Capítulo Veinticuatro

La cabeza de Haven dolía como si hubiera estado en una borrachera de tres días. No es que no hubiera ocurrido antes, pero de alguna manera no creía que fuera la razón de su punzante dolor de cabeza del tamaño de una sandía. ¿Qué diablos le había pasado? Lo último que recordaba era a Yvette diciéndole a él y a sus hermanos, que era seguro salir. La lucha ya había cesado y la bruja inexplicablemente había desaparecido en medio de ella.

Obligando a sus pesados párpados a abrirse, observó su entorno. Una habitación desconocida lo recibió. Lujosamente decorada, nada parecido a la escasez de su anterior prisión. El colchón debajo de él era suave.

Haven se sentó de un salto. Seguía llevando la misma ropa que antes… pantalones, sin camisa, ya que la bruja la había destrozado con su látigo. Alguien le había quitado las botas.

Un sonido a su lado le hizo girar la cabeza. Se sintió aliviado: Wesley estaba despertando lentamente a su lado. Haven le sacudió el hombro.

—¡Wes!

Los ojos de su hermano se abrieron. Al instante se sentó y miró a su alrededor—. Mierda, ¿dónde estamos? ¿Qué pasó?

Haven negó con la cabeza—. No sé. —Dio otra mirada al cuarto, antes de darse cuenta que algo faltaba—. ¡Mierda! ¿Dónde está Kimberly? —Saltó de la cama, seguido por Wesley.

—¡Kimberly! —gritó mientras se dirigía a la puerta y giraba el picaporte. Al abrir, Haven se vio enfrentado a un tipo del tamaño de Hulk con el pelo largo y oscuro.

—¡Mierda! —Maldijo Haven—. ¿Bastardos que han hecho con Kimberly? —No tenía que ser un genio para darse cuenta de que el tipo que estaba bloqueando la puerta era un vampiro: uno de los colegas de Yvette de seguro. Al pensar en ella, sintió una punzada en el pecho. ¿Los había vendido después de todo? ¿Les había mentido cuando ella les prometió que estarían a salvo? Por qué ese pensamiento dolía tanto, no quería saberlo. Tenía que haberlo esperado. Después de todo, ella era un vampiro. Un vampiro que le había seducido. Una mujer a la que quería de nuevo.

—Kimberly está bien —respondió el tipo grande—. ¿Por qué no se arreglan un poco y entonces bajan a conocer a todo el mundo?

Haven entrecerró los ojos—. ¿Quién eres tú?

El hombre sonrió—. Amaury es el nombre. —Entonces sus músculos faciales se tensaron—. Yvette es mi amiga. —Había una amenaza subyacente en sus palabras.

—¿Dónde está?

—En casa.

Desinflado, los hombros de Haven cayeron. Se había ido sin en él y los había servido a los lobos. ¿Por qué alguna vez había empezado a confiar en ella?

Una extraña sonrisa se formó alrededor de los labios de Amaury—. Ella regresará. —Se alejó de la puerta, entonces como pensándolo nuevamente, los miró de nuevo por encima del hombro—. Estaba un poco agitada. Pensó que Zane te había matado. —Y señaló hacia el interior de la habitación—. Ahí hay un cuarto de baño. Bajen las escaleras cuando estén listos.

Haven cerró la puerta y se volvió hacia Wes, que estaba justo detrás de él.

—¿Es uno de los vampiros, no? —Preguntó Wesley.

Distraídamente, Haven asintió con la cabeza. Pero él no podía formar palabras, porque todavía estaba digiriendo la afirmación de Amaury. ¿Yvette estaba agitada porque pensó que alguien lo había matado? ¿Quería eso decir que le importaba? ¿Él?

—¡Mierda, Hav! ¿Qué vamos a hacer ahora?

—Voy a tomar una ducha.

—¿Cómo puedes pensar en algo tan mundano en este momento?

Muy fácil. Si Yvette iba a volver, no quería apestar como un cerdo. No se había duchado en dos días. Él no quería darle ninguna razón para alejarse de él.

