Haven fue el primero en oír el grito alarmado de su madre. Inmediatamente, tomó a su hermano menor Wesley por el cuello de su camisa polo, haciéndolo chillar en protesta.
—Suéltame, Hav. Quiero jugar.
Haven ignoró la objeción de su hermano de ocho años de edad y estampó la mano sobre su boca—. Cállate —le ordenó, manteniendo la voz baja. Podía sentir el miedo de su madre, a pesar de que él y Wesley estaban en el estudio, y el grito de pánico de su madre había provenido de la cocina donde estaba mezclando pociones.
—Hay alguien en la casa. No hagas ruido. —Dio a su hermano una mirada severa. Los ojos de Wesley estaban abiertos de par en par por el miedo, sin embargo, él asintió con la cabeza. Haven retiró la mano de la boca de Wesley, y fue recompensado con el silencio de su hermano.
Anticipándose a algo como esto, su madre les había dado un protocolo estricto a él y a su hermano: ocultarse y guardar silencio. Si bien Haven quería obedecer a su madre, su grito le había desgarrado el alma, sería un cobarde si no la ayudaba. Era alto para su edad, casi un hombre. El haber sido abandonado por su padre hace menos de un año, le había obligado a crecer rápido. Él era el hombre de la casa ahora. Dependía de él poder ayudar a su madre.
—Ve por Katie y escóndanse debajo de las escaleras. —Su hermana pequeña estaba durmiendo en la habitación de abajo y no en el piso de arriba en el cuarto del bebé, para que se le pudiera escuchar si se despertaba. Ella no tenía que alimentarse hasta dentro de dos horas, y era de esperarse que permaneciera dormida.
Wesley se fue corriendo por el pasillo, sus pies sólo llevaban calcetines y no hacían ruido en el piso de madera. Haven se armó de valor y se arrastró hacia la puerta de la cocina.
—Sabes que tienes que sacrificar a uno de ellos, ¿cuál será? —El hombre decía desde el interior de la cocina. La maldad en la voz del desconocido era inconfundible, y un escalofrío se deslizó por la columna vertebral de Haven como una serpiente.
—Nunca —respondió la madre de Haven, un destello de luz blanca acompañaba sus palabras. Sabía que si ella usaba magia tan abiertamente sobre el intruso, significaba que era una criatura sobrenatural: no humana.
¡Mierda!
Mamá no tendría ningún problema en lidiar con un ladrón, pero esto era diferente. Es por eso que necesitaba su ayuda, ya sea que lo hubiera prohibido o no. Podía castigarlo todo lo que quisiera después, pero no iba a quedarse y esconderse como una rata cobarde. Wesley podía hacerse cargo de Katie por sí mismo, pero Haven tenía la edad suficiente… once años para ser exactos… para ayudar a su madre a derrotar a un atacante.
Haven avanzó lentamente y miró detrás del marco de la puerta hacia la cocina bien iluminada. Horrorizado, se apartó.
¡Doble mierda!
Sin lugar a dudas, su atacante era un vampiro… la cúspide de la cadena alimentaria. Sus colmillos se habían alargado y se abrían paso entre sus labios abiertos, sus ojos brillaban de color rojo, cual luces traseras de un coche en la noche. Si bien los vampiros no eran inmunes a la brujería, la madre de Haven no era más que una bruja menor sin poderes más allá de sus pociones y hechizos. Nunca había aprendido a controlar ninguno de los elementos: agua, aire, fuego y tierra, al igual que otros de su especie lo habían hecho. Ella estaba completamente indefensa.
El vampiro alto y delgado, tenía su mano sujetándola alrededor de su cuello aún mientras sus labios se movían como si tratara de hacer un hechizo. Pero las palabras no salían de su garganta. Luchaba por zafarse de su agarre, sus ojos se lanzaban a un lado, buscando desesperadamente una vía de escape. No había forma de salir… no había manera de que pudiera liberarse si no podía pronunciar un hechizo para hacer que el vampiro la liberara. Y aun así…
Haven sabía lo que tenía que hacer. Reuniendo todo su valor, se precipitó por la puerta y corrió hacia el mostrador de la cocina, donde una variedad de utensilios de cocina estaban dentro de una jarra de barro. Tomó una cuchara de madera y la partió por la mitad.
Con el sonido, el vampiro volvió con rapidez la cabeza hacia Haven y mostró sus colmillos enojado. Un gruñido de advertencia salió desde su garganta.
—Gran error pequeño niño, gran error.
Nadie lo llamaba pequeño y se salía con la suya.
Un gorgoteo ahogado emitió su madre. Ella parpadeó sus ojos hacia Haven, decidida a enviarle un mensaje a pesar de su evidente dificultad. Él la comprendía muy bien, pero no iba a huir. Ella quería que él se salvara a sí mismo. Pero él no era un cobarde. ¿Cómo podía ella siquiera pensar que él iba a correr y dejarla en las manos de ese monstruo?
—¡Suelta a mi madre! —le exigió al vampiro y levantó la mano que sostenía la estaca improvisada.
Haven se lanzó contra el vampiro, dejando escapar un grito guerrero como los que él había visto en las películas del oeste que le encantaba ver en la televisión. Antes de llegar al chupasangre, el vampiro soltó a su madre y la arrojó contra la cocina, el sonido de su espalda chocando con la puerta metálica del horno, hizo volar una ola de furia a través de Haven. Más rápido de lo que sus ojos pudieron seguir, el vampiro se lanzó sobre él y lo agarró de la muñeca, manteniéndolo inmóvil.
