Capítulo Doce

El olor de comida humana fue lo primero que Yvette sintió cuando la oscuridad se desvaneció. Su cuerpo se sentía como si hubiera sido molido a golpes y luego atascado en una licuadora. ¿Qué demonios le había sucedido? ¿La bruja la torturó como había torturado a Haven? Al pensar en él, ella se irguió de su posición acostada y abrió los ojos.

Todavía estaba en la misma habitación que antes, y estaba sobre algo suave: un catre. Sus ojos de inmediato buscaron a Kimberly. Yvette dio un suspiro de alivio, cuando la vio tendida en otro catre igual a su lado, acurrucada, con los ojos cerrados. En la improvisada cama más alejada de ella, Wesley estaba también dormido.

Ella se acercó a Kimberly, queriendo tranquilizarse que estuviera bien y que la bruja no la hubiese lastimado.

—Ella está bien —dijo la voz tranquila de Haven desde el suelo. Sus ojos se volvieron a su dirección. Ella lo observó mientras se levantaba y se sentó a los pies de su cama.

—¿La bruja le…?

Él negó con la cabeza antes de que pudiera terminar la pregunta—. Kimberly fue más inteligente que yo, y no se resistió. Ella está durmiendo. —Miró hacia su catre, e Yvette siguió su mirada.

—Todos comieron. Estaban cansados. Pero yo quería asegurarme de que estuvieras bien. —Sus ojos la examinaron, y se sentía extrañamente consciente de su cuerpo y el vestido negro que la hacía parecer mucho más femenina, de lo que ella estaba acostumbrada.

—¿Qué pasó?

Haven le dio una mirada de disculpa—. ¿Te acuerdas que me diste de tu sangre?

Su corazón saltó de emoción. ¿Cómo iba a olvidarlo? Cuando él había chupado de su muñeca, se había sentido casi delirante. Nunca antes había sentido la clase de placer que había pasado a través de su cuerpo—. ¿Te curaste?

Haven sonrió y extendió los brazos, le mostró su aún desnudo pecho y estómago. Se veían perfectos e intactos. Y más sexys que antes. El hombre tenía un cuerpo bien formado, hecho para el pecado.

—Dímelo tú.

—Te ves… bien.

Cuando dejó caer sus brazos a su lado, su rostro adquirió una expresión seria—. Tomé demasiado. Perdiste el conocimiento.

—Bueno, creo que tengo suerte de que no me mataras mientras tuviste la oportunidad.

Haven se acercó, echando una rápida mirada de reojo a Kimberly y a Wesley, que aún dormían—. ¿Es eso lo que piensas que haría después que me ayudaste? —preguntó con los dientes apretados—. ¿Es esa la opinión que tienes sobre mí?

Yvette lo miró enfadada, pero mantuvo su voz baja—. ¿Qué esperabas? Me secuestraste, y no guardaste ningún secreto de tu odio a mi especie.

—Y a pesar de saber eso, me ayudaste. ¿Por qué? —Sus ojos azules se dirigieron a ella, investigando, buscando.

—Un momento de debilidad temporal. No te preocupes, no va a suceder de nuevo —espetó. Bastardo desagradecido. Tal vez debería haberlo dejado sufrir.

—Porque no te permitiría volver a hacerlo.

Yvette entrecerró los ojos—. Ya veo. ¿Te sientes sucio porque tienes sangre de vampiro en las venas ahora? —¡Cómo se atreve a mirar despectivamente su regalo! Ningún vampiro daba su sangre a cualquiera. Era un tesoro que protegían. Ella misma nunca había compartido su sangre con nadie, ni durante sus relaciones sexuales, ni para curar.

—No —dijo entre dientes y la agarró por los brazos, presionando la espalda contra la pared—. Ya no voy a dejar que te pongas en un peligro como ese. Te desmayaste, porque tomé demasiado. Tenías que haberme detenido antes de que te debilitara de esa manera.

¿Él estaba preocupado por su salud? ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Se había despertado en una realidad paralela?— No es de tu incumbencia lo que yo haga.

