Para cuando habían terminado la charla de cómo encontrar y derrotar a la bruja hostil, y Haven había dicho adiós a Wes y a Kimberly, la luz del día se acercaba de nuevo. Una camioneta polarizada lo llevaba a él y a sus captores, hasta el barrio de Twin Peaks, donde se ubicaba la casa de Thomas.
Haven estaba dolorosamente consciente de la presencia de Yvette en la camioneta. Sentado junto a ella, sin embargo no lo suficientemente cerca, su cuerpo se encendió de deseo. No habían intercambiado ni una palabra en privado desde que habían escapado de su prisión, y si él tenía que esperar más tiempo antes de que pudiera tocarla, se prendería en llamas.
Dejó que sus ojos recorrieran su cuerpo. Vestida con ajustados pantalones de cuero negro, parecía tan caliente y sexy como en su vestido sin mangas, pero la hubiera preferido en un vestido. Se tardaría unos preciosos segundos en quitarle esos pantalones, mientras que un vestido podría simplemente alzarse hacia arriba y alcanzaría su objetivo en un instante.
Haven se movió en su asiento, ocultando su creciente erección. Hacía mucho que se había dado por vencido de tratar de suprimir las reacciones de su cuerpo hacia ella, sabiendo que sería inútil. Lo excitaba, y simplemente no había dos maneras de manejarlo. Tenía que hacer lo mejor de ello.
Thomas condujo la camioneta hacia un garaje. En el momento que la puerta del garaje bajó detrás de ellos, todos salieron. Haven miró a su alrededor. Aparte de una modesta camioneta, varias motos se alineaban en el gran espacio. Alguien tenía claramente un amor por las motocicletas. Eso explicaba el atuendo de cuero de Thomas.
—Ven, te mostraré mis investigaciones —dijo Thomas despreocupado y dio señas a Haven, para que lo siguiera por una estrecha escalera.
Sin mirar atrás, sabía que Yvette lo estaba siguiendo, lo suficientemente cerca para tocarla. Nunca había estado tan consciente de otra persona.
En la parte superior de las escaleras, Thomas abrió la puerta. La luz del sol entraba a raudales y golpeó a Haven en la cara, cegándolo por un momento. Él alcanzó a ver una ventana… sin persianas o cortinas que la cubrieran. Le asaltó el pánico, su corazón le latía en la garganta y se alojó allí, golpeando con furia.
—¡Mierda!
Sabiendo que no había un segundo que perder, giró en la escalera, se apoderó de Yvette detrás de él y la estrelló contra la pared, cubriendo su cuerpo con el suyo, con la esperanza de que los rayos del sol no la hubieran tocado. Él le apretó la cabeza contra su pecho, sintiendo su aliento caliente contra él. Sus manos se metieron en la camisa.
—Cariño —susurró—. ¿Estás bien?
La carcajada proveniente un poco más abajo de la escalera, le hizo voltear su cabeza apresuradamente. Zane estaba ahí golpeándose el muslo, riéndose a carcajadas con la boca abierta. De alguna manera había pensado que el tipo no era capaz de reírse, pero al parecer, Haven había subestimado al vampiro. Junto a él, Eddie se echó a reír también.
—Tienes un buen protector contigo, Yvette —bromeó Zane.
Desde la puerta abierta, Thomas volvió a aparecer—. Haven, creo que puedes soltarla. Lo que ves no es luz natural. Es seguro.
Mirando a Thomas parado allí, con la luz haciendo una silueta de él, no tuvo más remedio que creerle. Thomas se habría quemado y hecho cenizas, si la luz realmente era la luz del sol. A regañadientes, Haven soltó a Yvette.
—Lo siento —susurró—. Yo no sabía…
—No te preocupes. —Finalmente, se dirigió a él directamente—. Es la intención lo que cuenta. —Yvette estaba agarrando su camisa, y él esperaba que ella no se diera cuenta de que no hizo ningún intento de separar su cuerpo del de ella. Cuando la miró a los ojos, la necesidad de besarla lo abrumó. Habían pasado demasiadas horas desde que la había probado. Como si lo tiraran por hilos invisibles, bajó sus labios a los de ella.
