—¿Y dónde vamos a encontrar un Lassie, que sea lo suficientemente inteligente para entregar tu poción a Yvette con instrucciones sobre qué hacer? —dijo Gabriel con las manos en su gruesa y abundante cabellera, quitándose su cola de caballo antes de ponérsela de nuevo con una banda elástica.
—¿No dijiste que era dueña de un perro que seguía sus mandatos? —Francine preguntó.
Zane, Gabriel y Francine estaban parados cerca de las camionetas, donde sus voces no serían escuchadas.
—Claro, pero no podemos encontrar a la bestia. Parece que se escapó. Y no vamos a tener tiempo de buscarla ahora. Ni siquiera tiene una etiqueta o un collar.
Francine frunció el ceño—. Bueno, cualquier perro o gato entonces. Sólo hazlo rápido antes de que él se dé cuenta que está rodeado de vampiros. Los brujos pueden oler a los vampiros, ya sabes. Sobre todo si hay más de una docena. —Ella los miró directamente a los ojos.
¡Atrapados! Eso por tratar de engañar a una bruja.
—Tienes que entender mi posición, Francine… —Gabriel fue bruscamente interrumpido por la mano que ella levantó delante.
—No se necesita una explicación. Hubiera estado decepcionada de ti si no me lo hubieras ocultado. Entonces, ¿cuántos tenemos?
—Dieciocho vampiros, un ser humano, además de ti.
Zane se burló de la palabra de Gabriel. Si él hubiera sido el jefe, no habría conseguido esa cantidad de información.
—Bueno, entonces consigue un perro o un gato. Preferentemente un perro. Siguen las órdenes con más facilidad.
Tomó más de veinte minutos para que uno de los vampiros encontrara un perro en el vecindario y fuera lo suficientemente dócil como para seguir al hombre que lo persuadía.
Francine amarró un lazo en el cuello del frasco y lo colocó alrededor del cuello del perro caniche.
—Y cómo nos aseguraremos de que llegue hasta Yvette, e incluso si lo hace, ¿cómo va a saber qué hacer con él? —Zane todavía tenía sus dudas de que la idea tuviera algún mérito—. Y además, yo no conozco ningún perro que abra las puertas por sí solo.
* * *
A Yvette no le importaba la oscuridad de la habitación. Todas las luces se habían apagado hacía más de media hora. Y ella sabía lo que significaba: sus amigos venían a buscarla. Un vistazo al exterior a través de la ventana le dijo que una cuadra entera se había apagado. Seguramente, ese era un trabajo de Thomas.
—¿Ves algo? —Haven preguntó detrás de ella. Desde que la luz se había apagado se había quedado cerca de ella, lo suficientemente cerca como para tocarla. Ahora su mano se acomodó en la cintura, mientras él acercó su cabeza a la de ella para mirar en la oscura noche.
Tratando de deshacerse de las sensaciones que su toque encendía en ella, se obligó a parecer completamente profesional—. Mis amigos están aquí.
—Ah, mierda —dijo Wesley.
—¿No es eso algo bueno? —La voz de Kimberly sonó nerviosa.
—Sí, eso es algo bueno —confirmó Yvette, que no quería alarmar a la joven.
—No para nosotros. Ellos nos verán como el enemigo.
Por desgracia, a la suposición de Wesley no le faltaba razón.
—Quédense a mi lado en todo momento, y me aseguraré de que no les hagan daño.
Su respiración se paró cuando sintió a Haven presionarse contra su espalda y deslizar el brazo por completo a través de su cintura, sujetándola contra él—. ¿Qué tan cerca? —Le susurró al oído sólo para que ella escuchara. Luego tomó su lóbulo de la oreja en los labios y lo chupó con su boca.
Las rodillas de Yvette se hubieran desplomado si no la hubiera sujetado con tanta fuerza—. Deja de hacer eso —le ordenó en voz baja, con la esperanza de que ni Wesley ni Kimberly la oyeran.
—Voy a parar, pero sólo para ser claros: cuando todo esto haya terminado, tú y yo tendremos una cita. Y si intentas alejarte de mí, yo te encontraré.
Aunque sus palabras eran una advertencia, sus manos eran pura seducción. Una mano se deslizó bajo su cuello halter y encontró su pecho desnudo para juguetear bajo la protección de la oscuridad, mientras la otra se deslizó más abajo para cubrir su sexo palpitante.
—No me digas que la estás besando otra vez —le preguntó Wesley, con un tono de disgusto en su voz.
Yvette lo empujó para soltarse del agarre de Haven—. ¡Por supuesto que no!
—¡No! —protestó Haven, con la misma vehemencia.
—Está bien si ustedes están… —dijo Kimberly.
—¡No, no lo está! —Wesley dio su dictamen.
—Pero se ven lindos juntos.
