Todo lo que Gabriel podía hacer, era mirar a Maya. Asumiendo una voluntad propia, sus piernas lo llevaron hacia su lado, donde se sentó a la orilla de la cama.
Se inclinó sobre ella y escuchó su corazón. Era lento, demasiado lento. Los latidos del corazón de un vampiro, eran casi el doble de lo normal de un ser humano, sin embargo, el corazón de esta mujer apenas lograba llegar a un latido del corazón humano normal. La preocupación se propagó dentro de él, mientras se daba cuenta de la poca profundidad de su respiración. No le hacía falta ser médico para saber que algo andaba mal.
Gabriel puso la palma de la mano sobre su frente y sintió lo frío y húmedo de su piel. Se tragó su aliento. Sus síntomas le recordaban su propia transformación, y cómo casi se había muerto por segunda vez. Su padre había estado confundido por los acontecimientos, pero nunca había sido capaz de explicárselo. Había sido como si su cuerpo hubiera rechazado la idea de convertirse en un vampiro. Al igual que ella estaba haciéndolo. Buscando la muerte en su lugar.
Él no lo permitiría.
—No —le susurró Gabriel—. No voy a dejarte morir. ¿Me oyes? Tú vas a vivir.
Él le acarició su frío rostro con el dorso de la mano. No hubo respuesta de ella. Él le tomó la mano y apretó sus delicados dedos en su gran mano. Estaban como hielo. La sangre no estaba circulando en sus extremidades.
Horrorizado, Gabriel se dio cuenta de que su cuerpo ya había comenzado a dejar de funcionar. Frenéticamente, le frotó los dedos entre sus manos, tratando de generar calor.
—¡Carl! —gritó. Unos pesados pasos subieron las escaleras. Un momento después, la puerta se abrió y Carl intervino.
—¿Usted me llamó Gabriel?
—¿Dónde está ese maldito doctor? —Gabriel no apartaba los ojos de Maya.
—Está en camino.
—Ayúdame. Toma sus pies y frótalos.
—Mmm…
Gabriel dio a Carl una mirada molesta—. ¡Ya!
Carl entró en acción. Mientras él trabajaba en sus pies, Gabriel continuaba dando masaje a sus manos, frotando sus largos y elegantes dedos entre sus palmas de gran tamaño.
—¿Qué estamos haciendo? —preguntó Carl.
—Tratando de hacer que la sangre fluya.
—La transformación no está funcionando, ¿verdad?
El mayordomo había expresado, lo que Gabriel no quería reconocer. Él cerró los ojos y sacó todos los pensamientos negativos de su mente—. Lo hará. Tiene que hacerlo. —Le tocó la cara otra vez, pero aun así estaba tan fría como lo había estado minutos antes.
—Tenemos que ayudar a su cuerpo a hacer el trabajo.
Gabriel se movió y miró a Carl, que le daba un torpe masaje en los pies. Si había alguien más inepto con las mujeres que él mismo, tenía que ser Carl. Apenas le estaba tocando los dedos del pie—. Déjame hacer eso. Toma sus manos en mi lugar.
Él empujó a Carl a un lado y tomó los pies de Maya en sus manos. Necesitaba conseguir que su sangre circulara, para hacerla llegar a cada célula de su cuerpo y completar la transformación. La transformación era un proceso químico complicado, pero normalmente el cuerpo sabía qué hacer. Al parecer las células de Maya, o bien no entendían las instrucciones que estaban recibiendo, o se negaban a cumplirlas.
La piel de sus pies era suave y tersa, las uñas de los pies muy bien formadas y cuidadas. Esmalte color rubí las adornaban. Gabriel notó cómo prácticamente la piel era igual al color de su propia piel, aunque la textura no podría ser más diferente. Sus manos callosas no se parecían en nada a su suavidad. Gabriel nunca había visto unos pies más besables. No, no podía dejar que una mujer tan perfecta como ella, muriese.
Con una determinación renovada, masajeó sus pies con las manos, frotando hacia arriba y abajo de su planta del pie, frotándolos, luego acariciándola hasta los tobillos, y luego hacia abajo otra vez. No estaba seguro de cuánto tiempo había estado haciendo eso, hasta que finalmente escuchó unas voces desde abajo.