—Si ese vampiro quería hacernos daño, ya lo hubiera hecho mientras estuvimos inconscientes. —Tal vez la promesa de Yvette era verdad después de todo. Lo esperaba, por el bien de todos.

Veinte minutos más tarde, él y Wes estaban listos para entrar en la guarida del león. El pasillo estaba vacío cuando dejaron la habitación atrás. Por lo que Haven había visto hasta ahora, estaban en una casa de estilo victoriano. Desde la ventana, había visto el vecindario y las luces en la oscuridad. Estaban en algún lugar de Nob Hill o Russian Hill, las zonas elegantes de San Francisco. Supuso que los chupasangres tenían dinero.

Bajando la escalera de caoba oscura, Haven observó su entorno. Sí, el lugar era elegante y bien cuidado. Las voces se perdieron cuando llegó al pie de las escaleras. Miró a su lado.

—¿Estás listo?

Wes se encogió de hombros y miró la pesada puerta de entrada—. Si Kimberly estuviera con nosotros, me gustaría huir.

—Lo sé. Pero no podemos dejarla aquí.

Su hermano asintió con la cabeza—. Esa es la única razón por la que voy a entrar allí. —Inclinó la cabeza hacia la puerta de la cual provenían las voces.

—Igual yo. —Haven mintió. Se preocupaba por su hermana, por supuesto. Pero también quería ver a Yvette. No sólo quería, lo necesitaba. Para entender lo que estaba pasando entre ellos. Lo que había sentido cuando estaba encerrado con ella simplemente no lo podía atribuir a la lujuria. Claro, estuvieron como conejos en celo, pero sabía que había algo más entre ellos.

—¿Van a estar allí para siempre o están pensando en huir? —Vino una voz desde el largo y oscuro pasillo.

Haven volvió la cabeza y entrecerró los ojos, tratando de reconocer la figura de un hombre alto mientras se acercaba. Era delgado, la cabeza afeitada, los ojos mirándolos a él y a Wes. Su boca presionada en una fina línea, y había algo peligroso flotando a su alrededor. Haven suprimió el escalofrío de inquietud que le bajaba por la espalda. El instinto le dijo que no mostrara ninguna debilidad al extraño.

—¿Acaso te importa?

El hombre calvo… mejor dicho vampiro, teniendo en cuenta el gruñido desagradable que desató… dio otro paso hacia ellos—. Quiero advertirles. Si cualquiera de los dos se mete con nosotros, los aplastaré con una mano. Muy, muy lentamente. —Por la manera en que emitió su amenaza, Haven estaba seguro de que el idiota obtendría mucho placer al hacerlo.

—¿Y quieres decirme quién está haciendo esta amenaza? —Haven ignoró la mano de Wes sobre su brazo, claramente tratando de detenerlo de decir algo estúpido—. ¿O sólo te llamo idiota?

Antes de que pudiera parpadear, el vampiro estaba sobre él… ¡ni siquiera lo había visto moverse!

Haven estaba ahorcado por dedos como trampas de acero.

—¡ZANE! —Una voz le ordenó que el idiota soltara su agarre mortal de la garganta de Haven.

Haven tosió y tomo una bocanada de aire. Mierda, ese hijo de puta era fuerte… y rápido. No había tenido tiempo de reaccionar: el vampiro era una serpiente rápida.

Desde la puerta abierta, un hombre salió: igual de alto y moreno, pero con el pelo corto y negro. Le frunció el ceño a Zane—. Si no puedes ser civilizado con nuestros invitados, puedo sacarte del equipo.

Zane entrecerró los ojos y dio un paso más atrás. Con los dientes apretados, emitió una sola palabra—. Entendido. —Luego entró en la sala sin volver a mirar a Haven o a Wesley.

Lo que sea que fuese el «equipo», claramente el idiota calvo no quería ser retirado de él. La mirada de Haven regresó al hombre que había intervenido.

—Samson Woodford —se presentó y extendió su mano.