Haven apretó los dientes y comenzó a dar patadas contra la espinilla de la enorme criatura, pero fue en vano. Un gruñido salió de la boca del vampiro. Detrás de él, Haven vio a su madre levantarse, gemidos de dolor salían de su boca. Pero su rostro parecía decidido, y sus labios articulaban un hechizo.
—La noche trae el día, el día trae la noche, ayuda a los pequeños, y…
El vampiro torció la muñeca de Haven, arrancando la estaca de su puño cerrado. Cayó al suelo, rodando fuera de su alcance. Entonces el vampiro lo soltó. Dándose la vuelta, metió la mano en su chaqueta y sacó un cuchillo—. ¡Tú, bruja estúpida! —Gruñó—. Yo iba a dejarte vivir.
Sin inmutarse, la madre de Haven continuó recitando—: … a los grandes, y dales poder…
Haven se lanzó al vampiro por detrás, tratando de quitarle el cuchillo de las manos, pero su oponente clavó el codo en los músculos blandos del estómago de Haven y lo empujó al suelo. Cuando Haven levantó la mirada, sólo vio el movimiento de la muñeca del vampiro mientras lanzaba el cuchillo para alcanzar su objetivo.
Un grito sobresaltado interrumpió el conjuro de su madre. El cuchillo le había pegado en el pecho. Mientras ella caía al suelo, la sangre manchaba su delantal blanco, Haven se apresuró a acercarse, pero el vampiro le bloqueó el camino.
—Haven —gritó su madre con voz tensa—. Recuerda… amar…
—¡No! ¡Hijo de puta! —gritó Haven—. ¡Te voy a matar!
Pero antes de que pudiera hacer nada, el llanto de un bebé llenó la casa. Katie.
La cabeza del vampiro giró hacia el pasillo. Entonces una sonrisa de satisfacción de sí mismo, se extendió sobre su boca. No hizo nada para aliviar la fealdad de su rostro—. Mucho más fácil —proclamó—. Como si yo quisiera molestarme con un pequeño niño problemático.
—¡No! —gritó Haven, dándose cuenta de que iba por Katie. El vampiro le había dicho que lo único que necesitaba era a uno de ellos.
El vampiro se precipitó fuera de la cocina hacia el pasillo. Haven corrió tras él, tomando una escoba que se apoyaba contra la pared. Rompió el mango por encima de su rodilla y se apoderó de la parte más corta, que quedó como una estaca.
Cuando llegó al escondite debajo de las escaleras unos segundos después que el chupasangre, el llanto de Katie se mezclaba con los gritos de pánico de Wesley.
—¡Ayuda! ¡Haven, mamá, ayúdenme!
El vampiro apartó el pequeño bulto, que era Katie, de los brazos de Wesley y la apretó contra su pecho, mientras sujetaba con la otra mano al pequeño hermano de Haven que forcejeaba. Los intentos de Wesley de darle puñetazos al vampiro en el estómago, fueron inútiles… sus puños pequeños no hacían ningún daño a la criatura.
—Detente, pequeño idiota.
Ni Wesley ni Haven, escucharon la orden del vampiro. En su lugar, saltó sobre él con la estaca improvisada levantada en su mano, pero el muy cabrón giró demasiado rápido. Empujó a Wesley contra la pared y levantó su brazo para defenderse de la estaca de Haven, mientras sostenía a Katie fuertemente con su otro brazo. Haven no era rival para tal engendro sobrenatural, a pesar de su feroz determinación para salvar a su hermana.
El vampiro le dio una patada contra la pared, el golpe le sacó el aire a Haven. El dolor lo atravesó, recordándole que era sólo un ser humano sin ningún tipo de habilidades para luchar contra el poderoso chupasangre.
—No quiero hacerles ningún daño. Sólo tomaré a uno de ustedes. —Había cierto destello en sus ojos, casi como si se arrepintiera de lo que estaba haciendo—. Para mantener el equilibrio.
Un segundo después, se había ido. La puerta principal se quedó abierta, la oscuridad entrometiéndose en la casa devastada de Haven, el frío y la niebla apoderándose del lugar donde antes había reinado el calor y el amor.
Wesley gimió—. Mamá, ayúdanos.
Haven se arrastró por los pocos metros que lo separaban de su hermano. ¿Cómo podría decirle a Wes lo que le había sucedido a su madre? Y Katie, ¿qué iba a pasarle a Katie?
—Mamá no puede ayudarnos —susurró Haven a su hermano, ignorando el dolor en sus costillas lo mejor que podía. No era nada en comparación con el dolor que sentía en su corazón. Miró a Wesley y vio las lágrimas corriendo por sus mejillas al comprender sus palabras. Haven no podía llorar, en cambio, su corazón se llenó de odio: odio por todo lo mágico y lo sobrenatural, todo lo no humano. Porque, a pesar de no saber lo que el vampiro había querido ni por qué había matado a su madre, Haven sospechaba que tenía que ver con su magia. No podía haber otra razón. No había estado allí para robarle ninguno de sus bienes materiales. Era para mantener el equilibrio, lo que él había dicho. ¿El equilibrio de qué?
Haven se quedó mirando a su hermano y le apretó la mano—. Lo encontraré y lo mataré, y a todos los vampiros que se crucen en mi camino. Y encontraremos de nuevo a Katie. Te lo prometo.
Y no descansaría hasta que hubiera cumplido su promesa.