Drake había llegado. Oyó fragmentos de las explicaciones que Samson le daba, mientras se precipitaba por las escaleras. Un momento después, irrumpieron en el dormitorio.
—Ya era hora —gruñó Gabriel.
Carl apartó las manos de Maya al instante y se apartó de la cama, claramente aliviado de ser liberado de su obligación—. Confío en que no me necesitan más, ahora que el médico está aquí.
Sin esperar respuesta, se fue de la habitación.
—No estoy seguro de cuánta ayuda puedo ser. Soy psiquiatra, no médico. —La explicación de Drake no era necesaria. Tanto Samson como Gabriel, estaban plenamente conscientes de las credenciales del hombre o de la falta de ellas en su práctica de la medicina real.
—Eso es lo mejor que podemos hacer —insistió Samson—. El médico vampiro más cercano se encuentra en Los Ángeles. No tenemos tiempo para traerlo hasta aquí.
—Muy bien, pero quiero que firmen una renuncia de que no seré demandado, si no consigo ayudarla. No puedo ser responsable si…
Gabriel tomó a Drake por el cuello, y lo cortó a mitad de la frase—. Si no dejas de balbucear, no tendrás que preocuparte acerca de una demanda, porque no vas a estar presente para comparecer ante el tribunal. ¿Estamos claros en eso?
—¡Gabriel! —la reprimenda de Samson, desvaneció la tensión en la sala.
Gabriel soltó al médico, quien le dio una mirada agria.
—Bien. —Con un movimiento corto y rápido, Drake se acercó a la cama y miró a la mujer. Gabriel observaba todos sus movimientos, por alguna razón sentía un inexplicable sentimiento de protección hacia ella. ¿Y por qué no habría de hacerlo, ya que Samson le había asignado este caso? Era justo como en los viejos tiempos, cuando había empezado a trabajar para la compañía de Samson como un guardaespaldas, mucho antes de que él hubiera recorrido todo el camino hasta su actual posición de poder, como el número dos en Scanguards. Se limitaba a actuar como su guardaespaldas. Solo que nunca había cuidado un cuerpo tan perfecto como el de ella.
Drake levantó un párpado y luego el otro para observar las pupilas de Maya, antes de que abriera y separara sus labios, para examinar sus dientes. Deslizó su dedo a lo largo de sus dientes superiores, para sentirlos.
—Mmm.
—¿Qué pasa? —preguntó Gabriel, impaciente por escuchar la evaluación del médico.
Drake se volvió hacia él y Samson—. Sus colmillos no están creciendo, y el blanco de sus ojos no está volviendo. Samson, dijiste que tus hombres, que la habían encontrado, creyeron que habían interrumpido al vampiro que estaba haciendo esto.
Samson asintió con la cabeza—. Sí, vieron a alguien salir corriendo, pero no fueron lo suficientemente rápidos como para atraparlo. Ellos estaban más preocupados por ponerla a ella primero a salvo.
—Tiene sentido. Creo que no pudo terminar. Se fue a tan sólo la mitad del proceso. Probablemente recibió muy poca sangre de vampiro. Su cuerpo humano está luchando. Y su lado vampiro no es lo suficientemente fuerte. No es suficiente para convertirla, pero sí para que la posibilidad de seguir siendo una humana, sea imposible. Tienes que tomar una decisión.
—¿Una decisión? —Gabriel preguntó, entonces sintió las miradas del médico y de Samson sobre él. ¿Se darían cuenta que tenía más de un interés pasajero en ella?
—Convertirla totalmente o dejarla morir.
Gabriel se quedó sin aliento. Dio un paso hacia el médico, dispuesto a estrangularlo— ¿Vas a dejarla morir? —Antes de que pudiera poner las manos sobre Drake, Samson puso una mano sobre el hombro de Gabriel.
—Gabriel. Detente.
Se dio la vuelta para hacer frente a Samson—. No puedes dejar que se muera. —A pesar de que él lo dijo, sabía que lo que estaba planeando hacer, estaba en contra de sus propias creencias: dar a un ser humano una elección. Pero él no estaba pensando en darle esa opción. Maldición, ella no estaba consciente para hacer esa elección por sí misma.
