Capítulo Dieciséis

—Nunca he temido a un vampiro antes —afirmó Francine en respuesta a la pregunta de Gabriel.

Zane miró a la mujer… no, a esa bruja. Mierda cómo las despreciaba. Ellas eran astutas y no eran de confiar. Él todavía tenía que conocer una bruja que luchara justo. Todo lo que hacían era utilizar sus pociones y hechizos para engañar a la gente y dominarlos. Sin embargo, Francine, la bruja que había ayudado tanto a Amaury como a Gabriel en ocasiones anteriores, se había convertido en algo así como un parásito de su grupo. A ninguno de sus colegas parecía importarle su presencia, pero las fosas nasales de Zane le picaban con el olor dulzón de la brujería, y él la evitaba siempre que podía.

Exteriormente, Francine parecía completamente normal, incluso humana, mientras estaba ahí sentada en el sofá de Samson, un gran bolso de mano colgaba libremente sobre su hombro, apretándolo en su mano como si ella no se fiara de que ellos pudieran tomar cualquier tesoro que tuviera ahí a su alcance. Como si alguien quisiera tocar sus baratijas de bruja. Era mejor mantenerse alejado de las cosas de las cuales él sabía que no tendría defensas.

—Trátalo de todos modos. —Gabriel ahora le indicaba—. No le hará daño. —Después de una breve pausa, añadió—: ¿O sí?

Francine negó con la cabeza—. Por supuesto que no. Todo lo que estoy haciendo es tratar de encontrar su ubicación, pero necesito algo que me ayude a encontrarla. Algo que le pertenezca.

—¿Algo como una pieza de ropa? —preguntó Gabriel.

—¿O un poco de pelo? —Interrumpió Zane, causando que la mirada de Francine se fijara en él. Sus ojos se deslizaron sobre él, casi como si ella no pudiera soportar mirarlo. El disgusto era claramente mutuo.

—El pelo podría funcionar.

Zane se levantó y fue a recoger la bolsa con el pelo de Yvette de la cocina. Tal vez sería muy útil después de todo y no había sido una completa pérdida de tiempo llevarlo. En el momento en que regresó a la sala de estar, Francine había extendido un mapa de todo San Francisco sobre la mesa de la sala.

Le entregó la bolsa con cuidado de no tocarla en el proceso. Lo último que él quisiera, sería el hedor de una bruja encima.

Francine miró en la bolsa—. ¿Es todo de Yvette?

—Sí. —Zane mantuvo al mínimo su conversación con ella. No había necesidad de mantener una pequeña charla con una bruja.

—¿Necesito saber por qué hay tanto de esto? —Francine se alejó de él y miró hacia Gabriel. Pero antes de que su jefe tuviera la oportunidad de responder, Zane lo interrumpió.

—No. Manos a la obra.

La mirada de reprimenda de Gabriel apenas se registró, mientras Zane se concentraba en ver los movimientos de la bruja. Nunca era una buena idea dejar a un enemigo fuera de su vista.

Francine tomó un mechón de pelo oscuro de Yvette y lo apretó contra un cristal, entonces utilizó una cadena para atar los dos objetos juntos, dejando la cadena más larga en un extremo para que el peso del cristal colgara pesadamente en uno de sus extremos. Se veía casi como el plomo de un albañil.

Se acomodó en su asiento, avanzando en el sofá para acercarse al mapa. Su brazo se extendió, manteniendo la cadena con el cristal y el cabello de Yvette. Entonces ella comenzó a girarlo en un círculo lento, mientras cantaba en voz baja.

Zane se enfocó en las palabras, pero eran desconocidas para él. Por lo que sabía, la mujer podría convertirlos en sapos, mientras estuvieran sentados alrededor como un público cautivo. Cómo Gabriel podía confiar en una mujer como ella, no podía entenderlo. No se podía confiar en ninguna bruja.

Los minutos pasaron tensos mientras el cristal giraba violentamente por todo el mapa de San Francisco, sin embargo, no descendía en ningún lugar específico. Cuando Francine levantó la vista de su tarea y se encogió de hombros, Zane ya sabía la respuesta.

—Lo siento, pero no puedo encontrarla. —La clara frustración de Zane, lo obligó a moverse para gastar energía física. Se paseó.

—Valió la pena intentarlo —dijo Gabriel, su voz tan decepcionada como Zane se sentía.