—Lo es cuando te pones en peligro. Todos tenemos que ser fuertes juntos, o nunca vamos a salir de aquí. Y eso te incluye a ti. Te metí en este lío.

—No es necesario que me lo recuerdes. —Su comentario sarcástico no pareció llegar a él.

—Voy a sacarnos de esto.

—¿Ah, sí? ¿Y cómo planeas hacer eso? ¿Jugando a ser Rambo? ¿O MacGyver? Que patético. —¿Por qué era que los hombres siempre tenían que jugar al gran héroe que salva a la damisela en apuros? Tal vez funcionaba en las películas, pero no funcionaba ahí—. Soy más fuerte que tú, así que no me vengas con esa mierda.

La apretó con más fuerza contra la pared, y ella podía rechazarlo… en realidad podría, incluso en su estado un poco agotado. Pero algo le hizo permanecer en su posición… tal vez porque olía tan embriagadoramente, o tal vez porque su piel chisporroteaba agradablemente donde sus dedos excavaban en sus brazos.

—Puedes ser más fuerte cuando estés bien alimentada, pero en este momento, estás quedándote sin fuerzas.

Su petulante voz no hizo nada para hacer que se sintiera menos molesta con él. Yvette abrió la boca para protestar, pero él le dio un rápido movimiento de su cabeza.

—Ni siquiera lo niegues. Tenías hambre, incluso antes de que me dieras tu sangre. ¿Qué tan estúpido crees que soy? Te he drenado. En todo caso, estarás más débil durante las próximas horas. Y ambos sabemos que la bruja no traerá un suministro de sangre para ti. Ella no tiene interés en mantenerte con vida. ¿Y luego qué?

En los ojos de Haven se veía un reto, pero ella no podía entender cuál era. ¿La estaba acusando de que atacaría a uno de ellos tan pronto como el hambre llegara a ser demasiado insoportable?— No voy a atacar a ninguno de ustedes, y de ninguna manera a Kimberly. Ella es mi responsabilidad. Tengo el deber de cuidar de ella.

—¿Cómo puedes estar tan segura? Cuando el hambre se vuelva inaguantable, no sabrás lo que estás haciendo. Caerás en la sed de sangre.

Así que él sabía sobre eso. Sin embargo, tenía que negarlo. Ella lo empujó y negó con la cabeza—. No.

—Tengo una propuesta para ti.

Yvette levantó la barbilla y estabilizó una mirada en él. ¿Qué podía hacer para evitar lo que ella sabía que iba a suceder en unas pocas horas?— ¿Qué propuesta?

—Aliméntate de mí. Ahora. Mientras los demás duermen. Nadie necesita saberlo.

¿El cazador de vampiros estaba ofreciéndole su sangre? —Pero…

—Comí mucha comida en este momento. Estoy bien alimentado y sano de nuevo, gracias a ti. Ahora es el momento para que puedas recuperar tu fortaleza. Quid pro quo.

Yvette buscó sus ojos para entender por qué le daba esa oferta—. ¿Por qué?

Miró a lo lejos, evitando su mirada examinadora—. No me gusta deberle nada a nadie, y mucho menos a un vampiro.

—No me debes nada. —Cerró la mandíbula, dispuesta a no aceptar las migajas que le estaba ofreciendo. Ella tenía su orgullo—. Quédate con tu sangre. Yo no la necesito.

—No tienes una opción en esto. —Haven empujó su cuerpo más cerca al de ella.

Yvette le sacudió sus brazos—. ¿Qué vas a hacer? ¿Forzarme?

Él le dio una sonrisa maliciosa, y en ese momento supo que ya había perdido la batalla—. Algo por el estilo. —Entonces él la agarró por las muñecas y la mantuvo contra la pared. Cuando él inclinó la cabeza hacia un lado y movió el cuello a una corta distancia de sus labios, ella sintió su olor embriagador: sudor limpio, masculino, y el olor de la bergamota.

