Capítulo Siete

Gabriel pisó el pedal del acelerador hasta el fondo y cruzó el puente Golden Gate en el Audi R8 de Samson, a una velocidad de cerca de ciento cincuenta kilómetros por hora. El tráfico era ligero, y una ocasión como esta, no se presentaba muy a menudo. Además, correr con el auto deportivo de Samson, era la salida perfecta para su frustración.

El beso con Maya le había dado vueltas a su mundo. Si no lo hubiera mordido accidentalmente… y él estaba seguro de que había sido un accidente, ya que ella todavía ignoraba su verdadera fuerza… no estaba seguro de dónde las cosas se hubieran detenido. Bueno, él estaba mintiéndose a sí mismo. Sabía exactamente dónde habría terminado: con él cogiéndola hasta que ella usara su nueva fuerza para luchar contra él. Hasta que ella viera su cuerpo desnudo y lo llamara monstruo.

Gabriel se salió a la autopista y se dirigió por el camino empinado a Sausalito, el una vez, enclave de los artistas, donde estos días ningún artista que estuviera luchando por abrirse camino, podría pagar la renta o los altos precios de las casas. Se había convertido en un centro exclusivo para ricos. No era de extrañarse: las vistas de la ciudad eran impresionantes.

Miró a su derecha las brillantes luces. No extrañaba la luz del día. De hecho, daba la bienvenida a la ausencia del sol en su vida. Las noches podían ser hermosas. Ocultaban la fealdad del mundo y sólo mostraban las cosas que brillaban y resplandecían. En las sombras de la noche, podía ocultar el lado feo de su rostro y ser respetado por el hombre que era, no el monstruo que algunos percibían que era. Por la noche, podía pretender ser un hombre común y corriente con deseos y sueños normales: una esposa cariñosa, una familia, un hogar acogedor. Él sabía que sería un buen esposo, amable y cariñoso, si sólo se le diera una oportunidad.

Pero en todos los años desde su transformación, nunca había conocido a una mujer que no lo hubiera mirado con horror. Ni siquiera había intentado hacer avances con alguna de ellas por miedo al rechazo. Como ser humano, había tratado lo suficiente con el rechazo, el cual había destruido un lado de su rostro. A pesar de lo que Jane había hecho con él, en el fondo sabía que no podía culparla. Él debía haberla preparado para lo que vería.

Gabriel parpadeó para olvidarse del espantoso recuerdo de su noche de bodas y miró hacia las señales del tráfico. Estaba en el otro extremo de Sausalito y había dejado el centro de la pintoresca ciudad detrás de él. A su derecha, estaba la bahía y una pequeña colonia de casas flotantes. Disminuyó la velocidad, buscando el desvío correcto. Pasado el muelle, detuvo el Audi y apagó el motor.

La casa flotante de la bruja, era la última en el amarre.

Había acudido de nuevo a Drake, después del beso con Maya, y había hecho un pacto con el malvado, dándole al doctor lo que quería: el uso de su don. Se odiaba por ello, por ceder a sus más bajos impulsos, porque eso es lo que era. Porque deseaba a Maya contra toda razón. Porque tenía la esperanza contra toda esperanza, que existiría la posibilidad de que ella pudiera aceptarlo, si sólo se ocupaba de su situación. Porque su beso había despertado una esperanza.

Gabriel no estaba seguro de qué pensar sobre la conexión de Drake con una bruja, y en realidad, no quería especular. Pero era extraño, por no decir más. Los vampiros y las brujas eran enemigos acérrimos. Tener una bruja entre sus conocidos o… Dios no lo quiera… como amiga, era peligroso para un vampiro. Si los demás vampiros se enteraban de la conexión, podría ser llamado un traidor en su raza. Las repercusiones serían graves. Pero en ese momento a Gabriel no le importaba nada.

Cuando había escuchado de su viejo amigo Amaury, que una bruja había hecho algunas investigaciones sobre su propio problema, las esperanzas habían regresado para Gabriel. Ahora era el momento de ver si ella podía ayudarlo también.

Admitir sus vulnerabilidades ante una bruja era peligroso, porque sus hechizos podrían ser de gran alcance, y un vampiro tenía poca protección contra los hechizos. Pero, francamente, Gabriel no pensaba que hubiera muchas opciones.

Había intentado de todo ya, y todavía el problema no había desaparecido. Le impedía llevar a una mujer dispuesta en sus brazos y hacerle el amor. Él no quería que eso sucediera con Maya. No quería que huyera de él horrorizada. Quería que ella lo besara de nuevo para que ella pudiera vagar libremente sus manos sobre su cuerpo desnudo, para acariciarlo. Si era un todo, tal vez ella podría mirar más allá de la cicatriz externa y aceptarlo. O ¿por qué le habría besado en primer lugar?

—¡Fuera de mi propiedad vampiro! —dijo una voz femenina en la oscuridad.

Gabriel levantó la cabeza y vio a la bruja en el balcón del nivel superior, sosteniendo una ballesta con una estaca de madera en ella. Su delgada figura se recortaba contra la luz de la luna, manteniendo su rostro en la oscuridad. Pero la visión nocturna de vampiro de Gabriel la compensó. Era suficiente para él para percibir que ella era una mujer atractiva de unos treinta años.