—Probablemente tiene algo que ver con el hecho de que ella sea un vampiro. Sus auras son diferentes. No creo que el cristal pueda recogerlas. Mira el lado positivo: por lo menos nunca voy a ser capaz de encontrarlos a ustedes muchachos, si no quieren ser encontrados —ella bromeó.

—Disculpa si no estoy muerto de risa —susurró Zane.

—Zane, por favor. —Gabriel le dio una sacudida de la cabeza—. Todos estamos bajo estrés. Pero eso no significa que tengamos que olvidarnos de nuestros modales.

Se sintió aliviado de responder cuando se abrió la puerta detrás de él, y Samson entró, con una hoja de papel en la mano.

—Lo tengo. —Entregó la hoja a Gabriel. Luego dio una breve sonrisa a la bruja—. Hey, Francine. Me alegro de verte.

—Perfecto —proclamó Gabriel, mirando el pedazo de papel.

—¿Lo hice bien? —preguntó Samson.

Gabriel asintió con la cabeza. Luego levantó la hoja frente a todos ellos para que la vieran—. Les presento al atacante de Yvette.

Zane miró el dibujo que Samson había creado. Siempre había sabido que Samson era un pintor y dibujante fantástico, pero se había superado a sí mismo con el dibujo del hombre que aparecía ahora en la hoja de papel. Y su memoria fotográfica, claramente lo había ayudado en su tarea.

El rostro del hombre tenía características irregulares, penetrantes ojos azules, cabello castaño, y una fuerte mandíbula. Sus labios eran rellenos, nariz recta, y en conjunto tenía un aspecto tosco. No el clásico guapo, pero poco atractivo tampoco.

—¿Cómo hiciste eso?

Samson le sonrió—. Después de que Gabriel entrara en la memoria del conductor, lo plantó en mi mente, así fui capaz de verlo. Entonces lo pude dibujar.

Cuando Zane miró hacia el papel, él captó la mirada sorprendida de Francine, con los ojos pegados a la imagen en las manos de Gabriel.

—Francine. —Ella lo miró cuando él la llamó por su nombre, y supo en ese instante que ella reconocía el rostro—. ¿Quién es?

Todos los ojos se abrieron hacia la bruja, cuyos labios temblaron—. Se parece tanto a su padre difunto —susurró casi para sí misma.

—Francine. —Gabriel le solicitó—. Dinos quién es.

Tragó saliva, dejando que unos segundos más pasaran, antes de que ella respondiera: —Ese es Haven, hijo de Jennifer. Yo no sabía que él estuviera de regreso.

* * *

—¿Y por qué deberíamos de creerte? —preguntó Wesley.

La «prueba de sabor» de Yvette había sido positiva. Kimberly era Katie. Ella lo sabía con un cien por ciento de certeza, pero los hermanos todavía estaban escépticos—. No tengo ninguna razón para mentir. No hay nada en esto para mí.

—Mm. —Wesley miró a su hermano. Haven miró a Kimberly, claramente dividido entre sus dudas y el deseo de creer.

Por supuesto Haven no iba a creerle a un vampiro. ¿Por qué habría de hacerlo? Él tenía una opinión lo suficientemente baja de ella. La frustración se extendió en Yvette. ¿Por qué se molestaría en tratar de ayudarlos? Ella tenía que ser psicópata para pedir otra bofetada en la cara—. ¡Muy bien! —dijo Yvette. Luego alzó la voz—. ¡Bruja! ¡BRUJA! ¡Trae tu culo aquí! ¡AHORA!

De reojo, vio a Kimberly inmutarse y taparse los oídos con las manos.

El grito de Yvette tuvo el efecto deseado. Unos momentos más tarde, la puerta se abrió. La bruja se mantuvo en el otro lado del umbral, con el rostro distorsionado por la ira.

—¿Qué quieres? —Ella miró primero a Yvette, y luego a los hermanos—. ¿Idiotas, todavía no la han matado? ¡Quizás es el momento de que haga el trabajo yo misma!

—Sólo tengo una pregunta, ¿se me permite? —preguntó Yvette, fingiendo cortesía—. ¿Es Kimberly la hermana de Haven y Wesley?

En primer lugar un destello de sorpresa cruzó la cara de la bruja, luego una sonrisa malvada se asomó alrededor de sus labios—. ¿Recién ahora te has dado cuenta de eso? Dios, si todos son tan lentos, supongo que no tengo mucho de qué preocuparme.