—Voy a golpear tu cara bonita hasta hacerla puré. —Le advirtió al tratar de detener el alargamiento de sus colmillos. Era tan imposible como detener que saliera el sol.

—Después —prometió, como si no la tomara en serio.

—Tú, tú…

Su cuello se conectó con sus labios mientras lo apretaba contra ella—. Puedes oler la sangre ya, ¿no? —No era justo que él le pusiera una carnada como esa, balanceando el olor más atractivo frente a su nariz—. Y tienes hambre. No voy a pelear. Solo muerde.

* * *

Haven sabía que se había vuelto completamente loco, pero también sabía que esta era la única manera. Ella necesitaba alimentarse y recuperar fuerzas, y en lugar de dejar que se volviera loca y atacara a uno de ellos en un frenesí de sed de sangre… algo que ya había visto con otros vampiro antes, era terrible y casi imposible de detener… estaba dispuesto a recibir una por el equipo. Wesley nunca estaría de acuerdo con él, y Kimberly no debería ser sometida a tal derramamiento de sangre. Si alguien podía pasar por esto relativamente sin ningún rasguño, ese era Haven.

No tenía miedo del dolor. Comparado con lo que Bess había hecho con él, una mordedura apenas parecería más dolorosa que un golpe bien colocado por un convicto ebrio. Y ahora que sabía que su mordedura no lo convertiría en un vampiro, él estaba dispuesto a hacer ese sacrificio. Le debía mucho. Pero después de eso, estarían a mano. Después de eso, él podría regresar y odiarla con todo el dolor que había enterrado en su corazón. Ella seguía siendo un vampiro, un vampiro había sido el responsable por el asesinato de su madre y el secuestro de su hermana. Un vampiro pagaría por ello.

Pero por ahora, tenía que pagar su deuda con ella. Yvette lo había salvado, y era justo que él hiciera lo mismo. Esa era la única razón por la que estaba dispuesto a ir en contra de sus creencias más profundas y darle lo que necesitaba.

—Muérdeme —repitió—. Antes de que cambie de opinión.

Los labios se apretaron contra su piel. Entonces su lengua lamió sobre él. Qué demon…

Pero no pudo vociferar su pregunta, porque lo siguiente que él sintió fueron sus afilados colmillos rompiendo a través de su piel y hundiéndose en su cuello. No había dolor, era como si la zona hubiese sido anestesiada de antemano. ¿Era para eso que ella lo había lamido?

Antes de que pudiera sacar ninguna conclusión, el pensamiento de Haven repentinamente perdió la noción por las deliciosas sensaciones que corrían por su cuerpo. Él había esperado que le hiciera daño, por lo menos un poco. Por lo menos, había esperado que fuese desagradable, algo que debía soportar por el bien común. Ni en sus sueños más remotos había imaginado que una mordedura de vampiro lo excitaría.

Más que eso: era la situación más erótica en la que jamás se había encontrado a sí mismo. La mordida de Yvette era un asalto a todos sus sentidos, y su cuerpo reaccionó de la única manera que podía: con una furiosa erección. Cuando bebió de su vena, fue más apasionado que cualquier beso que jamás hubiera compartido con una mujer, con su cuerpo tan cerca de él, podía sentir su latido del corazón rápido y su calor. El olor familiar de naranjas flotaba en su nariz, y antes de que él supiera lo que estaba haciendo, enterró la mano en su pelo y la tomó por la parte posterior de la cabeza, para atraerla más cerca.

Su otra mano se deslizó por la espalda y se conectó con su piel desnuda. Un suspiro de sobresalto salió de ella, mientras él la rodeó en sus brazos, pero ella no dejó su cuello. Siguió chupándolo con avidez, y él no tenía intención de detenerla. Por el contrario, quería que continuara.

Haven se movió, tratando de encontrar una posición más cómoda para su pene… que había crecido hasta alcanzar proporciones masivas y se mordía con el cierre de los pantalones del esmoquin. Si hubiera usado sus jeans apretados, el cierre ya habría estallado bajo tal presión. Por suerte, los pantalones de alquiler proveían un poco más de espacio… por cuánto tiempo, no estaba seguro.