—¿Vienen o qué? —preguntó Thomas, rompiendo el hechizo.
Haven dio marcha atrás y giró. Cuando llegó a la cima de las escaleras, echó una mirada. Había entrado en la sala de la casa de Thomas. Estaba rodeado por ventanales desde el piso hasta el techo. Y ninguna de ellas, estaban cubiertas con cortinas, proporcionando una vista de San Francisco. Una vista impresionante de día.
—Muy realista, ¿no? —Le preguntó su anfitrión y señaló las ventanas.
—Yo pensé que ustedes se quemaban con la luz del sol.
—Y así es. Pero esa no es luz solar. Lo que ves es una pantalla de cine: transmisión en vivo. Y la luz es artificial, pero el aspecto es muy natural. Diseñé todo yo mismo. Algo que no puedes conseguir en Home Depot. —Sonrió Thomas.
Haven asintió con la cabeza y volvió su mirada a Yvette y a sus colegas, que habían entrado en la habitación detrás de él.
—No sé ustedes, pero estoy molido —declaró Eddie. Luego se dirigió a Thomas—. Creo que Haven puede tomar la habitación de invitados, e Yvette podrá usar mi cuarto. Así que yo me quedaré en tu habitación.
Un rápido destello de pánico apareció en los ojos de Thomas antes de que rápidamente se escondiera—. Claro, no hay problema. —Miró a Zane—. ¿Está bien si duermes en la sala de estar?
Zane asintió con la cabeza. —Yo no pienso en dormir.
Haven miró al vampiro calvo, consciente de la advertencia implícita. Sí, él entendía: Zane estaría vigilándolo a él en lugar de estar de centinela por si la bruja aparecía. Cabrón desconfiado.
—Te voy a mostrar tu habitación —dijo Eddie detrás de él.
Haven buscó los ojos de Yvette para enviarle un mensaje silencioso que aún tenían que hablar. Nada en su rostro impasible mostraba que hubiese entendido o aceptado. Sin querer dar a Zane ninguna razón para ser más sospechoso de lo que ya era, se volvió hacia Eddie.
—Sí, gracias.
—Todas las habitaciones están en la parte trasera de la casa. No hay ventanas.
Eddie abrió una puerta, y entró en un corredor que estaba iluminado con la misma luz de aspecto natural como la de la sala de estar. Varias puertas se alineaban por el pasillo.
—Aquí es. —Eddie empujó la puerta de la habitación, la abrió y entró. Haven lo siguió a una habitación cómodamente amueblada. Una gran cama queen, mesitas de noche, y un tocador, que eran de la misma madera. En una esquina de la habitación había un gran sillón con una lámpara de lectura. La habitación estaba bañada con una luz cálida proveniente de las tiras de iluminación ocultas, detrás de las cornisas de las paredes.
—Gracias.
—Tienes tu propio cuarto de baño. —Eddie señaló una puerta corrediza.
—¿Así que esta es tu casa y de Thomas?
Eddie se echó a reír y le dio una palmada en el hombro como si fueran viejos amigos—. Desearía. No, es de Thomas. Yo sólo vivo aquí. Él es mi mentor.
—¿Tu mentor? —Haven había asumido a primera vista que vivían juntos porque eran novios, aunque ninguno de los dos se mostraba amanerado. Sin embargo, cuando Eddie le había ofrecido a Yvette su propia habitación, pensó que si fueran amantes compartirían un dormitorio.
—Soy nuevo en esta cosa de vampiros. —Eddie sonrió, mostrando sus hoyuelos—. Thomas ha aceptado ayudarme desde que me convertí, a enseñarme cosas, ya sabes.