¿Lindos? Yvette se alegró de no tener que reprimir su sonrisa. Por suerte, ella era la única de los cuatro, que podía ver en la oscuridad. Lindo no era como hubiera llamado a su cita con Haven, y por el ceño fruncido, él tampoco estaba de acuerdo.
—¡No puedes hablar en serio, Katie! —reprochó Wesley.
—Es Kimberly, y lo digo en serio. Yvette es muy buena, y también Haven… cuando no está secuestrando a las personas.
—Todavía estamos en la habitación —dijo Haven con una sonrisa en los labios.
Yvette utilizó la cubierta de la oscuridad para mirarlo sin que él supiera. El recuerdo de sus palabras y sus manos, todavía la hacían estremecerse. No, ella no huiría esta vez. Esperaría a tener su cita con él.
—Lo siento, Haven —se disculpó Kimberly—. Pero realmente no sé por qué Wesley está tan en contra de tu relación con Yvette.
—¡No tenemos una relación! —Yvette protestó de inmediato y se dio cuenta que Haven se estremeció. ¿Se había estremecido ante las palabras de Kimberly o por la protesta de Yvette? Ella no podía decirlo. Y ni siquiera importaba. La verdad es que no tenían ninguna relación. Ellos se acostarían y luego irían por caminos separados.
—Oye, ustedes son susceptibles. Sólo me callaré entonces.
Yvette pudo ver claramente el puchero en los labios de Kimberly y quiso consolarla. Pero ¿qué le habría dicho? Claro, ¿voy a salir con tu hermano, si eso te hace sentir mejor? Eso no era la escuela secundaria.
Ella volvió su atención a la ventana, tratando de discernir el número de sombras que veía moverse en la oscuridad—. Hay por lo menos una docena.
—¿Una docena de vampiros? —preguntó Haven.
—¡Oh, mierda… estamos tan jodidos! —comentó Wesley.
—Haz lo que dijo Yvette, y quédate cerca.
—¡Para ti es fácil decirlo!
—¿Sabes qué, Wesley? A veces realmente pones a prueba mi paciencia. Y este es uno de esos momentos.
Un sonido desde el exterior hizo que Yvette regresara su atención a la ventana. Mientras enfocaba sus sentidos, ella sintió algo con lo cual estaba familiarizada. Era la misma sensación que sentía cada vez que un perro estaba cerca, casi como si pudiera sintonizar sus pensamientos, casi como si pudiera sentir lo que su propio perro sentía. Su perro… cuán extraño sonaba eso. Pero ahora que ella se había separado de él, echaba de menos la molesta pérdida. Sin embargo, ella sabía que no era su propio perro el que estaba ahí afuera, era algo más pequeño, una raza diferente. Y el perro se acercaba al edificio, con un hombre alto a su lado.
* * *
El perro trotó obedientemente a su lado. Zane nunca se habría imaginado a sí mismo como un amante de los animales, pero teniendo en cuenta que necesitaba el animal para conseguir que la poción llegara más allá de los encantos, se había ofrecido para guiar al perro hacia el edificio, aún con dudas de que su plan funcionara.
Algo apestaba, y no era sólo el olor de la bruja que penetraba a través de la construcción, pensó Zane mientras llegaba hasta la puerta y la abrió. ¿Por qué no atacaría Haven todavía? A esas alturas, seguramente sabía que un ejército de vampiros lo rodeaban. ¿O había tomado el camino del cobarde y había huido ya? Pero entonces, ¿estarían los encantos todavía en su lugar si el brujo se había ido? Mierda, no le había preguntado nada a Francine sobre ese pequeño detalle.
Zane caminó por el aire viciado en el pasillo, el confiado perro a su lado como si fuera su dueño. Dejó que su nariz lo guiara hacia el lugar donde el olor del brujo era más fuerte y entró en una habitación grande. Sus ojos recorrieron la oscuridad: piezas sueltas de muebles, algunas alfombras en el piso de concreto, cajas de libros llenos de cosas raras. Con volantes y cosas femeninas, no de la manera como se veía la casa de Haven en la ciudad.
Una sensación de inquietud rodó por su espalda y los vellos de la nuca se le pararon. Se detuvo en seco, el perro imitó sus movimientos sin hacer ruido. Inteligente animal.
Zane inhaló profundamente. El olor era claramente de brujo, sin embargo, era muy diferente de la fragancia en el apartamento de Haven, donde todo había olido enteramente a humano. Y él nunca se equivocaba cuando se trataba de olores. Recordándose a sí mismo del olor en el departamento de Haven, trató de mutar el olor en su mente con el olor del brujo, lo cual añadía una cierta dulzura a cualquier olor humano. Pero la mezcla que había creado su cerebro, no era lo que perfumaba en esa sala.
Estaban tan jodidos.