Su mano vagaba por su espalda desnuda, agradecido de que ella usara el vestido abierto en la espalda de color negro, en lugar de otra cosa. Eso le permitió explorar y saborear su piel suave. Ella era de sangre caliente, más caliente de lo que él había notado antes. ¿Estaba disfrutando tanto como él?

Cuando dejó que sus dedos bailaran a lo largo de su torso en su piel desnuda hasta reunirse con la tela de su vestido, un gemido salió de su pecho, y su mano se acercó. ¿Iba a detenerlo? Pero en lugar de que su mano lo apartara con fuerza alejándolo, le tocó el pecho y pasó sus dedos sobre la llanura de sus músculos.

Haven respiró profundamente. Su tacto, combinado con la fuerza suave que ejercía en su vena, disparó su lujuria y le dio ganas de tumbarla en el catre y enterrarse en ella hasta el final—. Mierda, nena —murmuró y deslizó el pulgar debajo de la tela de su vestido, acariciando la parte inferior de un pecho.

Las uñas de Yvette se clavaron en su pecho, pero él dio la bienvenida al dolor, sabiendo que era lo único que le impedía rasgarle la ropa de su cuerpo y cogerla hasta que perdiera el sentido. La única cosa que lo dejó con una apariencia de coherencia. Como si supiera lo que estaba haciendo y disfrutando de su poder sobre él, la otra mano se fue a la cintura de sus pantalones y se deslizó a lo largo del cierre, sosteniendo su pene atrapado en el hueco de su palma.

Dejó escapar un involuntario gemido y deslizó más la mano debajo del vestido, hasta que pudo tocar su pecho sin sostén. El seno se sintió muy firme en su mano, llenándolo completamente. Él lo apretó y pasó el pulgar sobre su duro pezón.

Yvette apretó su pene en respuesta, y él perdió todo el control. En el siguiente instante, él tiró de su pelo, y ella soltó su cuello, lamiendo sobre las incisiones antes de que se cortara el contacto. Cuando su mirada chocó con ella, sus ojos estaban oscuros de pasión y sus labios estaban hinchados, más carnosos que antes y mucho más deseables de lo que jamás podría haber imaginado.

Sin pensarlo, Haven atrajo su cara hacia él y apretó su boca contra la suya. Sus labios se separaron en un suspiro, y él barrió su lengua. Trató de luchar contra las sensaciones que su cuerpo desataba en él y trató de pensar en algo… ¡cualquier cosa!… que lo distrajera de la maleable mujer en sus brazos. Incluso recordar que ella era un vampiro y su enemigo, no disminuyó la pasión de su beso.

Al darse cuenta de lo inútil que era luchar contra una marea que no podía parar ni controlar, renunció a su lucha y exploró su caverna húmeda. Mm… esta mujer podía besar. De alguna manera lo sabía. De alguna manera lo había percibido la primera vez que la había visto en la fiesta del estreno. Ella también lo sabía. La respuesta muy segura de sí misma, declaraba lo mismo. Cada una de sus caricias fue contrarrestada con una de las suyas, más exigente y más urgente que la anterior, como si estuviera retándolo. ¿Acaso no le había lanzado un desafío en la fiesta? ¿No lo había desafiado abiertamente y le había pedido que le probara que él tenía lo necesario para satisfacer a una mujer como ella?

No podía permitir que este desafío expirara sin ser satisfecho. Ninguna mujer sería mejor que él… ni mucho menos una mujer vampiro. Tenía que demostrarle que ella no podría guiarlo a su antojo. No, él le mostraría quién llevaba los pantalones, aunque los pantalones estaban volviéndose cada vez más apretados.

Aceptando su desafío, frotó su pecho con mayor ferocidad, y luego tomó el duro pezón entre su pulgar e índice y tiró de él. Su gemido animal se detuvo en seco en la boca, donde lo capturó y lo tragó para su cuerpo. Él discutió con su lengua, como si luchara con un guerrero, porque eso es lo que era: un guerrero que lo combatía, lo desafiaba, no para detenerlo, sino para que continuara su ataque contra sus curvas.