Sin pensarlo, Haven la estrechó—. Haven Montgomery.

—Lo sé. —Luego le estrechó la mano a Wesley—. Yvette ya nos puso al tanto. —Él asintió con la cabeza hacia la sala de estar detrás de él—. Entren.

La elegante sala victoriana estaba repleta. ¿Era toda esa gente vampiros? Haven contó las cabezas: seis hombres y varias mujeres. Sus ojos buscaron por la habitación.

—¡Kimberly! —gritó con alivio cuando la vio. Ella se levantó del sofá y se arrojó en sus brazos extendidos—. ¿Te hicieron daño? —Él la alejó para buscar cualquier lesión, pero todo se veía bien. Por lo visto, se había duchado y se había vestido de jeans y una camiseta.

—Estábamos preocupados —dijo Wes de su lado y arrebató a Kimberly de él para abrazarla con fuerza.

—Estoy bien. —Ella echó un vistazo a Haven—. Han sido muy amables conmigo.

Haven asintió con la cabeza, luego miró a los extraños frente a él. Una vez más buscó en la habitación: cuatro mujeres, pero Yvette no estaba entre ellas. Un sentimiento de decepción se extendió en él. Amaury había dicho que iba a volver. Haven vio al hombre con aspecto de Hulk y le dio una mirada interrogadora, pero Amaury no dijo nada. Y Haven era demasiado orgulloso para preguntar dónde estaba Yvette.

—Tomen asiento, por favor. —Ofreció Samson y señaló uno de los sofás.

—Prefiero estar de pie. —La mayoría de los hombres en la habitación estaban de pie. No quería tener que mirarlos hacia arriba. Ya era bastante malo que todos parecieran intimidantes. Enormes tipos, todos ellos: uno con una cola de caballo y una cicatriz horrible en la mejilla, uno rubio con atuendo de motociclista, el maligno Zane, un jovenzuelo de cara fresca y de aspecto inocente, era probablemente el menos intimidante del grupo, Amaury y Samson. Las mujeres estaban sentadas: cada una de ellas hermosas en su propia forma. ¿Eran todos vampiros? Él los miró, tratando de no ser demasiado obvio en su examen, en caso de que alguno de los vampiros se opusiera.

Cuando trasladó los ojos de una mujer a otra, de repente se cayó en una forma redondeada que estaba extrañamente fuera de lugar. ¡Mierda, una de las mujeres estaba embarazada! Y grande. Por como se vía, estaba lista para estallar. ¿Una vampiro, embarazada? Al instante sus pensamientos volvieron a Yvette que le había asegurado de que no tenía que preocuparse por dejarla embarazada.

—Creo que las presentaciones están en orden —dijo la voz de Samson, como si sucediera todos los días, el dar la bienvenida a un cazador de vampiros en su casa—. Has conocido a Amaury y a Zane.

Cuando mencionó su nombre, Zane simplemente apretó los labios con más fuerza. Haven no le hizo caso y siguió la mano de Samson que señalaba al presentar el resto de sus colegas.

—Gabriel, mi segundo al mando. —El hombre con cicatrices, asintió con la cabeza.

—Thomas, nuestro especialista en Informática. —Ah, el motociclista. ¿Quién hubiera pensado?

—Eddie, él es el más reciente. —El jovenzuelo. Se lo imaginó.

—Nina la esposa de Amaury. —Le presentó una rubia despampanante.

—Maya la esposa de Gabriel. —La bella morena se echó el pelo largo sobre su hombro y asintió con la cabeza.

—Mi esposa, Delilah. —Presentó a la mujer embarazada. Ella le dio una sonrisa encantadora.

—Disculpa si no me levanto para darte la mano, pero el bebé está volviéndose un poco pesado.

Al instante, Samson se movió a su lado, con preocupación en su rostro—. ¿Por qué no te acuestas, dulzura? Te ves cansada.

Ella le hizo una seña de despreocupación con la mano—. Te agitas mucho. Estoy bien. Pero un poco de comida no estaría mal.

