Capítulo Diecinueve

—¡No puedo creer que hayas hecho esto! ¡Dejar gobernar a tu pene! ¡Estúpido!

Wesley lo estaba insultando por coger a Yvette en el baño. No es que el lugar tuviera algo que ver con ello. Por otra parte, Wes ni siquiera tenía la información correcta, sin embargo, Haven no tenía ninguna intención de corregir las incorrectas suposiciones de su hermano. Haven ni siquiera había cogido a Yvette, no, ella lo había cogido a él. En grande. Y en lugar de estar enojado con ella por morderle el pene mientras ella se lo estaba mamando como un campeón del mundo de la gimnasia oral, ansiaba más. ¿Qué tan pervertido era eso?

Algo estaba tan mal en ello, pero su hermano era la última persona a quien se lo admitiría.

—No es tu maldito asunto —gruñó Haven, sotto voce—. Y baja la voz. Te puede oír.

Wesley plantó las manos en su cintura y miró sobre el hombro de Haven—. Oh, quiero que me escuche.

Haven se encogió. Después del increíble e intenso placer que le había dado Yvette unos minutos antes, lo último que quería era hacerla sentir sucia. Ni siquiera había tenido la oportunidad de decirle lo mucho que había disfrutado de su boca sobre él. En el momento en que se percato que ella lo había mordido, ya había huido del baño. Él no le había dicho que a pesar de su pedido de que no lo mordiera, secretamente esperaba que lo hiciera. Y cuando lo hizo, el placer había sido tan asombroso que había tenido que recoger sus células cerebrales del piso del cuarto de baño después.

Incluso ahora, no quería nada más que presionarla contra él y besarla hasta que ella perdiera el conocimiento por falta de aire. Si los vampiros podían desmayarse de esa manera. Sí, mierda, había conseguido la mejor mamada de su vida de un vampiro. Qué irónico. Luego de perseguir y matar a los de su clase desde hace años, el karma lo había alcanzado de repente. ¡Si eso no era justicia poética!

—Vamos, Wes. Lo que hay entre Yvette y yo no tiene nada que ver contigo.

Wes le lanzó una severa mirada—. Ella será tu muerte. Y no me digas que no te lo advertí. —Luego se dio media vuelta y se sentó junto a Kimberly, quien los observaba con atención.

Haven dirigió su mirada hacia Yvette, que se apoyó contra la pared más alejada de ellos, fingiendo interés en sus uñas. Sin embargo, bajo las pestañas, lo observaba. Cuando él se acercó a ella, su cuerpo se tensó casi imperceptiblemente.

Cuando estuvo cerca de ella, se detuvo—. Tenemos que hablar.

Ella levantó la cabeza desconcertada—. ¿Acerca de? —Agitó las pestañas inocentemente. Y él que había pensado que Kimberly era la actriz en la habitación.

—¿Necesitas que te lo explique? —Él mantuvo la voz baja, sin querer ser escuchado por su hermano y hermana. Hermana… que maravilloso se sentía de repente esa palabra. Miró hacia ellos y contempló el aspecto de su hermana menor por un momento, antes de volverse a Yvette—. ¿O te has sentido de repente tímida?

Yvette levantó la barbilla y resopló.

—Bueno. Entonces dime una cosa: ¿qué ocurrió allí…?

—No sé lo que quieres decir. Vas a tener que ser un poco más específico.

Con una rápida mirada de reojo, bajó la voz aún más. Colocando una mano en la pared detrás de ella, acercó su boca a su oído—. ¿Por qué me chupaste así y luego no me dejaste darte el mismo placer a cambio?

La rápida inhalación, le dijo que su pregunta la había sorprendido. Bueno… la última cosa que quería ser era predecible. Los predecibles nunca conseguían a la chica.

¿Conseguir a la chica?

¿En qué demonios estaba pensando?

—Estabas cabreado conmigo por morderte —interrumpió Yvette su proceso de pensamiento.

Haven se aclaró la voz. Cabreado no era la palabra correcta con C… contento, complacido, curioso, eran las que más le gustaban—. Correcto. —¿A dónde demonios iba con eso? ¿Por qué estaba tratando de seducirla? Sin embargo, él parecía que no podía detenerse—. ¿Te dio placer morderme mientras me chupabas? ¿Te gustó el sabor? —Este era claramente su pene hablando, pero no tenía idea de cómo callar a ese idiota.

El pecho de Yvette se levantó mientras inhalaba, sus pechos rozaron su pecho—. ¿Qué quieres de mí?

Haven movió su cuerpo más cerca, la erección se deslizó en su cadera mientras inclinaba el cuerpo hacia el costado para que su hermano no pudiera observar que había tenido otra erección con sólo hablar con Yvette.

—Quiero cogerte hasta que los dos estemos delirando.

* * *

El corazón de Yvette tartamudeó de la emoción. Las palabras y el lenguaje corporal de Haven, le decían todo lo que necesitaba saber: que no podía mantenerse alejado de ella. Y todo lo que había hecho era mamarlo y morderlo. Qué sencillo. Él estaba enganchado. Ahora sólo necesitaba enrollarlo, atraerlo más profundo en su engaño de que ella lo quería, y arrojarlo como una herramienta que había cumplido su función.

Todo estaba funcionando a la perfección.

Todo, excepto por una cosa: todavía tenía que convencerse de que ella no lo quería y que lo botaría para darle la máxima humillación cuando hubiera terminado de usarlo. No debería ser tan difícil. Haven tenía un montón de aspectos negativos en su contra: la había secuestrado a ella y a su encargo, que era un brujo, y encima de todo era un imbécil arrogante que creía que ella era una criatura sin corazón. ¿Por qué no era eso suficiente para odiarlo?

Pero con sus palabras en su oído, su cuerpo y aroma tan cerca, tan tentador, no podía concentrarse en sus malos atributos. Sólo podía pensar en lo bien que se había sentido tocarlo y darle placer.

—Dime lo que sientes —le susurró como un mago tratando de atraerla con su hechizo encantado. Y tal vez eso era lo que estaba haciendo: usando su poder de brujo en ella. No lo había considerado hasta ahora. Pero era la única explicación: al estar junto a sus hermanos, estaba recuperando su poder. Tenía que ser, o nunca se sentiría a sí misma siendo tan débil y tan patéticamente obediente con su presencia.

—Tu sangre sabe a bergamota, rica y espesa. —No pudo evitar que las palabras salieran de sus labios—. Y tu leche es salada, y mezclada con la sangre, es mejor que cualquier cosa que hubiese probado jamás.

Su cuerpo se excitó con sólo pensarlo. Se puso aún más ardiente, cuando su aliento cálido se acercó a su cuello como un fantasma.

—Mierda, Yvette. Ya estoy duro pensando en lo que hicimos. —Haven exhaló varias veces como si estuviera tratando de calmarse—. Cuando esto termine, tú y yo, necesitaremos algo de tiempo juntos. Sólo tú, yo, y una cama.

No podía discutir eso. Él había caído en sus manos. Como un perrito enfermo de amor, él le pedía más—. Pensé que odiabas a los vampiros.

Haven pasó una mirada lujuriosa sobre ella—. Oh, te odio. No me malinterpretes. Te odio lo suficiente como para querer cogerte hasta que te desmayes.

Podía tratar con ese tipo de odio—. Tú, yo… —Hizo una pausa para recobrar el aliento—. …Y una superficie plana.

Pero ahora mismo, necesitaba distanciarse de él, de lo contrario, ella lo mutilaría justo en frente de su hermano y hermana.