Las curvas de Yvette eran dignas de atacar. Femenina a pesar de su tono muscular, y cubierta con una piel suave, satinada, las curvas de su cuerpo se ajustaban a las palmas de sus manos como si fueran por encargo para él. Sentir su abundante teta en la mano y acariciarla hasta que ella gimiera incontrolablemente, era mejor que cualquier otra cosa que había sentido en mucho tiempo. Con cada gemido, su cuerpo se excitaba más, su pene palpitaba y suplicaba por su liberación.

Haven ladeó la cabeza para obtener una conexión aún más profunda, su cuerpo le instaba a tener más de ella, a marcarla, a reclamarla como suya. Para demostrarle que él podía darle lo que necesitaba, que era lo suficientemente hombre como para llevarla al éxtasis.

Una de sus manos aún estaba explorando su pecho, pero la otra regresó a su ingle. Cuando se conectó con su pene y lo acarició a lo largo de su dura longitud, se estremeció. Bajo su boca, sus labios se curvaron en una sonrisa.

¡Pequeña zorra malvada!

Ella estaba tratando de conseguir que perdiera el control. Pero él no lo permitiría. No antes de que pudiera convertir su cerebro en puré y hacerle olvidar todo menos su tacto y sus besos. Tratando de ignorar las caricias de su mano, le dio otro tirón del pezón, esta vez más fuerte. A continuación, soltó la boca de ella y bajó la cabeza.

Se encontró con su pecho a través de la tela de su vestido y lo lamió sobre la seda. Si hubiera sido blanco, sería capaz de ver su pezón ahora, pero el tejido negro no regalaba sus secretos de mujer. Sin embargo, el efecto no se perdió en ella como lo demostró su gemido ahogado. Repitió su acción, lamiéndole sus duros pezones y una vez más se dio cuenta de cómo su agarre hacia su pene se aflojó. Él estaba ganando la batalla. Pronto, ella se sometería a él, y tendría la última palabra.

* * *

Yvette no podía aguantar mucho más de sus caricias apasionadas. Su beso era adormecedor, bloqueó todo en la habitación para que pudiera sentirlo sólo a él y a su deseo. Ella nunca había respondido a un hombre tan abiertamente. Siempre había tenido el control de cada situación. Cuando se trataba de placer, siempre era en sus términos. Y era ella la que establecía el ritmo y decidía cómo y cuándo le permitía a un hombre darle placer.

Esto era diferente. Haven era diferente.

Él no se lo pidió, sino que lo tomó y al tomarlo, le dio destellos de placer en el cuerpo que había enterrado en su interior. Placer que no se había dejado sentir por miedo a perderse a sí misma, su identidad, su corazón. La respuesta que ella le dio, le daba miedo, y debería haberlo rechazado al instante, pero su tacto era adictivo. Al igual que un drogadicto, ella ansiaba más.

Moviendo su mano en su hombro… le encantaba la sensación de su pecho y los abdominales esculpidos, pero ella quería… necesitaba… tenerlo más cerca… lo atrajo hacia ella y sintió como chupaba su seno a través de su vestido. No servía de nada. Necesitaba más. Ella lo necesitaba más cerca, piel sobre piel. Latidos del corazón contra latidos del corazón. Cuando sus dientes le rozaron el pezón, exhaló bruscamente. Una corriente de lava corrió por su centro hacia su clítoris, sintió el calor abrasador de su líquido desde el interior. Necesitaba algo para aliviar la necesidad que provocaba en ella. La necesidad de tenerlo, de consumirlo, de degustarlo.

—Más —rogó, casi sin reconocer su propia voz ronca. ¿En qué se había convertido? ¿En qué la había convertido él?