Samson se levantó y gritó hacia la otra puerta que había detrás de la zona del comedor—. ¿Oliver? —Un segundo más tarde, un joven apareció.

—¿Sí, Samson?

—Trae un poco de comida para mi esposa e invitados. —Entonces se giró—. Nina, ¿tienes hambre también?

Haven vio el intercambio con sorpresa. ¿Alimentos? ¿Qué estaba pasando ahí? Sabía con certeza que los vampiros no ingerían comida. Si una vez había tenido alguna duda al respecto, el estar encerrado con Yvette había disipado todas ellas. ¿Iban a beber sangre justo en frente de él y Wesley? Los labios de Haven se curvaron hacia abajo en disgusto.

—Un sándwich estará bien —dijo Nina.

Haven le dio una mirada de sorpresa—. ¿Sándwich? —Dijo en eco.

Samson volvió la mirada hacia él y sonrió. —Perdón por el malentendido, pero tal vez debería haber dejado claro que no todos nosotros somos vampiros.

Haven levantó las cejas.

—Estás bromeando —dijo Wesley.

—Mi esposa y Nina son humanos.

El sonido de alguien aclarándose la voz, hizo que Samson diera vistazo a la última mujer que todavía no había presentado—. Lo siento, Francine. Mis disculpas por no haberte presentado. Esta es Francine. Ella es una bruja.

La cabeza de Haven estaba inundada con información que necesitaba digerir. ¿Dos de los vampiros estaban casados con mujeres humanas? ¿Y una de ellas estaba embarazada? Demonios, si alguna vez había tenido una sobrecarga de información, era ahora. ¿Cómo era eso posible? ¿Cómo podría una mujer humana casarse con un chupasangre?

¿Y qué tan común era eso? ¿Vampiros durmiendo con seres humanos? ¿Quería eso decir que el querer coger con Yvette, no era tan perverso como pensaba que era?

Haven miró a la mujer que había sido presentada al final: Francine. Ella le resultaba familiar. La conocía de alguna parte, pero el recuerdo de su rostro estaba borroso—. ¿Nos conocemos? —Le preguntó.

Francine sonrió—. Me preguntaba si me recordarías. Yo era amiga de tu madre. Tenías diez u once años en aquel entonces.

Haven cerró los ojos por un momento, dejando que los recuerdos inundaran su mente. Sí, Francine había visitado a su madre. La última vez que recordaba haberla visto fue poco antes de que Katie naciera—. Ustedes… discutieron.

La cara de Francine se puso seria—. No hablemos de eso ahora. Estoy feliz de ver que finalmente encontraron a Katie.

Instintivamente, su mirada se trasladó hacia su hermana, que se sentaba junto a la embarazada Delilah. Parecía estar cómoda y muy a gusto en su entorno, a pesar de saber que los hombres a su alrededor eran vampiros—. Fue esa bruja quien la encontró, sin embargo, la tenemos de regreso.

Sintió la mano de su hermano en el hombro—. Sí, la tenemos.

Samson cruzó los brazos sobre el pecho—. Dejando a un lado la reunión familiar, ahí es donde comienza nuestro problema.

—¿Problema? Escucha… —comenzó Haven— … sé que probablemente están molestos porque secuestré a Yvette y a Kimberly, pero no tenía otra opción. Esa bruja, Bess se hacía llamar, mantenía cautivo a Wesley. Y yo no podía dejar que se pudriera ahí.

—Sabemos todo eso —dijo Samson con calma—. Ese no es el problema. Ya no de todos modos. Nadie murió en el combate. Pero ese no es el final.

—Nos han liberado de la bruja. Gracias por eso. Ahora, dado que ya no hay resentimientos, me gustaría tener unas palabras con Yvette y luego salir de aquí. Sin ánimo de ofender.

—En absoluto —reconoció Samson—. Pero no se marcharán. Ninguno de los tres.

Haven se sorprendió ante el shock. ¿Habían simplemente intercambiado una prisión por otra?