Capítulo Uno

San Francisco, hoy.

El clic-clac de sus tacones, hacía eco en los edificios. Maya apenas podía ver el pavimento a través de la niebla, que colgaba como una espesa bruma en el aire de la noche, ampliando cada sonido.

Un susurro proveniente de algún lugar detrás de ella, le hizo acelerar más sus ya apresurados pasos. Sintió un fuerte escalofrío como si una mano helada pasara por ella tocando su piel. Ella odiaba la oscuridad, y eran en noches como estas, cuando ella maldecía el estar de turno en su servicio. La oscuridad siempre la había asustado, y últimamente lo hacía aún más.

Ella abrió su bolso mientras se acercaba al edificio de apartamentos de tres pisos, en el cual vivía durante los últimos dos años. Con dedos temblorosos, buscaba las llaves de su casa. En el momento en que sintió el frío metal en la palma de su húmeda mano, se sintió mejor. En unos segundos, ella estaría de vuelta en la cama y tendría un par de horas de sueño, antes de que su siguiente turno comenzara. Pero lo más importante, era que iba a estar de vuelta en la seguridad de sus propias cuatro paredes.

Cuando se volvió hacia las escaleras que conducían a la pesada puerta de entrada, se dio cuenta de la oscuridad en el vestíbulo. Ella levantó la mirada. El foco de luz sobre la puerta, debió haberse quemado. Un par de horas antes había estado alumbrando. Lo puso en su lista mental de cosas para informarle al propietario del edificio.

Maya buscó el pasamanos a ciegas y se agarró de él, contando los escalones mientras subía.

Ella nunca llegó a la puerta.

—Maya.

Se quedó sin aliento cuando ella giró sobre sus talones. Sumida en la oscuridad y la niebla, no podía distinguir su rostro. No necesitaba saberlo… ella conocía su voz. Sabía quién era. Casi la paralizó. Su corazón martilleaba en su garganta, mientras el miedo aumentaba dentro de sus entrañas.

—¡No! —gritó ella y se apresuró hacia la puerta, con la esperanza contra toda probabilidad de poder escapar.

Había vuelto, como se lo había prometido.

Puso su mano en su hombro y le dio vuelta hacia él. Pero en lugar de su rostro, en todo lo que podía concentrarse, era en el blanco de sus dientes puntiagudos.

—Serás mía.

La amenaza fue lo último que oyó, antes de sentir que sus colmillos afilados rompieran su piel y se hundieran en su cuello. A medida que la sangre salía, también lo hacían los recuerdos de las últimas semanas.

***

—¿Ya ha intentado la cirugía? —El Dr. Drake preguntó, sin levantar la vista de la libreta de notas.

Gabriel lanzó un resoplido frustrado y se sacudió una imaginaria partícula de polvo de sus jeans—. No funcionó.

—Ya veo. —Carraspeó la garganta—. Sr. Giles, ¿ha tenido esto?… —el doctor se estremeció e hizo un movimiento indescriptible con la mano— eh… ¿toda su vida? ¿Incluso cuando era humano?

Gabriel cerró los ojos por un segundo. Después de la pubertad, no había un solo día en su memoria de vida, que no hubiera tenido ese problema. Todo había sido normal cuando era un niño pequeño, pero en el momento en que sus hormonas habían comenzado su apogeo, su vida había cambiado. Aún como ser humano, había sido un marginado.

Sintió que la cicatriz palpitaba en su cara, recordando el momento en que la había recibido y se sacudió para alejarse de sus recuerdos. Hacía tiempo que el dolor físico había disminuido, pero el dolor emocional estaba tan vivo como siempre. —Lo tenía mucho antes de convertirme en vampiro. En aquel entonces, nadie pensaba en la cirugía. Demonios, una infección probablemente me habría matado—. Si hubiera sabido cómo sería su vida, él mismo se habría clavado un cuchillo, aunque es fácil ser sabio después del hecho.

—De todos modos, como usted probablemente sabe mejor que yo, mi cuerpo se regenera mientras duermo y cura lo que percibe como una herida. Así que no, la cirugía no ha funcionado.

—¿Supongo que esto ha causado problemas con su vida sexual?

Gabriel se apretó más atrás contra el respaldo de la silla frente al Dr. Drake, después de haber ignorado el ataúd-sofá con un estremecimiento interno al ingresar al consultorio. Su amigo Amaury, le había advertido acerca de la elección de mobiliario del médico. Sin embargo, el ataúd que había sido transformado en una reposera al remover un panel lateral, le daba escalofríos. Ningún vampiro que se apreciara querría ser atrapado muerto en ella. Un juego de palabras.

—¿Cuál vida sexual? —murmuró en voz baja. Pero, por supuesto, el oído superior de vampiro del doctor, le aseguró que las palabras no se le habrían escapado.

La mirada sorprendida de Drake, lo confirmó—. ¿Quieres decir que…?

