palma de su mano y la acarició suavemente, haciéndole pequeños círculos. El aroma llegó a su nariz y lo envolvía. Cerró los ojos y se concentró en su aura, una brumosa niebla blanca la rodeaba. Sólo él la podía ver ahora, porque había sintonizado su mente a su frecuencia.

Su corazón latía a la misma velocidad que la de ella, y respiraba cuando ella lo hacía. Sus cuerpos estaban en sincronía. Se imaginó en su mente, y un momento después se sintió transportado. Cuando abrió los ojos, no veía la escena en la sala de Samson delante de él. En su lugar, vio a una calle oscura.

Oyó los pasos de Maya como si ella misma los hubiera escuchado, sintió el frío de la niebla por la noche. Buscó las llaves en su bolso, y las sacó. No había luz en la puerta cuando ella llegó.

Entonces hubo una voz, llamándola. El rufián la había esperado.

Después, nada. A excepción de un velo tenue sobre la imagen, había sólo oscuridad, como si la película se había arruinado. Él sabía lo que era.

Gabriel se obligó a sí mismo, a penetrar más profundo en su mente y se fue atrás en el tiempo. La vio ir a su trabajo, ir de compras en la ciudad, comer en restaurantes con amigos, pero en todos lados él veía el velo. Regresó el tiempo durante seis semanas y se encontró donde comenzó. Antes de eso, todos los recuerdos eran claros… después de eso, habían sido alterados.

Gabriel parpadeó y liberó las manos de Maya, antes de abrir los ojos. Se había roto la conexión.

Maya lo miró con una expresión curiosa—. No hay nada, ¿verdad? Como te lo dije.

Él negó con la cabeza—. Tú lo conocías.

Ella saltó del sofá—. Eso no puede ser.

Gabriel se levantó—. Me temo que es verdad. Él te llamó por tu nombre. Estaba esperándote.

—¿Reconociste su voz? —Interrumpió Thomas.

Gabriel se volvió hacia él—. No. Maya le temía. El miedo distorsionó su voz. No sé quién es.

—Pero lo recordaría si lo conociera. Lo haría.

Gabriel miró fijamente a sus preocupados ojos—. Hay una razón por la que no lo recuerdas. Limpió tu memoria. Un par de veces de hecho.

—Pero me acuerdo de cosas antes del ataque, recuerdo fragmentos. Recuerdo haber estado en el hospital esa noche.

Gabriel asintió con la cabeza—. Eso es porque sólo necesitó acabar con los recuerdos que lo incluyeran. Cuando miré en tus recuerdos, me fui alrededor de seis semanas atrás. Creo que es posible que lo hayas rechazado, por lo que limpió tu memoria y lo intentó de nuevo. Vi las huellas de donde alteró tus recuerdos, pero no dejó ningún hueco. Es como un velo. Creo que te acechaba.

Se dio cuenta de los temblores que viajaban a través de su cuerpo y quería atraerla en sus brazos para consolarla, pero se contuvo. ¿Y si ella no quería que la tocara? Cuando él había tomado sus manos para ahondar en sus recuerdos, prácticamente había retrocedido de él. ¿De repente lo había rechazado? ¿Acaso se arrepentía de su beso?

—Supongo que cuando lo rechacé por segunda vez, decidió matarme —reflexionó Maya.

—Matarte no —interrumpió Yvette—. Hacerte como él. Como nosotros.

—¿Pero por qué?

—Tal vez pensó que una vez que tu antigua vida se hubiera ido, lo aceptarías. Había un tono de tristeza en la voz de Yvette que Gabriel nunca antes había escuchado. ¿Era la misma soledad que a menudo él sentía?

—Tiene sentido —agregó Thomas—. Quitando tus opciones, sería más probable que aceptaras lo que él te ofrecía. Bastardo enfermo.

Gabriel sintió una maldición mucho más dura en sus labios, pero se contuvo. No ayudaba el maldecir las cosas que él no podía cambiar. Lo hecho, hecho estaba. Ahora era momento de actuar.

Tenían que atraparlo. Si ese crimen quedaba impune, la anarquía entre los de su clase, sería el resultado. Pero lo más importante, sintió la urgente necesidad de castigar al hombre que había lastimado a Maya.