Luego dio un portazo.

—¿Me creen ahora? —Yvette miró a los hermanos. Poco a poco, su incredulidad se volvió a alegría, al mismo tiempo que Yvette sintió correr decepción a través de ella. Haven le creyó a la bruja, pero no a ella. A pesar de que lo había esperado, dada su historia con vampiros, todavía le dolía. Entristecida, se dejó caer en el catre de al lado y se apoyó contra la pared.

Yvette nunca había estado en una reunión familiar, bueno… al menos no en los últimos cincuenta años. Lo que vio ahora casi llevó lágrimas a sus ojos. A pesar de las desnudas paredes y el suelo de su prisión, la habitación no podría haber sido más cálida y con tanta emoción fluyendo libremente entre los tres hermanos.

Yvette sintió un pequeño hormigueo de envidia mientras veía a los hermanos abrazar a su hermana más joven y bombardearla con preguntas sobre su infancia en el orfanato, sus intereses, y su carrera. Eran la imagen de una familia feliz… bueno… tan feliz como podrían estarlo en cautiverio.

Las preguntas de Kimberly a sus hermanos no eran menos emocionadas, y mientras Yvette trató de obviarlo, no pudo dejar de escuchar las historias que contaba Haven, sobre su vida como un cazador de recompensas. Yvette no estaba segura, pero tenía la sensación de que deliberadamente dejó de mencionar sus actividades como asesino de vampiros en los relatos. Tal vez quería mostrar su gratitud ya que de una extraña manera ella le había ayudado a encontrar a su hermana.

Cuando Kimberly se rio de uno de sus cuentos, la mirada de Haven se desvió hacia Yvette, y con la boca le dio un silencioso «gracias» a ella. Le tomó toda su fuerza mental, no desmoronarse. Ella se recostó en el catre y cerró los ojos, huyendo en la oscuridad. Lo que los tres tenían ahora era más de lo que ella nunca tendría. Y por mucho que se merecieran esa alegría, la hizo aún más consciente de su propia soledad. Más que nunca, ella era la marginada, la única persona que no pertenecía.

Tratando de no regodearse en su auto compasión, se obligó a respirar profundamente y relajarse. Sólo habían estado en cautiverio cerca de doce horas, pero estaba segura de que sus colegas ya estarían trabajando en buscarla. Sin embargo, mientras fuera de día, no serían capaces de liberarla, aun cuando ya hubieran descubierto su paradero. Todo lo que podía hacer en ese momento, era esperar.

Si el equipo de Scanguards no se presentaba al caer la noche, habría que tener en cuenta otras vías. Y el hecho de que sus tres compañeros en cautiverio fueran brujos, podía serle útil. A pesar del hecho de que no parecían saber nada acerca de sus poderes o cómo usarlos, Yvette estaba segura de que ellos lo poseían. De alguna manera, sería capaz de averiguarlo.

Luego, por supuesto, había una cosa que Yvette había descubierto acerca de la bruja. Bess tenía que estar físicamente dentro de la habitación para hacerles daño o ejercer sus poderes sobre ellos. Siempre y cuando se quedara fuera de la habitación… al otro lado del umbral… no podría hacerles nada. Le daba consuelo. Eso significaba que, por ahora estaban a salvo dentro de esas cuatro paredes.

Yvette se permitió relajar por primera vez la tensión de sus músculos, desde que había asumido esta misión. Kimberly estaría a salvo con sus hermanos, y ella sabía que a partir del reciente comportamiento de Haven, no la mataría con la estaca si ella durmiera la siesta por un corto tiempo. Todo lo que necesitaba eran unos minutos.

El constante parloteo de Kimberly, era un ruido de fondo fácil para dormirse. Ella no podía decir cuánto tiempo estuvo dormida, pero no podría haber sido durante mucho tiempo. Kimberly estaba en realidad contando la misma historia, o tal vez había una variación en ella, cuando los sentidos de Yvette atraparon otra cosa.

En primer lugar, un chirrido llegó a sus oídos, sonaba como si alguien estuviera tratando de entrometerse por una antigua puerta, las bisagras oxidadas proporcionaban la música propia de una película de terror. Los pelos de la nuca al instante se erizaron como centinelas, mientras que ella trató de orientarse. Algo no estaba bien con el sonido. Era preocupante.