Samson le dio una sonrisa triste—. Entonces ella tiene que ser convertida completamente. ¿De verdad quieres esa responsabilidad?
Gabriel tragó— ¿Preferirías lidiar con la culpa de dejarla morir? —Él prefería enfrentar la culpa de saber que la mantendría con vida como vampiro.
—Convertirla significaría imponer tu voluntad sobre la de ella. —Como si Gabriel no supiera eso.
Samson continuó—: El rufián ya la ha dejado sin decisiones. ¿Vas a hacer lo mismo? ¿Estás preparado para tomar esa decisión por ella? ¿Qué pasa si ella se quisiera morir?
—¿Y si ella prefiriera vivir? —respondió Gabriel.
¿Qué pasa si yo quiero que ella viva?
—¿De verdad quieres jugar a ser Dios?
Aunque sabía que Samson era un hombre que creía en Dios, Gabriel había perdido la fe hace mucho tiempo. Pero nunca había perdido su sentido de lo correcto e incorrecto, lo bueno y lo malo. Dejarla morir ahora estaba mal—. Estoy preparado para jugar a ser el diablo si eso significa que ella va a vivir. —La decisión de Gabriel era clara: bajo ninguna circunstancia iba a dejarla morir. ¡Pase lo que pase! Si lo odiaba por eso más adelante, que así fuera, pero mientras ella no pudiera tomar una decisión, él lo haría por ella. Y esperaba que estuviera de acuerdo con él al final.
Samson asintió con resignación en respuesta—. Drake, ¿qué sugieres?
Drake se aclaró la garganta—. Ella tendrá que ser alimentada con más sangre de vampiro.
—¿Cuánto? —preguntó Gabriel, a pesar de que no importaba. Él le daría todo lo que necesitara. Cuantos litros de su sangre ella quisiera, él lo proveería feliz.
—No lo sé todavía. Me temo que tendremos que improvisar. —El doctor se encogió de hombros.
Gabriel se desabrochó la manga izquierda y empujó la tela hacia su codo—. Estoy listo.
—¿Cuándo te alimentaste por última vez? —preguntó el médico, con la preocupación grabada en su rostro. De repente, él estaba muy enfocado, su actitud impertinente se había evaporado.
—Hace unas horas.
—Bien. —Él guio con la mano a Gabriel, al otro lado de la cama—. Métete a la cama y siéntate a su lado. Necesito que abras tu vena. Voy a mantener su boca abierta, y tú tendrás que empezar a gotear la sangre en ella.
Gabriel asintió con la cabeza e hizo lo que el doctor le dijo. Se sentó a su lado en la cama. Por su voluntad sus colmillos se extendieron y atravesó su propia muñeca con ellos. Las gotas de sangre aparecieron al instante.
En el fondo, escuchó la puerta abrirse y cerrarse. Samson había decidido, evidentemente, no quedarse a ver. A Gabriel no le importaba, no necesitaba la aprobación de su jefe. Esta era su decisión. Su caso. Pero Gabriel sabía muy bien que esto no era más que un caso para él, esta mujer significaba más. No sabía por qué, pero confiaba en su instinto para saber lo que tenía que hacer. Y su instinto nunca le había fallado.
Mantenerla viva era su misión ahora.
***
Maya estaba fría. Un escalofrío sacudió su silueta. Ella trató de acurrucarse para conservar el calor de su cuerpo, pero todos sus músculos se sentían rígidos y no respondían a la demanda de su cerebro. Se sentía paralizada. Cuando sintió un movimiento a su lado, se dio cuenta de que yacía en una cama. A medida que el colchón se movía al lado suyo, el calor llegaba hasta ella. Quien fuera «o lo que fuera» que estuviera al lado suyo, la proveía de su calor, y ella lo deseaba.
Tratando de mover la piedra de molino que presionaba su pecho, ella luchó contra la pesadez de su cuerpo y se dio vuelta muy ligeramente a sí misma hacia la izquierda. Como si la fuente de calor supiera lo que quería, se acercó más, y un momento después se apretó contra su costado. De repente, el calor la inundó, y dejó escapar un suspiro de satisfacción.