Gabriel sabía exactamente lo que el hombre estaba preguntando—. Excepto por alguna ocasional prostituta desesperada, a la cual tengo que pagar sumas extravagantes de dinero para que me preste sus servicios, no tengo vida sexual.

Él bajó la mirada, sin querer ver la lástima en los ojos del médico. Estaba allí para pedir ayuda, no para ser digno de lástima. Aun así, tenía que impresionar al hombre lo suficiente para que viera lo importante que era para él—. No he conocido a una mujer que no haya retrocedido de miedo al ver mi cuerpo desnudo. Me llaman monstruo, fenómeno en el mejor de los casos… y ellas son las más buenas. —Hizo una pausa, se estremeció mientras recordaba todos los nombres con los que había sido llamado.

—Doctor, yo nunca he tenido una mujer en mis brazos que quiera estar conmigo —Sí, él había cogido mujeres… rameras… pero nunca había hecho el amor con una mujer. Nunca había sentido el amor o la ternura de una mujer, la intimidad o el despertar en sus brazos.

—¿Cómo espera que yo lo ayude? Como usted mismo lo ha dicho, la cirugía no lo ha ayudado, y yo sólo soy un psiquiatra. Yo trabajo con la mente de la gente, no con sus cuerpos. —La voz de Drake estaba infundida con rechazo, cada sílaba de la misma—. ¿Por qué no utilizas el control de la mente en las mujeres humanas? De todas maneras no lo sabrán.

Tendría que haberlo esperado. Gabriel le dio una mirada fulminante—. Yo no soy un completo idiota, doctor. No voy a usar a las mujeres de esa manera. —Hizo una pausa antes de continuar, controlando su enojo por la deshonrosa sugerencia—. Usted ayudó a mis amigos.

—Tanto los problemas del Sr. Woodford como los problemas del Sr. LeSang, eran diferentes, no… —buscó las palabras adecuadas— físicos como el suyo.

El pecho de Gabriel se contrajo. Sí, físico. Y un vampiro no puede alterar su forma física. Estaba escrito en piedra. Esa era la razón exacta, por la que su rostro estaba marcado por una cicatriz, que se extendía desde la barbilla hasta la parte superior de la oreja derecha. Había recibido la herida cuando él era un ser humano. Si hubiera sido herido siendo un vampiro, nunca habría tenido una cicatriz, y su rostro estaría intacto.

Dos golpes en su contra, para empezar una cicatriz horrible que ahuyentaba a muchas mujeres, y para terminar cuando se bajaba los pantalones… él se estremeció y miró nuevamente al doctor, que pacientemente esperaba sentado en su silla.

—Los dos me afirmaron que utilizaba métodos poco ortodoxos —Gabriel le puso un anzuelo.

El Dr. Drake se encogió de hombros sin comprometerse—. Lo que unos llaman poco ortodoxo, otros lo considerarían como natural.

Esa fue una no respuesta si es que hubo alguna. Sutiles pistas, no le darían a Gabriel la información que buscaba. Se aclaró la garganta y se movió hacia adelante en su silla.

—Amaury mencionó que usted tenía ciertas conexiones. —Hizo hincapié en la palabra «conexiones» de tal manera, que el médico no pudiera confundir a lo que él se refería.

El enderezamiento casi imperceptible en el cuerpo del médico se le habría escapado a la mayoría, pero no a Gabriel. Drake había entendido muy bien lo que estaba buscando.

Los labios del doctor se apretaron—. Tal vez pueda referirte a otro médico entre mis conexiones que podría ser capaz de ayudarte más que yo. Nadie aquí en San Francisco, por supuesto, ya que sigo siendo el único vampiro con capacitación médica aquí —confesó.

Gabriel no estaba sorprendido por la revelación: ya que los vampiros no eran susceptibles a las enfermedades humanas, muy pocos se convertían en médicos. Teniendo en cuenta que San Francisco tenía una población de vampiros menor a mil, era de mucha suerte tener al menos un médico profesional dentro de los límites de la ciudad.

—Veo que estamos de acuerdo en que no somos una buena combinación, —prosiguió el doctor.

Gabriel sabía que tenía que actuar ahora, antes de que el médico lo rechazara por completo. Cuando Drake se trasladó a su tarjetero giratorio en su escritorio, Gabriel se levantó de su silla.

—Yo no creo que eso sea necesario…

—Bueno, entonces, fue un placer conocerte. —El médico estiró su mano, su relajada cara mostraba ahora alivio.

Con un ligero movimiento de su cabeza, Gabriel rechazó el gesto. —Dudo que el tarjetero contenga el nombre de la persona que estoy buscando, de todos modos. ¿Estoy en lo cierto?— Mantenía una cierta malicia en su voz, sin tener intención de enajenar al hombre. En cambio, sus labios dejaron asomar una media sonrisa.

Un destello en los ojos azules de Drake, confirmó que sabía exactamente de lo que Gabriel estaba hablando. Ya era hora de traer a los peces gordos. —Soy un hombre muy rico. Puedo pagar todo lo que usted quiera—, ofreció Gabriel. En sus casi ciento cincuenta años como vampiro, había amasado una fortuna.