Yvette se sentó, su columna vertebral rígida y alerta. Una rápida mirada por la habitación confirmó que los tres hermanos estaban donde habían estado antes: sentados en los otros dos catres, charlando. El sonido no provenía de ellos.

Dirigió sus ojos hacia la puerta, pero nada se movió ahí, y ningún sonido.

¡El ruido de la manecilla!

Ahí estaba de nuevo. Llegó desde el exterior, de eso estaba segura.

Yvette giró la cabeza hacia la ventana, al mismo tiempo que un rayo de sol irrumpió en la habitación. Ella se congeló el tiempo suficiente para sentir una picadura de dolor en donde el sol tocó su brazo.

—¡No! —gritó Haven, sacándola de su trance mientras otro sonido se escuchaba. Finalmente se dio cuenta de lo que estaba sucediendo: ¡la bruja de mierda estaba quitando los tablones de madera para que la luz del sol entrara en la habitación, haciendo realidad su amenaza de antes!

—Mierda —gritó Yvette y saltó, casi chocando con Haven.

El pánico la golpeó como un rayo, entonces sintió la mano de Haven agarrarla.

—¡Muévete! —gritó Haven y la atrajo hacia él. Ella se tambaleó más que corrió con él cuando abrió la puerta del baño y la echó en el interior delante de él, los rayos del sol sobre sus talones. Ella se golpeó contra el lavabo antes de que oyera cerrarse la puerta detrás de ellos con un ruido sordo.

Sólo un solo foco que colgaba del techo, iluminaba el pequeño espacio que no era más grande que un ascensor para seis personas.

Su corazón se aceleró y latió en su garganta. Detrás de ella, la respiración de Haven era igual de errática. Cuando Yvette se giró hacia él, ni siquiera tuvo la oportunidad de darle las gracias por su rápida acción, porque sus brazos la cubrieron al instante y la atrajeron con fuerza contra su pecho de gran tamaño. Una mano en la parte posterior de la cabeza, y la otra alrededor de su cintura, la apretaban contra él.

—¡Oh, mierda! —Jadeó en un aliento exhalado—. ¡Esa perra!

Yvette tragó saliva, incapaz de formar cualquier palabra todavía. El shock seguía asentado demasiado profundo en sus huesos. Se había congelado, a pesar de que había pasado sólo por un instante. Nunca se había congelado antes.

Haven puso sus manos sobre sus hombros y la apartó unos centímetros—. ¿Estás bien? ¿El sol te quemó en alguna parte? —Sus preocupados ojos trataron de examinar su cuerpo, un ligero temblor en su voz, subrayó su preocupación.

Yvette se apartó de sus manos. El haber tenido la cara apretada contra su pecho desnudo, había sido suficiente tentación. Tenía que cortar su contacto con él antes de que fuera demasiado tarde—. Estoy bien. Gracias. —Ella no lo estaba, pero lo estaría.

Él asintió con la cabeza brevemente y luego se dirigió a la puerta. Pero no la abrió—. ¿Wesley?

—¿Sí? —Fue la respuesta de su hermano al instante.

—Toma las mantas de los catres y cuélgalas en las ventanas. Asegúrate de tapar todos los lados, así no se filtrará la luz a través de ellas.

—De acuerdo.

A continuación, Haven se volvió hacia ella y cruzó la distancia de treinta centímetros que había entre ellos. No había forma de alejarse de él en el minúsculo baño. Su mirada era seria mientras la miraba, haciéndola consciente otra vez de cuán alto y grande era él—. Puedes romperme la cara después, pero ahora tengo que abrazarte.

Y así, él la acercó en sus brazos.

—Que…

—Shh. Ahora no, Yvette. Casi me da un ataque al corazón pensando que ibas a morir justo en frente de mí.

Su corazón se agitó, como si alguien hubiera instalado un trampolín y estuviera saltando arriba y abajo en él. Este feroz caza vampiros estaba preocupado por ella. El hombre que había confesado que había matado a otros vampiros para vengar a su madre, la había salvado con su reacción rápida empujándola en el cuarto de baño sin ventanas. Y ahora, la estaba manteniendo en el abrazo más apretado en el que nunca se había encontrado a sí misma, como si algo malo fuera a suceder, si él la dejara ir. Una grieta apareció en la puerta de su corazón, mientras su siguiente pensamiento echaba raíces.

Haven no la odiaba.