Haven no era el único brujo en el lugar. Eso era evidente. Tendrían que luchar no sólo contra él, sino por lo menos con otro más. ¿Se habría unido el hermano del que Francine les había mencionado, a la lucha de Haven? Para Zane tenía sentido el asumirlo.
Hundió la mano en su chaqueta de cuero y sacó su celular, presionando el botón de marcado rápido mientras lo abría. En el momento que la llamada se conectó, el celular voló de sus manos, arrancado de él por una fuerza invisible.
Zane giró sobre sus talones, pero no había nadie. El perro gimió.
—¡Mierda!
—¿Zane? —Llegó el débil sonido de la voz de Gabriel desde el teléfono celular en el suelo.
Zane se tiró para alcanzarlo, pero una ráfaga de energía le azotó la espalda y lo arrojó contra una estantería. El perro ladró con fuerza.
—¡Gabriel! —gritó Zane, con la esperanza de que el celular recogiera la voz para que su jefe pudiera escucharlo—. ¡Hay más de un brujo!
El ladrido del perro ahogó cualquier respuesta que Gabriel pudiera haber tenido para él.
Zane se levantó. Cerró los ojos por un momento, centró toda su energía en su sentido del olfato, se acercó entonces hacia la dirección donde era más fuerte. Abrió los ojos y su visión de noche captó un movimiento. Él tomó su arma de fuego, tirando de ella fuera de la funda tan rápido que ningún ser humano podría haber visto el movimiento.
Apuntó a la sombra y apretó el dedo en el gatillo antes de que el arma cayera de sus manos. Su piel estaba caliente, y si hubiera sido humano, ya se le hubieran formado quemaduras de tercer grado en la palma de su mano. El arma se había convertido al rojo vivo en una fracción de segundo. ¡Malditas brujas!
Zane alcanzó una estrella ninja en el bolsillo para lanzarla y, haciendo caso omiso al ardiente calor del metal del arma letal, lo tiró. Un segundo después, una explosión acompañada por un rayo, lo golpeó en el estómago y lo catapultó hacia atrás, golpeándolo contra una puerta entre las estanterías de libros. La madera se astilló.
El perro saltó delante de él, ladrando con fuerza a la persona que lo había atacado. Al mismo tiempo, Zane oyó los pasos desde el exterior. Sus colegas estaban descendiendo en el almacén.
—¡Ven aquí, perro! —Ordenó, con la esperanza de que la bestia le obedeciera. Necesitaba el frasco que llevaba alrededor de su cuello para inmovilizar al brujo que estaba atacándolo, y ese brujo no era Haven. Era una mujer, podía olerlo. Qué iba a hacer para eliminar a Haven, una vez que hubiera utilizado el contenido del frasco en esa bruja, no estaba seguro todavía. Pero primero lo más importante.
El perro saltó lejos, claramente asustado por la conmoción—. ¡Mierda! —Zane maldijo y alcanzó otra estrella para distraer a la bruja, que a pesar de su visión de noche, no podía ver con claridad.
—¿Zane? —Oyó una débil voz a través de la puerta de cuya madera se había astillado por haberse estrellado contra él.
El alivio lo inundó. Por lo menos estaba viva—. Yvette, venimos por ti. —Empujó todo su peso contra la puerta y la rompió, sin embargo, él no se cayó. Una fuerza invisible le estaba negando la entrada a la habitación, a pesar de que la puerta ya está abierta. Se dio cuenta de que era el encanto del cual Francine les había hablado.
Zane no tuvo tiempo para mirar en la habitación para ver en qué condiciones Yvette y su encargo se encontraban, debido a que otro rayo cayó hacia él. Alertados por el ladrido del perro, Zane se lanzó a un lado y vio que rebotó contra el encanto alrededor de la habitación de los cautivos.
Parecía que ni siquiera el propio poder de la bruja podía penetrar en su encanto, lo que le dijo que por lo menos Yvette y Kimberly estaban a salvo por ahora.
Rodó a un lado, él se abalanzó sobre el perro, tratando de agarrarlo por el collar. Mientras él lo alcanzaba y atraía a la bestia más cerca de él, un rayo de energía le golpeó en un costado, cortando a través de su chaqueta y la camisa, quemándolo a través de su piel. Con un grito de dolor, liberó involuntariamente al perro. Que corrió lejos, ahora claramente asustado de él también.
Cuando hizo otro intento de capturar al perro, corrió a toda velocidad hacia la otra habitación, justo a través del encanto como si no existiera. ¡Mierda!
—¡El frasco! —gritó—. Yvette, vence a la bruja con el frasco del collar del perro.
Fueron todas las instrucciones que él pudo gritarle a ella, antes de que otro ataque golpeara su pierna y le hiciera caer. Al caer, las vibraciones en el piso de concreto anunciaban la llegada de sus hermanos, mientras corrían por el pasillo.
Deslizando su mano en el bolsillo una vez más, se aferró a su cuchillo y apuntó.