Gabriel entendía muy bien su hostilidad. Si ella se presentaba en casa de un vampiro, no le daría una mejor bienvenida que esa. Él no lo tomó como algo personal—. Señorita LeBlanc, fui recomendado por el Dr. Drake.

Un resoplido le indicó que a ella le importaba un comino la recomendación.

—¿Para qué?

—Tengo un problema que necesita tratarse —confesó Gabriel.

—Deberías saberlo mejor que nadie, antes de venir con alguien de mi clase a pedir ayuda. No se puede confiar en ninguno de ustedes.

Gabriel se aventuró—. Si ese fuera el caso, no le hubiera dicho a Drake dónde encontrarla. Después de todo, él es uno de nosotros.

—¿En serio?

Él vio su cara y ceño fruncidos. ¿Qué estaba tratando de decirle? Que Drake no era de fiar, o ¿acaso no era uno de ellos? Gabriel estaba seguro de que Drake era un vampiro… Toda su aura irradiaba con una cierta frecuencia y era la forma en que los vampiros reconocían a otros vampiros. Era evidente que la bruja quería deshacerse de su juego.

—No quiero nada gratis.

—Y no voy a hacer ningún favor —replicó ella.

—No pido ninguno. Tengo los medios para pagar. —Gabriel ya sabía que no quería dinero, porque lo había leído en su memoria… una imagen de su estado de cuenta bancario… Cuando él le había mencionado el pago. Ella no estaba interesada en más de lo que ya tenía. Pero había que andar con cuidado. Dar otra cosa que no fuera dinero contante y sonante, podría volverse contra él un día, literalmente. Sería mejor si pudiera convencerla que tomara dinero.

—El dinero es frío —respondió ella.

—Lo mismo es la soledad. —Si pudiera lograr que tomase su caso, tendría que hacerla morder el anzuelo primero.

—Si no chuparan la sangre de la gente, no estarían solos. ¿Alguna vez has pensado en eso?

—Yo no muerdo a las personas.

Ella levantó una ceja—. Ah, eres uno de los que piensan de sí mismos, como más civilizados porque beben de una botella. Eso no es una maldita diferencia para mí. Todavía es sangre humana.

—Es donada. Nadie sale herido.

—Alguien siempre sale herido —afirmó la bruja.

Gabriel negó con la cabeza—. Nosotros pagamos por lo que tomamos. No es para nada diferente a comprar patas de gallo para tus pociones.

Ella se encogió de hombros—. A menos que tengas algo de valor para negociar, no estoy interesada en ayudarte.

—¿Ni siquiera quieres saber, en qué es que necesito ayuda?

—No podría importarme menos, vampiro. Todos tus problemas, seguro te los mereces.

—Eso es duro, incluso cuando proviene de una bruja —respondió Gabriel, pero no se daría por vencido.

—¿No irá a salir pronto el sol? ¿Tal vez deberías irte?

—Yo siempre consigo lo que quiero. —Él le dio una intensa mirada. Nunca había intentado controlar la mente de una bruja, pero valía la pena intentarlo. Si ella no quería jugar su juego, tal vez él podía manipularla. El objetivo final, valía la pena.

—Mantente fuera de mi cabeza, vampiro. Soy más fuerte que tú. Regresa con los de tu especie. Aquí no hay nada para ti.

Sabiendo que tentándola con el dinero no iba a funcionar, así que trató de apelar a su humanidad— ¿Nunca te has sentido tan sola, que pensaste que todo el mundo te había abandonado?

Hubo una breve pausa. ¿Había llegado hasta ella?— Elegiste esa vida, vampiro.

Gabriel lo había hecho, pero fue una excepción: había elegido el vampirismo. La mayoría de los vampiros más antiguos como él fueron convertidos, muchos en contra de su voluntad. En estos días, su sociedad castigaba a los que convirtieran a seres humanos en contra de su voluntad… en los viejos tiempos, nadie protegía a los inocentes y a sus derechos.

Sólo unos cuantos de su especie habían nacido en esa vida, y esos eran los híbridos, los afortunados que podían vivir en ambos mundos, el humano y el vampiro, caminando tanto en la luz como en las sombras— Nadie elige esta vida. Todos son arrojados de una manera u otra. ¿Elegiste tú ser una bruja? —le respondió.

—No es tu maldito asunto, vampiro —Ella movió la ballesta—. Ahora vuelve con tu propia especie, y déjame en paz. Yo no necesito ningún problema. No del tipo que traes contigo de todos modos. Personas como tú son malas para los negocios.

Gabriel cuadró su postura. Él no se iría—. Necesito tu ayuda. —Y a él no le gustaba rogar tampoco.

—No puedes aceptar un no por respuesta. Muy bien. Entonces, intenta esto.

Oyó la cuerda de la ballesta soltarse, y en una fracción de segundo antes de que la estaca de madera pasara silbando por el aire, el puro reflejo lo hizo saltar. Aterrizó en aguas turbias hasta la cintura, el barro y la suciedad entraban en sus botas y pantalones.

—No vuelvas, vampiro.

Gabriel vio pisar el balcón en la casa flotante, cerrando la puerta detrás de ella. Parecía que tenía que pensar en otra manera de convencer a la bruja, para que le ayudara.