Como si supiera lo que ella necesitaba, su mano se deslizó a su muslo, donde su vestido ya se encontraba recogido. Sus dedos recorrieron su piel desnuda y se movieron hacia arriba hasta llegar a sus bragas húmedas. Frotó un dedo contra ella, y ella dejó escapar un suspiro de alivio. Sí, eso estaba mejor, mucho mejor así. Él le quitaría su dolor y haría que se sintiera normal otra vez.

—Sí —le animó y dejó caer la cabeza contra la pared, su cuello no podía soportar el peso por más tiempo. Sus párpados estaban demasiado pesados para mantenerlos abiertos.

Yvette contuvo el aliento mientras Haven, movía su dedo por debajo de la delgada tela y acariciaba su húmedo pliegue.

—¿Qué mierda?

Todo su cuerpo se puso rígido, y sus ojos se abrieron de golpe, y miraron a Haven. Pero su cara estaba volteada hacia un lado, sus manos ya retirándose de su cuerpo. Ahora se daba cuenta que él no era el que había hablado.

Sus ojos siguieron su mirada, aterrizando en Wesley, que estaba sólo a unos pocos metros de ellos, haciendo una mueca de disgusto. Se había olvidado por completo de todo a su alrededor.

Haven saltó de la cama, el bulto enorme en sus pantalones todavía hacía una declaración importante, una que su hermano no se perdió. Los labios de Wesley se curvaron hacia abajo—. ¿Tú, entre todas las personas? ¿Cómo pudiste?

—¡Mantente lejos de esto, Wes!

Pero Wesley no podía ser detenido. Cruzó la distancia entre él y su hermano, casi chocando con él.

—¡Idiota! ¿No ves que te está manipulando? —el desprecio de Wesley por los vampiros rezumaba en su voz, pero no era su tono de voz lo que hizo ponerle los pelos de punta a Yvette. Fueron las palabras que pronunció a continuación—. Ella te está usando.

Yvette se levantó, la tela mojada rozaba contra su pezón, lo que le recordaba dolorosamente el tacto de Haven. Maldita sea, había sido una estúpida el dejarse seducir por una falsa sensación de seguridad con él. Odiaba a los vampiros, tanto como su hermano—. Pondremos las cosas claras, Wesley. Si alguien está usando al otro, ese es tu hermano.

Haven se volvió y le lanzó una ácida mirada—. Mira quién está cambiando su tono. Hace un minuto no te cansabas de mi sangre, ¿y ahora soy yo el que te está usando?

—¿Ella te mordió? —preguntó Wesley y agarró la estaca que llevaba en el bolsillo de su chaqueta.

—¡Él me la ofreció! —Yvette gritó y miró a Haven—. De hecho, él me obligó a morderlo, porque no pensaba que podría abstenerme de atacar a cualquiera de ustedes.

Wesley dio a su hermano una mirada incrédula—. ¿Le diste de tu sangre? ¿Libremente? ¿Quién eres tú? ¿Qué demonios le pasó a mi hermano?

—¡Cállate, Wes! Si no fuera por tu estupidez, no estaríamos en esta situación en primer lugar.

—Oh, ¿ahora es mi culpa que dejaras que ella te mordiera?

—¡Eso no es lo que he dicho! Por una sola vez, ¿podrías actuar de manera racional? ¿O es que constantemente tengo que sacarte de los líos en los que te metes?

—¡Así que eso es de lo que se trata! ¡Vamos, cúlpame por todo! ¿Por qué siquiera trataste de rescatarme si me odias tanto?

Yvette oyó la voz quebrada de Wesley y reconoció el esfuerzo que estaba haciendo. Él no iba a durar mucho más tiempo.

—¡Yo no te odio!

—Sí, y lo sabes. Tú me odias porque no pude mantener a Katie a salvo. —Un momento largo y tenso pasó entre los hermanos, donde ninguno de ellos habló. Sólo se pudo escuchar el crujido del tercer catre, lo que indicaba que Kimberly se había despertado por sus fuertes palabras. Yvette miró hacia su dirección y notó la confusa mirada en su rostro, pero la muchacha no dijo nada.