Haven asintió con la cabeza, aunque él no entendía realmente qué significaba lo que decía Eddie—. ¿Cómo morder? —Como si un vampiro necesitara ser enseñado. Estaba seguro de que el instinto le decía cómo.
—Eres gracioso, ¿lo sabes? —El buen carácter de Eddie no cambió—. Confía en mí, sé cómo morder. Viene con el territorio. Thomas me enseña a controlar mis poderes e instintos, para que no lastime por accidente a la gente. Es un poco difícil entender tu propia fuerza en un primer momento.
Haven era consciente de dicha fuerza muy íntimamente. Yvette la había usado con él, pero también era consciente de la suavidad con la que ella había llevado a su pene hacia su boca y lo chupó, pudiéndolo fácilmente haberlo destrozado. La idea de Yvette, le recordó la razón por la que había empezado una pequeña conversación con Eddie al principio: tenía que averiguar dónde estaba su habitación.
—Es bueno que Thomas te permita quedarte con él. Por lo que hasta tienes tu propia habitación aquí. —Haven hizo un gesto con la cabeza, hacia la puerta abierta. Esperaba que Eddie no viera a través de su patético intento de maniobra.
Un destello en los ojos de Eddie, le dijo que el joven vampiro era tan inteligente como el resto del grupo. Y la sonrisa que le siguió, confirmó que no estaba tan preocupado de mantenerlo alejado de Yvette como Zane parecía estarlo. —Al final del pasillo, última puerta a la izquierda.
—Oye, gracias, yo…
Eddie levantó la mano—. Dos cosas: permanece bajo el radar de Zane, y no hieras a Yvette. Ha tenido unos días difíciles.
—Lo sé. Estuve ahí.
Eddie negó con la cabeza—. No, no entiendes. Primero pensó que estabas muerto, y luego tuvimos que decirle que su perro se había ido, que simplemente desapareció. Ella está a punto de desplomarse.
¿Yvette tenía un perro? ¿Quería eso decir que formaba lazos emocionales? ¿Era ella capaz de eso? —¿Estaba molesta?
Eddie lanzó una rápida mirada hacia la puerta como asegurándose de que todavía estuviesen solos—. Pareces un buen tipo, trataste de protegerla cuando pensaste que el sol entraba.
Haven se estremeció, deseando borrar ese momento vergonzoso de su memoria. Había expuesto sus sentimientos por ella, sentimientos que no quería admitir a sí mismo, y mucho menos a un grupo de vampiros—. Sólo fue un reflejo.
Un rápido movimiento de su cabeza demostró que Eddie no le creía—. Extraño reflejo para un cazador de vampiros. Hey, no soy nadie para juzgar. Simplemente te digo, sé amable con ella. No quiero verla llorar de nuevo. Es como si me clavaran un puñetazo en el estómago.
Eddie se giró y salió, cerrando la puerta detrás de él.
¿Yvette había llorado? ¿Por él?
Haven pasó la mano por su pelo. ¿Qué se suponía que iba a hacer ahora? ¿Hacer que todo eso que ocurría, dejara de repente de ser sobre sexo y atracción sexual? Porque si así era, entonces todas las apuestas eran demasiado altas. Él no estaba como para entrar en una relación con un vampiro, no importa qué tan caliente y sexy fuera.
Haven se quitó las botas y se dejó caer sobre la cama, cruzando los brazos detrás de su cabeza mientras miraba hacia el techo. Tal vez no significaba nada. Tal vez ella había llorado la desaparición de su perro, y Eddie lo había entendido todo mal. Demonios, el vampiro era todavía un muchacho, apenas de veinte años por el aspecto de su rostro fresco. ¿Qué sabía él de las mujeres?
Si Haven fuera a su habitación ahora para tener sexo con ella… y él iba a tenerlo, eso era tan seguro como la salida del sol… ¿ella lo tomaría como una invitación para algo más? ¿Trataría Yvette de arrastrarlo a una relación?
Él se sentó. Sólo había una manera de averiguarlo.