Pero en el momento en que trató de tomar una respiración profunda, sus pulmones punzaban por el esfuerzo, y un rayo de dolor atravesó su cuerpo. La presión se acumulaba en sus pulmones, ya que eran incapaces de expulsar el dióxido de carbono. Se sentía como ahogada.
Ella abrió la boca para obligarse a toser, para expulsar el aire utilizado, pero antes de que pudiera hacerlo, sintió que una mano en su boca la mantenía abierta. A continuación, las gotas de un tibio líquido golpeaban en su lengua. Ella quería gritar. Pero todo lo que podía hacer era tragar, antes de que el líquido fuera a ahogarla.
Mientras más ingería, más líquido entraba en su boca. Ella no podía sentir el gusto, pero sabía que no era agua. Era más espesa, casi cremosa. Y para su sorpresa, había aliviado la presión de su pecho. Luego supo que era medicina. Alguien le estaba dando la medicina. Así que la abrió más y se arqueó hacia la fuente del líquido.
—Despacio, despacio —advirtió una voz profunda.
Con suavidad le tocó los labios. Era una piel caliente y de ella salía el líquido que aliviaba el dolor de su cuerpo. No le importaba lo que era, no quería ni siquiera especular. Lo único que sabía era que estaba ayudándola. Con avidez, chupaba con ganas de más y más, antes de que alguien se lo negara y detuviera el flujo. Tenía que conseguir lo suficiente, antes de que no hubiera más.
Cuanto más bebía, más consciente se hizo de su propio cuerpo y de la fuente de calor junto a ella, la forma en que la acunaba, que la protegía. Ahora que el ardor en su cuerpo comenzaba a disminuir, reconoció la fuente de calor como el cuerpo de un hombre, el cuerpo de un hombre muy grande. ¿Quién era él?
Los párpados le pesaban como una puerta de hierro; sin embargo, trató de levantarlos. Ella logró levantarlos lo suficiente, como para ver la forma del hombre a su lado, el hombre de cuya muñeca, aún estaba bebiendo.
La conmoción corrió por ella. Él no le había dado una medicina… ¡la había alimentado con su sangre!
Maya trató de apartarse de él, pero su cuerpo no le obedecía. Se quedó cerca de su amplio pecho que la calentaba y de su muñeca, que la alimentaba. Se obligó a levantar los párpados más, para poder mirar su cara y deseó no haberlo hecho.
Con horror, se quedó mirando su rostro desfigurado por una fea cicatriz desde la barbilla hasta la oreja. A esta corta distancia, palpitaba amenazadoramente.
Su largo cabello castaño estaba peinado hacia atrás amarrado en una cola. Algunos mechones luchaban por soltarse y enmarcaban su cara cuadrada.
Cerró los ojos. No… Ella no estaba en la cama alimentándose de sangre de un monstruo. Tenía que ser un extraño sueño… no había otra explicación. Más de ochenta horas de trabajo a la semana, podrían hacerle eso a cualquiera. Largos turnos, luego noches de llamadas tras llamadas, llevarían a cualquiera hasta el extremo de un total y completo agotamiento. No sería la primera vez que le pasara a ella.
Durante sus tres años de residentado, había sufrido colapsos un par de veces y había necesitado veinticuatro horas de sueño para recuperarse. Se reportaría como enferma por la mañana. Sí, su cuerpo estaba definitivamente diciéndole que necesitaba descansar.
Si estaba imaginando monstruos chupadores de sangre, era mejor tomarse un poco de tiempo para descansar.
Ella suspiró profundamente. Ahora que había tomado la decisión de tomar un día libre, de pronto se sentía mejor… Desde luego no podía ser, porque todavía sentía el cuerpo caliente del hombre con las cicatrices, apretándose contra ella. Ningún monstruo tendría este tipo de efecto calmante en ella. Y para el caso, tal vez ya era hora de cambiar de alquiler de películas de terror a comedias románticas en su lugar, ya que era obvio que no podía manejarlas.
Si hubiera visto una comedia romántica el fin de semana en lugar de la última película de terror de bajo presupuesto, sin duda el hombre en su sueño habría sido hermoso y no tan horriblemente desfigurado. Maya se estremeció ante el recuerdo de la cara del hombre.