Entonces Wesley miró a Yvette, y barrió con una mirada su cuerpo para evaluarlo mejor—. Dios, Haven, ¿la quieres? ¿Cómo puede ser eso cuando ella representa todo lo que desprecias?

—Yo no la quiero. —Las palabras pronunciadas duramente por Haven le dolieron. A pesar de que Yvette sabía que no quería saber nada de él, el rechazo aún le hirió su ego.

—Entonces, ¿cómo explicas lo que acabo de ver? Estabas a dos minutos de cogerla.

La evaluación de Wesley no pudo ser más precisa. Otro minuto o dos con las manos de Haven sobre ella, y hubiera abierto sus piernas para él, sin importarle quién estuviera mirando. Maldición, se había olvidado por completo dónde se encontraban.

Haven pasó la mano por su pelo grueso, completa confusión y simple arrepentimiento, se denotaba en sus rasgos—. No entiendo lo que me ha pasado.

Yvette cerró los ojos por un momento. La alimentación podía provocar excitación instantánea, tanto en el donante, como en el vampiro que se alimentaba de él—. Wesley, no deberías culpar a tu hermano. No es su culpa. No fue más que el efecto secundario de la alimentación.

—¿Efectos secundarios? —dijo Haven clavándole la mirada.

Yvette trató de no parecer afectada por la sospecha en su voz, armándose de valor para su próxima reacción—. Para alguien que se autoproclama cazador de vampiros, sabes muy poco sobre nosotros.

—Escúpelo, Yvette. —Su voz estaba llena de veneno ahora. El hombre apasionado que la había vuelto loca de pasión, se había desvanecido en el aire.

Ella cruzó los brazos sobre su pecho e irguió su postura, dándose cuenta demasiado tarde de que sus brazos creaban una estantería en la que sus senos se levantaban sin obstáculos y se presentaban como si se los ofreciera a él. ¡Que por supuesto no lo estaba! Pero ya era demasiado tarde para cambiar su acción, de lo contrario llamaría la atención innecesaria a ellos. Cuando volvió a mirar a Haven, se dio cuenta que era en vano de todos modos: su mirada ya estaba puesta sobre sus pechos, antes de que él la obligara nuevamente a dirigirla hacia la cara.

Hubo momentos en que deseaba que su cuerpo estuviera menos dotado. Ahora era uno de esos momentos.

Yvette se aclaró la voz—. La mordedura de un vampiro induce a la excitación sexual a la víctima, así como también al vampiro.

—¡Ah, mierda!

Sólo podía hacer eco del sentimiento, pero por otras razones. Mientras que Haven claramente se sintió engañado por ella, Yvette sentía pesar de que la excitación no hubiera sido real. Él simplemente había reaccionado a ella debido a su mordida, no porque él se sintiera atraído por ella… mientras que su propia excitación, al mismo tiempo mayor por la mordida, había sido real. Todavía recordaba las veces que se había alimentado de los humanos directamente, antes de que ella se iniciara con las botellas de sangre y mientras ella había sentido la excitación que se producía durante la alimentación, nunca había sentido algo de esa magnitud.

Ella siempre había sido capaz de controlarlo y frenarlo. Esta vez no lo había hecho. Esta vez, había sido incapaz de controlar sus deseos, sino ellos la habían controlado a ella y la azotaron con un incontrolado frenesí. Todo lo que había sido capaz de pensar era que quería sentirlo dentro. No había existido otro pensamiento más allá de eso.

—Me usaste —murmuró Haven, su expresión era una mezcla de humillación y arrepentimiento—. Si alguna vez me tocas de nuevo, te clavaré una estaca.

Yvette se apartó de él, no podía continuar mirándolo a los ojos. La odiaba. Y ella sabía que tenía que odiarlo también. Y haría todo lo posible para asegurarse de lograrlo, aplastaría las pequeñas ramas molestas de las sensaciones que parecían crecer en su seno, con ganas de transformarse en sentimientos y emociones. Ella no se lo permitiría. Haven era su enemigo. Ella lo trataría como tal.