La ceja levantada del doctor, indicaba interés. Hubo un titubeo en el movimiento de Drake, pero segundos más tarde le señaló las sillas. Ambos se sentaron nuevamente.

—¿Qué le hace pensar que estoy interesado en su oferta?

—Si no fuera así, no estaríamos sentados.

El médico asintió con la cabeza—. Su amigo Amaury habla muy bien de usted. Confío en que él está bien ahora.

Si Drake quería charlar, Gabriel le daría gusto, pero no por mucho tiempo—. Sí, la maldición se ha roto. Tengo entendido que uno de sus conocidos fue el instrumento para averiguar cómo podría ser revertida la maldición.

—Tal vez. Pero comprender cómo solucionar algo y hacerlo, son dos cosas diferentes. Y como yo lo veo, Amaury y Nina revirtieron su maldición por sí solos. Sin necesitar la ayuda de nadie.

—¿Hay alguna diferencia en mi caso?

El doctor se encogió de hombros, un gesto del cual Gabriel ya se estaba cansando—. No sé. Puede haber una explicación perfectamente plausible para su dolencia.

Gabriel negó con la cabeza—. Vamos a cortar por lo sano, Drake. No es una enfermedad. ¿Qué explicación aceptable voy a darle a una mujer que me ve desnudo?

—Sr. Giles…

—Por lo menos llámame Gabriel. Creo que hemos pasado la etapa de Sr. Giles.

—Gabriel, entiendo tu situación.

Gabriel sintió como el calor de su ira se elevaba por su pecho revolviéndose, algo que era cada vez más común, mientras se ocupaba de su situación. —¿La entiende? ¿Realmente entiende lo que se siente el ver el asco y el miedo en los ojos de una mujer a la cual quiere hacer el amor?— Gabriel tragó con esfuerzo. Nunca había hecho el amor con una mujer, en realidad, nunca hizo el amor. El sexo con prostitutas no era amor. Claro, él podría usar el control mental como el médico le había sugerido, y atraer a una mujer confiada a su cama y hacer con ella lo que quisiera, pero había jurado nunca llegar tan bajo. Y nunca había roto esa promesa.

—Has hablado de un pago, —oyó decir a Drake.

Por fin, había una luz al final del túnel—. Di un precio, y te enviaré el dinero a tu cuenta en cuestión de horas.

Drake negó con la cabeza—. No estoy interesado en el dinero. Entiendo que tienes un don.

Gabriel se irguió en su silla. ¿Cuánto sabía el doctor acerca de él? Él sabía que Amaury nunca revelaría ninguno de sus secretos—. No estoy seguro de entender…

—Gabriel, no me tomes por tonto. Así como averiguaste acerca de mí, yo también lo he hecho acerca de ti. Tengo entendido que eres capaz de desbloquear los recuerdos. ¿Te importaría explicarme tu don?

No en particular. Pero al parecer no tenía otra opción—. Veo en las mentes de las personas y puedo ahondar en sus recuerdos. Yo veo lo que han visto.

—¿Esto significa que puedes mirar en mis recuerdos y encontrar a la persona que estás buscando?, —preguntó Drake.

—Sólo veo eventos e imágenes. Así que a menos que encuentre una memoria que muestre su casa o algo por estilo, no seré capaz de encontrarla. No leo la mente, sólo los recuerdos.

—Ya veo. —El doctor hizo una pausa—. Estoy dispuesto a darte el paradero de la persona que estás buscando, a cambio que me dejes utilizar por una sola vez tu don.

—¿Quieres que ahonde en tus recuerdos y encuentre algo que has olvidado? —Claro, él podría hacer eso.

Drake se echó a reír—. Por supuesto que no. Tengo una memoria perfecta. Quiero que desbloquees los recuerdos de otra persona para mí.

La esperanza se evaporó. Su habilidad era sólo para ser utilizada en situaciones de emergencia o cuando la vida de alguien estaba en juego. Él no capturaría los recuerdos de una persona para su propio beneficio, sin importar lo que signifique para él—. No puedo hacer eso.

—Por supuesto que puedes. Me acabas de decir…

—Lo que quise decir es que no lo haría. Los recuerdos son privados. No voy a acceder a los recuerdos de una persona sin su permiso. —Y estaba seguro que la persona cuyos recuerdos el doctor quería revelar, no le iba a dar su consentimiento.

—Un hombre con altos valores éticos. Es una lástima.

Gabriel miró a su alrededor. —Con el dinero que estoy dispuesto a pagarte, podrías efectuar una remodelación muy ostentosa—. Y deshacerte del ataúd-sofá.

—Me gusta la forma en que luce mi consultorio. ¿A ti no? —Drake le dio al ofensivo sofá una mirada acentuada.

Gabriel supo entonces que las negociaciones habían terminado. El médico no daría su brazo a torcer, y él tampoco lo haría.